Nuevos relatos publicados: 11

Alejandra enculada

  • 9
  • 14.942
  • 9,87 (15 Val.)
  • 2

Alejandra, mi mujer de entonces, era profesora en un instituto de enseñanza primaria. Por ese tiempo era costumbre, en cierta época del año, hacer salidas con los alumnos de los años inferiores. Por lo general eran a algún lugar con camping y se organizaban jornadas con acampe en tiendas. Ella como profesora solía ir acompañada de profesores de actividades físicas.

En una ocasión le tocó en suerte viajar con un grupo de chicos y acompañada de dos profes. Uno de actividades físicas y otra profesora. Estuvieron tres días en un acampe, por lo que como acostumbraba, se llevó una pequeña carpa o tienda donde dormía ella sola y guardaba sus pertenecías como la ropa para el tiempo que estaba fuera. Desde un viernes hasta el domingo.

Al regresar esta vez, la noté acaso algo extraña. Me pareció que no caminaba muy bien e incluso llegué a verla sentada medio de costado en la silla. El caso es que una noche posterior a su regreso, se me acerco y me pidió que hiciéramos el amor. Normal en nuestra relación.

-Esta noche necesito que me cojas muy muy amorosamente. Como tú ya sabes y más también.

-Claro, mi amor…

Y así fue. Nos fuimos a la cama para tener una noche de sexo apasionado pero de acciones harto delicadas. Terminamos y quedamos tirados en la cama, recuperando de a poco la calma.

Alejandra me tomó de una mano…

-Tengo que contarte algo y por eso quise primero hacer el amor contigo. Lo necesitaba! Solo quiero que me escuches y me dejes contar la historia completa

-Dime entonces… le respondí no sin algo de preocupación.

-Bueno: sabrás que a estas jornadas de acampe me tocó ir con mis colegas Gerardo y Rosalía. El viernes nos acostamos algo tarde para dejar a los chicos cantar y disfrutar la noche. El sábado ya no: los mandamos a dormir temprano y es que la jornada fue intensa desde lo físico y estaban cansados. Además aún quedaba una jornada más de actividades. Entonces nos sentamos los tres a cenar y hasta ahí todo bien y tranquilo. Solo que me empecé a sentir algo mareada y con sueño. Así que saludé y me fui a dormir. Sinceramente no me acuerdo de nada y es que apenas me quité la ropa, quedé dormida. Tampoco sé exactamente cuánto dormí, hasta que desperté medio sofocada. Desperté boca abajo y sentí un peso encima. Quise moverme y me di cuenta que había alguien arriba mío. No entendía nada. Poco a poco me fui despabilando. Noté que estaba con la camiseta de dormir pero tenía los calzones en la rodilla. Pero además percibí algo duro y viscoso entre mis nalgas. Que directamente me punzaba… la cola. Sentí miedo! Entonces oí la voz de Gerardo, mi colega.

-Tranquila bebé. Quiero esa cola y la voy a coger como sea. Déjame entrar y no te haré daño…

-Por fav…

-Sshhh. No digas nada, no grites y todo será más fácil. Y me tapó la boca

Dios mío. Estaba aterrada. Comprendí que el sueño y el mareo no fueron casuales. Estoy segura que me puso algo en la bebida!

-Como estaba, no tenía escapatoria. Era imposible quitármelo de encima. Lo sentí empujar y la cabeza de su miembro ganó espacio para meterse en mi culo. Sentí también el primer dolor. Dolor y miedo! Solo me quedó llorar en silencio, mordiéndome la mano. Empujó otro poco. Y más. La metía sin importarle. Yo lloraba y me quejaba apenas. Ya ni pensaba en gritar. Solo imaginé rápidamente el escándalo entre los chicos. Rosalía…!

-Rosalía asomó su cara a centímetros de la mía. El terror y la vergüenza me invadieron!

Increíblemente sonrió y dijo: -Disfrútalo, nena. Luego yo también tengo algo que darte. Y se retiró. -Me sentí aún más perdida…!

-Allí tuve la certeza de que lo habían planeado!

-Mientras tanto, mi violador seguía dentro mío. Hacía un juego de retirada y volvía a empujar. Empujaba y entraba. Sentí su pelvis en mis nalgas y supe que estaba todo adentro. Creo mi culo se había acostumbrado un poco. Me pareció que no me dolía tanto. Entraba y salía, bufando a mis espaldas. Lo odiaba. Pensaba en las veces que te lo había negado y me odiaba a mi misma!

-Me siguió cogiendo largo rato. Yo quería que terminara de una vez por todas y el maldito parecía no querer terminar. Pero terminó. Me penetró con fuerzas dos o tres veces y lo sentí rebufar. La verga se le puso dura y gruesa hasta que acabó por fin y se fue aflojando. Sentí alivio. Sentí que todo terminaba… pero me equivocaba. Cuando él se apartaba reapareció Rosalía y se metió en la carpa. Tenía puesta una bata de playa. Se acercó y para mi sorpresa me besó.

-No temas. Yo también te tengo ganas. Mira lo que tengo para ti!

-Corrió la bata y me enseño que tenía puesto uno de esos consoladores con correas. Otra vez me aterré. Me pareció monstruoso.

-Acuéstate y déjame disfrutarte. No querrás despertar a los niños, verdad?

