11.21 de la mañana. Mensaje de whatsapp.
-Hola.
-Buenos días, preciosa. ¿Cómo lo llevas?
-Bien. ¿Tú cómo estás?
-Haciendo café.
-¿Recién te levantas?
-Sí, me acosté a las dos de la madrugada.
-Nosotros a las dos y media.
-¿Hubo fiesta?
-No, no, nos costó dormirnos, no sé por qué.
-Coño… En cama… Despiertos… Si no hay fiesta, malo.
-Jejeje. Pues no, no hubo.
-A mí se me escaparía una mano y a ver que pasaba.
-La verdad es que tenía ganas. Ayer le comenté que quería que volviera la costumbre del sexo. Le dije de forma cordial que ir al bar o ir a tomar algo de beber debe ser algo ocasional.
-Y no te dio caña. ¿Estaba bebido? ¿Tiene un punto de retraso?
-No seas malo.
-Malo es él, coño. Si tienes un pibón al lado y no le das caña o eres retrasado o gilipollas.
-¿Soy un pibón según tú?
-Tienes un polvazo. Joder, comerte esa boca tuya… Esas tetazas tuyas… Ese conejito tuyo… Follarte y ver cómo te corres…
-Cuando dices esas cosas me pones nerviosa.
-Es que no me cansaría de follarte…. Ver cómo se te cierran los ojos cuando te corres es más hermoso que ver el arco iris. Ver tu cara después de correrte es cómo ver a un ángel en éxtasis. Follar contigo es otro nivel. No eres una más.
-Si fuera una más no estaría con él.
-Pues que demuestre que te quiere, coño.
-Eso le dije, que ya no podía decir las cosas, que tenía que demostrarlas.
-¿Cuándo fue la última vez que te hizo correr tres veces?
-Nunca, lo máximo fueron dos.
-A una mujer, si ella se presta, se la hace correr tres veces comiéndole el coñito.
-¿Qué es eso de presta?
-Quiere, si ella quiere. Acabo de verte desnuda en una foto y me gustó lo que vi. ¿No me mandaste la foto con ese vestido que te compraste?
Me mandó la foto, y en el pie, ponía:
-Este es el vestido, solo que no me gusta la foto.
-¡Dios mío, qué bellezón! ¡Qué delicia de mujer! Ese vestido lo hicieron para ti.
-Yo no me veo tan bien cómo dices.
-¡Presumida!
-Para nada, presumida cero.
-Eres una preciosidad morena. Solo tienes un defecto, vivir lejos de mí.
-Jejeje. Me tienes totalmente idealizada. Me ves con buenos ojos.
-Te veo tal y cómo eres, una mujer de bandera. De momento no chocheo, bueno, por tu chocho chocheo, pero sé distinguir entre lo bello y lo normal.
-Soy normal y lo sabes cariño.
– ¿Normal? ¡Tía buena! ¡¡Monumento!! Hoy me metía entre tus piernas y me bañaba en tus jugos.
-¡¿Tanto te pongo?!
-Tanto es poco, pero lo sabes de sobras. A veces cierro los ojos, veo tu bello rostro sonriendo, y me empalmo. Te quiero un montón.
-Yo creo que lo único que quieres es que sigamos siendo folla amigos, tío.
-Lo que yo quisiera es pasar el resto de mis días contigo. Lo que puedo hacer ya es otra cosa. Amarte en la vida real y follarte en mis sueños. Y sabes que no miento. A estas alturas de partido me conoces bien. Sabes que eres mi princesita bella.
-Sí, lo sé, pero quería oírte decirlo.
– Mala. ¡Hoy te follaría hasta dejarte espatarrada y media ciega!
-Me pone nerviosa lo que me dices, desde lo dulce hasta lo sexual.
-En fin, es la una y cuarto, ya es hora de dejarlo, tu marido esta a caer. ¡A ver si se cae!
-Jejeje. Malo. No, no está llegando, hoy no llega hasta las tres.
-Yo ya tengo la tortilla de patatas hecha, pero lo dicho, te comía mejor a ti.
-Jejeje. No estoy tan buena cómo una tortilla de patatas.
-Estás mejor, eres más jugosa, más rica.
-Cada vez que dices esas cosas… Uffff. No sé que me pasa, será que ando cachonda.
-Si andas cachonda no te cortes. Hace tiempo que no nos corremos juntos.
-¿Quieres que me toque? ¿Quieres que me corra?
-Quiero, preciosa, quiero.
-Dime cosas. Anda, provócame.
-Ya estoy medio empalmado. Ahora es cuando comenzaría a comértela.
