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Andrea compartiendo a su hermano

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Durante mucho tiempo, Marcela acostumbró a pasar por Andrea para ir a la escuela, en el último año de prepa y con los dieciocho años recién cumplidos, ambas tomaban el transporte a unas calles de casa. Las dejaba a dos calles de la escuela, rutina diaria desde hace ya varios años. La cosa cambió un día de regreso a casa.

Desde que salieron de la escuela, notaron que un señor caminaba muy cerca de ellas. Pensaban que como muchos, estaba embobado por las faldas y shorts que acostumbraban vestir. Ese día Andrea llevaba un vestido corto floreado, sus nalgas se dejaban ver a través de la tela, su cara siempre coqueta iluminaba el camino. Mientras Marcela prefería usar minifaldas ajustadas, ese día llevaba una de color negro, sus nalgas redondas se amoldaban a la perfección. Así que no le hicieron mucho caso al tipo detrás de ellas. Tanto que no notaron que subió al transporte tras ellas.

También estaban acostumbradas a que los hombres en el trasporte intentaran tocarlas o rozar sus vergas contra sus apetecibles culos, incluso sentadas, sentían como se los restregaban en los hombros casi queriendo rozar sus caras.

Bromeaban con eso, pues se sabían hermosas, les gustaba sentirse deseadas.

Platicando de todo y nada, el tipo detrás de ellas, recargaba su verga en uno y otro culo. Aprovechaba los cada que frenaba o arrancaba para recargarse.

Ellas aunque se movían, solo lograban darle pretexto para cambiar de culo, en el cual reposar su verga cada vez más dura. Hasta que bajaron.

—¿Que pedo con ese viejo? —Le decía Marcela abriendo los ojos muy molesta.

—¡Pinche viejo puerco! Ni disimulaba.

—¡Siento que ya me hizo gemelos no mames!

—¡No mames!

Ambas rieron mientras se acercaban a casa de Andrea, donde su hermano recién graduado y desempleado Gustavo de veintiséis años ayudaba a su madre a cambiar sus macetas.

—¿Dónde se sentaron? —Preguntó él, señalando sus faldas.

—¡Cuál si nos vinimos paradas todo el camino —la madre de Andrea se acercó a ellas mirando sus nalgas.

—¿Por qué, qué traemos? —preguntó Andrea mientras pasaba la mano por sus nalgas y un líquido viscoso respondía su incógnita.

—¡No mames guácala! —Dijo Marcela comprobando que ella también estaba manchada, su minifalda tenía unas manchas blancas que escurrían un poco.

—¿Qué Es esto? —Preguntó Andrea, aunque sabía la respuesta.

—¡Hay niñas! —su madre abrió la puerta para que ambas entraran. Mientras Gustavo se limitó a mirar aquello con muy mal humor.

Cuando estuvieron en el baño, Andrea constató que además de su vestido, tenía semen en el cabello. Mientras Marcela parecía balancear esos trazos blancos en ambas nalgas.

Gustavo se acomodó en un costado de la ventana, desde afuera veía como la falda de Marcela caía al piso, imaginaba esas nalgas, pero verlas ahí en su casa era una suerte que no esperaba. A un lado su hermana se quitaba el vestido y la ropa interior hasta quedar desnuda. Aunque era extraño por ser su hermana, el ver su panochita rasurada y ese culito duro y redondo también lo disfruto.

—¡Báñate no mames, ahorita te presto ropa!

—No me van a quedar, mi culote no entra en tu ropita.

—¡Entonces te pones algo de mi mamá!

—¡Ya metete, y hazme cancha!

Gustavo se sacó la verga y mirándolas bañarse, se jalo la verga hasta venirse sobre la pared. Luego las vio salir mojadas y tuvo el impulso de masturbarse nuevamente. Pero su madre lo llamó con un grito.

—¡Gustavo!

—¡¿Qué pasó mamá?!

—Mañana las acompañas y en la tarde las esperas, no van a andar solas estas niñas.

Salieron del cuarto de Andrea, su amiga traía puestos unos short que eran obviamente una o dos tallas más chicos. Ese culo se salía por todos lados.

—Mientras acompaña a esta niña a su casa.