-No dije nada y me dejé caer boca arriba en la colchoneta de dormir. Gerardo miraba y sonreía mientras se la sobaba… Rosalía no se demoró en atacarme. Me chupó las tetas con desesperación hasta hacerme doler. Sabedora de que estaba a su merced, solo atiné a tomarle la cabeza para que se calmara. Entonces fue más suave. Sus labios y lengua se entretenían con mis pechos mientras sus dedos fueron a hurgarme la concha, hasta que fue por ella con su lengua. Me abochorna decirlo, pero debo reconocer que semejante faena terminó por excitarme. Seguramente fue lo mejor que me podía pasar, considerando la talla de la verga artificial que portaba esa perra. Después de un largo rato y ya con mis jugos involuntariamente brotando, se tiró a un costado y me ordenó que me colocara encima de ella. Antes tomó un pote y untó abundantemente su consolador o como se llame…

-Trabaja tú, cariño. Clávate mi juguete en tu hermosa conchita. Quiero ver el disfrute en tu cara…

-Ni lo sueñes, pensé

-Me puse a horcajadas y apunté el monstruo a mi entrada. Lo apoyé. Empujé despacio para no lastimarme y enseguida lo sentí entre los labios de mi vagina.

-Así, bebé, así… devórate esta hermosa verga. Es solo para ti. Eres la primera que la prueba!

-Me lo fui metiendo, no tenía alternativa. No era humano en ningún sentido. Menos en el tamaño, si me disculpas… Y también debo reconocer que las chupadas y lamidas habían hecho su efecto para que terminara aceptando al intruso!

-Rosalía me tomaba por las caderas para ordenarme subir y bajar, en tanto ella misma subía para entrar en mí. Tomó mi mano y como pudo la llevó a su entrepierna para que la tocara. Mis dedos palparon y sentí su entrada ocupada por algo. Me di cuenta que el aparato era doble y tenía el resto metido en su concha. Pero entonces sentí los dedos de Gerardo rozándome el maltratado ojete. Pringoso de su propia leche, estaba tan lubricado como para que el dedo mayor entrara casi sin esfuerzo. Me lo metió todo. Rosalía me instaba a cabalgarla pero su amigote me detuvo. Apenas me empujó hacia adelante para que mi culo quedara nuevamente expuesto y entendí, vi venir otra vez lo peor. Si. El “joputa” me la volvió a meter otra vez y no le costó. Toda me la metió. Me sentí llena por todos lados. Entre ambos acomodaron los movimientos para cogerme de atrás y adelante. Ya era un escándalo. El culo ahora poco me dolía. Iba hacia atrás por la verga de Rosalía y me recibía Gerardo para clavarme hasta los pendejos!

-Tal faena duró apenas poco más. Rosalía y yo tuvimos un orgasmo. Disfrutado el suyo y casi reprimido el mío, pero regado con otra acabada de mi violador anal.

-Esto fue lo que pasó. Deberás perdonarme que te lo contara en detalles. Solo quiero que sepas que en ningún momento provoqué a estos bastardos para que me cogieran. Ni siquiera sabía que Rosalía fuera lesbiana. Y mucho te agradezco que me escucharas sin interrumpir… Gracias mi amor!

-Lamento que te haya sucedido… de verdad lo lamento. Y no te preocupes. Tu relato en lugar de enfadarme me ha calentado…

-Lo dices en serio???!!!

-Claro tonta. Solo quiero te recuperes, se sane tu colita y me des lo que me corresponde!

-Maldito abusador! Y bueno… te tengo una tarea. Tuve que ir a la farmacia por una crema para mi cola… así que puedes pasármela por el culito que para eso es.

Me alcanzó un pote y de un salto se puso en cuatro patas. Cargué bastante crema, separé un poco las nalgas y dediqué varios minutos a masajearle el ano. El trabajito no hizo más que provocarme una notable erección.

-Alejandra, le dije… crees que esto tardará mucho en sanar? Mira cómo me he puesto!

-Ay, mi amor! Lo siento mucho. Me apena!

-No te preocupes…! Lo soportaré…! Oye… ¿crees que puedo usar otra cosa para desparramar la pomada?

-Que travieso eres! Creo que terminarás haciendo trampa!

-Juro que no…

Me puse de rodillas atrás suyo, tomé mi verga empalmada y seguí untando

-Debo reconocer que la tienes más calentita que el dedo!!!

Por los bordes y por el centro iba pasando la pica, masajeando y desparramando crema. Ella se separaba bien las nalgas con ambas manos y yo deliraba de la calentura.

-Más a la entrada del huequito debes ponerme, dijo

Allí fui y detuve el glande. Ella lo notó y me sorprendió dando un salto atrás para ensartarse ella misma. Vi desparecer casi media verga en su ojete y sentí sus carnes apresando las mías.

-Te has hecho daño???

-No. Esa crema es milagrosa y es mejor también untar por dentro!!! Y ahora la desparramo, dijo y empezó a ir atrás y adelante. Su culito ya no era virgen pero no me importaba. Igual era la gloria!

-Ahora sigue tú, mi amor… cógeme, cógeme fuerte. Quiero sentirte bien adentro.

Claro que la cogí bien cogida. Idas y venidas se repitieron. Se la saqué toda y volví a meterla, enardecido! Ella me ayudaba con sus movimientos, retrocediendo cuando yo avanzaba y avanzando cuando retrocedía. Sus dedos y los míos chocaron a la entrada de la vulva, disputándose el espacio para masturbar. La labor entre dos fue más efectiva. No tardó en llegar a un orgasmo largo y casi agónico. Yo tampoco tardé en llenarle el culo de leche caliente!

(9,87)