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Camila: la calentura puede más que la razón (1)

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Advertencia: este relato contiene situaciones completamente inverosímiles y que rayan en la exageración. Si lo tuyo es el realismo, este no es un lugar para ti; en caso contrario, disfruta el viaje.

Escena I

La hermosa Camila García recién acaba de egresar de una universidad privada de gran prestigio del noroeste de México. La posición económica de su familia le permitió darse una buena vida, gracias a la confianza en sus capacidades por parte de sus padres, cualidades que solía exagerar para mantener sus privilegios. Pero ahora, con 22 primaveras y en proceso de titulación, se enfrentaba a la realidad: la escasez de trabajo.

Había estudiado Ciencias políticas, según ella, por evitar las matemáticas, ya que nunca fueron lo suyo, más bien ninguna asignatura lo fue. No obstante, sus calificaciones siempre fueron altas. Teniendo en cuenta esta situación, no faltaban rumores sobre cómo fue que obtuvo esas notas. La mayoría de sus compañeros coincidían en que lo logró mediante favores para con algunos de sus profesores, incluso se llegó a decir que fue capaz de coger con algún catedrático con tal de mantener ese promedio; y de igual manera cuentan que en una ocasión la vieron haciéndole una mamada a su profesor de Teoría del Estado. Sobra decir que quienes vieron tal escena se tuvieron que hacer una puñeta ahí mismo de lo excitante que les resultó ver a Camila en ese acto, succionando aquella verga, pero eso es harina de otro costal.

De ahí que esa fama de nuestra protagonista no está tan alejada de la realidad, puesto que tiene una marcada afición por los hombres, o mejor dicho por las vergas: naturaleza que ella siempre se empeña en negar, en mayor medida por esa sólida moral que le inculcaron en su hogar. Ambas condiciones resultan contradictorias y le generarán conflictos internos, que probablemente terminen en situaciones cargadas de erotismo, como ya iremos viendo. Basta de antecedentes y prosigamos con esta historia.

Era un lunes por la mañana, muy temprano, cuando ella se despertó con la intención de acudir al gimnasio, porque empleo no tenía y en honor a la verdad no se preocupaba mucho por conseguir uno, por los motivos ya explicados. Hay que agregar que desde temprana edad ha sido muy cuidadosa de su aspecto, y por ello éste tiene una alta prioridad en su rutina diaria. Lo primero que hizo para arreglarse fue escoger qué ropa utilizaría para iniciar la semana, y fue así que acorde a su estilo, se dedicó a combinar diferentes prendas.

Empezó por un sostén deportivo negro, el cual a duras penas podía albergar su regalo de graduación: unas redondas y firmes tetas copa 34C, que se asemejan a un par de jugosos melones, que están coronados con unos pezones y areolas de tamaño pequeño, y de un color marrón claro que contrasta con esa piel morena clara, suave como la seda y sin imperfecciones. Y por encima del sujetador se puso un top negro con rosa, que no cubría el área del abdomen, ya algo definido por el entrenamiento. El escote era algo más pronunciado de lo que debería.

En el caso del calzón, se decantó por una tanga negra de encaje, porque según ella era más práctica para entrenar y además no se harían esas desagradables marcas en los leggings que iba a usar. Está de más mencionar que la tanguita se perdía entre ese par de suculentas y redondas nalgas. Éstas eran sin duda su mejor atributo. Este trasero le había traído múltiples beneficios, tanto a ella como a los afortunados que lo habían podido probar. Cuántas veces terminaron escurriendo leche luego de una buena cogida, sólo ella lo sabe con certeza.

Y ya pasando con los leggings, eligió unos de color negro, con los que se sentía muy a gusto, y que eran de una tela muy flexible. Ella sabía que la prenda la hacía lucir espectacular, pues el material del que estaban elaborados provocaba que le quedaran prácticamente untados, enmarcando a la perfección ese culote, como si no llevara nada; además de esos muslos que a pesar de ser gruesos, eran por demás femeninos; y por último, se calzó un par de tenis deportivos negro con rosa.

Fue así que, tras terminar de peinar en una coleta su lacia y negra cabellera, se desayunó un jugo verde y se dirigió hacia el gimnasio, mismo que quedaba retirado de su casa, pues fue el que mejor equipado estaba. Para llegar a aquel sitio, consideró usar el camión, ya que desafortunadamente no era una persona que supiera administrarse y estaba algo limitada de efectivo en ese momento.

