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Cuñada despechada, cuñada garchada

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La hermana menor de mi esposa estaba atravesando una crisis de pareja, venirse a la casa de su hermana para “tomarse un tiempo” de reflexión y ver de qué modo procesar el descubrimiento de una infidelidad de su marido.

Nunca habíamos tenido muchas oportunidades de estar tan cercanos, tal vez por eso la empatía no había traspasado el trato amigable, tal vez la diferencia de edades o la falta de oportunidades. En esta ocasión yo tenía una oficina en refacciones y mi casa hacía las veces de tal, ahora con mi esposa con buena parte del día fuera, se nos daba de pasar buena parte de él, como no tenía nada para hacer se acercaba para ver si podía ayudarme en algo.

Así con ese juego de palabras con doble sentido comenzó el inocente, solo al principio, juego de seducción mutuo.

—Cuñadito, puedo darte una mano?

—Sí, claro, pero una mano sola?

—O las dos, según lo necesites.

—No me hagas pesar bien…

—Si piensas mal tal vez aciertas…

Las miradas dicen mucho y sugieren mucho más, pero por alguna razón una palmadita sobre mi rodilla dejó trunca la devolución de ser mal pensado. Antes de retirarse para hacer café, dejó una sonrisa suspendida en el aire con aroma de ir por la revancha, regresa con las humeantes tazas y se sienta en el borde del escritorio, la mini falda se sube lo suficiente para estremecer mis deseos.

La empatía troca en intimidad, la cercanía hace el milagro de acercarnos en la emociones, en rápida síntesis me comentó del engaño de su esposo y de la crisis, que lo quiere pero necesita pone paños fríos para superarlo. Que estos días estuvo pensando mucho, que mi cercanía reavivó esa fantasía que la tenía atrapada sin poder soltarla, ahora tal vez, sería el momento de pagarle con su propia moneda, ser infiel, sería la venganza por su deslealtad.

Sería un doble propósito vengar la afrenta y cumplir mi fantasía de sentir una experiencia diferente, hacerlo con un hombre mayor, sentir que su experiencia podría darme ese placer que fantaseo y ayudarme a sanar de la traición.

No hubo más palabras, mi mano sobre su rodilla, ratificaba cada intención, celebraba cada deseo que surgía silencioso por el entramado pasional que comenzaba a gestarse dentro de mí. La doble intención del juego de palabras descorría el velo de la intimidad abriendo el acceso a los juegos carnales.

—Mirarte así, tan… que haces resurgir mi debilidad por las rubias y pe… voluptuosas

—Yo soy rubia y pe… chugona, que no te animas a decir.

—Bueno, eso es para la calle, tú eres para la intimidad, pero… Ver no me alcanza

—A ver, toca mis bubis…

—Hmmm, sí, parecen reales, al tacto, soy pragmático, “ver para creer”.

Me permite ver y tocar, obvio que no fue una tocadita, sino una tocada lenta, miradas bien de cerca, hacerle sentir el aliento húmedo en los pezones. Sentía la erección de las gruesas picas rosadas, la sonrisa de Mabel aprueba el atrevido juego, complaciente alienta a subir el desafío.

—Estas están bien grandotas y ricas, aunque eso no lo podría decir, ya sabes: “aprobar es saboear”

—Epa! Sí que estamos atrevidos…

—Sí, y… puedo?... —sonríe.

Quien calla otorga, tomar una entre mis manos y comenzar a lamer, estrujar y mamar. Dejarse hacer es permitir subir al siguiente escalón, tomada de la cintura atraje su cuerpo al mío, sus manos acariciando mi nuca confirman y aceptan. La mamada adquiere el tono épico de la excitación repentina, llenándome la boca de tetas hasta que la necesidad de aire me obligó a soltar la deliciosa carne.

Se corre al centro del escritorio, delante de mí, la mano repta por sus muslos camino al encaje de la tanga, en la oquedad busca pasar debajo del borde de la tela, hasta sentir la mullida textura del vello púbico, intruso entre los labios de la vulva, sentir la cálida humedad del nido de todos los placeres.

Subí la falda, ella apoyó los codos sobre el escritorio para favorecer el deslizamiento de la tanga, eleva y junta las piernas para retirarla por completo, se queda rodeando mi cuello como trofeo de caza. Tomada de las nalgas atraigo bien al borde, inclino mi cuerpo hasta quedarnos boca a boca, sus manos apoyadas en mi cabeza impulsan al contacto lingual con los labios de la cuca.