—Ok, vamos.

En el camino, Gustavo a pesar de ser mayor, estaba cohibido con ella. Siempre le gusto. Aunque la trataba como tonta. Marcela en cambio estaba enamorada de él desde que se va en primaria. Aunque dejó de soñar cuando conoció a su novia.

—¿No se dieron cuenta?

—obvio no, nos hubiéramos quitado que asco.

—Es que… también se visten… pues…

—¿O sea que yo tengo la culpa?

—No, no dije eso —se sonrojó y agachó la cabeza.

—Pues el que nos vistamos como nos vistamos no les da derecho… —tomó un tiempo para acomodarse el short que se metía entre sus nalgas, ante la mirada atenta de Gustavo.

—No te queda...

—¡En serio! Mira se me salen las nalgas —levantó el culo para mostrárselo y el agradeció en sus adentros.

—Bueno, llegamos.

—Te veo mañana —Se despidieron con un beso en la mejilla y el espero a que entrara para atesorar esa imagen en su mente. Luego pasó el día viendo a su hermana e imaginándola desnuda. Así por la noche soñó que era él el que apretado en el transporte vaciaba muchísimo semen en las nalgas de ambas. Despertó sudado y aún erecto.

—¿Y esas trenzas? —Preguntó Gustavo de forma burlona.

—No me vuelven a manchar mi cabello. ¿Me veo mal?

—No… Pero…

—¡apúrate que ya casi llega su amiga!

—Su novia, te acuerdas cómo se encelaba viéndolo

—Era una niñita —dijo el ya sonrojado.

—Pues ya no es una niña, y está mejor que la rara esa con la que andas.

Sonó el timbre y al salir, Marcela vestía unos jeans de piel, marcaban tan bien su silueta que Gustavo no le quitaba la vista de encima.

—Cierra la boca hermanito, se te va a caer la baba.

—¡Hay niña como sales así!

—Pues como Gus va con nosotras, ya puedo andar más tranquila, ¿y ahora tú?

—Bueno, vámonos —Dijo Andrea con sus trenzas y su vestido corto.

Como cada mañana el transporte venía muy lleno, avanzaron al fondo y ambas se colocaron frente a Gustavo que, como guarura miraba con ojos de odio a todo aquel que volteaba a ver esos culitos coquetos y redondos, jóvenes, deseables, apetecibles. Su verga estaba dura. Endureció aún más cuando frenó el autobús y Marcela se abrazó a él.

—¡Aaay me caigo!

—¡deja de estar de zorra! Se va a enojar su novia Lucifer.

—Luisa Fernanda —corrigió el, tomando por la cintura a Marcela.

—Como sea, pinche vieja odiosa.

—¿Me puedo ir así? —Dijo acercando más su cuerpo al de él, sentía ese bulto a la altura de su ombligo. Le gustó y se pegó más. Mientras Andrea reía viendo la cara de jitomate de su hermano.

Cuando llegaron, él aprovechó para mirar a las compañeras de su hermana, todas tan sabrosas. Extrañaba la escuela. Por la tarde apenas salieron, el con gesto de su mano las llamo.

—¡nos vas a espantar a los galanes! —Dijo Andrea pegándole un pequeño derechazo en el abdomen como forma de saludo.

—¡Yo no tengo! —Se apresuró a decir Marcela.

Los tres subieron al transporte, ellas en su plática olvidaron a Gustavo, que solo se limitaba a escucharlas sin entender un carajo. Así pasó las primeras y casi la segunda semana. Marcela ya usaba el cuerpo de Gustavo como soporte de ida y vuelta. El ya acostumbrado, le agradaba, pero le gustaba más que Marcela pasaba tiempo en su casa. Podía estar tras ellas sin que hicieran ningún reclamo.

—¿Quieres agua? —Preguntó Andrea dirigiéndose a la cocina.

—Mejor una cerveza.

—Ándale, te mando borracha y me matan tus papás.

—Bueno agua.

En cuanto se perdió en la cocina, Marcela brincó y se sentó en las piernas de Gustavo que se vio sorprendido, más por el beso que ella le plantó de improvisto.

—¡¿Pero… que?’

