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Ocurrió en Baracaldo

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María (una amiga) y yo fuimos en avión hasta el aeropuerto de Bilbao. Allí nos esperaba Beatriz, una de mis sobrinas y cómplice carnal de mis andaduras, nos llevó en su auto hasta Baracaldo, donde íbamos a pasar un fin de semana. Mi esposa había ido a Londres a casa de una de mis hijas, Beatriz iba a estar en su piso con nosotros.

Me gustaba el sitio, habíamos llegado el sábado por la tarde y el domingo por la mañana, junto a dos amigos míos recorrí (cómo las otras veces que fuera) todos los bares de Baracaldo, que son muchos, vino, tapa, vino tapa, vino tapa... Cuando terminamos el recorrido ya no tenía ganas de comer, lo que tenía era un pelotazo de los gordos.

El piso era pequeño, tenía dos habitaciones, una sala, un comedor, la cocina y un baño.

El domingo por la noche, a una de la madrugada, no tenía sueño y le metí mano a María, mi amiga con derecho a roce, o cómo le queráis llamar, que era una veinteañera, pelirroja, pecosa y con todo muy bien puesto. Se molestó, y me dijo:

-Estate quieto.

No me gustó su actitud.

-¡¿A que venimos más que a follar, María?!

-Ya, pero nos puede oír Beatriz.

Beatriz ya nos había oído. El piso tenia paredes de papel. Desde la habitación de al lado, dijo:

-Por mí nos os cortéis.

Le dije al oído:

-¡Qué morbazo! Echar un polvo mientras nos escucha Beatriz.

-A mí no me da morbo ninguno.

Me estaba cansando.

-¡Ay que coño! ¿Follamos o no?

-No.

Me cabreé.

-Te estoy viendo a ti y veo a mi mujer, carallo.

-¡¿Qué?!

-Que te estás haciendo vieja.

Mis palabras le sentaron cómo un tiro. Encendió la luz. En combinación transparente, se levantó de cama. Le pregunté:

-¿A dónde vas?

-A dormir con tu sobrina. Tengo el cuerpo muy cansado y ya me dijo que si no estaba cómoda contigo que fuera para su habitación.

-¿Y eso no te da que desconfiar? Vas sin bragas ni sujetador...

-No me engañas, Beatriz no es lesbiana. Me voy.

Beatriz, mi sobrina, tenía 28 años, era morena, muy alta (más que yo) y tenía un cuerpazo. Hacía un par de años que estaba separada.

Media hora más tarde volvía María a cama.

-¿Te echó?

Habló en bajito.

-No, me vine.

En bajito le pregunté:

-¡¿Quiso follar contigo?!

-Me sedujo un poquito.

-¿Qué te hizo?

-De todo un poquito. Me besó, me chupó las tetas, me metió un dedo en el coño.

-¿Y tú que hacías mientras tanto?

-Es más fuerte que yo.

Se había enrollado con ella.

-Te dejaste.

-Sí, pero solo un poquito, es que al sentir sus dos manos acariciar mis tetas por debajo de la combinación y su lengua acariciado la mía, y luego sentir cómo lamía mi oreja, pues dejé que me quitara la combinación y que me comiera las tetas y el coño, pero solo un poquito.

-¿Te corriste?

-Un poquito.

Se debía pensar que era tonto.

-¡¿Un poquito?!

-Bueno, me corrí cómo una perra, pero fue sin querer.

-Queriendo.

-Sí, sin querer queriendo.

-Me acabas de empalmar. ¿Te trató con dulzura?

-Con mucha dulzura... ¡Sus labios eran tan dulces...! ¡Sus manos eran tan dulces...! ¡Su lengua era tan dulce...! ¡Sus palabras eran tan dulces cuando me dijo que me corriera en su boca...! Tu sobrina es tan dulce...

-No me jodas, María, y te vienes para mi cama. ¿Tenías miedo a acabar diabética con tanto azúcar?

Le extrañó mi actitud.

-¡¿No te importaría que le comiera el coño yo a ella?!

-¿Importarme? Lo que me gustaría era verlo.

-Entonces te diré que se la comí, y que se meó en mi boca.

-Sí, siempre echa un chorrito de meo antes de correrse.

-¿Follaste con tu sobrina?

-Varias veces.

No le extrañó.

-Cómeme el coño, Quique. Necesito correrme otra vez.

-Sube, pónmelo en la boca y córrete las veces que quieras.

Quité el calzoncillo y ella se quitó la combinación. Sin besos ni comida de tetas, me montó, me puso el coño en la boca, le metí la lengua dentro, movió su pelvis y en segundos, apretando el culo y moviéndolo hacia delante y hacia atrás, se corrió. Le saque la lengua. De su coño salieron jugos calientes, en diminitos riachuelos al principio, y en forma de gotas al final, que cayeron en mi boca y tragué con sumo agrado. Sus gemidos eran escandalosos. Al acabar de correrse, metió mi polla dentro del coño y comenzó a follarme. Vi entrar por la puerta a Beatriz, que sintiera sus gemidos. María lo que sintió fue la lengua de mi sobrina en el culo. Se echó sobre mí, y comenzó a besarme con ternura. Beatriz le folló el culo con lengua. Unos diez minutos después sentí cómo temblaba sobre mí y como empapaba mi polla de jugos. Sentí su coño abrirse y cerrase sobre mi polla. Beatriz debió sentir lo mismo con el ojete en su lengua.

Si eso fue sorprendente, no te lo pierdas. Cuando se quitó de encima invitó a Beatriz a que me montara, y cuando lo hizo fue María la que le comió el culo a mi sobrina y la que sacaba mi polla, la chupaba y la volvía a meter en su coño. Me trataban cómo un objeto, y me gustaba.

Después de correrse Beatriz, y de mear por mí, hicieron unas tijeras. Las besaba, se besaban, les comía las tetas, se las magreaba... Pero no me llegaba. Les dije:

-¡¿Y yo qué?!

Me respondió María.

-Tienes cuatro tetas, dos bocas, dos coño y dos culos para jugar. ¿Qué más quieres?

Beatriz, que era la que jugaba en casa, marcó el camino, le preguntó a María:

-¿Seguimos con un 69?

-Seguimos.

Siguieron, pero una de ellas iba a acabar con mi polla dentro de su culo... Le tocó a Beatriz, que era la que estaba encima. La polla entró sin dificultad. La follé al ritmo de sus lamidas. María no aguantó mucho el ritmo de la lengua de mi sobrina. Vi cómo dejaba de comer coño, cómo me miraba, cómo se le cerraba los ojos y cómo, gimiendo, se corría otra vez y le daba de beber a Beatriz, que lamió los jugos cómo lamen las perras al beber. Al correrse María, le quité a Beatriz la polla del culo y se la metí en el coño. Se incorporó. María se sentó en la cama. Me eché de espaldas con ella encima, le cogí las tetas, y apretando le di caña brava... A punto de correrse, la quitó del coño y la volvió a meter en del culo. Maria, al ver su coño empapado y abierto, fue a por él y se lo comió hasta que Beatriz le llenó a boca de meo y de jugos, después viendo los labios de María pringados de babitas y su cara y su cabello llenos de meo, le llené el culo de leche.

Esa noche follamos hasta quedar rendidos.

Quique.

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