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El secuestro de Rosa la mimosa

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Isidro, un treintañero, gallego, rubio, alto, ancho de espalda y estrecho de culo, se había casado con Gimena, una mujer colombiana, morena, alta, cuarentona, voluptuosa y rica, muy rica. Gimena tenía una hija que se llamaba Rosa. Rosa tenía 21 años, era morena cómo su madre y alta cómo ella, pero delgada, con buenas tetas y culo pequeño.

Vivían en Colombia en una mansión heredada de Fajardo, un capo que acabara acribillado por un sicario después de decirle una amiga a Gimena que su marido tenía un harén de mujeres jóvenes. Cada cual que saque sus conclusiones.

Rosa, la hija de Gimena, era una mimosa a la que su padre le daba todo lo que quería. Cuando lo mataron de mimosa pasó a puta viciosa, y culo que veía culo que quería. A sus 21 años ya tenía el coño cómo un bebedero de patos, pero eso no quitaba para que fuese la más deseada de aquella comarca, ya que era bella a rabiar. Isidro, la deseaba más que nadie y eso era por ella lo provocaba día tras día, pero él se resistía a sus encantos para no acabar de mala manera si Gimena se enteraba de que follara a su hija.

Berto, Lucas y Andrés eran tres gallegos, delincuentes habituales y amigos de Isidro. Eran de esa clase de hombres que pasan desapercibidos... No eran altos ni bajos, ni gordos ni delgados y ni guapos ni feos. Isidro les pagara el billete de avión y les diera unos cientos de dólares cómo anticipo de un trabajo que debían hacer. Hablaban en una taberna. Le decía Lucas a Isidro:

-Ya tenemos la cabaña, Dartañán.

-Entonces hay que mover ficha con la reina, Portos.

Berto, terció en la conversación.

-Por mí está bien, pero hay algo que debo saber. ¿Por qué teniéndolo todo te conformas con tan poca parte de la tarta, Dartañán?

-Me ronda la muerte en forma de diablilla, Athos.

-¿La mujer del posadero?

-No, la hija.

-¿No puedes pasar sin darle lo suyo?

-No.

Al final de la noche, después de repasar cómo iban a hacer las cosas, siempre en clave, porque suele haber oídos tras las paredes, Isidro, levantó la copa, y dijo:

-¡Todos para uno y uno para todos, mosqueteros!

Los otros tres levantaron sus copas y dijeron:

-¡Todos para uno y uno para todos, Dartañán!

Dos días después... Rosa, para echar un polvo con un joven que había conocido en una fiesta -era Berto-, burló a los guardaespaldas. Al salir con Berto a la calle -era noche cerrada-, un encapuchado salió de una furgoneta, le tapó la boca con una mano, la cogió en un brazado, y la metió en el vehículo. Una hora más tarde estaba con una venda en los ojos y atada de manos a los barrotes de bronce de la cabecera de una cama y de pies a los barrotes de la parte de atrás.

Al llegar a casa los guardaespaldas y decirle a Gimena que su hija había desaparecido, la mujer puso el grito en el cielo. A los diez minutos los guardaespaldas estaban muertos. Todos los hombres que trabajaban para ellla se pusieron a investigar. Isidro ya estaba acojonado.

Gimena desconfiaba hasta de su sombra, menos de quien debía desconfiar. Isidro, le dijo:

-Yo también voy a hacer preguntas por ahí.

-Vete, cariño, vete.

Isidro fue, pero fue a la cabaña. Una cabaña que estaba en medio de un bosque y que no tenía agua corriente ni luz eléctrica. Se iluminaban con lámparas de petróleo, y de petróleo se alimentaba el farol del pórtico donde habló Isidro con los otros tres. Luego entró, vio a su hijastra en la cama iluminada por un quinqué y se dijo que le iba a pagar los coqueteos, los roces, las ganas que le hizo pasar, se las iba a pagar todas.

Se sentó en el borde de la cama. Sacó de una bolsa un lápiz labial y le pintó los labios de rojo carmín. Rosa estaba tan asustada que no se movió. Sentía el lápiz de labial rozar muy suavemente sus labios, y se empezó a excitar... Al final paso la lengua por ellos, Isidro la besó. Quiso meter su lengua en la boca de la joven pero se encontró con los marfileños dientes haciendo barrera. Isidro saco de la bolsa unas tijeras y fue cortando desde los puños de las mangas de la camisa hasta llegar al cuello. Cortó la otra manga, después cortó los hilos de los botones. Quedó el blanco sujetador al descubierto, lo cortó y ahora las que quedaron al descubierto fueron sus tetas, unas tetas medianas con las areolas rosadas echadas hacia fuera, era cómo si estuvieran hinchadas. Sus pezones poco más grandes eran que granos de arroz. Lentamente, con el lápiz labial, pintó sus areolas, y luego, sin tocar las tetas con las manos, besó, lamió y chupó las areolas y los pezones.

