Nuevos relatos publicados: 13

Ana, la oficina y las luces de la ciudad

  • 19
  • 30.857
  • 9,50 (2 Val.)
  • 2

Recién comenzaba 2019 y también el último año de mis estudios en la universidad, por esa razón la mayoría de mis amigos me dijeron que intentara encontrar un trabajo desde ahora para que cuando saliera de la escuela no me costara tanto tiempo y ya tuviera algo más de experiencia laboral.

Logré concretar unas tres entrevistas en un lapso relativamente corto, la tercera y última de ellas es dónde todo comienza.

En fin, llegué a ese noveno piso y encontré la puerta que buscaba. Al entrar, lo primero que vi fue a tres chicas y dos chicos de aproximadamente mi edad, sentados en escritorios individuales trabajando; saludé a la chica más cercana y antes de que yo lo preguntara ella me dijo: “Vienes a entrevista con Ana, cierto.”, enseguida le confirmé. Ana estaba ocupada por lo que esperé unos minutos en una sala dentro de la oficina, mientras observaba como los cinco chicos platicaban entre ellos y parecía que se llevaban bastante bien. De repente salió la señora Ana de su oficina y me invitó a pasar para realizar la entrevista, era una mujer muy guapa y conforme transcurría la charla notaba que era muy amable y carismática también, pero la verdad en ese momento me sentía más atraído por los que podrían ser mis futuros compañeros al ver el buen ambiente e identificarme totalmente con ellos.

Pasó como una semana y recibí un correo de que había sido seleccionado. Algunos días más tarde me presenté a mi primer día de trabajo. Rápidamente sentí que mis compañeros me dieron la bienvenida y la confianza con mi jefa y mis ya amigos crecía.

Poco a poco empecé a ver con otros ojos a mi jefa, sentí que me estaba atrayendo como ninguna mujer en mi vida antes, en ocasiones íbamos vestidos formalmente a la oficina porque usualmente nos visitaban potenciales inversionistas para la empresa y tal vez eso, verla usando vestidos, algunos con escotes realmente dignos de ver, tacones altos, sus uñas rojas perfectamente esmaltadas y su cabello suelto despertó un deseo enorme dentro de mí.

Comencé a imaginar tantas cosas con Ana y a prestarle particular atención, al mismo tiempo creía que únicamente todos esos pensamientos se quedarían en mi mente porque yo aún era un estudiante, y ella una mujer hermosa y con su vida asentada. Yo soy delgado, moreno, francamente nunca he pensado que soy un hombre apuesto, digamos bastante normal o promedio por decirlo de alguna forma, Ana por el contrario era de tez blanca, rubia, cabello lacio, su cuerpo se veía en buena forma física ya que hacía ejercicio, sus pechos eran al menos a simple vista de un tamaño normal pero se veían preciosos, su culo no era muy grande pero estaba bien marcado y redondo.

Sentí una gran necesidad de saber más de ella, no pude evitar preguntar a una de mis compañeras si era casada, ella me dijo que estaba divorciada y tenía dos hijos. Busqué a mi jefa por Facebook e Instagram, pero no le quise mandar solicitud. Al día siguiente yo iba algo tarde a la oficina cuando llegando al edificio vi bajar a Ana de un auto, algo raro porque ella tenía el suyo, antes de entrar la esperé sin importar que viera que iba tarde, me vio y me dijo que su carro no quiso prender y tuvo que pedir Uber, entramos y la jefa de recepción nos comentó que el elevador no podría usarse por unas horas, teníamos que ir por las escaleras hasta el noveno piso. Ana me dijo que no teníamos otra opción, nos dirigimos a las escaleras y no eran lo suficientemente anchas para ir juntos por lo que la dejé pasar primero, por primera vez y con plena conciencia y emoción iba mirando su culo tan cerca de mi rostro, moverse de un lado a otro sin ninguna restricción, lo empecé a disfrutar demasiado y me comencé a excitar, todo ese día en la oficina no podía dejar de pensar en eso, sentí un calor recorrer mi cuerpo y me propuse masturbarme pensando en lo que había visto.

Camino a casa sólo tenía una misión, para mi sorpresa no había nadie cuando llegué, busqué las fotos de Ana en Facebook y mientras las miraba y recordaba el evento que había sucedido sentí como mi pene empezaba a crecer y ponerse duro, me masturbé pensando en ella imaginando esas nalgas carnosas siendo mías por un buen rato, acabé en la ducha imaginándola siendo mía ahí también.