Una vez salió de su hogar, se dirigió hacia la acera, y el casi hipnótico rebotar de su jugoso trasero al andar no pasó desapercibido para Pedro, su vecino de al lado, hombre en sus treintas, quien regaba el pequeño huerto que tenía a un costado de su casa, y quien a pesar de estar casado no perdía oportunidad de intentar ligar con la atractiva joven:

Pedro: buenos días Camila, tan temprano y ya activa, ahora entiendo porque tienes ese cu... erpazo jajaja.

Camila: buenos días, ¡ay gracias!, pues yo siempre trato de cuidarme, más que nada por salud, ya sabes.

Pedro: oye, espero no ser entrometido pero quería comentarte que me parece que deberías consumir más chile, porque se ve que necesitarás proteína para mantener todo ese músculo. Un día puedes venir y comerte el mío... el que siembro, claro está jajaja, no pienses mal.

Camila: jajaja, es interesante, no había escuchado eso antes, y tal vez sí me ayude, en especial si es orgánico.

Pedro: verás, es que tengo plantas de chile acá atrás, en mi jardín, y pues contienen muchas proteínas que le caerán muy bien a ese cu…erpo, y sobra decir que pican rico, tanto que te apuesto a que si pruebas uno, vendrás por más, no serías la primera... persona en hacerlo.

Kamila: siendo honesta, me encanta el chile, sobre todo en las ensaladas. Le da ese toque picosito que necesita mi comida. No sé qué tan rico esté tu chile, sí está grueso o no, digo, eso importa a la hora de degustarlo. Una siente la diferencia, tú sabes.

Pedro: te aseguro que tiene un grosor nada despreciable, no te dejará indiferente, créeme. Siendo así, haber cuando vienes a probármelo... el chile, le das una mordida y te garantizo que te lo comerás enterito. Otra cosa, ¿me permites tocar poquito tu músculo?, es que se nota el esfuerzo que has hecho.

Camila: por supuesto, toca para que veas el efecto de los meses de entrenamiento que he llevado.

Dicho esto, Camila flexionó su brazo para resaltar su bíceps pero su vecino, astutamente, aprovechó para dar un leve apretón a uno de los duros glúteos de ella, dado que ella no especificó qué parte. Dicha acción de inmediato causó efecto en la persona de Pedro, pues en su pantalón se dibujó un bulto considerable, detalle que no pasó desapercibido para nuestra protagonista, pues de reojo lo alcanzó a ver.

Pedro: ¡Camila!, sí que te estás ejercitando muy bien... parece que toqué acero jajaja.

Camila: ¡ay Pedro, cómo eres! yo no me refería a esa parte, sino a mi brazo. Pero bueno, ya me voy porque es tarde y se me pasará el camión. Hasta luego.

Pedro: de acuerdo, que tengas buen día, y a ver cuándo pasas por la casa.

Kamila: claro, luego acordamos el día. Bye.

Y la joven se fue rumbo a la parada, mientras Pedro se imaginaba cosas sobre ella:

Pedro: “qué buena estás pinche Camila, ese culote se va a ver de maravilla cuando te tenga empinada esperando este chile, vas a acabar escurriendo mecos mamita, mmm. Ojalá y aceptes pronto, culona”.

Y volviendo con Camila, esperó el transporte por espacio de 15 minutos, y mientras lo hacía meditaba sobre lo acontecido instantes atrás:

Camila: “creo que me pasé con Pedro, debo darme a respetar y ser decente”.

Kamila: “pero sí debería ir a casa de Pedro, con el antojo que tengo de darle unos buenos sentones, se ve que tiene una verga deliciosa. Es más, lo haré en la cama donde duerme con su esposa, se ve que es una frígida la vieja esa, va a terminar su sábana llena de mis jugos jajaja”.

Camila: “no, no, no, eso está mal, no es correcto meterse con hombres casados. No seas así, me pregunto por qué pasan por mi mente estas ideas tan perversas”.

Transcurrida casi media hora y ya desesperada, divisó con aquellos hermosos ojos color miel un autobús que iba para el rumbo del gym, y lo abordó sin importarle que iba lleno de estudiantes, de esos, molestos, pues era hora de entrada a la escuela.

Escena II.

Al abordar el bus, la joven se percató de que le faltaba algo:

Camila: buen día.

Chófer: muy buen día linda… pásale a lo barrido.

Camila: ¡ay!, no tengo mi monedero. Déjeme revisar si lo tengo por aquí.