-Mmmmm. Estoy muy excitada.
-Te como el coño y te follo el ojete con la lengua.
-¿Estás solo?
Le contesté por el buzón de voz.
-Claro que estoy solo, princesa.
Del buzón de voz salió su sensual voz.
-Mmmmm. Aaaay. Estoy muy cachonda. La verdad, no se si tengo algo roto. Aaaaay. Quiero oír decirte que quieres que me toque.
-Tócate, linda, tócate, tócate, preciosa, tócate. Joder. Yo estoy arrimado al armario y me estoy tocando, ya empieza mi polla a echar aguadilla… Cuando me venga voy a echar una corrida cómo un mundo.
-Aaaaja, aaaja, aaaaja. Estoy súper mojada. Me toco el clítoris con mis deditos. Hago circulitos. Uyyyyyy. Aaaaay, aaaaaay.
-Estoy como una mooooto. Si supieras cómo me pica el cabezón y el placer que siento al masturbarlo, Ooooy, oooooy que gusto, oooooy. Mis huevos, están repletos de leche.
-Aaaaay, sí, pero no quiero que te corras, por favor, todavía no. Aaaah, aaaah. ¿Estás malo? ¿Estás malo? ¿Quieres tocar mi coñito? ¿Me quieres follar? Anda, dime que sí.
-Sí. ¡Oooy! Estoy apretando la polla con la mano. Es tu coñito que se abre y se cierra. Oooooh. Te la clavo hasta el fondo. Empiezo a romperte el coñito. ¡Ooooh!
-Ay, sí, fóllame, dame, dame, dame más. Aaaay, dame, dame, dame, dame, dame más. ¡Aaaaay, aaaay, ay que rico, ay que rico se siente! ¡Me encanta! Quiero que seas malo conmigo. Quiero que me trates cómo a una puta. Quiero que me nalguees. Ahorita quiero que me digas lo mucho que te pongo. Quiero que me des chupaditas en el clítoris. ¡Aaaaay, ay que rico! Aaaaay, así, así, así. ¡Ay qué me voy!
-Puta, que, que… ¡Oh, oh, Oooooh! ¡Oooooh!
-¡Ay que rico, ay, que rico, ay que rico! ¡¡Aaaaah, aaaaaaah, aaah, aaaah ¡¡¡Aaaaah!!!
-¡Vaya corrida eché!
-Y yo, fue muy rica. No sabes lo cachonda que estaba.
-A mí me entraron las ganas de comer.
-Pues hablamos mañana.
Ya no le pude decir que lo que me entraran ganas de comer era su coñito mojado.
-Hablamos. Te quiero.
-Jejejeje. Lo sé, beso.
Ya lo habíamos hecho así más veces, aunque a mí me encantaba cuando lo hacíamos por video conferencia. Verla tocarse era estar en otra dimensión.
11 de la noche, tres días después.
Estaba en el bar jugando una partida al tute. Me sonó el whatsapp. Mi compañero de partida, Braulio, me dijo:
-Eso se apaga antes de empezar a jugar.
Lo cogí y leí el mensaje: Estoy en Pontevedra en… Tengo dos horas, después vuelvo a casa.
Me levanté y les dije:
-Una emergencia, tengo que irme. ¿Me prestas el coche, Braulio?
-Si es una emergencia… -echó la mano al bolsillo y me dio las llaves de su Audi-. Vete despacio a donde quieras que vayas.
Pagué las consumiciones de los tres y la mía y me fui. En media hora estaba en la pensión que me había dicho. Llamé a la puerta, me abrió, y me dejó pasar. Diana llevaba puesto un vestido blanco que le daba por encima de las rodillas y unas sandalias del mismo color. Cerró la puerta, me empujó contra la pared y me echó la mano a los huevos.
-¿Los traes llenos de leche?
-A rebosar.
Apretó sus tetas contra mi espalda, me bajó la cremallera del pantalón y sacó la polla. Besando mi cuello, comenzó a masturbarme. Me preguntó:
-¿Me echaste de menos?
-Mucho.
Estaba en plan manda más. Me gustaba que me dominara.
Dejó que me diera la vuelta. Me volvió a arrinconar contra la pared y me comió la boca. Su lengua estaba tan deseosa de la mía cómo la mía de la suya, pero era Diana, y de ella podía esperar cualquier cosa, y esa cosa fue que me acabó mordiendo la lengua y el labio inferior. Se agachó. Metió la polla en la boca, y al rato, meneándola, la mordió. Le dije:
-Vienes con ganas de guerra, cabrona.
