Me llamo Manuel, tengo 50 años y desde hace poco estoy notando que tengo dificultades con la erección. También debido a mi edad me han recomendado que empiece a hacerme chequeos para evitar tener cáncer de próstata. Mi médico de cabecera me ha derivado al urólogo para que me controle.
Después de unos días de espera, me han dado cita para el próximo martes.
Llego a la consulta algo pronto, me queda media hora para mi cita. Me doy cuenta que me ha tocado con una doctora, Elena Castillo se llama. Me da un poco de corte por ser mujer, pero bueno es igual.
Unos diez minutos después de la hora que tenía en la cita, aparece mi número en pantalla. Me siento como me indica, y le cuento lo que me ocurre.
-¿Y desde cuándo le ocurre lo de la impotencia? Me pregunta.
-Mi mujer murió hace un par de años, entonces tenía erecciones normales, tuve un par de parejas después y el sexo era normal, vamos que no tenía ningún problema. Ahora es cuando no puedo alcanzar la erección.
-¿Y tiene sueños eróticos dónde alcance la erección?
-Que yo recuerde no, ni siquiera sueños eróticos.
-¿Cuándo fue la última vez que tuvo relaciones sexuales?
-Hará un año o así.
-¿Y masturbarse?
-No lo hago hace un mes más o menos.
-¿No tiene necesidad de eyacular?
-Si, pero la última vez que eyaculé fue con el pene flácido.
-¿Tuvo un orgasmo?
-Eso si, fue intenso.
-Bien, con lo que me ha dicho vamos a realizar una exploración manual.
¿Qué quería decir con lo de manual? Estaba a punto de descubrirlo.
-Túmbese en la camilla y bájese los pantalones y los calzoncillos.
Obedecí un poco nervioso. Mi pene quedaba a la vista. La doctora se acercó a la puerta y echó el pestillo.
-¿Está circuncidado? Dijo poniéndose los guantes. No miraba a mi pene porque se habría dado cuenta de ello.
-No, no lo estoy, pero mi glande queda al descubierto.
-Muy bien.
Cogió mi pene con ambas manos y lo levantó. Subió el prepucio y lo volvió a bajar y claro, a mi me dio gusto.
-Ah, gemí.
-Tranquilo.
Siguió con el movimiento, no muy rápido, pero parecía que me estuviera haciendo una paja y enseguida tuve una erección. Hacía mucho que no tenía una y fue fantástico ver mi pene erecto de nuevo.
-Bien, dijo quitándose los guantes y dejándome con el pene tieso, parece que todo está bien. Si tuviera un problema real de erección, ni siquiera con esto hubiera podido alcanzarla. Así que pienso que es algo más bien psicológico. De todas formas, le pediré unos análisis de PSA y le volveré a ver dentro de tres semanas para ver los resultados de los análisis y ver cómo va con las erecciones.
Me levanté y me vestí como pude. Le di las gracias y salí de allí con la carpeta delante de mi bragueta para que nadie viera mi erección. Busqué el baño y me metí en uno cerrado y claro, me la meneé hasta que eyaculé como nunca, bastante semen llevaba acumulado dentro. Estaba apoyado en la pared del baño mientras recuperaba la respiración, cuando oí a alguien en el baño de al lado gimiendo también. La doctora debía haber hecho maravillas con el porque también estaba masturbándose.
Tras limpiarme y lavarme las manos, pedí cita para los análisis en el mostrador de información. Me dieron para dos días después y cita con la doctora justo en tres semanas.
Durante las tres semanas que siguieron hasta la cita, no volví a tener una erección. Tuve algún sueño erótico eso si, donde alguna mujer en bikini me perseguía por la playa queriendo tener sexo, pero ni con eso conseguí empalmarme.
Llegó el día de la cita y vi que no quedaba nadie ya en la sala de espera. Debía ser el último.
-Manuel, pasa, me dijo la doctora abriendo la puerta de la consulta.
Me senté y me explicó los resultados de los análisis.
-Por el momento los resultados del PSA son buenos no debes preocuparte, todo está bien, pero seguiremos revisándote. ¿Y en cuanto a tus erecciones, que tal van?
-No he vuelto a tener doctora, desde el otro día.
-Es curioso. ¿Ni siquiera en sueños?
-No. Tampoco.
La doctora se levantó y se fue hasta la puerta donde volvió a echar el pestillo.
Volvió tras la mesa y se quitó la bata.