Pasaron unos pocos meses y cada vez mi relación con Ana era más cercana, hablábamos ya de cosas más personales, me contó de su divorcio, sus hijos, su vida y yo de la mía, varias veces íbamos a diferentes lugares fuera de la oficina por cosas del trabajo. Alguna vez llegamos a hablar de relaciones, parejas y sexo aunque superficialmente y sin insinuar nada ninguno de los dos, pero hubo un momento en que me preguntó cómo me gustaba una mujer, le dije que en realidad siempre me atrajeron las mujeres mayores, como maestras que tuve en la escuela, siempre cuidé el ser respetuoso y no decir más de la cuenta y únicamente responder lo que había preguntado, era una mujer empática y muy abierta pero sentí que con mi respuesta apareció un poco de vergüenza en su rostro.

Hasta que un buen día, finalmente vi que ella también podría sentir algo por mí, tuvimos una reunión de trabajo con personas importantes y ella iba muy bien arreglada, se veía hermosa, más de lo habitual, llamaban la atención sus senos queriendo salir por encima de su escote y unas medias negras que pude ver le llegaban a los muslos, al acabar la reunión me pidió que la acompañara a recoger unas cosas que iba a necesitar en una bodega que tenía la empresa dentro de un estacionamiento subterráneo, era un día en el que ya con normalidad hablábamos como si fuéramos los más íntimos amigos, no podía dejar de verla en el auto, ella conducía y noté que Ana empezó a sentir mi mirada constante y con cierto deseo, ansioso de que algo sucediera ya no lo pensé más y le dije que se veía hermosa, que de hecho siempre era así, se río y me devolvió el cumplido.

Me recordó lo que un día le había dicho sobre mi gusto por las mujeres mayores, en una risa un tanto cómplice me dijo: -“A poco sí andarías con una mujer de mi edad”- le dije que sí, que nunca había salido con alguien así pero sin duda estaba en mi mente hacerlo. Yo le pregunté si ella había salido con un joven me dijo que no, y le dije que si lo haría, ella respondió: -“Sí, ¿por qué no?”.

Llegamos a la bodega y no había nadie ahí, estaba oscuro y me estaba imaginando todo lo que podía pasar. La miré en la oscuridad desde mi asiento y le dije en verdad lo hermosa y atenta que me parecía desde que la conocí, ella sonrío y me tomó del hombro y me dijo que estaba feliz de que nos hubiéramos conocido, nos miramos fijamente de nuevo y poco a poco nuestras bocas se fueron acercando hasta que nuestros labios se dieron un beso dulce y delicado, puse mi mano sobre su pierna y le pregunté si le molestaba, me dijo que no e hizo lo mismo, nos dimos otro beso, igual calmado y tierno sentía el sabor de sus labios y me estaba excitando demasiado. De pronto escuchamos el sonido de un auto aproximándose y vimos la luz entrando a través de los vidrios, nos separamos y ella arrancó su auto, me dijo que ya no íbamos a entrar por las cosas que necesitaba pero que iríamos el siguiente día si no tenía problema y si deseaba acompañarla, por supuesto le dije que sí.

Me dijo que tenía que ir por uno de sus hijos y que si me podía dejar en una parte del camino le dije que sí, nos fuimos todo ese rato en silencio pero cada quien con su mano sobre la pierna del otro, al llegar a donde yo me quedaría tenía el pene súper erecto y ella lo vio cuando quitó su mano para que yo bajara, sentí que permaneció un instante viéndolo. Nos despedimos con un beso en la mejilla y le dije que yo la acompañaba al otro día por las cosas, me dijo que sí.

En la mañana en la oficina Ana venía con un vestido igual de espectacular incluso mejor, pero cubría sus pechos con una especie de poncho, sentía que el momento se acercaba y era paciente. Ya en la tarde ella salió de su oficina y frente a todos me dijo que si la podía acompañar por unas cosas a la bodega, ya casi eran las seis, nuestra hora de salida, una de mis compañeras me dijo que ya todos se iban y se burló porque saldría más tarde, no tenía idea de nada. Nadie tenía idea.

Cuando todos se fueron y sólo quedamos nosotros, miré a su oficina y ella se quitó el poncho, ahí estaban esas tetas que tantas veces soñé y que siempre me exprimían hasta dejarme seco. Entré a su oficina y le dije que si me podía sentar, ella aún estaba frente a su computadora, me dijo que estaba terminando algo, que ya le faltaba poco, me fui acercando a ella y como el día anterior puse mi mano en su pierna, al acercarme veía sus pechos sobresalir de ese escote y esta vez los miraba sin ningún tipo de reparo, sutileza o disimulo. Sonrió, apagó la computadora, me miró y nos besamos, ya sentía mi sangre fluir velozmente por todo mi cuerpo y como lentamente nos proponíamos culminar lo que habíamos empezado en el estacionamiento.

