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Aroma de mujer

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Algeciras, el puerto del sur de Europa, zona de paso, de llegadas, de salidas, en invierno la zona aledaña al puerto es verdaderamente tétrica, casi siniestra, poca gente, cierta sensación de inseguridad y alguna rata de tamaño king size que cruza la calle como si fuera suya.

Esa era la perspectiva, un container de la empresa para la que trabajaba salía para Singapur y allí estaba yo comiéndome el marrón en la gestoría naval, mi primer trabajo de responsabilidad para ellos según mi jefe, un coñazo de gestión que a ningún jefecillo de la empresa le interesaba, bajar a Algeciras a disfrutar del horrendo viento de levante un lunes otoñal era un plan poco deseable, la gestión fue lenta, eran las once de la noche pasadas cuando hambriento salí de las oficinas con la sensación del deber cumplido y me encontré con unas calles vacías y sórdidas, para colmo el hotel de cuatro estrellas de la cadena Husa mas parecía una pensión con pretensiones repleta de marinos de distinto pelaje borrachos y ruidosos y algún viajero despistado de paso, llame a mi esposa, era un buen marido, sin excesivo apasionamiento pero sin ninguna pretensión de infidelidad, mi única pretensión, en esos momentos era comer algo, un bocata, una tapa de ensaladilla, algo que aliviara mi estómago vacío antes de irme a dormir y partir por la mañana hacia Madrid y no volver a ver Algeciras en mucho tiempo, después de llamar a mi mujer callejeé por las calles desiertas, lunes, todo cerrado, cerradísimo, al llegar a un cruce de calles observé una taberna tipo irlandés que a pasar de tener la persiana echada hasta la mitad aún tenía la luz encendida me asomé bajo la persiana, un par de clientes terminaba sus consumiciones.

El camarero me dijo que iba a cerrar pero se debió de apiadar de mi cara de hambriento pues se acercó a la cocina para preguntar, una chica con un gorro blanco de cocina que le tapaba el pelo asomó su cara por la ventanilla y me preguntó que quería comer, mi respuesta fue sencilla:

-Lo que tengas, no son horas para caprichos amiga.

Ella sonrió y me dijo que se iba a preparar un filete de ternera con un huevo frito, sonreí como si me hubiera tocado una cesta de Navidad en un sorteo y le dije que si me hacía lo mismo a mi le estaría eternamente agradecido, ella sonrió y me dijo que en diez minutos podría cenar, me pedí una cerveza que bebí mientras los dos clientes terminaban y se despedían, la chica de la cocina le dijo al camarero que como no iba a cenar podía irse si quería y que ella se encargaría de cerrar el bar y cobrarme, parece que el camarero esperaba la propuesta como agua de mayo pues en el acto acepto el ofrecimiento, se echó una caña de cerveza, la bebió de un trago y se largó por la puerta.

Diez minutos y mi filete con patatas y huevo frito estaba delante de mí, la chica con su indumentaria de cocinera lo sirvió, fue en ese momento, cuando comenzamos a hablar del poco ambiente de la ciudad cuando noté por primera vez que no era española, le pregunte:

-Soy de Marruecos pero llevo ya quince años en España.

No era hermosa, nada en ella me llamaba la atención.