Me metió otro pequeño mordisco, y agarrándome las pelotas, me miró, y dijo con sarcasmo:
-¿Oí que me llamabas cielito lindo?
Estaba casi seguro que no me iba a estrujar las pelotas ni a meterme un bocado en la polla, pero ante la duda, le dije:
-No juegues con las cosas de comer, cielito lindo, no juegues con las cosas de comer.
-Eso ya está mejor, cabrón.
No fueran mordiscos fuertes, excitaban más que acojonaban, pero tenía que tomar medidas. La levanté cogiéndola por los sobacos. Una vez en pie, la levanté en alto en peso. Creyó que la iba a follar y rodeó mi cuello con sus brazos. Lo que hice fue llevarla hasta a cama y posarla en ella. Le quité el vestido, le quite el sujetador y después las bragas. Metí mi cabeza entre sus piernas y comencé a comerle el coñito. Lo tenía mojado. Hacía unos días que no lo afeitara y rascaba si se salía del interior de la vulva. Suave, despacito, mi lengua lamió los labios y después penetró en su vagina, despacito subió hasta su abultado clítoris. Lo lamí, muy, muy lentamente, y de repente. ¡Clash! Le metí un mordisco en el capuchón. Diana, exclamó:
-¡Cabrón!
-La que a mordisco mata a mordisco muere, pequeña!
Puso cara de cabreo.
-¿Esas tenemos, maricón?
Me cogió la cabeza, me tiró de los pelos, me puso el coñito en la boca, y después, moviendo la pelvis de abajo a arriba y alrededor, me dijo:
-¿Quieres coño? ¡Toma coño, cabrón!
A mi no me iba a torear. Le hice cosquillas en las costillas. Se comenzó a reír y a retorcer… Lamí a toda mecha desde el periné hasta el clítoris, clítoris que ya había salido totalmente del capuchón y le eché las manos a las tetas. Me cogió la cabeza, ahora con suavidad, y me apretó la lengua contra su coñito. Paré de lamer, y dejé una parte de la lengua sobre su clítoris y el resto se la enterré en el coñito. Diana moviendo la pelvis de abajo a arriba y alrededor, dijo:
-¡Ay qué rico, ay, que rico! ¡¡Come, come, come, come!! ¡¡Ay que riiiiico!! ¡¡¡Aaaaah!!!
Se corrió cómo una loba. Al acabar de correrse, acariciando mi cabello, me dijo:
-Me presto.
Quería que le siguiese comiendo el coñito para correrse otra vez. Mis labios se posaron es sus labios entreabiertos. Me volvía loco su boca, por la frescura de sus labios y por la pasión de sus besos. Luego disfruté de sus tetas. Tetas que tenían la textura del algodón y la dureza del diamante en sus pezones. Al bajar a su coñito lo encontré cómo a mí me gusta, empapado, empapado de los jugos de la corrida y de la excitación posterior. Lamí y fui recogiendo las babitas hasta que mi lengua se cubrió de ellas, entonces las tragué y acto seguido le lamí y le di besos y chupadas en el clítoris. Luego la cogí por las nalgas, la levanté y lamí en círculos su ojete, que comenzó a latir. Se lo penetré con mi lengua varias veces, luego turné las penetraciones en la vagina y en el ano. Comenzó a gemir de nuevo.
-¡Qué rico se siente! Dame, dame, dame, dame, dame, dame más.
Ya la tenía a punto de nuevo. Lamiendo sus labios vaginales, la llevé tres veces al límite, más antes de que llegase, paraba y la dejaba jadeando. A la cuarta, me dijo:
-Por favor, por favor, por favor, cariño, deja que me corra.
Esta vez, chupé y lamí su clítoris hasta que llegó… El placer que sentía parecía ser el doble del que sintiera con el primer orgasmo. Tan solo pudo gemir y retorcerse de placer.
Al acabar, le volvió el habla, y fue para decir:
-Me presto.
Se prestaba y le prestaba. ¡Vaya si le prestaba! Mas el tiempo se me estaba yendo y veía que no iba a meter. No podía ser, tenía un empalme de burro salido. Le metí dos dedos en la vagina, le busqué el abultamiento del punto G y se lo masturbé con el "ven aquí", mientras le lamía el clítoris, clítoris que se negaba a meter dentro del capuchón. Había acertado, a los pocos minutos sus gemidos ya eran de pre-orgasmo. No paré, al contrario, aceleré los movimientos de lengua y de dedos. Sentí cómo una corriente de flujo mojaba mis dedos. Cómo su coñito los apretaba, y a Diana, exclamar.
