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Mi nueva vecina Milf, ayudando en la mudanza

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Transcurría Enero de este año, 2017, pleno verano acá en Argentina, yo me encontraba estudiando para mis exámenes finales, por lo que me levantaba muy temprano en la mañana y continuaba la mayor parte del día con mis respectivas otras actividades. Era un viernes, yo estaba en mi habitación bastante concentrado sobre mis libros, cuando mi madre golpea mi puerta e ingresa. Me pidió que le haga un favor, que en realidad no era para ella, sino que me solicitó que ayudara a mi nueva vecina, por la tarde, con algunas cosas que le traerían.

Yo aún no la conocía, puesto que casi no salía de casa en épocas de exámenes, mi madre ya la había conocido el día anterior y la única información que me proporcionó fue su nombre, Ana, y que se estaba en proceso de divorcio, saliendo un matrimonio medio difícil y por ello se mudaba en la casa que queda al lado de la mía. La idea no me cayó muy bien lo admito, no tenía muchas ganas de ayudar, puesto que debía avanzar en la lectura, pero lo haría de buena onda, por mi madre. Y no me vendría mal tampoco despejarme un poco haciendo otras cosas.

Volviendo del gimnasio, entrando la tarde, recibo un llamado de mi madre, me dijo que Ana estaba en mi casa y que enseguida le traerían las cosas para llevarlas a su casa. Voy trotando al gimnasio, y también vuelvo trotando, ya que el mismo no queda muy lejos de mi casa. Apuré la velocidad el trote para llegar lo más rápido posible, sin cansarme más de lo que ya estaba por el entrenamiento, por las dudas que las cosas fueran pesadas o muy pesadas. El calor había mermado bastante, gracias a una pequeña brisa que soplaba en la ciudad. Las ganas de beber algo esa noche me llegaron con ello, así que decidí que después de ayudar y cenar, tomaría una o dos cervezas, tranquilo.

Llegué a casa. Cuando abrí la puerta estaba mi madre sentada en el sofá, y en otro estaba Ana. Mi madre me presentó y ella se levantó a saludarme. La imagen que me había hecho sin conocerla se destruyó al verla. Pensaba que sería otra vecina más, pero no, cuando se levantó a saludarme me fijé en todo, en segundos mis ojos recorrieron todo su cuerpo. Ana tiene 38 años, es de piel blanca, cabello largo negro, su estatura medía, no es alta ni petisa. Sus senos medianos, pero con una increíble cola y piernas que no se nota para nada la edad que tiene.

Estaba vestida con ropa deportiva, con una calza que llegaba hasta las rodillas, zapatillas y una remera corta, pero que tapaba bien su abdomen. Lo que más me llamó la atención, fueron sus labios, carnosos y rojos, que dibujaron una sonrisa al saludarme. Devolví el saludo y ella se sentó nuevamente. Mientras Ana seguía charlando con mi madre, fui a la cocina a tomar agua, no podía creer la mujer que tendría como vecina, sabía muy bien que no sería bueno para mi salud... ¡ja! ¡ja!. Mi mente ya empezó a maquinar, ya había probado lo que es estar con una mujer madura con “Elena, mi profesora del colegio” (invito a leer este relato), con quien seguimos teniendo sexo hasta hoy.

Salí de la cocina y fui hasta donde estaban mi madre y Ana. Ella elogió mi físico frente a mi madre, como un gesto de amabilidad, puesto que no lo tome muy seriamente. Ella recibió una llamada, era el flete que había traído ya las cosas, de modo que nos dispusimos a salir de mi casa, mi madre se quedó dentro. Para mi suerte no eran cosas pesadas, una cama, electrodomésticos como un par de televisores grandes, ventiladores, 2 aires acondicionados y cosas así. Las cosas más pesadas las había traído el día anterior con sus hermanos, como no podrían, ayudarle ese día tuvo que llamar a un flete, sabiendo que yo iba a ayudarle en arreglo con mi madre.

Mientras bajábamos las cosas charlamos, indagando un poco, supe que no tenía hijos, que se había casado ya de grande, a los 33, pero la convivencia con su marido no había resultado como ella lo esperaba. Se había separado ya hace dos años, viviendo en casa de sus padres hasta que consiguiera una casa, puesto que solo vivía en un alquiler con su marido. En mi mente pensaba que hombre podría haber desperdiciado terrible mujer. No me parecía una mala mujer, pero quizás en convivencia sería otra cosa. No me anime a preguntar más en profundidad en esa ocasión. No correspondía, aunque ella parecía muy dada.