Y buscó en su mochila, y en efecto, el bolso se había quedado en su casa. Al momento de buscarlo, se agachó para abrir su mochila, lo que provocó que sus gemelas fueran más visibles por el escote de su top. Sin duda era un buen par de melones, y el conductor se dio un buen taco de ojo viendo las prominentes tetas de la chica. Fue por ello que se portó muy servicial:

Chófer: no te preocupes corazón, no te cobro, por cortesía.

Camila: ¿Ah?, gracias, qué amable por subirme gratis.

Chófer: no hay de qué, estamos para servir, pásale.

Ya arriba, se percató de que no había asientos libres y tuvo que irse hasta al fondo del camión, donde se quedó de pie, para tratar de evitar el bullicio de los adolescentes. Dado que con su 1.60 m los tubos le quedaban altos, tuvo que agarrarse de los asientos. Unas calles adelante, abordó un hombre joven, de aspecto algo desaliñado, de estatura media, 1.75 por mucho, y fue tal la suerte de Camila que aquel individuo fue a parar directamente detrás de ella. Cabe mencionar que el sujeto llevaba una camiseta desmangada y un pants de los holgados, aparentaba que iba a correr a alguna parte.

Instantes después, Camila comenzó a sentir que el sujeto se pegaba cada vez más a ella, y como el espacio era muy reducido, no pudo cambiarse de sitio y debió aguantar el arrimón que le estaba dando a su bien formado trasero. Y así siguieron las cosas, hasta que ella pudo sentir como, poco a poco, se fue endureciendo y agrandando ese bulto, el que ahora estaba frotándose de manera leve pero insistente con sus nalgas, a lo que ella no reaccionó, pues no quería armar un escándalo, tenía una imagen que cuidar.

Sin embargo, el sujeto siguió tallando, cada vez con más descaro su verga, ya bien erecta, contra los suculentos y redondeados glúteos de nuestra protagonista, quien cada vez sentía mejor aquella reata. Por el tipo de ropa que ambos llevaban, parecería que fueran restregándose piel con piel. Hasta que un tope hizo que el camión diera un salto y ella reaccionó agarrándose con fuerza de los sillones, con lo que de manera ¿involuntaria?, arqueó su espalda y levantó más ese culote, lo que aquel fulano tomó como una invitación, y fue ahí cuando aprovechó para acomodar su pito ya completamente tieso entre la separación de los nalgas de Camila, que estaba muy marcada, dada su vestimenta.

Ante tal situación, Camila empezó a sentir cierto calorcito en su entrepierna, además de una humedad en su tanga cada vez mayor, por lo que actuó, sin pensar en las consecuencias, y empleando la mochila que llevaba para el gym como cobertura, cooperó. En un principio, se limitó a darle leves apretones al chorizo del individuo, mismos que produjeron quejidos de su parte, y como no, si prácticamente le estaba estrujando la verga con esas nalgotas, el placer que sentía el sujeto era enorme.

Ahora sí que el tipo estaba ansioso porque su palo pudiera sentirlas mejor, creyó que lo más probable es que desnudas fueran el paraíso, y era un hecho que de haber practicado esa misma acción desnudos, habrían acabado aquel par de pompas bañadas en chorros de espesa leche.

Tras lo anterior, era inevitable que por su mente cruzara la idea de clavársela:

Anónimo: “no mames, qué ricas nalgas tiene está vieja, ya me tiene con la verga bien tiesa, qué ganas de cogérmela, se ve que le encanta el chorizo. Es obvio que anda ganosa, por los apretones que me está dando, aparte se ve que ha de estar bien apretadita”.

A la par de esto, el temperamento cachondo de Camila salía aún más a flote, ya que continuaba con esa especie de masaje, mientras pensaba:

Kamila: “qué buen palo tiene este tipo, y con las ganas que traigo de una buena cogida, si por mí fuera ya me lo estuviera comiendo en cuatro, mmm, la trae bien tiesa, ay no, qué antojo de probarla”.

Tanta fue la calentura que la invadió que su panocha, que por cierto acostumbra a depilar, ya escurría jugos, y estaba deseosa de albergar ese barra de carne en su interior, y por tal motivo, pasó una de sus pequeñas manos para tomar la verga del sujeto, a lo que éste reaccionó con emoción. Ella tanteó el palo sobre el pants, comenzando desde los huevos, que apretó un poco y sintió abultados, llenos de leche; para luego irla deslizando con suavidad por el venoso tronco, con esos dedos tan finos y suaves que tiene nuestra Camila, hasta subir a la cabeza, la cual sintió gruesa y algo húmeda.