-¡¡¡Aaaaah!!!
Menos mal que había puesto nuestras ropas en una silla, si no con aquella brutal corrida iban a quedar perdidas.
Después de correrse llevó más de un minuto buscando aire. Pero a Diana, era mucha Diana.
Me metió la polla entre las tetas y me hizo una cubana. Estaba haciendo tiempo para recuperarse del todo. Pero yo ya estaba cómo las hojas de los árboles en el otoño. Le dije;
-Me voy a correr, cariño.
Me apretó los huevos, y me dijo:
-¡Te vas a correr cuando yo te mande, violador de gallinas!
Se me cortó.
-¡¿De dónde sacaste esa barbaridad?!
-Del gallinero.
-Estás muy loca.
-Aún no sabes cuánto.
Subió encima de mí. Diana era una caja de sorpresas. Metió la polla dentro de su coñito y me folló lentamente, me dio las tetas a mamar, me besó, y me dijo:
-Te quiero. Te quiero tanto que te va a doler que tanto te quiera.
Me encantaba que fuese tan mimosa.
-¿Qué me va a doler, cariño?
Me metió dos bofetadas, una en cada lado de la cara.
-¡Plas, plas!
-¡Hasta los huevos cuando te los muerda si te corres ates que yo, cabrón!
Sacó la polla del coño engrasada y jugó con ella en la entrada del ojete. Le dije:
-Me voy a correr. No puedo aguantar.
Volvió a meter la polla en el coñito y me corrí cómo un pajarito dentro de ella. No me volvió a abofetear mientras se lo llenaba, y no lo hizo porque comenzó a correrse ella cuando yo ya estaba acabando.
-Aaay ¡Aaay! ¡¡Me vengo, me vengo, cariño, me vengo!! ¡¡¡Aaaaah!!!
Corriéndose, me besó con tan dulzura que me pareció que me amaba de verdad.
Al acabar, se quiso sacar de encima. La agarré por la cintura, y le dije:
-¿A dónde vas, cielo?
-Ahora ya…
-Ahora, te voy a volver a llenar el coño de leche y tú vas a bañar mi polla con los jugos de tus corridas.
Se le dibujó una sonrisa en los labios.
-¡¿Tomaste viagra?!
-No, una aspirina, no te jode la…
-La puta, trátame mal, nalguéame.
Saqué la polla del coñito y se la metí en el culo.
-¡Tenías el coño cómo un bebedero de patos, guarra!
Sacó la polla del culo. Me restregó el coño en la cara, y me dijo:
-¡Come, maricón!
Cuando se hartó de abusar, la apartó y dijo:
-¡Caaaarajo! A ver si aprendes de una puñetera vez quien es la puta ama. Mi coñito no es un bebedero de patos es un bebedero de maricones cómo tú.
La nalgueé.
Me cayeron de lado a lado.
-¡Tú no aprendes, cabrón!
-Si me dijiste que…
Estaba por joder, y me gustaba que me jodiera.
-Calla, y soba mis tetas.
Le agarré las tetas y se las magreé al tiempo que le apretaba los pezones. De repente se puso cariñosa.
-Dime que me quieres.
-Te adoro
-Lo dices para que no te arree.
-Sabes que no, princesa, lo digo porque así lo siento.
Me besó con dulzura, y me dijo:
-Te voy a hacer el amor, pero, que conste que no se volverá a repetir.
Diana, metió la polla en su chochito y me cabalgo a su aire. A veces echaba la cabeza hacia atrás y apoyando sus manos sobre mi pecho me follaba turnando la lentitud con fuertes arremetidas. Veía sus deliciosas tetas subir y bajar. Me besaba con dulzura, me besaba con pasión. Me daba las tetas a mamar… Me estaba echando un viaje inolvidable… Al final, cuando ya los jugos de su coñito encharcaran mis huevos y mi ojete, se quedó quieta, me miró, y después me dijo:
-¡Córrete conmigo! -se le cerraron los ojos- ¡Córrete conmigo, cariño!
Su cuerpo comenzó a temblar. Su coño baño mi polla, la apretó y, corriéndose, se derrumbó encima de mí. Yo, besándola, le volví a llenar el coñito de leche, leche que se mezcló con los jugos de su corrida.
En verdad que me había hecho el amor, y podría añadir que me lo hizo cómo nunca antes me lo habían hecho.
No había tiempo para más. La venían a buscar. No sabía quién… Ni le pregunté para saberlo. Esperaría a que me volviese a sorprender.
Quique.