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Afortunadamente todo se conjugó muy bien
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Aún no salgo de mi asombro. No me cabe la menor duda que soy muy afortunada pues algo que, por el azar, pudo salir mal, fue una experiencia hermosísima.

El lunes, como otros lunes, apenas se fue mi esposo a trabajar, salí de mi casa bien cogida por mi marido y sin bañarme para ver a mi amante quien le gusta lamer mi cuerpo muy sudado y con salpicaduras de semen, donde haya ocurrido debido al calor de dos días que estuvimos encamados mi cónyuge y yo.

Cuando llegué a su departamento, él ya estaba encuerado y con el pito bien parado.

–¡Qué urgencia tienes amor! –le dije dándole jalones al tronco y salió presemen, del cual ya tenía el glande cubierto.

Él me besó y me cargó para llevarme directamente a la cama, donde me depositó comenzando a encuerarme.

–¡Qué bueno que llegaste temprano! Estoy muy caliente y me la estaba jalando un poco mientras te esperaba –me dijo sin dejar de desvestirme, besando o lamiendo cada parte que quedaba al descubierto.

Yo me empecé a poner muy arrecha y cuando me quitó los calzones y lamió mi clítoris ya no lo dejé escapar. Lo tomé de la cabeza y me tallé la panocha con su cara. Él metió la lengua y empecé a soltar chorros de jugos. Yo sólo escuchaba cómo deglutía la mezcla de las venidas que me provocaba y el semen que me dejó mi marido. ¡De verdad que ambos gozábamos con el amor que mi esposo me dio!

–Dime ¿en qué pensabas cuando te la jalabas, nene? –le pregunté liberándolo un poco de la presión con la que recargaba mi pubis en su rostro.

–En saborear esta pepa y este culo con mi lengua –contestó antes de recorrer el periné con su lengua y llegar al ano donde metió la punta y las dejó libre del semen de mi cornudo que escurrió por las nalgas cuando él me enculó.

–¿No tuviste acción el fin de semana? –le pregunté creyendo que eso era lo que lo tenía caliente.

–Sí, buena parte de la mañana del sábado me fui a la casa de mi ex, donde llegué unos minutos después de que su amante salió después de haber pernoctado con ella.

–Lo dices como si hubieses estado esperando a que ella quedara sola.

–No esperé mucho, pero sí fue así. Ella me invitó a recibirme en cuanto se desocupara. “Ya salió” decía su mensaje, cuando lo vi subirse a su auto, contesté “Ya estoy abajo”. Apenas el amante pasó por donde yo me estacioné, bajé de mi carro y fui a tocar su puerta. Me abrió sólo cubierta por una delgada bata y me metí a su casa. Le di un beso quitándole la prenda para mamarle las chichotas, aún húmedas con los besos de despedida. La llevé cargada a su cama, con las cobijas revueltas y tibias que olían a sexo. Los vellos que ambos dejaron en el fragor del amor resaltaban en la blancura de las sábanas. Le chupé la panocha como te lo hago a ti y bebí el amor consumado… –me contó entre lamida y lamida.

–¿Te la chupó tu ex? –le pregunté antes de tomar su falo para metérmelo a la boca. Con unos cuantos jalones soltó dos grandes chorros que tragué.

–Sí me la mamó tan rico como tú lo haces –gritó en su venida y comenzó a jadear cuando se la jalaba para exprimirle la miel que aún tenía el tronco.

–¡Eres muy puta, Nena! –me dijo con los ojos cerrados antes de nombrarla. Era claro que aún la tenía en la mente con esa mamada que le di.

Sí, sentí tristeza de que no me amara así, pero también alegría por poder hacerlo tan feliz como ella.

–Y el domingo, ¿qué hiciste? –pregunté, más por simpleza que por curiosidad.

–Salí a pasear con mi esposa. En la comida se le pasaron las copas y se puso caliente al llegar a casa. Ella disfrutó de la cogida y queriéndome agradecer me preguntó que cómo quería ahora. “Mámamela, quiero venirme en tu boca”, le dije pensando en que por lo caliente me la mamaría, pero se enojó. “¡Tu sólo piensas en eso, no debiste de haberte divorciado de esa puta que a todos se las chupa!” Me dijo y allí terminó toda la magia.