Definitivamente era el tipo de pito que le encanta, ya que suelen gustarle cabezones, pues así le talla mejor todo el interior de su panocha, además de que disfruta más lamerlas a la hora de mamar, lo cual en no pocas ocasiones culmina en chorros de mecos que acaban en su carita.

Luego de esta exploración, volteó a verlo con una mirada lujuriosa, para luego comenzar una suave chaqueta, la cual endureció más ese palo, si es que era eso posible, y sí, ya que la había convertido en una carpa de circo. Por lo delgado del pants, ella creía sentir las venas marcadas de esa estaca de carne, aparte del nada despreciable grosor de ésta.

Kamila: “cómo no estamos en otro lugar para gozar de esta delicia, tengo tantas ganas de darle una chupada bien dada, lamerle bien la cabeza para que luego al clavármela resbale más rico, mmm, seguro la dejó bien cremosa, así como ando”.

Camila: “¡no! ¿Qué estás pensando?, estás en un camión, no seas vulgar”.

Con ese pensamiento salió de su trance, y cayó en cuenta que iba en público. Convenientemente, faltaban dos cuadras para bajarse, por lo que se giró y le dio una cachetada al individuo:

Camila: ¡Idiota, cómo te atreves a andar haciendo esas cochinadas, pervertido!

Ante esto, los pasajeros voltearon a ver la escena, mientras que Camila, presurosa, sacó partido de una señora que pidió la bajada en ese momento, y descendió tan rápido como pudo, para evitar salir perjudicada. Mientras que el sujeto se quedó apenado por lo sucedido y mejor se bajó unas calles después para salvar su pellejo.

Volviendo con la protagonista, al caminar sintió algo de humedad en su glúteo izquierdo y se dio cuenta que tenía un líquido algo transparente, seguramente era lubricante del acosador, ante lo cual optó por tratar de limpiarlo y seguir rumbo al gimnasio.

Kamila: “estaría mejor que me lo hubiera echado dentro”.

Camila: “¡no!, qué ideas tengo, a este paso tendré que irme a confesar, ando muy descarriada”.

Luego de esto, siguió su camino hacia el gimnasio, así caliente como estaba.

Escena III.

La estancia en el gym se dio sin contratiempos, salvo las usuales miradas libidinosas. Sin embargo, ella consideró todo ese lapso la invitación de Pedro a probar su chile, tan es así que su panocha se mantuvo húmeda todo ese rato, y no precisamente por el sudor.

Fue así que al terminar su rutina pasó a las regaderas para ducharse. Durante estos minutos, Camila estuvo tentada a masturbarse para saciar un poco su necesidad de sexo. Con lo que no contaba es que al sentir el agua corriendo por su curvilíneo cuerpo, su piel se iba a erizar al recordar a aquel hombre y su herramienta.

Por tal motivo aprovechó su cuerpo enjabonado para acariciar sus duras tetas y pellizcar suavemente sus pezones, y ya había bajado la mano a su ya muy mojada panocha, para comenzar a deslizar un dedo sobre su sensible clítoris, y fue ahí cuando se detuvo, pues pensó:

Kamila: “mmm, mejor me aguanto y voy a ver qué tiene Pedro para ofrecerme, mis dedos no me van a bastar esta vez, necesito carne, de hombre”.

Camila: “no debería tocarme así aquí, es un lugar público, qué dirían de mí si me vieran; además no debo meterme con el vecino, qué dirán de mí”.

A continuación, terminó la ducha y se dispuso a vestirse. En su mochila traía una faldita negra que a duras penas cubría ese culote, pues se le levanta por acción del mismo; así como una blusa roja escotada y abierta por la espalda. De ropa interior un conjunto rojo de brassier de media copa y una tanga; y unas zapatillas negras de tacón alto, y abiertas. No cabe duda que a nuestra protagonista la atención le fascina.

Posteriormente, tomó el transporte para dirigirse a casa de Pedro. Una vez ahí tocó el timbre, y éste salió, visiblemente sorprendido.

Pedro: hola vecinita, qué gusto verte por acá, dime, ¿qué te trae por aquí?

Kamila: hola, verás, es que vengo llegando del gym y se me acabó el agua, y don Erick no quiso fiarme hoy, porque ya le he pedido varias cosas esta semana, así que vengo muriendo de sed y necesito líquido. ¿Podrías darme... un poco de agua?

Pedro: por supuesto, yo te doy... lo que quieras, agua, refresco, leche… lo que gustes. Adelante, pasa y ponte cómoda mientras te sirvo el agua.