Los primeros lamidos producen la sensación excitante del shock esperado pero imprevisto, sorprendida en el primer gemido que ganó su pecho, las siguientes fueron recibidas por las alas de mariposa agitándose en cada lamida. Las piernas sobre mis hombros permiten comerle la conchita con total dominio de la situación, estremecida y tensa sufre los primeros atisbos de la agitación propia de un orgasmo en ciernes, conmovida por el acoso de lamidas sacude su cuerpo, tensiona sus muslos apretando mi cuello, tomándose de mi cabeza, los dedos enredados en mi cabello, le sirven para expresar la incontenible inquietud que provocan la sucesión de estímulos vaginales que la están llevando al borde del abismo orgásmico.

Sin solución de continuidad los estímulos suman tensión y ansiedad, nerviosa excitación, incontenible, estallido emocional, espasmo y gemido estentóreo acompañó la liberadora expresión del orgasmo, los jugos inundan la conchita, mi labios siguen frotándose y debatiéndose en las vibrantes sacudidas de su sexo. La quietud permite un resuello, los dedos hurgando y la acuciante lamida vuelven a elevar la tensión hasta otra convulsión, y otro más.

El éxtasis la sorprendió abrazada, sosteniendo mi boca en la suya vertical, frotando mi nariz en su pecera, haciendo burbujas de amor, mojado en su jugo pasional.

Mabel disfruta el clímax, en silencio, comprende la intensidad que puede transmitir un hombre apasionado, capaz de llenar sus necesidades sexuales y afectivas, divertido y discreto, siente la contención del hombre que la supera en edad y experiencia, que no trata de absorber su tiempo sino darle el suyo.

Tomé de la cintura y bajé del escritorio, un abrazo contenedor la hizo vibrar y estremecer, giró dándome la espalda, pasé mis manos bajo sus axilas, conteniendo sus pechos en mis manos, mi sexo pegado a sus nalgas, sentía el calor y la humedad que brota de su conchita a fregarse con el miembro.

Me deshice del pantalón y el bóxer en un solo movimiento, agité un poco la verga, erecta y dispuesta a frotarla entre los labios vaginales, retiró hacia atrás sus caderas, inclinó el torso apoyando las tetotas sobre el escritorio, separe las piernas y la penetré suave, haciéndole sentir como la pija busca adentrarse en la humedosa cueva, el gemido placentero alienta a penetrarla hasta sentir los jugos en la piel.

Volcado sobre ella, las manos por debajo del torso apoderándose de las tetas, comienza la ritual danza del metisaca. La novedad y la calentura extrema adoptan la versión, más viva, más intenso, más violento, concentrando los sentidos en la urgencia de la acción y reacción del cuerpo. El hecho de que el amor no esté involucrado proporciona el plus de producir la entrega absoluta al placer.

En la vehemencia de la penetración los testículos se empapan en los labios vaginales, éstos se cierran cuando apremio los embates y aflojan cuando me salgo hasta la puertita. La tensión producida por la estrechez de su conchita y la contribución de movimientos, sacando las nalgas adecuando los ritmos.

—Dame, dame más rápido, más rápido, no pares, muévete, más…

Incita y exige, los tiempos de ambos se aproximan, ella fue más precoz, los gemidos anuncian el arribo al orgasmo, sus labios tiemblan, transmiten el mensaje cifrado de la esperada venida de su hombre. El estremecimiento muscular, acciona e impulsa la eyaculación, la venida abundante del semen comienza a fluir en desordenados chorros.

Sentía fluir la vida láctea en cantidad infrecuente, enterrado bien a fondo, sin mover más de lo necesario para vehiculizar la esperma sembrada dentro de mi amante.

Estas situaciones, breves en tiempo, pero tan intensas y exigentes siempre producen ese ahogo por la premura emotiva de la intensa eyaculación. Me dejé caer sobre el sillón, disfrutando el deleite de ver como la abundante lechada comienza a escurrirse de la conchita me Mabel.

El bidé rescató el resto del semen inyectado, la ducha el sudor que bañaba nuestros cuerpos, solo cubierta con una toalla fue a preparar otro café, yo sin nada, en total desnudez.

—Bonito es verte así, tenemos recreo hasta que vuelva tu hermana.

—Sí señor, y cuando el gato no está…

—Te divertiste ratoncita?

—Sí señor, pero... tenía sabor a poco…

—Ven, siéntate sobre el pinocho (pene erecto)

Abrí la toalla, mostrando la erección a pleno, pidiéndole se siente ahorcajada, empalada. Es una postura deliciosa, me agrada verlas balancearse, sobre todo cuando los pechos son dignos de ser comidos en la cabalgata.