Nuestro beso se fue haciendo intenso y apasionado pero sin prisa, realmente sentía algo diferente, era como si toda su experiencia en la vida me la aventara en la cara, Ana me tomó del cuello y yo empecé a sentir la piel de su espalda y sus brazos con mis manos, cuando después de unos minutos así separamos nuestros labios nos miramos fijamente a los ojos y vi que debajo, su escote me invitaba ferozmente a descubrir que era lo que estaba justo ahí, tenía varios lunares y pecas en su pecho y brazos, eso me la empezaba a poner durísima, besé su cuello y bajé al pecho y hasta sus brazos, algo flácidos tal vez por su edad pero me encantaban, ella decía: -“Mmmm, qué rico”-; la cargué y me senté en su silla y la puse frente a mí viéndonos cara a cara sentada sobre mí, quería que ella sintiera como tenía mi pene por ella y lo sintió y se empezó a mover de adelante hacia atrás. Nos besábamos, no hablábamos y ella me comenzó a desatar el nudo de la corbata, nos fuimos desnudando, cuando ella se quitó el vestido sentí temblores en mi cuerpo, no creía lo que estaba pasando, estaba en la oficina con mi jefa sobre mí, únicamente ambos ya con nuestra ropa interior.

Con mucha delicadeza le insinué que quería ver lo que estaba escondido, ella dijo:

-A: Yo primero.

Se levantó un poco de mi regazo y comenzó a quitarme el bóxer, yo evidentemente estaba a punto de explotar, cuando me lo quitó finalmente sentí la humedad de su cachetero negro sobre mi pene descubierto, en seguida desabroché su bra y al fin pude ver sus hermosos pezones rosados plenamente levantados, eran de un tamaño mediano, sus senos se veían algo más grandes de lo que parecían aunque tampoco sin exagerar, instantáneamente los comencé a apretar suavemente con las manos y chuparlos como un bebé, hacía círculos sobre sus pezones con mi lengua, a ella le gustaba y a mí mucho más. Ana preguntó con una voz suave:

-A: ¿te gustan?, ¿te gustan los vestidos que hacen que los resalte?

-Y: Me encantan, siempre me han encantado.

-A: Qué rico se siente, sigue comiéndotelos mi amor.

Aumentaba mi intensidad al chuparle los pezones y le deba tenues mordiscos utilizando mis labios, sentía como me regalaba sus primeros gemidos, muy suaves.

Nos levantamos de su silla y la volví a sentar en ella, me puse de rodillas en el suelo y comencé a besar sus chamorros, así poco a poco hasta ir llegando a su vagina, la empecé a chupar aún con sus cacheteros puestos, finalmente se los retiré cuidando que no le quitara sus tacones, por alguna razón me pone muchísimo coger y que una mujer se deje sus tacones puestos, ahora sí me disponía a comer toda esa puchita rosa y peludita cuando puso su mano en mi frente como diciendo alto, en ese momento sacó de un cajón un lubricante y con dos dedos tomó algo de él y se lo colocó, sentí que no era necesario, los dos estábamos mojados pero tampoco dije nada, al final iba a ayudar.

-A: Ahora sí, ¿qué esperas bebé? – dijo con una voz más dominante.

Me acerqué y fácilmente ya se podía ver su clítoris excitado queriendo recibir un poco de amor, con mi lengua tomé un poco de lubricante que estaba en su vulva y comencé a chupárselo, no tardó mucho en comenzar a gemir aunque lo hacía suavemente como si no quisiera que los vecinos de oficina nos pudieran escuchar, también sentía como la respiración de Ana iba cambiando y me ponía sumamente caliente el hecho de saber que yo le estaba provocando este placer.

Después de unos pocos minutos sacaba y metía mi lengua con cierta rapidez en su clítoris, Ana con su mano se metía mientras dos dedos en la panocha y dijo que pronto se iba a venir, empecé yo también a sentirlo en su cuerpo y en un momento sentí como tenía un orgasmo, yo seguía en el suelo y ella al tenerlo subió su cadera y entrelazó sus piernas sobre mi cuello, quedé algo arriba de su vagina y totalmente mojado de la nariz a la boca le besé su monte peludo y levantado.