Una vez que todas sus cosas estuvieron dentro de la casa, me pidió que le ayudara a empezar con la ardua tarea de acomodar algunos muebles. Dentro de la casa el calor era bastante elevado con respecto de cómo estaba afuera, ya había oscurecido pero la temperatura no disminuye demasiado acá en el norte de Argentina. Ambos estábamos transpirados, mi remera estaba mojada del sudor, no me sentía muy cómodo que digamos. Pero no quería quitármela frente a ella. Por respeto. Ana había prendido un ventilador de pie que tenía, pero no daba abasto.

-Esperame, ya vengo-. – Voy a ponerme algo más fresco que esto, sino voy a morir sofocada-. Me dijo riendo.

-¡Esta muy insoportable!- Agregué yo. Mientras subía un televisor en uno de los muebles.

-¡Espero sobrevivamos esta noche!- Dijo Ana, en tono de chiste. Mientras subía las escaleras hacía la planta alta.

Después de unos minutos, ella bajó, yo estaba conectando el cable de la señal de tv.

-¡No aguantaba más!- Dijo.

La miré. Se había puesto un short corto. Miento. Muy corto. De jean. Apenas tapaban esas tremendas nalgas, y, un top amarillo, su abdomen es plano, no tiene marcado, pero tampoco goza de gordura. No lo podía creer. Se había recogido el cabello con una cola. Creo que mis ojos se abrieron tan grandes, que el disimulo no fue una virtud en ese momento. Tanto que me preguntó.

-¿Qué pasó?-. -Ah, perdón por lo que tenés que ver-. – Pero no todos tenemos un cuerpo fitness-. Me dijo en tono de chiste y riendo.

No me quedó otra que reírme. Se había dado cuenta que la comía con la mirada.

-¡Te ves muy bien!- . – Yo me voy a sacar la remera, porque tampoco aguanto más-.- La tengo desde el gimnasio-. Le dije.

-No tengo problema, si te molestaba te la hubieses quitado hace rato- Me dijo ella.

Al fin me pude sacar la remera, más que aliviado estaba, de verdad no soportaba más tenerla puesta. Terminé de configurar el tv rápido, ya que es igual al mío. Le di el control remoto y ella contenta empezó a recorrer los canales, dejando en uno de noticias.

-¡Ya tengo tele, colchón y ventilador!-. - ¡Algo es algo! - Exclamó feliz.

-¡Suficiente por hoy!-. -¡Ya son las 10 de la noche!- Me dijo.

En verdad, la hora se había pasado como loco. Ambos estábamos cansados y se nos notaba en la cara. Ana fue hasta la planta alta nuevamente, mientras yo tomaba agua y miraba el programa que estaba pasando, mientras intentaba que el ventilador me soplara. Cuando bajó, ella tenía una toalla en la mano, se acercó a mí.

-Permiso- Me dijo. Abriendo la toalla. Comenzó a secarme el sudor. Mi cabello, en la cara, en cuello y bajo por mis pectorales y abdomen. Lo hacía de manera lenta, como cuidándome. Mientras hablábamos de cualquier cosa. Me quedé quieto mientras lo hacía, no iba a hacer nada que arruinara el momento. No niego que contuve las ganas de lanzarme como un león. Pero sabía que corría más posibilidad de que me rechazara. Y terminar con un conflicto para siempre con mi vecina sexy. No me convenía arruinarlo.

-Menos mal que mañana es sábado-. – Por lo que veo, ambos necesitamos descansar-. Dijo.

-¡Menos mal!-. – ¡Quería tomar unas cervezas antes de dormir, pero no creo que llegue a hacerlo!- Le dije. Sonriendo.

-¡Que rico!- ¡Y que lastima!- ¡Te arruiné los planes!- ¡Qué raro yo!- Dijo. En tono de chiste.

-¡No importa!-. -¡Por lo menos ya tenés televisión y cocina!- Le dije riendo y acercándome ya a la puerta para irme.

-¡Espera!-. ¿Cuánto te debo precioso?-. ¿Cuánto querés?- Me dijo.

-¡No es nada, no te voy a cobrar, sería muy malo si lo hiciera!- Le dije.

De verdad, no se me cruzó jamás cobrarle nada, era un favor que le hacía, y había sido mejor de lo que esperaba. Había logrado un trato hombre- mujer. No quería que me viera de otra manera. Puesto que si lo hacía, no tendría ni la más mínima posibilidad de tener algo con ella. Me volvió a insistir en pagarme un par de veces y las rechacé todas.