—¿No te gusto? —Preguntó ella aún a centímetros de sus labios.

—Si, mucho… Pero… —lo interrumpió con otro beso que él pudo contestar. Andre se quedó en el umbral de la puerta y regreso con los vasos. Le quería dar tiempo a su amiga. Más por el odio a su cuñada que por la amistad que tenía con Marcela. Aunque en su refrigerador había mucha cerveza Andrea pretexto algo para dejarlos solos.

—¡Voy por un six a la tienda, no me tardo!

Los dos en la sala no se separaban y las manos de Gustavo buscaban esas tetas hermosas, ella se dejaba, sábana su pecho, se sentó de frente a él para que pudiera sacar sus tetas, chupo sus pezones rositas. Con el ritmo cardiaco a todo lo que daba.

—¡Que rico!

—Déjame ver tu culo, Marcela se levantó y de espaldas a él se bajó el pantalón ajustado, sus mangas salieron como si fuera un premio, el reclamo con ambas manos. Andrea que solo hizo sonar la puerta, no perdía detalles de cómo su amiga se estaba revolcando con su hermano.

—¡Nos va a ver Andrea!

—¡No me importa! —Dijo ella levantándole la camiseta y besar sus pectorales duros.

—Ven, vamos a mi cuarto.

—¡Vamos!

Se perdieron en el pasillo, pero ante tanto deseo, olvidaron cerrar la puerta. Andrea se acercó sigilosamente y a un costado de la puerta miró como Marcela le sean el pantalón a su hermano. Dejando al aire una verga de buen tamaño y totalmente dura.

—¡La voy a meter en mi boquita!

—¡¿en serio me la vas a…?!

La respuesta fue instantánea, Marcela separó sus labios para que la verga de Gustavo entrará. Mientras en la puerta, Andrea comenzaba a mojarse mirando como su amiga le comía la verga a su hermano. Busco con su mano debajo de su ropa, sintiendo su humedad comenzó a complacerse.

—¡siempre quise mamar esta verga!

—¡Eres muy buena!

—Me encanta mamar verga… —cada que lo miraba, se excitaba más, el estaba muy caliente con aquella boquita succionándole la verga. Igual que su hermana que no paraba de frotar su panochita.

—Me voy a venir… aaaah!

—¿Me los trago? —El no respondió nada, solo cerró los ojos mientras el semen surgía y encontraba refugio en aquella boca.

—¡aaaah aaaaah aaaah!

—¡mmm! ¡Mmmmg!

Cada gota pasó por la garganta de Marcela que seguí chupando como si nada hubiera pasado ahí. Mientras Andrea estaba por venirse. Así que se alejó, yendo al baño para sentir como su orgasmo mojaba su ropa interior. Se puso unos shorts sucios y salió como si nada. Marcela y Gustavo salían tomados de la mano.

—Voy a dejarla y regreso —Dijo el sonriendo, mientras su amiga solo sonrió de manera pícara.

—¡Ok!

Al día siguiente en el transporte, su hermano no se despegó de Marcela, era notorio el bulto en su pantalón. Que de manera descarada el restregaba sobre las hermosas nalgas de ella. Cuando bajaron, Andrea hizo lo que mejor sabía. Avergonzar a su hermano.

—¿Que traes ahí? —Dijo señalando su pantalón.

—¡Nada! —De inmediato se tapó, se sonrojó y se alejó de ellas.

—Te vemos al rato travieso

—Sale, chilindrina —dijo el, mofándose de sus trenzas.

—¡te vi!

—¡te vi!

Dijeron las dos al mismo tiempo y se detuvieron en seco.

—¡Se la mamaste!

—¡Tú te estabas masturbando!

—¡Estás loca!

—Hice que los dos hermanos se vinieran ayer

—¡Pendeja!

—¡Grábanos! —dijo Marcela emocionada.

—¡¿No cómo crees?!

—Ándale, capaz que luego se arrepiente porque estoy bien niña.

—¡Ya tienes dieciocho mijita!

—¿si?

—¡NO!