Se levantó de la silla, tomó de nuevo dos dedos de lubricante y los frotó en mi pene, comenzó a masturbarme lentamente.

Me besó en la boca y dijo:

-A: ¿me dejas ahora a mí chuparte todo eso?

-Y: por supuesto, no sabes cuánto te deseaba así Ana.

Bajó y empezó a chuparme los huevos como una maldita loca, me encantaba, era toda una perra la carismática Ana, ella lo hacía sin calma ya, y lo hacía demasiado bien, a diferencia de ella yo sí iba rasurado totalmente de los huevos y el pene en general, esa sensación de su lengua en mis testículos era brutal, realmente me estaba llevando a un lugar donde nunca había estado.

Ana procedió a chuparme el pito, movía la lengua rozando mi glande de una forma espectacular, mis piernas se me doblaban del placer ella lo notaba, iba de fuera hasta dentro sin atragantarse, era una experta, una autentica puta. Seguía y seguía

-Y: Te encanta la verga entonces eh. – le dije mientras nos mirábamos a los ojos y ella tenía todo mi pene en la boca.

-A: Un poquito. – se puso a reír sarcásticamente.

Lo hacía tan bien que sentí que pronto me iba a venir por lo que le dije que se levantara y que cambiáramos de posición en lo que descansaba un poco de esta perra.

Recargué mis nalgas sobre el escritorio y la jalé de su cadera hacia mí.

-A: Métela con cuidado papi, poco a poco eh.

Y: Claro que sí mi amor, me encantas, me pones pendejisimo, soy tu puto juguete, úsame, destrózame.

Metí mi verga con cuidado como Ana dijo, aun así y estando perfectamente lubricado todo ese lugar, sentí un pequeño estallido dentro de ella y soltó un pequeño suspiro.

Empecé a cogerla poco a poco, iba sintiendo como toda su esencia estaba empapándose sobre mi verga, la sensación de sus labios era celestial presionando mi pene, gemía y yo también lo hacía.

-A: Delicioso, dame más, dame más, no pares cabrón.

-Y: Qué hembra, me estás volviendo loco Ana.

Mi pecho pegaba con su espalda, intensifiqué mis movimientos para penetrarla y ella comenzó a gemir un poco más, agarré sus pechos y los apretaba y frotaba, ella arqueando su brazo y cabeza hacia atrás me tomó el pelo y lo jalaba para acercar mi cabeza y besarme.

-Y: Me encantan tus pinches tetas mami, las adoro más que a mi puta vida, te imaginé así tantas veces. Haciéndome tuyo.

-A: Yo también te imaginé así metiéndome la verga como un animal papi.

-Y: eres una perra Ana, amo todo lo que me haces sentir.

-A: ponme de perrito imbécil, me encanta así, quiero sentir tu leche dentro de mí.

Ya estaba oscuro de repente, y aunque podíamos encender la luz porque los cristales no permitían que de fuera se viera Ana sólo encendió una lámpara que iluminaba lo suficiente para ver nuestros cuerpos hirviendo de placer.

Ana se colocó de perrito apoyando sus codos sobre la ventana, lubriqué mi pene y esta vez lo metí en su vagina sin tanto cuidado, ella gritó y suspiro.

-A: Hijo de puta, con cuidado. –dijo seria por lo que me salió instintivamente un “perdón”. Se río y dijo:

-A: No pidas perdón tarado, cógeme ya, hazme toda tuya, soy tu maldita hembra, dame tu lechita.

La cogía con firmeza y a un ritmo increíble, se notaba que le gustaba así, gemía más que antes y lo hacía más fuerte, esos gritos me ponían al mil, su cabeza se iba hacia abajo por el placer, la tomé del cabello y la jalé hacia atrás con cierta fuerza. Con una mano le sostenía el cabello y con la otra comencé a nalguearla, sentí que la excitaba y rápidamente sus nalgas se pusieron rojas al tener su piel blanca.

-Y: ¿Te gusta pinche putita? Eres una diosa Ana, me tienes a tus pies.

-A: me encanta y me encanta que me hables así, eres un pinche enfermo también. No pares, así, así, hasta adentro métemela.

En ese momento levanté mi cabeza para respirar profundo y tratar de aguantar un poco más y vi su reflejo y el mío en la ventana siendo uno mismo en ese instante, entregándonos en cuerpo y alma el uno al otro, absolutamente poseídos, también hasta abajo en la carretera la vida parecía seguir su ritmo de siempre aunque era como si nosotros en ese momento viviéramos sólo para nosotros, la luces alumbrando la ciudad, los autos, el tráfico, la gente caminando o trabajando en el edificio del frente, el mundo entero era testigo y seguro con algo de envidia miraba lo que Ana y yo teníamos en ese momento, era mágico, romántico y salvaje.

