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Una cajera guapa merece la espera

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No soy el hombre más lanzado del mundo. Lo sé.

Tenía 38 años, ella uno más el día que entre por primera vez en el AhorraMas.

Estaba esperando en la caja cuando noté una mirada. Era la responsable de cajas. Una morena de 1.70 con buen cuerpo. Pelo azabache, ojos negros cara bonita. El uniforme insinuaba unas tetas bien puestas y un culo duro.

Yo soy un chico rubio de 1.78 complexión media y fuerte.

Ese día hablaban sólo las miradas pero sentí un hormigueo en mi estómago, me sentí deseado y a mí vez deseaba a esta mujer desesperadamente. Pero como he dicho no soy el hombre más lanzado del mundo. Además su anillo de casada era una excusa más para mi cobardía.

Pasaron los meses y las conversaciones no trascendentes dejaron paso a leves tonteos, ligeros roces de manos y sonrisas pícaras.

No me decidía y empecé a temer que se me escapara la oportunidad, así que urdí un buen plan. Espere un día a la salida del supermercado y haciéndome el encontradizo la ofrecí llevarla a casa. Noté su nerviosismo, yo también lo estaba. La llevé a casa en silencio, ella me indicaba pensativa, pero cuando llegamos no se bajó. Me miro a los ojos y me dijo ‘mejor llévame a tu casa’. Me dio un vuelco el corazón.

Conduje rápido, aparqué en el garaje y nos metimos en el ascensor. Allí la beso por primera vez. Un beso largo agarrándola del culo y apretándola contra mí erección. Ella gemía como loca. Me susurro “fóllame por dios”.

Entramos a trompicones en casa, la arranqué la ropa y empecé a comerle las tetas. Ella gemía cogiéndome del pelo y guiando mi cabeza hacia abajo. La dejé en tanga y metí mi mano dentro de esta prenda mientras mordisqueaba sus pezones. Pasaba de un pezón a otro, ella gemía como loca mientras mi mano dentro de su tanga se empapaba de sus fluidos.

Me arrodillé mire hacia arriba sus ojos suplicaban que le comiera el coño. Deslicé suave el tanga por sus piernas. Bese su cadera ella respiraba entrecortada. Bese sus muslos y suave su coño empapado. Rocé su clítoris con la punta de mi lengua, mientras mis manos amasaban sus tetas. Lamí más firme y más. Se deshacía me decía “sigue por favor”. Seguí comiéndole el coño controlando el ritmo metiendo ligeramente mi lengua en su coño. Ella se restregaba y me apretaba contra su cadera. “Me corro cabrón” me grito, y yo mordí ligeramente su clítoris. Pegó un grito de placer que se enteró toda la manzana de la corrida. Seguí besándole suave el coño mientras recuperaba el resuello.

Entonces me puse de pie me arranqué la ropa la cogí en volandas. Ella sabía lo que quería cogió mi polla que estaba durísima y la coloco en su entrada. Me dijo ”que pollón cabrón, me vas a reventar”. La empale de un movimiento brusco. Gritó. La coloqué contra la pared y la folle duro, ella gritaba “dame más cabrón” eso me volvía loco. La follé con furia. La llevé frente a un espejo donde la follé. La visión era deliciosa. Mis músculos en tensión, mi polla taladrando... su cara de placer. Tardó muy poco en volver a correrse gritando otra vez desesperada.

La lleve a la cama. Me decía “me vas a matar cabrón”.

La puse a 4. Hinqué mis dedos en sus caderas y la di muy duro. Gemía como una perra y yo gruñía cerca de correrme. Me derramé en ella con un placer increíble. Estuvimos hablando un rato. Seguía enamorada de su marido y se arrepentía de haber sucumbido a la tentación. Pero me reconoció que nadie la había follado así nunca.

Nunca repetimos, ella no quiere ser infiel y yo tampoco me siento bien provocando estas situaciones. Pero me hace estar muy orgulloso el que ella me ha confesado que se masturba muy a menudo pensando en aquella tarde.

Fin

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