Rosa, se estaba poniendo cachonda, pero no quería que su violador lo supiera. Le dijo:

-¡Estás muerto! Eres un muerto andante. ¡No sabes lo cabrona que puede ser mi madre!

Isidro siguió besando, lamiendo y chupando las areolas y los pezones. Rosa, desesperaba.

-¡Ni siquiera sabes jugar con unas tetas! Las tetas se amasan, ignorante.

Ni caso, lo que hizo fue cortarle la falda por los dos lados y dejar su tanga rosa al aire. Una tanga de seda en la que se veía una gran mancha de humedad y en la que se marcaba la raja del coño. Cortó la tanga y vio su coño peludo. Se lo abrió con dos dedos. Estaba empapado de babas, tantas que la vagina hacía globitos al abrirse y cerrarse. Rosa, quería una cosa y decía otra.

-¡Ni se te ocurra lamer mi coño!

Isidro lamió el coño y lo dejó limpito. Después le pintó los labios con el lápiz labial.

Rosa, se estiró, levantó el cuerpo, y se le escapó una especie de suspiro.

-¡Aaaay!

Rosa pensó que le iba a lamer el coño, pero no, Isidro sacó de la bolsa un vibrador bala y se lo puso en el lado izquierdo del capuchón del clítoris, del izquierdo pasó al derecho. Rosa, exclamó:

-¡Ooooh!

Ya sabía dónde le gustaba más... Fue turnando, encima, al lado y al otro. Al rato, del coño de Rosa salían babas que mojaban su ojete. Isidro cogió un dildo anal y se lo metió en el culo. Con el vibrador bala sobre el lado derecho del capuchón del clítoris y el dildo follando su culo, Rosa, se fue poniendo tensa, se arqueó, se sacudió como si la estuvieran electrocutando, y exclamó:

-¡¡¡Hijo de puuuta!!!

Rosa, gozó cómo una loca... Al acabar de correrse, y aun jadeando, oyó en bajito, los gemidos de un hombre. En ese momento supo que alguien estaba viendo lo que le hacía su violador y se masturbaba. Lo siguiente que le vino a la cabeza era que debía de ser uno de los que la secuestraran ya que su violador no era otro que Isidro, reconociera su olor corporal. ¿Se estarían todos masturbando? (estaban) La idea la excitó. La quitó de sus pensamientos una tremenda polla de plástico que comenzaba a entrar en su coño. Debía ser inmensa, ya que parecía que la iba a romper. Sintió como girando le iba entrando muy lentamente, y al llegar a fondo sintió cómo un vibrador movía su clítoris, supo al momento que era uno de esos vibradores con nariz. Lo siguiente que sintió fueron dos manos sobre sus pechos. No eran las de Isidro por la posición en la que le amasaban las tetas. Luego fueron dos bocas las que se las besaban, lamían y chupaban, y acto seguido sintió una polla gorda y mojada tocar sus labios. Apartó la cabeza, pero no dijo nada. ¿Para qué iba a decirlo si nadie le iba a contestar? Pasaron unos minutos y ya la tremenda polla de plástico, girando, entraba y salía de su coño con suma facilidad y produciéndole gran placer. La polla del desconocido, gorda y húmeda, de vez en cuando volvía a rozar sus labios, pero ella seguía apartando la cabeza. Poco más tarde, la polla de plástico salió de su coño, y una lengua ocupó su lugar, Rosa, que se había aguantado los gemidos, comenzó a gemir y a mover las caderas. En nada sintió que se iba a correr. La polla gorda y húmeda se volvió a posar en sus labios, abrió la boca y la mamó. La polla, que era la de Berto, se corrió en su boca, las de Lucas y Andrés sintió cómo se corrían en sus tetas, y ella se corrió en la boca de Isidro, que nada más acabar de correrse la muchacha se la metió y la folló a toda mecha para correrse y seguir con el juego. Cuando Rosa sintió que Isidro se iba a correr, le dijo:

-Dentro, Isidro, córrete dentro, hace mucho tiempo que deseo sentirte dentro de mí.

Isidro, se corrió dentro de Rosa. Al acabar de correrse, les preguntó a Andrés a sus amigos:

-¡¿Y ahora que carallo hacemos con ella?!

Rosa liba a salir del apuro.

-¡Os propongo un trato! Saldremos todos ganando. Desatadme.

Se guardaron las pollas. Isidro le quitó la venda de los ojos y los otros la desataron. Rosa, llena de semen y con las ropas destrozadas, estaba tan sexy que yo le echaba otro polvo y la dejaba mirando con un ojo para México y otro para Brasil. Miró a Isidro, y le preguntó:

-¿Cuánto ibais a pedir por mí?

-Un millón de dólares.

-Matar a mi madre y os doy un millón de dólares a cada uno.

Blas, que no se fiaba ni de su sombra, le preguntó:

-¿Por qué quieres qué la matemos?

-Por que mató a mi padre por engañarla con otras mujeres y ella se folló a media Colombia.

No me voy a explayar. Dartañán y los tres mosqueteros fueron los fieles escuderos de la nueva reina, escuderos para todo.

Quique.

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