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A propósito de simbiontes

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Una aventura de Saúl y Regina que recordé por un correo que me enviaron preguntando cómo tener sexo con una mujer de más de setenta años. 

Hace unos días recibí por correo una pregunta de Xavi: “¿Ningún relato con el que deleitarnos a tus lectores?” Aunque tengo algunos personales que no he publicado, me da flojera tener que meterle tijera para quitar las cosas personales que no interesan. Pero, después de ése, recibí otro correo de Juan que señalaba:

“Te quería hacer una pregunta sobre la lubricación y cuidados para tener sexo con una mujer de setenta y tantos. En mi caso la experiencia que he tenido requiere de mucho pero mucho trabajo previo, ya sea con caricias y/o oral ahí abajo para lograr una lubricación y que no sea doloroso. También debe ser un sexo más calmado para evitar algún accidente. ¿Es así en tu caso?”

Mi respuesta fue que no, que mis hombres saben calentarme y me lubrico bien con sus palabras y caricias. Cierto es que primero me chupan, pero es porque les gusta cuando traigo atole de otro.

Más tarde, me quedé pensando en lo que me escribió Juan y recapacité en que tal vez se estuviera refiriendo a damas que hace tiempo que no tienen sexo, y volví a escribirle al respecto “En ese caso son más las complicaciones, la principal son las infecciones, pues, si no te pones condón, van a estar más expuestas a los bichos que tú acostumbras traer y quizá tengan que desarrollar anticuerpos o algo así. Eso es natural, pero te van a culpar a ti pues me acordé de dos amigas que tenían años sin pareja y ¡zaz!, le echaron la culpa al galán. El doctor sí regañó a una de ellas por su ignorancia, pero es porque no piensan que alguien sano las puede contagiar de algo, cuando son ellas las que no ejercen lo suficiente para tener defensas necesarias.

Aquí voy a relatar un caso de éstos, que, después de muchos años de no coger, Regina llamó a mi marido, pues ellos tuvieron muchos años de placer (tanto de casada como ya divorciada) cuando éramos treintañeros, para que lo ayudara en algo que seguro ella inventó para cogérselo. Yo no lo supe, sino que lo deduje después. Y no lo supe, porque cuando Saúl, mi esposo, me decía que iría con Regina para algo, salían mis celos y le reclamaba: “Sí, ‘es que yo no puedo’, eso dice la tonta, pero lo que quiere es tirarte”. Así, dejó de avisarme. No obstante, Regina llama con frecuencia para saludar, pues ella y su marido (cuando lo tenía) nos frecuentábamos ya que sus hijas son de la edad de mis hijos.

El caso es que Regina me habló por teléfono un día muy preocupada.

–Oye, te voy a hacer una pregunta, pero, aunque te molestes, por favor contéstamela: ¿Saúl o tú tienen alguna infección en las vías sexuales?

–¿Tú tienes algo y cogiste con él? –pregunté indignada.

–Te dije que no te molestaras, ni tampoco te queda hacerte de la pepa chiquita, no sueltas a tus amantes –contestó muy firme.

–Sí, tengo varios y desde hace años, ninguno tenemos algo, ni sus esposas, ¡pero verás cómo te va a ir si, por andar de puta, infectaste a mi marido! –le grité airadamente.

–Cálmate, te pregunté porque, después de muchos años que no hacía el amor, hace una semana que vino Saúl a ayudarme con un asunto…

–Sí, te conozco, ¡mosca muerta!, siempre dices “es que yo no puedo” y lo que quieres es tenerlo cerca –la interrumpí.

–Déjame terminar. Además, sabes que tu marido y yo hemos cogido, al principio fue por consolarnos pues tú le dijiste que no lo querías y yo sí. Lástima que no se divorciaron. Hace muchos años que no lo hacíamos y, el otro día, al tenerlo tan cerca…

–¡Te lo tiraste, que para eso es! ¿Verdad?

–Sí, yo lo amo desde entonces y sé que no le soy indiferente, pero te ama más a ti. ¿Me vas a dejar terminar? – me preguntó.

–Continúa, puta… –le dije con toda mi mala leche.

–Aunque no lo creas, además de mi exmarido y Saúl, sólo hubo uno más, pero no me satisfizo ni en la cama. Compara: ¿tres contra cuantos cientos? –preguntó tapándome la boca, y es que sí han sido más de cien, pero no llegué a doscientos…

–Volvamos a lo que estábamos –dije para no salir de pleito.

–Bien, hace rato fui a ver al médico porque tenía el clítoris y los labios interiores hinchados y con comezón. Él me dijo que tomara un antibiótico que me recetó y que también lo tomara mi pareja.

La plática siguió más calmada, pero yo estaba molesta y asustada. Anoté el nombre del medicamento y en la noche, en lugar de besos y caricias, hubo gritos y arañazos míos, y risas de Saúl.

Al día siguiente, mi marido fue a ver a Regina y ambos fueron con un médico, amigo de Saúl. Le tomaron una muestra a Regina y a los pocos días estuvo el resultado del cultivo: Vaginosis causada por un desequilibrio en la flora bacteriana que habita la vagina. Recomendación: Debido a la baja frecuencia de relaciones sexuales y que ya está más allá de la menopausia, debe usar protección cuando haga el sexo. Esto último, también dirigido a Saúl.

Cuando le pregunté a Saúl si ya había comprado el medicamento, me contestó: “No, no es necesario”, y me contó lo que acabo de explicar. “Puedes seguir cogiendo con los de siempre, fueron nuestros simbiontes los que a ella le causaron problema".

– ¿Te la vas a coger otra vez? –pregunté.

–Le haré el amor todas las veces que me lo pida, siempre con condón… –me contestó y le di una cachetada.

Saúl se carcajeó, me levantó la falda y me quitó los calzones para penetrarme. “Y a ti también, cada vez que tú o yo queramos”. Mi enojo fue desapareciendo y le grité “¡Vente, amor, a mí no me pasa nada!

Al día siguiente, ya digerido el enojo y reflexionando más, le hablé a Regina, para disculparme por lo que le había dicho y agradecerle su interés por mi salud. “Si vuelves a invitar a mi marido para que te haga el amor, no olvides ponerle un condón”, terminé diciéndole de manera conciliadora, aceptando que Saúl la ama.

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