Abrió sus labios, embocó la verga, la dejó ir bien dentro, asida del respaldo comenzó a balancearse, moviendo el culazo en cada envión, sentíamos por igual la íntima penetración. Le había tomado el gusto estar en el dominio de la situación, manejar su propio placer la emociona, respiración agitada, inclina para ofrecerme sus opulencias para alimentar el morbo de ser comida por su macho, los ruidos propios de la mamada desordenada agrada y satisface el ego de hembra.

Evoluciona en ondulaciones del vientre y la pelvis, dibujando círculos, elevándose y dejándose caer hasta sentirse totalmente abierta. Inclina el torso, cubre mi cara con sus pechos, con las manos abre más las cachas para acentuar la penetración, la creciente humedad de la cuca se derrama sobre mi pelvis y los testículos, retoma el ritmo de galope, a pleno.

Está conduciendo su propio placer, los gemidos, se arroba en la mística unión de su deseo con el morbo del placer que la invade, los ojos cerrados y las manos crispadas en mis hombros. – Ahhhh!!!

Gutural bramido, rígida y silenciosa, agitación del ánimo, conmoción total. Solo un instante, luego afloja la tensión, elevo la pelvis para hacérsela sentir, vuelve a tensión previa, aprieta sus pechos casi sobre el pezón, la típica pose de la madre dando de mamar. Los bramidos, apagados se diluyen en las contracciones ondulantes de su pelvis, juega con la presión de los músculos vaginales.

Se deja estar, silenciosa, volcada sobre mí, entregando sus carnes para la mamada placentera, calma y relajada abre los ojos, sonríe, permite ser movida por su hombre, que abran sus cachas y eleve su cuerpo.

Permite deslizarme debajo de su cuerpo, quedarse arrodillada sobre el sofá, las manos sobre el respaldo, curva la cintura, eleva las caderas, dejando el culito elevado, dispuesto para que me coloque de pie, tomado de sus hombros me impulse dentro del chocho.

Con el borde de la toalla retiro gran parte de los jugos vaginales, me place el roce de la penetración, sentir como el poder de macho abre el sexo, la fricción gratifica la entrada triunfal. De un solo envión me voy hasta el máximo, asido de la muchacha comienzo el bombeo, la postura favorece la dominación, profunda intimidad de sexos, caliente excitación de los sentidos, la visión del hoyo indefenso seduce.

No es tiempo de hacerlo, solo jugar con los dedos cuando el fragor del sexo lo permite, evoluciono penetrándola, cumplo el pedido de sostener la contundencia de la acción.

—No pares, no pares, dame, dame más pija!!! Dame más…

La postura le permite evolucionar, acompañar mis movimientos, se acelera otro momento que propicia un nuevo orgasmo, los quejidos inspiran para acelerar la acción, eyacular sobre el final de su orgasmo lo potencia y alarga, sus quejidos aúnan con los bufidos del hombre entregado en alma y vida en la contundencia de la emisión de la vital esperma.

Quedamos quietos, disfrutando las contracciones de su vagina y los latidos de la poronga remanente de la contundente enlechada.

Salgo despacio, el miembro arrastra algo del semen, la toalla recoge gruesas gotas del fluido masculino que emergen de la raja, un sonoro beso en las cachas agradece todo el placer de gozarla.

Volteó, sentada, piernas abiertas, me regala la escena de ver salir mi semen del latente chocho. Acerqué la pija a su boca, rescata el semen, broche final de una gran cogida.

Durante el resto de los días tuvimos oportunidad de repetirlo un par de veces, llegado el día del regreso al hogar conyugal me ofrecía a llevarla a la terminal, en el viaje me comentó que había mentido en el horario de salida, que estábamos saliendo con cuatro horas de antelación.

—Es que necesitaba estar contigo, me siento en deuda, por tanto antes de irme necesitaba un momento de intimidad. Llévame al hotel, necesito ser tuya por unas horas antes de volver al mundo real.

En pocos minutos estábamos entrando al hotel, tiempo extra que Mabel necesitaba regalarme, agradecía por ser la llave que avió el acceso a su fantasía, responder sin inhibiciones, sintió en su carne algo distinto, la vehemencia de la pasión, más viva, más intenso, concentrando sus sentidos en la acción y reacción del cuerpo, sin obligaciones le otorgan un plus en la entrega absoluta al placer, que yo resumía todo eso

Striptease delicioso, la riqueza erótica solo disimula en ínfimos retazos de encaje, dos mínimos simulan contener erectos pezones buscando atravesarlos, la brevedad del triángulo sostenido por tres hilos casi invisibles cubrían el sexo. Menearse tocándose para excitarme, gracia para desprenderse del “tetero” arrojándomelo, sobarse el vello púbico, descorriendo el velo para revelar la húmeda calentura del sexo.