-¡Ya sé!-. -¡Dame tu número (de celular), y mañana te invito a tomar unas cervezas a la noche!-. – ¡Eso si no me podes rechazar!- Me dijo Ana.

Le dije que sí. No me lo esperaba. Me sorprendió mucho. Y con ello, mis fantasías comenzaron a volar. Le di mi número. Al despedirnos ella me abrazo y volvió a agradecerme unas cuantas veces por la ayuda. Y fui a casa. Me duché. Esa noche no podía dejar de pensar en Ana, estaba caliente como una pava, todo lo que había aguantado ayudándola me subió por las venas. El pensar que ella estaba al lado de mi casa, que podía estar desnudita durmiendo, o mirando la tv. Sola. Esa noche me habré masturbado unas 3 veces antes de dormirme profundamente.

Al otro día desperté tarde, tipo 11 de la mañana, no había escuchado el despertador, salí de mi habitación y mi madre me dijo que Ana había estado en casa y preguntó por mí. Me arrepentí de no haber estado despierto pero estaba cansado de la semana de estudio, trabajo y el esfuerzo del día anterior. Desayunando recibo un mensaje en whatsapp. Era Ana, me preguntó cómo estaba y así empezamos a mensajear. Me dijo que ya le habían instalado sus aires acondicionados, y me invitó a tomar a la noche las cervezas que me había prometido, pero que no le dijera nada a mi madre, no quería que piense mal de ella.

Me leyó la mente, yo tampoco quería que mi madre supiera. Quedamos en vernos entonces a la noche, yo le mandaría un mensaje y entraría como a las escondidas. Toda esa situación me calentó de manera increíble. Habíamos pegado buena onda con Ana, y tenía la posibilidad nuevamente de tener sexo con una milf. Cuando llegó la hora indicada, me preparé, le mande un mensaje, ella me contestó y me crucé rápidamente a su casa. Cuando entré, las cosas estaban más acomodadas, ya no había tanto desastre como el día anterior.

Ana estaba para matarme, tenía puesto una pollerita corta, de jean, remera negra ajustada y unos zapatos taco alto, negros. El cabello recogido con una cola. Y olía muy rico. Me saludo con abrazo y abracé su cintura. Me invitó a sentarme y lo hice en una de las sillas de la mesa. Ella fue a la cocina y me trajo una lata de cerveza.

-¡Lo prometido!-. Me dijo sonriendo.

-¡Gracias!- Le dije. Abrí la lata y tome un sorbo. Estaba excelente. Bien fría.

Me tomo de la mano y me llevo a una de las habitaciones de la planta baja para mostrármela. Había quedado muy bien. Una habitación de estudio y relax. Con un sofá grande. Velador. Libros y un tv. Nos sentamos en el sofá y ella encendió la televisión. El ambiente estaba fresco gracias al aire acondicionado. Afuera hacía mucho calor. Charlamos un poco más íntimamente. Me conto algunos detalles de su separación. Yo estaba embobado por esas piernas. Estaban aceitaditas y depiladas. Mientras más hablábamos mas se acercaban nuestros cuerpos. Y la bebida ayudaba a quitarnos de a poco los pudores.

No aguantamos más y nos besamos. Intensamente. Un largo rato. Cuando comencé a deslizar mis manos ella me frenó. No continué, pero después de ese beso todas nuestras tensiones desaparecieron. Ella subió sus piernas al sofá y las coloco sobre mis piernas. Puso una de sus manos sobre mis pectorales y me los acariciaba. Nuevamente hice el intento de pasar mi mano por sus piernas. Esta vez no me dijo nada. Exploré cada centímetro de ellas, con suavidad y sin desenfreno. Ana me miraba fijamente mientras lo hacía. Mi pene empezó a ponerse como una roca y la sangre me hervía.

Ana empezó a acariciarme el bulto, suavemente, me desprendió todo hasta que mi pene estuvo liberado, se sorprendió del tamaño, lentamente me masturbaba y apreciaba mi miembro, mientras yo metí mi manos hasta llegar a los labios de su vagina, apenas tapado por su tanga. Acaricie su zona, ella continuaba con su mano en mi pene, poniéndomelo cada vez más duro. Metí la otra mano por debajo de su pollerita, tome los hilos de los costados de su tanga y se la quite por completo. Una diminuta tanga blanca.La tome de la cintura, la levanté y la coloque sobre mí. Saqué mi billetera donde tenía un preservativo, me lo coloque.

