Vagabunda y ramera (1)

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T. Lectura: 4 min.

Mi nombre es Patricio, tengo 45 años, un grandote fornido de 1,90, soltero y bien parecido, con un pene de 20 centímetros. Afortunadamente me va muy bien económicamente y hasta a veces no se en que gastar mi dinero, no tengo hijos ni novia. La historia que les relataré, ocurre en el centro de la ciudad, en las calles cerca de la empresa donde trabajo.

Yo suelo salir tarde del trabajo, tipo 10, cuando no hay mucha gente afuera, generalmente gente que vive en calle y uno que otro borracho. Un día mientras caminaba a mi auto, una pareja de mendigos se me acerca…

-hola señor, no tendría unas monedas que nos regale -me dice un joven de no más de 30 años, delgado, maloliente y con evidente deterioro. A su lado se encontraba su pareja de no más de 25 años, pequeña de 1,50, morena, menuda, y con ropa bastante ancha.

Esta pareja no era nueva para mí, a menudo me pedían dinero y yo les daba uno que otro billete. A ellos los había estado observando de tiempo. El solía pedir dinero para ambos, y ella a veces fumando pasta base, o a veces tirada en el suelo de la esquina. Si bien se notaba el cariño de ambos y las ganas de que su mujer estuviera bien, el vicio los tenía rotos.

Mientras pasaba el tiempo y la dinámica de siempre, me empecé a fijar que esta muchacha tenía un culo bastante formado, pequeño pero de cachetes bien redondos, que podían adivinarse tras esa ropa maloliente y aspecto desalineado. Esa vulnerabilidad y decadencia empezó a calentarme mas y más en el tiempo.

Un día a eso de las 10, como de costumbre, se me acercan ambos.

-señor nos ha ido mal, yo sé que usted nos da de vez en cuando. ¿No tendría algunas monedas para poder comer?

Se notaba la desesperación por dinero, por lo que me decidí a darles un billete, con la propuesta más descarada e irrespetuosa:

-toma, tengo más pero tendrías que traerme a tu mujer acá para llevármela a dar una vuelta. ¿Si o qué?

-vete a la mierda.

En ese momento, el hombre cambió su rostro y me comienza a gritar. Tanto que la mujer que yacía tirada en la acera se acerca.

-¿qué pasó mi amor? ¿Cuál es el problema?

Yo con el demonio en mi temple y con una sonrisa, le digo:

-le hice una propuesta a tu hombrecito, darle más dinero para sacarte a dar una vuelta. Tú me entiendes…

La mujer abrió ojos de sorpresa y entre risa nerviosa miró a su marido. El que seguía negándose enojado, tan enojado que en un momento me golpea el capot con un manotazo.

Decido bajarme, y veo que el tipo se sorprende de mi tamaño, retrocede y sin alcanzar a dar un paso atrás, lo levanto de su ropa, con mis dos manos y lo tiro contra el auto, como si fuera un muñeco de trapo.

-que escoria eres, ni para defenderte sirves -le dije enojado.

-ya ya podemos arreglarlo señor, si quiere puedo acompañarlo pero no le haga daño. Me dice la pequeña mujer, con una sonrisa coqueta en su rostro.

Le abro la puerta, se sube y ya partiendo veo al tipo levantarse con cara de frustración. Ya era tarde, tenía a su apestosa mujer sentada a mi lado.

Ella andaba con un buzo ancho, y un polerón con cierre y capucha, olía a humo y a cuerpo. Podia sentir su axila, culo y vagina. Se mantenía en silencio, medio nerviosa me pregunta que es lo que quiero.

-hola, me llamo Patricio, nos vemos regularmente, pero hoy quise sacarte un rato de la calle. ¿Que te gustaría hacer?

-la verdad que me gustaría fumar y darme un baño, me siento fatal y quiero consumir. Es más llévame a la vuelta, para que me compres unas papelinas de pasta, ¿quieres?

– ok, hoy es tu día de suerte. Haré todo lo que tú quieras, pero después tendrás que hacer todo lo que yo quiero.

Llego a la esquina, me bajo y compro lo que me pidió. A la pasada también compré unas papas fritas y una bebida. Me sentía ansioso de poder verla sin ese buzo, ya a esas alturas drogada en mi cama.

A lo que subo comienza a fumar delante de mí.

-ahora quiero una ducha.

-no tan rápido, antes de todo tienes que darme las gracias como corresponde.

Ella sin decir más, se acomoda en el asiento, me baja la cremallera del pantalón y con una mirada sumisa, se echa a la boca mi miembro y comienza a engullirlo lentamente y de una manera tal, que podía sentir su estrecha garganta abriéndose poco a poco. Entendía perfectamente como la quería. Obediente.

-tu marido sabes que eres una ramera barata, ¿cierto? Que guarra eres, hoy serás mi puta personal, ¿que te parece?

Ella sonrojada por el calor, con unos ojos muy abiertos de lo drogada que estaba, trata de articular bien y me responde a duras penas por la droga.

-siempre quise que me recogieran como puta, mi marido no puede darme esto.

-bueno entonces traga más profundo y verás que más puedo darte. En ese momento tomo su cabeza con ambas manos, cubriéndola fácilmente por completo y la empujo hasta la base de mi pene.

-arrgh suelta una arcada pero sin sacarla de su boca, comienza a bramar como un animal, mientras se mete una mano a su sexo por dentro de su pantalón.

El auto estaba inundado de olores, entre sexo, calle y droga y ella no dejaba de mamar, subía y bajaba con ritmo constante, mientras yo la humillaba descalificándola a ella y su marido, le metía billetes a su buzo por la parte de su cola, que en ese momento estaba paradisima contra la puerta de copiloto. Era tan decadente el escenario que no aguante más y me vine en su boca. En el momento pude percatarme que mientras soltaba una y otra descarga, ella también se retorció, apretando sus piernas y tomándose toda la leche. Sin dejar ni una sola gota, se acomoda en el asiento con ojos llorosos y una sonrisa en su rostro sucio y ruborizado. Me repetía constantemente que era mi puta.

Se notaba que la mujer andaba mal con su mente, solía repetir mucho las cosas y olvidarse de ellas con una actitud errática, pero yo ya podía ver su potencial.

Al llegar a mi apartamento, y al solo cerrar la puerta, ella se comienza a sacar la ropa. Pude ver finalmente debajo de ese buzo. Ella tenía un cuerpo muy esbelto, delgado, con mucho vello en sus axilas, vagina y culo pero sin nada de pelos en sus piernas ni demás cuerpo. Sus tetas eran pequeñas, redondas y llenas y su vientre para mi sorpresa, un poco abultado con señales de embarazo.

-tengo 4 meses de embarazo -me dijo riéndose- quita esa cara y muéstrame donde está el baño.

Yo embobado con toda la escena, le indico donde está y le paso una toalla.

Repasando su mamada y hasta donde habíamos llegado, no aguanto mucho y vuelvo a erectarme. Me dirijo al baño y la encuentro jabonada, terminando de afeitarse la vagina.

Su sexo era hermoso: pequeño, oscuro, de labios gordos y algo abiertos de lo abombada que era. Parecía un molusco carnoso, deseoso de ser devorado…

Continuará.

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