Nuevos relatos publicados: 13

El dulce placer de la esclavitud y la sumisión (Parte 2)

  • 11
  • 8.325
  • 9,50 (4 Val.)
  • 2

Después de comer me mantuvo a cuatro patas, hasta las ocho de la tarde fui usada como si fuese una mesa, sobre mi espalda colocó varios objetos, tales como platos, ceniceros, vasos, todos llenos yo no podía moverme ni un milímetro. Al principio la postura no era incómoda y apenas sentía el peso pero con el paso de las horas y su continuo acariciar mi entrepierna dejándome siempre al borde del orgasmo, mi mente no era capaz de asimilar todo el placer que sentía, mis flujos caían por entre mis piernas manchando el suelo, intentaba pensar en cosas diferentes para no desairar a mi dueña, tirándole lo que tenía sobre mi espalda, aunque deseaba sentir el látigo en mi culo.

Al fin llegó la tarde. Me dejó ir. Se despidió de mi mientras me ponía la ropa interior, que había traído de mi casa sobre la que me había dejado “mi dueña”, la cual me besó ardorosamente antes de irme de su casa. El saber que era de ella, me había dado una seguridad en mi que antes no tenía, mientras caminaba sentía las bolas en mi interior lo que hizo que mis pezones se pusieran duros y puntiagudos, y mi coño estuviese encharcado. Al entrar en mi casa, mi tía veía noticias. Me saludó sin sospechar la doble vida que estaba llevando.

- “Bien así podré ocultar mi ropita de ramera”, pensé para mí. “Tía, que me voy a mi cuarto a seguir estudiando”, les dije ocultando mi excitación.

Entré en mi cuarto y me encerré, seguidamente me desnudé quedándome solamente con las prendas que Sonia, “mi dueña”, “me había regalado”, aunque yo sabía que se las tendría “que pagar” de algún modo. Esa noche no podía dormir de la excitación y el placer que embargaban mi cuerpo y mi alma. Al día siguiente me puse mi propia ropa interior, nada que ver con la que gastaba Sonia, me sentía peor que con la que había escondido, pero en mi casa nadie tenía que saber mi situación de sierva de mi amiga. Me puse con los libros por delante pero al recordar todo lo que me había ocurrido durante aquel fin de semana, era como si hubiese pasado un siglo desde que salí de mi casa para estudiar con mi amiga, y ahora Ama, aquel sábado noche en el garito donde me dejé llevar por mi instinto sexual y culminé el domingo cuando Sonia, por capricho, me azotó con saña y obtuve el orgasmo más salvaje que yo haya podido recordar, me corrí como una zorra, y en eso me quería convertir en la tía más puta que nadie hubiera podido imaginar.

Aquella noche tuve demasiados sueños, sobre todo relacionados con lo que había vivido con mi Ama Sonia. A la mañana siguiente, me vestí con una camisa normal, y con una falda que me llegaba por encima de la rodilla, cuando salí de mi casa corrí al punto en el que Sonia y yo nos encontrábamos todas las mañanas, aquel día quería estar puntual que no me esperase. Al llegar al punto donde nos reuníamos ya estaba esperándome.

• “Cuando lleguemos a la Universidad, te quitas las bragas y el sostén, no tienes permiso para llevarlas puestas, recuerda eres mi sierva y solo podrás ir como yo te autorice”, me dijo autoritariamente.

• “Sí, mi ama”, le dije mirando al suelo.

Al llegar a la Universidad me dirigí hacia los servicios, en la mochila oculté mis bragas y mi sostén, en el aula de exámenes Sonia me había reservado un lugar, a su derecha. Poco después la vieja de química se pasea entre las mesas entregando los exámenes, la muy puta ha hecho seis exámenes de forma tal que nadie conozca los resultados de dos que tenga el mismo examen. Durante el examen le corregí al menos doce errores a mi Señora, después del examen el Director nos dio las vacaciones y en unos días tendría que recoger las notas, tanto las mías como las de Sonia, ya que se iba con sus padres a la casa de su abuela.

• “¡Ven sierva!” me dijo con severidad.