Kamila: ¡ay gracias!, te tomaré la palabra, conste eh.

Y mientras Pedro fue a buscar el vaso, se dio cuenta que no había uno limpio, y como él no sabía dónde guardaba Martha, su esposa, el jabón, tardó en buscarlo. Simultáneamente, Camila observó que la puerta de la habitación principal estaba abierta, así que se le ocurrió entrar. Y sin perder tiempo se despojó de su ropa, hasta quedar desnuda del todo, y así aguardó a Pedro. De repente vio una foto de la pareja en una mesa al lado de la cama, y prefirió voltearla, pues como ustedes podrán comprender, sería indecente cogerse al esposo mientras el retrato de la feliz esposa observa, no, eso no se hace. Tras esto, oyó un grito:

Pedro: ¡Camila, dónde estás!, aquí tengo tu agua.

Kamila: te hice caso y me puse cómoda, ven acá Pedro.

Y Pedro fue hacía el lugar de donde provino la voz: su habitación, y al entrar dejó caer el vaso de la impresión: tenía a Camila en su cama, completamente desnuda, dejándolo boquiabierto. Luego, Camila se puso de pie y le hizo una seña para que se acercara y él lo hizo. Ya que estaban frente a frente, Camila se giró y le dijo con un tono muy sensual:

Kamila: ¿te gusta lo que ves?, yo digo que sí, siempre te noto viendo mis nalgas, hasta podría pensar que las deseas, no sé si me equivoque. Pero dime, ¿qué te parecen, ha valido la pena el ejercicio o no?, ¿están bonitas?, ¿son lo suficientemente grandes?

Pedro: ¿Qué preguntas son esas?, ¡claro que sí preciosa! mira nada más este pinche culote, es el más redondo y paradito que he visto.

Mientras decía eso, presuroso llevo sus manos hacía aquel par de glúteos y los comenzó a acariciar y a amasar. Se sentían tan suaves y duros como él imaginaba, hasta se les marcaban los dedos; y ya entrado se dio el lujo de abrirlos un poco para ver el pequeño agujerito que yacía entre ese par de montañas de carne. Ganas no le faltaban de agacharse y lamerle el chiquito, que se veía cerradito y sin un solo vello. Todo esto le estaba provocando la mayor excitación de su vida.

Kamila: creo que me prometiste algo hace ratito, así que quiero ver ese chile para ver si me lo como o no, así que sácalo, ándale.

Al oír eso, Pedro sin pensarlo dos veces se bajó el short que traía y el bóxer, liberando su verga: larga y gruesa, con venas que cruzaban el tronco, y una cabeza con forma de hongo, más gruesa que lo demás, de color rosado y brillante; así como un par de huevos colgantes que se veían bien cargados de lácteo listo para dárselo a la cachonda mujer. Pedro lo tomó con la mano y lo sacudió un poco, presumiendo, y dijo:

Pedro: aquí tienes tu chile mamita, ¿lo vas a querer?

Y al ver Camila aquella reata, se le hizo agua la boca. Sabía que estaba rica, pero no a ese grado. Su panocha comenzó a escurrir jugos tan sólo de verla, y hasta salivó.

Kamila: mmm papito, no mentías con lo de tu chile, está delicioso, me lo como porque me lo como.

Pedro: pues adelante chiquita, pero antes date la vuelta, que quiero probar algo desde hace tiempo.

Kamila: como gustes, papi.

Y Camila se giró y con esto sus nalgotas se tallaron con la verga de Pedro, lo que provocó un gemido de parte de ambos. A continuación Camila comenzó a frotarlas con aquel palo, que se ponía más tieso al tallarse con esas redondeces.

Entonces a Pedro se le ocurrió acomodar ese bulto en el canal en medio de aquel culote y ella procedió a hacer suaves movimientos de arriba a abajo, con lo cual la cabeza de la verga empezó a sacar más jugos, que la estaban embarrando sus deliciosos glúteos, mientras que el cuero de la verga subía y bajaba como si lo estuviera chaqueteando.

A la par, Pedro llevó su mano a la jugosa y lampiña panocha de Camila, y la acarició por fuera, empezando con el ya erecto clítoris, hasta llevar un dedo al orificio vaginal, lo que provocó más gemidos de parte de ella. Mientras tanto, y al tener sus manos libres, Camila se dedicaba a masajear sus tetas, que tenían los pezones como rocas. Sus palabras dejaban claro el placer que sentían:

Kamila: ¡ay qué rico papi!, qué buen palo tienes, mi panocha ya lo necesita adentro y lo quiero hasta los huevos, no aceptaré menos.