De repente me dijo que se iba a venir, y yo también quería terminar dentro de ella, empecé a moverme con mayor vigor, los dos estábamos cerca de ese momento. Gemíamos ambos y la ventana comenzaba a empañarse un poco.

-A: Dámelo todo papi, préñame, préñame.

Eso me excitó aún más y finalmente le dije que me iba a venir sentí también como su vagina se contrajo y ella me decía que también estaba cerca, al fin eyaculé los dos dimos un suspiro casi al mismo tiempo y nos tumbamos en la silla, ella se sentó sobre mí y nos besamos. Sentía caer mi semen y los fluidos vaginales en mi entrepierna.

-A: Qué rica lechita, estaba calientita, ¿te gustó?

-Y: me encanto, me encantas pero no hemos terminado.

-A: ¿ah no? – preguntó ella sorprendida.

Yo quería volver a cogerme a ese mujerón. Aunque honestamente estaba rendido y mi pene lo demostraba. Le dije que me diera unos minutos, que realmente quería hacerlo otra vez y ella me dijo.

-A: no tenemos ninguna prisa.

-Y: ¿Quieres ir al sofá de la sala y nos acostamos?

-A: Claro, vamos.

Salimos de su oficina y fuimos a la sala, ya ella ahí se quitó los tacones, también me dijo que se había cansado. Fuimos tomados de la mano y desnudos recorriendo el pasillo por el que todo el tiempo pasamos, ahora hacerlo así se sentía tan excitante. Pusimos una sábana para no manchar el sofá y nos acurrucamos, Ana me tocaba suavemente el pene y lo masajeaba, rápidamente se me volvió a parar, pero decidimos quedarnos así por un rato, nos acariciamos y nos dábamos besos tiernos, por alguna razón eso me empezó también a excitar mucho, imaginar que Ana en ese momento era mi mujer y que eso se sentía estar al lado de una mujer empoderada y exitosa.

Un rato después sonó su celular y me dijo que uno de sus hijos necesitaba que fuera a casa porque tenía algo de temperatura, pero me dijo que antes teníamos que acabar aunque fuera rápido, me sorprendí que en ese momento me pusiera por encima de uno de sus hijos.

-A: iré a llevar al doctor a mi hijo pero antes vuélveme a coger papi, aunque sea rápido, perfora mi coñito otra vez, pero esta vez acaba en mi boca ¿sí?

-Y: Claro, me encantaría eso amor.

Ana me montó, yo estaba acostado y ella sentada sobre mi verga, agarró mi pene y lo introdujo en su vagina, aún estaba húmeda, se movía con más intensidad, realmente quería estar ahí pero tenía que irse.

-A: Déjame llevar el control bebé, tú disfruta, yo te voy a acabar, ahora tú eres mi perrita.

-Y: Amo serlo, vamos acábame, acaba conmigo mi amor.

Ana tomó mis manos y las puso en sus tetas, verlas rebotar y escucharla gemir me indicaba que iba a terminar en pocos minutos y que bueno que era así porque esta puta me estaba matando.

De nuevo sentí las contracciones de su vagina y le dije que también iba a venirme, gemíamos los dos como la primera vez, nuestra respiración era agitada y nuestros cuerpos estaban calientes, saqué rápido mi verga y ella se puso de rodillas y sacó la lengua para que ahí terminara.

-A: ya casi mi amor, ya casi, vamos dámela, es mía, me pertenece y la quiero.

Mientras con sus manos sobaba mis testículos para hacer más placentero el momento.

Me vine al fin y ella la saboreo y vi que algo del semen lo comió, me besó y me dio las gracias por esa velada. Entendí que tenía que irse y dije:

-Y: veté, ve con tu hijo yo limpio todo y cierro la oficina, no te preocupes.

Mientras se ponía su ropa sonrió, fue hacia mí y dijo.

-A: Muchas gracias. La pasé increíble, hace mucho que no disfrutaba tanto, y gracias por demostrarme que aún hay caballeros, eres una persona muy linda.

-Y: Gracias a ti por darme la mejor noche de toda mi vida.

Ella se fue y me quedé un rato en la silla de su oficina desnudo y masturbándome un poco más pensando en la noche que habíamos tenido.

Al fin, mi fantasía era una realidad.

(9,50)