Ella tomo mi pene y empezó a metérselo, hasta que sentí que su vagina apretó y se comió por completo mi pene. Que sensación más placentera, quedamos unos segundos quietos, disfrutando que nuestros cuerpos se unieran. Ana comenzó a moverse, de arriba para abajo, levante un poco su pollerita y me agarre de sus nalgas. No me alcanzaban las manos para apretarlas. Ella gemía en mi oído mientras me acariciaba el cabello. Los movimientos se aceleraban a cuanto más excitados estábamos. Me tire hacía atrás y deje que ella hiciera el trabajo, mientras yo disfrutaba del espectáculo.

Ana no paraba, estaba poseída por el momento, verla gozar me puso muy loco. Quería que se corra de una vez, me estaba matando ahí arriba. Sus gemidos eran cada vez mas acelerados.

-¡Voy a explotar bebito!- ¡Hace rato que no...! – Sus palabras se cortaron de golpe. Apretó sus piernas por las mías, sentí que temblaba. La tome de la cara y la besé, intensamente.

-¡Que hermosa sos!- Le dije.

-¡Y vos, un hermoso pendejo!- Me dijo Ana. Agitada después de ese hermoso orgasmo.

Me quito la remera, y me acarició los pectorales y mi abdomen. Mi pene duro estaba hirviendo dentro de su vagina. La quité de arriba y la puse de perrita. Metí mi verga nuevamente, sus enormes nalgas se dejaban ver porque la pollera ya estaba más arriba. Mi pene en medio desaparecía cuando empujaba y aparecía cuando me quitaba. Era una vista increíble. Aumente la velocidad de mis movimientos. Mientas ambos gemíamos como dos locos. Mis manos en su cintura la traían hacía mi con firmeza. Quería que tuviera un orgasmo más antes de poder acabar yo. No quería gastar demasiada energía para poder cogérmela toda la noche.

Me retire y la acosté de costado en el sofá. Levante un poco su nalga y volví a penetrarla. En esa posición podía sentirlo todo. Ana apretaba sus senos mientras yo me movía.

-¿Vas a venirte otra vez para mí?- Le dije. Mientas aumente la velocidad de mis embestidas.

-¡Si bebito! -. -¡Ya!-.- ¡No pares por favor! – Me decía Ana, entre gemidos y suspiros.

Su cara se tensaba cada vez más. Yo sentía que también acabaría en cualquier momento. Mis testículos golpeaban la parte interior de la nalga de Ana. Metí un dedo en su boquita. Ella me lo chupaba con intensidad. Me miró desesperada. Haciéndome saber que ya se estaba por correr. Solo un “mmm, mmm” se dejo escuchar. Los temblores no se hicieron esperar. La cara de Ana empezó a relajarse mientras seguía chupando mi dedo, ahora lentamente. Quite mi pene de su vagina y me saqué el preservativo. Al fin mi pene respiraba un poco.

Saqué mi dedo de su boca, ella se puso boca arriba acostada aun sobre el sofá, yo me coloqué sobre ella de modo que mi pene quedo arriba de su cara, empezó a masturbarme mientas me chupaba los testículos que caían perfectamente sobre su boca. Me corrí un poco hacia atrás y se metió el glande en la boca. Por fin tenía mi pene entre esos labios carnosos. Pero no aguanté mucho. Quité mi pene, ya sentía que largaría el semen. Ana me masturbaba lentamente. Hasta que los chorros de esperma empezaron a salir, su cara y sus labios quedaron pintados de mi semen. Ella reía sorprendida de la cantidad.

Cuando ya no salía mas nada, metí nuevamente mi pene en su boca. Ana me lo chupaba tan rico como si estuviera dominada por mi pene. Un buen rato estuvimos así, con su cara aun cubierta por mi semen que comenzaba a caer por el sofá. Cuando estuve satisfecho lo saqué de su boquita. Tomo unas servilletas que había y se limpio un poco la cara. Ambos estábamos sudados. Y el calor era intenso. Ella fue hacia la cocina a limpiarse bien la cara y trajo otra lata de cerveza, que la bebimos ambos con ansias. Nos besamos ambos parados, acariciándonos.

-¡Vamos a darnos una ducha!- Me dijo Ana. Tomándome de la mano. Subimos las escaleras.

Continuara...

Alexander 0022

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