Pedro: tú no te quedas atrás. Tus nalgotas están justo como me las imaginaba al jalármela, y tu panochita está bien jugosa.

Kamila: ¡ay papito, ya no aguanto más, métemela toda! mmm.

Pedro: como digas Camilita.

Consciente del escaso tiempo que tenían, Camila se subió directamente a la cama y se puso en la posición que sabía que a él le gustaría más en ese instante, además de ser de sus favoritas: de perrito. Primero arqueó la espalda, la cual se veía tonificada pero muy femenina, para que aquel culote quedara bien parado, con esa panocha completamente lubricada y libre de vello, ya deseosa de sentir aquel chorizo hasta la base. Sólo volteó a verlo por arriba del hombro y le hizo la seña de que lo quería ya.

Y él, por su parte, se la jaló un momento, observando aquellas nalgotas que en esa pose formaban un corazón invertido, esas que tantas veces había deseado, tanto él como muchos otros, y justo ahora tenía en su cama, a su entera disposición. Fue ahí cuando tomó por la cinturita a la chica con una mano y con la otra acercó la cabezota de su verga para que se abriera paso a través de esas suculentas nalgas, rozándolas y haciéndola gemir. Luego las abrió para poder llegar a su objetivo, la entrada de esa jugosa panocha, justo cuando estaba ahí ella exclamó:

Kamila: ay papi, ya métela, ya me urge, anda, no seas malito.

Pedro: ahí te va, ricura.

Y él, obediente, acercó la puntita de esa cabezota a los labios vaginales, lo cual provocó un sonoro gemido de ambos, y justo cuando se disponía a meter la parte restante y ya se saboreaba ese caliente y húmedo agujero, se escuchó el pitido de la alarma de un auto.

Pedro: ¡valió madre, mi mujer, vístete, rápido!

Camila: ah sí, ¡eso haré!

Y la pareja se vistió como pudo, y Pedro salió a recibir a su esposa; mientras Camila se sentó en la sala, tratando de calmarse:

Camila: “esta vez sí me pasé, qué miedo, si me hubiera encontrado no sé qué me hubiera hecho, se ve de muy mal carácter esa mujer”.

Posteriormente, entraron los esposos, y Martha saludó a nuestra protagonista:

Martha: buenas tardes Camila, me sorprende que estés aquí, ¿a qué se debe tu visita? Si puedo saber.

Camila: buenas tardes, sólo venía de pasada por un chile... que necesitaba para la ensalada de hoy, ya ves que tengo preferencia por la comida orgánica, y Pedro, amablemente, me lo ofreció... ya ves que él se le da eso de sembrar...

Tras una intrascendente plática sobre nutrición, a Martha le pesaron los tacones que traía y decidió ir a ponerse unas sandalias, dejando al otro par platicando y riendo en la sala. Al entrar al cuarto y buscar debajo de la cama sus chanclas, observó que frente a ella había una tanga roja, la cual se veía húmeda, y ella por algún motivo, la olió, y el aroma la embriagó. Eso provocó en ella un calor que no solía sentir a menudo. Era evidente de quién era aquella prenda.

Cabe mencionar que Martha es una bella psicóloga, de 27 años. Últimamente se sentía insatisfecha con su matrimonio, algo le faltaba, y no tenía la menor idea de qué podía ser. Quizá tenga relación con el hecho de que oculta un ¿pequeño? detalle de su persona: un cierto interés por las mujeres, mismo que ha reprimido desde su adolescencia temprana. Y que por supuesto Pedro ignora, aun y cuando es su esposo.

Aunado a esto, en secreto encuentra sumamente atractiva a su sensual vecina. Cada que la ve, de manera muy discreta la admira. Ese tentador cuerpo le resulta muy llamativo, en especial el suculento par de glúteos de nuestra protagonista. Es más, es tal el grado de fascinación que le tiene que en múltiples ocasiones ha soñado con estar compartiendo la cama con su marido y la erótica Camila, cosa que por supuesto niega, aunque su mojada panocha diga otra cosa. Martha siempre ha negado su bisexualidad, pero el hallazgo de esa tanga la hizo comprender que no hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla.

Continuará...

P.S. Si llegaste hasta aquí, te lo agradecemos. Esperamos que haya sido de su agrado y no olviden comentar, se acepta toda crítica en tanto sea constructiva.

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