-Quiero comprobar algo, me dijo.
Se bajó la falda y se quitó la blusa, quedándose en sujetador y bragas.
Yo me quedé mirándola sin saber de qué iba la cosa, si era una tomadura de pelo, una cámara oculta o qué.
Entonces se quitó el sujetador dejándolo sobre su silla y se bajó las bragas. Estaba desnuda frente a mi. Tenía unos pechos preciosos, grandes, no demasiado. No pude evitar fijarme en su pubis que llevaba depilado salvo por una línea justo en el centro. Debía tener unos 30 años y estaba buenísima.
Para entonces yo ya estaba empalmado y ella se dio cuenta por supuesto.
-Ahora vamos a probar que tu falta de erección es psicológica, veo que estas erecto ahora. Vamos, vas a follarme.
No podía creer lo que estaba oyendo. La doctora estaba desnuda frente a mi y quería que me la follara, sin más, solo para ver que mis problemas de erección eran psicológicos.
-No puedo creer lo que me está pidiendo, le dije.
-Soy tu médico y estoy aquí para ayudarte. Debes hacer lo que te digo.
Me acerqué tímido a ella. ¿Se follaría a todos sus pacientes? pensé.
Sacó un preservativo del cajón de su mesa. Yo me bajé los pantalones y me quedé desnudo de cintura para abajo mientras no dejaba de mirar sus tetas.
-La camisa también, me dijo.
Ya desnudos los dos, ella me puso en condón y se tumbó en la camilla abriéndose de piernas.
-Vamos, no seas tímido.
Me subí a la camilla, mi polla me iba a estallar por la erección que tenía y por el condón apretándome.
Se la metí despacio, saboreando la sensación que casi ya no recordaba. Justo cuando estaba dentro de ella tocaron a la puerta.
-¡Elena, nos vamos a comer! Debía ser otro médico.
-Estoy terminando con un paciente. Voy en un rato.
-Te esperamos donde siempre.
Oí cómo los pasos se alejaban.
-Vamos machote, me animó. Demuéstrame lo bien que follas.
Empecé a bombear, la verdad es que follar es como montar en bicicleta, no se olvida aunque haga tiempo que no lo haces.
Mientras me movía dentro de ella, sus tetas se bamboleaban. Se agarraba a mi espalda y comenzaba a gemir, primero bajito, luego algo más alto, aunque siempre sin elevar demasiado el tono para que no nos oyeran. Yo me animé también y empecé a gemir para que supiera que estaba disfrutando. Y era verdad, me estaba dando mucho gusto pese al condón. En cuanto tuve pareja estable me acostumbré a hacerlo a pelo, porque nada puede compararse a disfrutar el coño de una mujer sin nada, sin nada más que tu polla entrando y saliendo de él.
Pero en este caso era distinto, no la conocía de nada y ella a mi tampoco, por lo que había que tomar precauciones. Lo entendía y estaba disfrutando bastante la verdad.
Un rato después, me agarró el culo mientras yo seguía bombeando. Quería retrasarlo lo más posible pero estaba claro que no iba a durar mucho más. Tendría que disfrutarlo mientras durase.
La doctora llegó al orgasmo como cinco minutos más tarde, y me clavó un poco las uñas en la espalda.
-Creo que la estaban esperando.
-No, no te pares, dijo gimiendo. Sigue, sigue dándome. ¡Aaaah!
Al oírla gemir así me puse más cachondo aun y me la follé aún más fuerte.
-¡Aaaah! ¡Manueeel! ¡Aaaaah!
Iban a oírnos en todo el ambulatorio.
Me agarró más fuerte todavía y me apretó fuerte con sus piernas. En un par de bombeos más me corrí como un loco. Ya no recordaba haber tenido un orgasmo así.
Nos quedamos tumbados en la camilla, donde apenas cabíamos los dos de costado, recuperando la respiración.
Le chupé los pezones y acaricié sus tetas ya que antes no había tenido tiempo y me puse en pie y la ayudé a incorporarse.
Me pasó papel con el que me limpié el pene y ella se limpió su coño. Tiré el preservativo a un cubo que tenía junto a la camilla y nos vestimos.
-Te voy a dar cita para dentro de un mes. Quiero comprobar tus progresos, me dijo sonriendo.
Yo estaba encantado con ella y quería volver a follármela.
Me dio una hoja con la cita y me despedí de ella hasta dentro de un mes.