Yo no respondí, solamente seguí el camino, tanto el que seguíamos como el que ella me estaba abriendo en mi vida, que había tomado en dirección hacia su casa, supuse yo y no me equivoqué. A los pocos minutos me encontraba atravesando el umbral de su casa, recordé lo que me dijo el día anterior de lo que debía hacer en cuanto entrase en su casa, y mi ropa cayó al suelo inmediatamente después de cerrarse la puerta de la calle. Seguidamente me coloqué a cuatro patas y seguí a mi propietaria.

- “Mamá, ¿me ayudas a terminar su adiestramiento?”, preguntó mi Señora.

- “Puedo ayudarte, pero ten en cuenta que antes del uno de septiembre tenemos que estar lejos de aquí y no podemos llevárnosla… “, le decía su madre.

Al oír aquello, me aterré Sonia se iba y me iba a dejar sola.

• “Procura disfrutar de nuestros últimos momentos juntas, ya que quizá mi madre sea asignada a otro lugar en la empresa para la que trabaja…”, me dijo Sonia dulcemente.

De pronto alguien me tumbó obligándome a ponerme de rodillas. Sonia cogió unas cuerdas con las que ató mis manos por la espalda, y un collar de perra me fue puesto junto con una cadena. Sonia y su madre me cogieron por debajo de los hombros y me arrastraron hasta la habitación que yo creía que era el dormitorio de alguna de ellas; resultó ser un lugar en donde hospedaban a invitados. Me dejaron caer de rodillas ante una cama muy elegante, y enseguida engancharon la cadena a uno de los barrotes de la cama.

• “Ahora contarás cada azote que te dé, y nos darás las gracias por todo lo que hemos hecho por ti puta” me dijo la madre de Sonia.

Yo no tuve más remedio que aceptar la imposición de la madre de mi propietaria, recibí cincuenta golpes con la fusta que conté, no sé como pero lo hice, y les agradecí el esfuerzo que realizaban para enseñarme a ser una mujer complaciente con los caprichos de todo el mundo, a quien me entregasen. Mientras me azotaban volvía sentir la misma sensación de placer inenarrable, que en la tarde anterior me hizo disfrutar de dos orgasmos salvajes como nunca lo había tenido, me estaba invadiendo costándome trabajo el mantener la cuenta y el hablar en voz alta como me exigían, haciendo que me volviese a correr de una forma salvaje. Me dejaron sola en la habitación y pude reflexionar, algo que no había hecho en los últimos días solamente dejarme llevar, sin pensar en el qué estaba haciendo ni en sus consecuencias, en ese momento tenía el culo como un tomate y me ardía, pensé que en aquel momento no me podría ni poner la falda. Sorprendentemente no me cuestionaba nada, si a la madre de mi propietaria le apetecía azotarme con saña, yo no era nadie para oponerme a sus caprichos mi papel se resumía en complacer a todo el mundo a quien Sonia me entregase.

Esos pensamientos tenía cuando entró nuevamente la madre de Sonia y comenzó a ponerme algo frío sobre las partes golpeadas con ella, supongo que sería algún tipo de crema para el cutis o similar.

- “Esta tarde vendrás por aquí, mi hija estará fuera y yo quiero ver que tal te portas, espero que sea como mi hija me ha dicho, porque de lo contrario lo vas a pasar muy mal putona, porque eso es lo que eres una puta que venderá su cuerpo para mantener a mi niña… “, me dijo severamente la madre de Sonia.

- “Sí Ama”, fue la respuesta que le di a la madre de mi propietaria.

La respuesta que le di tuvo que ser de su agrado porque me dedicó una media sonrisa, mientras me aplicaba la crema sobre las partes de mi cuerpo que fueron golpeadas por mi nueva Ama, la madre de Sonia.

- “Ama, ¿puedo hacer una llamada a mi casa?”, le pregunté sin atreverme a mirarla a la cara.

•-“¿Mmm como para qué?”, me preguntó inquisitorialmente.

• “Me gustaría… que me usasen como quisiesen, quiero mostrarles que yo les pertenezco en cuerpo y alma, que mi único afán es ser SU ESCLAVA y SU PUTA…”, le dije con toda la rabia que había en mi.