Ambas se separaron en la puerta. Por la tarde fue el mismo ritual, la nalgas de Marcela recibían el roce de aquella verga, Andrea se mojaba de verlos, no sacan de su cabeza la imagen de su amiga con toda la verga de su hermano en la boca. Y lo bien que la pasó dándose auto placer en el pasillo.

Entraron a su casa y Andrea fingió ir a la tienda mientras Marcela llevaba a Gustavo hasta su habitación.

—¡Hoy si vamos con calma mi amor!

—¿Pero… Andrea?

—No te preocupes, nos deja solos un rato.

—¡Perfecto!

De camino a la habitación, se fueron desnudando. El cuerpo joven, hermoso de Marcela estaba frente a él en vivo y a todo color. Y sabor, ya que comenzó a chupar sus tetas mientras ella le estimulaba la verga. Ambos callaron sobre la cama, Marcela se subió sobre él y de nuevo beso su pecho, su abdomen hasta llegar a su verga. Con su teléfono, Andrea activaba el zoom para no perder detalle, luego lo sujeto con una sola mano y con la otra busco su vulva. Después de mojarse los dedos en la boca, el leve roce en su vagina surtía el placer esperado.

—Ah! Aaaa! —Gustavo se tapó la cara con una almohada, no podía con tanto placer. Marcela con la mano le indicó a su amiga que se acercará.

—¡No! —decía sin hablar y moviendo la cabeza. Pero Marcela insistió hasta que Andrea entró sigilosamente. Con la cámara de teléfono a unos centímetros de la verga de su hermano. Marcela le hacía señas, invitándole a mamar aquella verga.

—¡No! —Solo moviendo los labios decía Andrea y con el pulso acelerado. Pero Marcela le tomó de una trenza y la jalo. Podía oler la verga de su hermano a milímetros.

—¡que rico! —dijo ella, jalando a su amiga hasta ir sus labios rozaron la punta de aquella verga. Andrea no tuvo más remedio que abrir la boca y saborear aquel trozo de carne endurecido.

—¡que rico lo mamas! —Dijo Octavio sin saber que era su hermana menor quien le estaba dando aquel placer.

Gustavo estiró sus manos para aprisionar la cabeza de Marcela, pero sintió unas trenzas y de inmediato brincó.

—¡No mames! —los ojos se le salían de la impresión, su hermana le sonrió y siguió chapando la verga.

—Dos por uno, suertudo —Marcela se acomodó a un costado de Andrea y lamió sus bolas, el sin salir de su asombro permitía que ambas chuparan su verga.

—¡No me hagan esto!

—¿No te gusta? —Le preguntó Marcela lamiendo desde la base hasta l punta de su verga.

—¡Es mi hermanita! —La verdad es que si le gustaba y mucho.

—Vamos a ver si no te gusta —Marcela desnudó a su amiga y la colocó en cuatro sobre la cama.

—¡No Andrea no!

—Ven —Marcela lo acomodo detrás de su hermana y empujó si cadera hasta que la verga entro en su vagina.

—¡Aaah! —Un gemido de placer surgió de su hermana y él la tomó de los hombros para hundir bien su verga en aquel hermoso culo de su hermana.

—¡Si Cógeme! —Marcela seguía besándolo, daba nalgadas a ambos hermanos, surtían efecto ya que Gustavo tomó de las trenzas a su hermana y la jalo con furia.

—¡Puta madre estas bien buena!

—¡aaah! ¡Aaaah! Siii siiii que rico!

Luego Marcela se acomodó junto a ella y el cambio de culo, pero no de intensidad.

—¡Pinches nalgotas! —Ahora él era el que propinaba tremendas nalgadas a Marcela. Mientras Andrea la besaba y besaba a su hermano que cerraba los ojos para no ver lo que estaba haciendo con su pequeña hermana.

—Ven, acuéstate —Lo acodó boca arriba y se montó sobre él, de inmediato sus nalgas comenzaron a rebotar sobre él, provocando el rechinado de la cama. Ahora el jalaba a su hermana pata buscar sus besos. Luego Marcela se quitó y Andrea tomó su lugar.

—¡Muévete puta! ¡Que te de duro tu hermano!

—Siii siiisiii ahhhahhh!

Marcela vio en el rostro de Gustavo la urgencia de acabar y empujó a su amiga para recibir el semen en su boca.

