Vecinos, puerta con puerta

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Abrí los ojos, necesitaba verla. Para mi sorpresa ella me estaba mirando fijamente. Su rostro reflejaba todo el placer que estaba recibiendo. Sus pechos pegados al mío, sus pezones erectos aplastados casi contra mi pecho, mis manos aferradas a su redondo culito y su coño deslizándose con suavidad por mi polla.

Ella juntó sus labios con los míos, nuestras lenguas empezaron a jugar mientras que el ritmo era cada vez más frenético. Su coño húmedo y caliente cada vez subía y bajaba con mayor rapidez.

En un simple movimiento me levanté y la dejé caer de espaldas encima de la cama. Ella sonrió. Yo acaricié ese perfecto culito, lo abrí un poco con las manos quedando su coño ante mi vista. Mi polla la volví a penetrar por detrás, ella gemía. La saqué y la posé en su culo, para mi sorpresa no fue difícil penetrarlo por ahí, toda mi polla entró en su culo, la follé así durante un ratito.

Después la saqué y volví a metérsela por el coño, vi como ella disfrutaba, yo disfrutaba. Jamás pensé en que mi vecina pudiera gustarle tanto el sexo como a mí. Cuatro años viviendo puerta con puerta y los dos desconocíamos estos gustos en común.

—No te corras dentro —me dijo jadeando

Ella se dio la vuelta y agarrándome la polla la puso en sus pechos, “hazlo aquí”, me dijo.

Yo ya estaba a punto y el roce de sus pechos alrededor de mi polla no tardó mucho en hacer efecto. Mi semen se desparramó entre sus tetas. Ella sonreía…

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