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En casa de mi tía madurita
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Tiempo de lectura: 3 minutos

En las vacaciones de verano, mi madre me envió a vivir con una prima suya que vivía en el campo y era soltera a pesar de sus 40 años. De piel blanca y unas tetas que difícilmente cabían en cada mano, poseía además un buen culo y sumado a esto era muy coqueta o al menos yo lo imaginaba así, siempre paraba cantando por la casa y debido al calor que hacía usaba un vestido de esos vueludos pero algo corto para su edad. Me parecía un desperdicio de mujer y que nadie la clavara por las noches, claro que yo no me atrevía a proponerle algo así, si no quería ganarme un par de sopapos.

La mayor parte del tiempo la ayudaba con los arreglos de la casa, ya que para eso me habían enviado y para que no se sienta tan sola así que durante el día y la noche cuando podía, me limitaba a espiarla.

Un día ella estaba limpiando en la cocina los muebles donde guardaba los trastos, así que como quería hacer una limpieza a fondo me llamo para que la ayude, al entrar la vi subida en una escalerita sacando y moviendo cosas, yo le dije; tía deja que te vas a caer yo me subo, pero ella me replico que ya estaba ahí y que recibiera lo que me iba pasando.

Estando yo en una posición más baja que ella, sus rodillas quedaban a la altura de mis ojos y cuando se inclinaba para limpiar al fondo de la alacena, se le subía un poco más el vestido. Me paso la idea de agacharme un poco para poder ver ese paraíso que hasta el momento solo tenía en mi imaginación, así que mientras ella estaba distraída en su faena incline mi cabeza viendo su culo desde abajo, debajo de su vestido. Cada vez que ella se empinaba veía sus carnes blancas que para su edad estaban muy bien cuidadas, sin celulitis ni manchas en la piel, su calzón se metía por entre sus nalgas dejándome ver los pelos que salían de su concha sin depilar. Mi pinga se puso como un fierro y empecé a sudar frío.

Luego de terminar estas labores mi tía me dijo que como habíamos quedado tan empolvados, lo mejor sería que nos demos un baño, así que ella entro primero al cuarto de baño que daba a ambos cuartos, al mío y al suyo. Como ya era de noche deje la puerta de mi cuarto que daba al baño semi-abierta y desde la oscuridad vi cuando mi tía entraba al cuarto de baño con una bata. Ella pensó que yo había salido por lo que no se preocupó de cerrar la puerta que daba a mi habitación.

Desde mi escondite en la oscuridad vi que dejaba caer su bata dejándome ver su cuerpo de hembra madura, con sus senos bien formados los cuales tenían una aureola rosada con unos pezones en punta que parecían las tetillas de un biberón. No aguante más ese espectáculo y empecé a masturbarme teniendo la visión de su cuerpo enjabonado y húmedo. Luego salí por las dudas de la habitación y ella me dijo que entrara a bañarme, luego de entrar al baño me desvestí pero los recuerdos de ese cuerpo hicieron que se me parara, justo cuando mi tía pasaba por la puerta del baño abierta. Yo me quede como estatua y mi tía mirando mi pinga que estaba como un mástil apuntando hacia arriba. Fue un momento interminable hasta que ella bajo la cara un poco sonrojada supongo por la sorpresa.

A la hora de acostarnos esa noche escuchaba unos gemidos que provenían del cuarto de mi tía a lo que supuse que estaba llorando por algún motivo, al acercarme a su puerta y antes de tocar pude comprobar que eran gemidos pero de placer, mi tía se estaba masturbando, esa noche no pude dormir.

Al día siguiente cada vez que veía a mi tía, de solo verla caminar se me paraba el pene. Luego de hacer las labores de ese día cenamos y luego de una hora mi tía me llamo desde su cuarto, entre y la vi sentada en su cama vestida solo con un calzón pequeño y con sujetador, le dije “disculpa no sabía que te estabas cambiando” e hice el ademán que salía, ella me dijo que me quedara ya que había notado que sus senos se estaban cayendo un poco y que quería cambiarse de sujetador, me dijo “sostenme los senos con tus manos que quiero cambiarme de sujetador y no quiero que queden colgando”.

Me sentí en la gloria ya que sabía perfectamente que esa era la invitación que había estado esperando, se desabrocho el sostén y dejaron libres el par de tetas más deliciosas que he visto en mi vida, procedí a sostenerlas mientras ella hacia como que tomaba el otro sujetador que quería ponerse, dejándome sentir su calor en mis manos, instintivamente empecé a amasar suavemente sus tetas, sin retirarse me dijo “Que haces?” Le respondí “quiero besarlas tía”. “No quiero que las beses, quiero que me las chupes” me dijo mordiendo su labio inferior.

Me sumergí en el pecho de mi tía echándonos ambos en su cama, su olor a hembra ya no me dejaba pensar, quien iba a pensar que mi tía era una mujer tan ardiente, se movía apretando mi cabeza contra ella y me decía, “dime que me quieres hacer, dime que le quieres hacer a tu tía”, le dije “tía quiero lamerte toda, quiero lamer tu concha y tu ojete”. Nos desvestimos en media de una lucha que libero mi pinga de su prisión y que ella tomo cuando pudo diciéndome “tírame tu leche en la cara” y bombeaba con todas sus fuerzas dándome la mamada más rica de mi vida, empecé a lamerla como había dicho tomándome sus jugos que salían de su chucha y lengüeteándole el ano. La puse boca abajo y empecé a metérsela por la concha magreándole las tetas y besándola en el cuello. Acabamos rendidos luego de largo rato y de ahí en adelante dormimos todos esos días inolvidables de vacaciones haciendo el amor y yo disfrutando de esa hembra espectacular que era mi tía.

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