Desprende del remedo de tanga, previo frotamiento en la vulva, refriega en mi cara para llenarme de su íntimo sabor a hembra, gira, mueve, despliega la gracia de su desnudez provocando al macho a poseerla.

Tendida sobre el lecho, tendida de espaldas, piernas abiertas, elevadas, sostenidas de los muslos para obsequiarme esa parte de sí que me obsesiona, su ano. No quiere perderse un solo gesto, una sola expresión del hombre que colonizó su erotismo, que ganó por derecho propio ser el primero en hollar ese sitio virgen.

—¡Este es tu regalo! Pero… la tienes muy gorda, sé que dolerá, necesito llevarme los latidos de tu presencia dentro de mí. Suave…

Con hambre de lobo besé, lamí y comí como nunca antes un ano, entregado necesitaba de cariños, se relajó sumando una nueva experiencia nueva y fuerte. Su cuerpo se arquea y ondula, acompaña las sensaciones producidas por precisas y efectivas lamidas, profería gemidos y palabras casi inaudibles, propias de cuando una mujer comienza a estar confundida emocionalmente.

Tomé un poco de crema de la cartera de Mabel, lo mínimo no quería perderme el placer de sentir la deliciosa fricción, sobre todo en su primera vez. La penetré con fuerza pero con suavidad, jugando un poco hasta entrarle toda la cabeza, luego envión y todo el resto. Breve pausa, “amigarse” con el intruso, el bombeo vehemente le dejó la zona bien enrojecida.

Tendida, tocándoselo, calmando el ardor de la penetración y los latidos por la dilatación forzada. Culito virgen y tan estrecho es la tentación, ella entendía y creo que disfruta sentir a su hombre hacerle el ano de manera tan agresiva, entre gemidos y jadeos, sentía la vida latiendo dentro de su cuerpo.

En una breve pausa para darle un resuello, mientras acarició su trasero enrojecido.

—Sabes que prefiero esta forma de hacerme el amor al “te duele?” recurrente y mentiroso de mi marido, entregarte mi colita virgen me hace feliz sin esforzarme, es una sensación inédita, ni sé que signifique esto que me pasa. Todo es culpa tuya, me siento como un pez en la pecera, que dicen solo tienes siete segundos de memoria, por eso pueden habitar en ella. Cuando esté de regreso me masturbaré para recordar este momento, pensándote mucho.

Coloqué una almohada bajo el vientre, elevando sus caderas para penetrarla con mayor comodidad y permitir accionar sus manos sobre el clítoris. Solo otro poco de cremita en el glande y me mandé dentro, con todo, sentirme todo dentro de ella era algo indescriptible, los sentidos alterados y las emociones enredadas nos sumieron en la vorágine atronadora de movimientos frenéticos, jadeos y gemidos que llenaron el ambiente de pasión. Apurando y apretando mi cuerpo, teniéndola sometida a la pasión delirante de mi calentura.

—Dame fuerte, dame fuerte!! más rápido, más rápido!!!

Su pedido se sumó a la necesidad imperiosa de mi calentura por venirme, movimientos de pelvis apremiados por la fogosa impaciencia del esperma que busca atropelladamente vía de escape. Jadeando locura pasional, solté el primer chorrazo de semen, sentía fluir la vida dentro de su vida.

—No te salgas, quédate, espera que se baje, me haces doler saliendo así, tan dura. Me gusta sentirme apretada, dominada, sometida…

Escuchamos el chapoteo al retirarme de ella, una ventosidad espumosa de semen asomó tan pronto se la saqué. El hoyo seguía latiendo, enrojecido, su dueña con el resto de “regalo” dentro latiendo mi vida dentro de la suya.

Se vistió, ropa interior de esposa, toallita femenina dentro de la bombacha retendría la eventual salida de mi semen. Dijo que no se lavaría, quería viajar llevándose mi leche y la incomodidad del desvirgue anal, sería su necesaria compañía.

Estaba ante una mujer desconocida, distinta al que había conocido tan solo días antes, esta había perdido el pudor, atrevía a dejarse llevar con este hombre por la aventura del placer sexual, hablar de todo menos de amor.

En la madrugada, recibí el whatsapp: “Llegué bien, tu “regalo” viajó dentro de mí. El tuyo lo tienes en el bolsillo de tu chaqueta”. Me levanté, para buscarlo, me había dejado el soutién y la tanga, con su aroma...

Cuántas como Mabel existirán, desearía saberlo: [email protected] porfa...

Nazareno Cruz.

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