Descansamos un poco y, mientras me lamía las axilas, el pecho, el ombligo y otros lugares donde mi esposo suele llenarme de semen, me contó que tenía una reunión con sus socios. Me levantó y me llevó a la ducha, ahí me enculó a petición mía y, después de enjabonarme, me cargó obligándome a, colgarme de su cuello me cogió riquísimo viniéndose una vez más. Nos secamos y vestimos.

Me llevó al mercado cercano a mi casa, donde hice las compras de lo que aún me faltaba para preparar la comida de ese día. Al llegar a la casa, inicié con mi rutina. Mi hija se ofreció a ayudarme en la preparación de los alimentos. En eso estábamos cuando llegó Ramón, mi esposo.

–¿Qué pasó? ¿Por qué regresaste a esta hora? –pregunté asombrada, después de darle un beso y continué lavando legumbres, pero también agradeciendo al cielo que Bernabé hubiera tenido junta con sus socios, de otra manera, quizá aún estuviéramos cogiendo.

–Se me olvidó que hoy harían inventario y cuando llegué me encontré con otro par de compañeros igual de olvidadizos, así que nos fuimos a echar unas copas, pero pronto se terminó el asunto, así que me vine unas horas antes de lo previsto. “pero traigo mucho filo” –me dijo esto último al oído acariciando mi nalgas –Vamos a la recámara y dile a mi hija qué haga en la cocina, porque tú tienes descanso.

Mi hija, sonriente de ver cómo estaba mi esposo de urgido, recibió mis instrucciones y se puso a trabajar. “Así se pone de impertinente cuando está borracho”, le dije al quitarme el delantal. “No estoy borracho, estoy arrecho” contestó Ramón tomando mi mano para llevarme a la alcoba. Ciertamente, no estaba muy tomado, pero sí muy caliente.

–Apenas puedo creer que no te fueron suficientes dos días de cama –le dije antes de irme al baño, pero no me dejó. Me encueró de inmediato y él sólo se bajó el pantalón y la trusa. Me tiró en la cama y me penetró.

–¡Mmhh, hueles a jabón y no a fritangas, que bueno que llegué a tiempo! –me dijo sin dejar de besarme y moverse cada vez más rápido, hasta que se vino.

Aún estaba él sobre mí y con trabajos traté de quitarle la ropa, pero sin querer impedir el reposo que requiere el completo disfrute del orgasmo, así que lo tiré hacia el colchón y terminé de desvestirlo. Mi marido dormitaba y se me antojó chuparle el pene para dejárselo limpio y saborear su amor. Él, me acomodó en pose de 69 y se puso a lamerme la panocha con mucho deleite. ¡Me sentía en las nubes! No me creía que lo hiciera mejor que otras veces. Después fue al culo y me chupó riquísimo. Yo no dejaba de jalársela, apretarle los huevos y lamerle todo lo que podía de su herramienta. Me metí sus dos pequeñas bolas en la boca y jugué con ellas paseando la lengua y sentí un chisguete de semen en la mejilla. Ramón seguía chupando mi panocha desenfrenadamente y me puse a chuparle el glande para sorber su semen.

–¡Te amo, Mar! –exclamó al soltarme y dejó sus brazos extendidos en cruz –. Tienes razón, con leche sabes más rica–… me dijo y me acordé que también traía yo la venida que Bernabé me dejó en la ducha.

Así fue como mi esposo se tomó la leche de mi amante, revuelta con la de él y todas las venidas que ellos me sacaron. Después de comer, fue a dormir, pero yo me lo volví a coger cabalgándolo. Cuando se vino, puse mi pucha sobre su cara. “Toma, papi”, dije, él abrió la boca y lamió…

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Autor
Mar1803
Mar1803
Soy ama de casa, vivo en algún lugar del bajío. Participé con varios relatos, todos de mis infidelidades que iniciaron porque mi marido no quería chuparme la panocha (ya lo hace, pero no he podido dejar de tener otros encuentros). [email protected]

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