—¡Perra!

—¡aaahaaah! —sentía el semen bombeando en su boca, luego pasando por su garganta para ir bien al fondo. Cuando levantó la vista, los hermanos seguían besándose apasionadamente. Se unió y los tres tuvieron el sabor a semen en su boca.

—¡Niños ya llegué!

Era su madre, apresurados se vistieron y justo cuando su madre entró a la habitación ellos abrieron un libro.

—¿Que hacen? Abran las ventanas que huele feo aquí.

—Repasamos historia, nos está explicando bien las fechas y así.

—¿ya comieron? ¡Voy a prepararles unos sándwiches!

—¡Gracias mamá! —Dijeron ambos hermanos.

Al día siguiente, Gustavo disfrutó el viaje en el transporte. Ahora podía ir de una colita a otra embarrando su verga. Ambas reían y levantaban sus culitos para sentir aquel paquete. Por la tarde, en cuanto vieron a Gustavo le dijo eran su plan. Al principio él se negó, pero bastaron unos arrimones para que cediera a la petición de esas nenas hermosas.

Subieron al transporte que como siempre iba lleno y se recorrieron hasta el fondo, Gustavo frotaba su verga contra ese par de culos que además, vestían unos shorts ajustados de mezclilla con camisetas ceñidas a su figura. Casi para llegar a su destino y con la destreza de un ninja, asomo si verga y se vino sobre ambos culos. Ellas fingían no darse cuenta. En cuanto bajaron, el saco su teléfono y tras ellas la grabó. Ambas manchadas del culo caminaban a casas felices de que la leche de él fuera la que trajeran embarrada.

—¡Oye, tráetelo el viernes! Mis papas se van al teatro.

—¿Ya te gusto cogerte a mi hermano no?

—¿A ti no?

—Obvio no, solo fueron las circunstancias

—¡Bien que pujabas cuanto te jalaba tu trenzas!

—¿Entonces me lo llevo sola?

—¡mira tú! ¿No le pierdes?

El viernes, después de restregar su verga todo el camino de ida y vuelta sobre esos hermosos culos. Gustavo salió con sus amigos. Su novia estaba enojada con él, no le gustaba que fuera chaperón de esos chamacos que tan mal le caían. Así que fue solo con sus amigos a tomar un par de cervezas. Al regresar a casa, se dispuso a jalársela pensando un poco en su novia, pero más en Marcela, en esas nalgotas que crecieron a través de los años y en su pequeña hermana que ahora usaba trenzas. Sus nalgas perfectas recibiendo su verga le llenaban la mente. Antes de meterse en su cuarto ya estaba bien duro. No sabía que esa noche le esperaba un par de sorpresas.

—Hola...

—¡LA PUTA MADRE! —Brincó por el susto y casi sale corriendo. En su cama, Marcela y Andrea en ropa interior se tocaban los pechos.

—Pásale y cierra la puerta —Le explicaron que los papas de Marcela invitaron a los suyos al teatro, ambas madres platicaron del incidente del transporte y de lo tranquilas que se sentían de que Gustavo las acompañara en el trayecto.

—¿Entonces no están? —Preguntó para asegurarse.

—No, ¿no escuchas o qué? —Le dijo Andrea ya impaciente.

—Pero no sé dónde andabas y apenas tenemos un par de horas así que deja de hablar.

—¿Y qué hago? —Preguntó Gustavo, ambas miraron el bulto en su pantalón y el zafaron su cinturón para dejar salir su miembro duro como piedra.

—¡Ven acá! —Le dijo Marcela tomándolo de la verga hasta acercarlo y poder meterse el trozo de carne en su boca. Acostada boca abajo, con la verga entrando y saliendo de sus labios Marcela.

Andrea a gatas sobre la cama se acercó para besar el pubis de su hermano, el sonido de su amiga salivando mientras chupaba la ponía cachonda, su vagina ya estaba húmeda, cuando la mano de su hermano recorrió su espalda hasta sus nalgas, movió su calzón y sintió esa tibieza. Con sus mismos fluidos, embarró su colita, su dedo índice entraba con mucha dificultad mientras ella apretaba los puños con la cabeza pegada a las sábanas. Dolía delicioso y ella lo soportaba.