Me llevé una buena hostia por mi atrevimiento, y la madre de mi amiga insistió para qué quería llamar a mi casa y le conté que para excusarme ante mi ausencia por aquel día, en mi interior se estaba instalando una idea muy atrayente para mí y era quedarme con mi amiga para siempre, yo como su sierva y ella como mi señora, pero la vida me tenía previstos otros caminos, similares al que deseaba pero con unos personajes que yo no esperaba. Con mi explicación la madre de Sonia quedó convencida y me permitió llamar a mi casa, (por supuesto ella me advirtió que estaría "bien vigilada" y me de hecho me vigiló por atrás); le conté a mi tía una media mentira y media verdad; ella me dejó pasar aquel día con mis propietarios, me había sometido, voluntariamente a los caprichos de mis dos amas y señoras, era un objeto más de aquella casa, y me sentía a gusto siéndolo. No podía creer el camino de perdición al que estaba cayendo. Me sentía contenta de ser una simple esclava y sierva sexual. Toda aquella tarde me utilizaron como quisieron: me obligaron a ponerme un traje totalmente indecente: unos tacones negros de charol de punta delgada y plataforma alta (15 centímetros), además de un traje que consistía en uns especie de delantal también negro y de cuero muy ajustado a mi cuerpo; a mi abdomen. Dicho delantal estaba unido a un sostén de tela rojo; un sostén tan chico y escotado (se cerraba atrás de mi espalda) que de hecho dejaba al descubierto gran parte de mis tetas e incluso mis pezones. El delantal venía unido en la parte de abajo a una minifalda del mismo color; una microfalda igual a las de las bailarinas de ballet (de color negro) muy levantada y minúscula: se podía ver tanto mis vellos públicos como el inicio de mi colita. Parecía una ramera de la alta con dicho uniforme.

Después de que Sonia y su madre me usasen a su antojo, me dejaron regresar a mi domicilio, aunque yo me sentía como un elemento más de aquella casa y la sentía como mía y no donde vivía con mi tía y dos mujeres que hacían la limpieza; no se como lo hice pero logré ocultar ante ellas tanto las marcas que me hicieron sobre mi cuerpo como las imágenes que tomaron mientras disfrutaban y abusaban de mi cuerpo. Esas imágenes son lo único que me queda de mi relación con Sonia, pero no nos precipitemos y sigamos con el orden de las cosas. Aquella noche después de saludar a mi tía y cambiarme de ropa, cenamos las dos juntas. Posteriormente me fui a dormir. A la mañana siguiente Sonia me estaba esperando en un parque cercano a mi casa, junto a ella había una bolsa pequeña, después me mostraría el contenido de la misma. Me llevó hacia un piso situado en una de las zonas más lujosas de mi ciudad; para ser precisos, a un hotel lujosísimo de la ciudad. Pero un hotel ubicado en una zona de prostitución y vicio. Después de pagar por una habitación, ella me llevó del brazo hacia una habitación del octavo piso. Nada más cerrar tras de mi la puerta del mismo comencé a desnudarme, no había hecho nada más que despojarme del sujetador cuando entraron dos desconocidos. Intenté cubrirme pero Sonia me soltó un fuerte bofetón que hizo que me desnudase delante del mismo, aunque me puse roja como un tomate.

- “¿Quien te ha dado permiso para que avergüences?, recuerda que eres MI PUTA y que puedo hacer contigo lo que quiera y si quiero entregarte a cualquiera lo haré y tu debes comportarte como si estuvieras conmigo. Y bueno amigos, a disfrutar de la puta; me pagas después abajo.

Al instante lo comprendí: yo iba a ejercer de prostituta. No podía creerlo: iba a ser una prostituta. Antes de irse, ella se paró atrás de mi (yo estaba de rodillas tan como me lo había ordenado, ante un sofá). Me jaló del cabello hacia atrás, haciendo que yo tuviese que inclinar mi cabeza boca arriba.

- “Me han dicho que has disfrutado como una puerca, porque será lo último que podrás ya que desde este momento solamente lo podrás hacer con mi autorización, en caso de desobediencia serás castigada. A nadie le importa si sufres o disfrutas por lo que te queda prohibido que gimas y cuidadito con correrte sin mi permiso porque serás castigada con crueldad, recuerda que eres una esclava y todo lo que puedes hacer es porque YO te lo permito…”, me dijo Sonia en un tono que no admitía discusión.

¿Queréis que continúe con el relato?

Escribir al correo: [email protected].

(9,50)