—¡Perra! —Le dijo Marcela al oído, luego frotó su panochita, entre su amiga y su hermana le estaban proporcionando un gran placer. Marcela metió tres dedos de golpe, Andrea brincó. Al levantar la cara descubrió frente a ella la verga de su hermano y sin dudar separó sus labios para que entrara. Su saliva se llenó de aquel sabor, poco a poco entendía el porqué a Marcela le encantaba mamar cuanta verga se le pusiera enfrente.

—¡AAAAH! —Para Gustavo era solo disfrutar, aunque cerraba los ojos por el placer que su hermana le proporcionaba, cuando los abría se aceleraba su corazón de mirar esas dos caritas de niñas frente a él dispuestas a todo.

—¡Mmm! ¡Mmmm! —Andrea se vino y aun así no dejó de chupar aquella verga.

—¡Me toca! —Dijo Marcela para que su boca se ocupara de Gustavo. Levantó su culito que lucía una tanga que separaba y se perdía entre sus nalgas, como señal de que podían hacerle cualquier cosa. Andrea se colocó detrás de ella y hundió tres dedos de tajo.

—¡Haaaay! —Se tomó el tiempo para verla girando su cabeza, luego siguió chupando, Andrea con risa picara metía bruscamente sus dedos. Aún más rápido y bruscamente cuando escucho a Marcela pujar como poseída por demonios. Era raro el sonido que salía de su boca pues no dejaba de mamarle la verga a Gustavo que con esfuerzos sobrehumanos resistía para no venirse sin probar un poco de esos culos hermosos.

—¡Mueve ese culote perra! —le dijo Andrea a lo que su amiga respondió con movimientos circulares como si perreara, disfrutando de los dedos de su mejor amiga nalgueando su culo. Cuando sintió que se venía dejó de mamar verga y busco los labios de Andrea.

—¡Me vengo me vengo! —Ambas se besaban, Andrea seguía estimulando el clítoris de Marcela, sintió en sus manos como los fluidos escurrían mientras ella temblaba buscando sus labios.

—¡Que rico!

—Sí, que rico te corriste perra.

Ambas miraron a Gustavo y adoptaron la posición de 69. Gustavo metió su verga en Marcela, mientras unos centímetros abajo, Andrea se turnaba para lamer sus bolas y el sexo de su amiga.

—¡Haaaa! Siii que rico! Siiii! —Marcela era realmente escandalosa, ambos hermanos ponían su máximo esfuerzo en hacer que gritara de excitación. Hasta ahora lo estaban logrando. Andrea sacaba la verga de su hermano cada tanto para saborear el sabor de él, mezclado con el sexo de Marcela. Luego Gustavo le dio la vuelta a la cama para poder sentir la panochita de Andrea.

—¡Haaa! Me gusta haaa! —Al tener tan cerca la panochita de Marcela solo sacó su lengua y comenzó a lamer. Solo se guiaba por lo que veía en el porno, pero por ahora iba bastante bien.

—¡Chupa! —Gustavo le tomó las trenzas y jalo, ahora su cara estaba hundida entre las nalgas de su amiga. Andrea encontraba dolorosamente delicioso el que le jalaran sus trenzas. Así que chupaba con más gustos sintiendo los tirones de su hermano.

—Vengan acá... —Gustavo las acomodó, primero a Marcela y sobre ella a su hermana. Montada sobre su amiga él podía con un movimiento ir de un culo a otro.

—Aaah!

—¡mmm!

—¡Siii!

Los tres pujaban al unísono, disfrutando de su sudor, de su olor y sabor compartido. Entonces Gustavo hizo lo mismo que días atrás. Sacó su verga, sus chorros de semen no mojaron sus shorts o jeans, esta vez vacío su semen sobre sus nalgas. Batidas y agotadas, ambas se besaban. Hasta que escucharon llegar a sus padres, apagaron la luz y en silencio escucharon como sus padres tenían sexo. Luego los tres durmieron con la certeza de que esto que tenían era algo irreemplazable.

@MmamaceandoO

(9,40)