Me propuso compartir mesa y acepte por cortesía, comimos, ya sin su uniforme de trabajo mejoró un poco pero no mucho, normal de cara, regordeta, un par de tetas, eso sí, bien puestas, bajita, poco más de 1.60, tras comer me ofreció café y acepte encantado, me senté en la barra a esperar mientras la maquina hacia los cafés y la chica, realmente amable, limpiaba y recogía la mesa donde habíamos comido, cuando puso los cafés la chica se sentó en el taburete y comenzamos a charlar, se llamaba Lily, era despierta, agradable aunque su vestuario, unos vetustos vaqueros de mercadillo y un ajado jersey de lana no ayudaban a realzar sus presuntos encantos, entonces algo impensable me ocurrió, su proximidad, su olor a sudor, no era un olor desagradable a pesar de que soy bastante escrupuloso con estas cuestiones, era el olor típico de una persona limpia que trabaja a altas temperaturas entre fogones y suda, su olor, su odor di femina, no solo no me resultaba desagradable de entrada sino que me afectaba, yo mismo estaba casi escandalizado de mi reacción involuntaria, su olor me atraía, su química corporal había soltado algún recóndito resorte de mi cerebro, un resorte más normal en un hombre de las cavernas que en un ciudadano del siglo XX, su olor me excitaba, me calentaba, me hablaba de una hembra receptiva, llámalo química, feromonas o como coño quieras llamarlo, despertaba mi instinto sexual mas animal, yo un joven casado, formal, sin ánimo de aventuras sentía un deseo inexplicable por una chica que no me había resultado atractiva físicamente, salvo su abundante melena negra y rizada una vez se deshizo del gorro de cocinera que lo ocultaba, nada de su físico me había llamado la atención especialmente, ella parecía también dejarse llevar por la situación, como si de mi se desprendiera algún tipo de señal de la que yo no era consciente, hablamos y charlamos como amigos y la invite a tomar una última copa en un pub que había junto a mi hotel, ella no bebía alcohol pero aceptó la invitación, caminamos por la calle juntos con buen rollo, sonriendo y charlando, su olor me invadía, lo tenía en la nariz, en el cerebro, en el sentir y me resultaba cada momento más atrayente.

En el pub estuvimos charlando hasta que a las tres de la madrugada nos dijeron que el cierre seria inmediato, yo me debatía entre invitarle a subir a mi habitación o no hacerlo, no quería engañar a mi mujer, no quería abusar de la confianza que me había ofrecido y del magnífico rato que habíamos compartido pero me la quería follar, algo dentro de mi se rebelaba, cada vez que me acercaba aspiraba inconscientemente para embriagarme con ese olor, que generalmente en las mujeres me produce rechazo y asco y que en ella era como un imán, como un cebo en el anzuelo invitándote a picar.

Cuando salimos del bar me quedé callado, ella me preguntó que me pasaba:

-Me caes de puta madre, lo estoy pasando genial y aunque soy casado me gustaría seguir más tiempo contigo pero no quiero estropearlo ni que pienses que me quiero aprovechar de ti o que no te respeto pidiéndote que subas a la habitación, estoy temblando, nunca mi conciencia y mi deseo habían vivido una confrontación semejante.

Ella sonrió comprensiva:

-A mi me pasa lo mismo, no me gustan los rollos de una noche pero hay algo que me empuja a ti y a intentar gustarte, estamos en las mismas

-¿Qué hacemos? –pregunte queriendo evadir mi responsabilidad pero también porque la veía más capaz y lucida para tomar una decisión.

-Vamos a tu habitación –me dijo convencida y sonriente- aquí la gente tiene una frase que dice “de perdidos al río”

Subimos en el ascensor un poco cortados, mirándonos, serios, ella soltó una risita nerviosa y me tomo la cara con una mano y me beso en los labios.

La habitación que a mi me aprecia un horror a ella no se lo pareció tanto, sobre todo el baño, completo con bañera, ella me dijo que si podía abusar de mi confianza y darse una ducha pues la necesitaba, sudaba mucho trabajando.

-Que suerte tener un baños así, el de mi casa es muy pequeño, solo con un plato de ducha.

Recordé que llevaba en la bolsa de aseo unas sales de baño y le dije:

-Lo he pensado bien, no te vas a duchar aquí

Ella me miró seria interrogándome con la mirada como si hubiera hecho algo que me hubiera molestado. No le di tiempo a preguntar, zanje su preocupación en la siguiente frase.

-Te voy a preparar un baño de princesa, tu prepara algo de beber del minibar mientras yo te lo apaño- también descubrí en mi neceser, no sé que hacia allí, una vela de color amarillo.

-No puedes entrar hasta que yo te llame- le avise desde el baño.

Abrí el agua caliente un potente chorro, la gradúe la temperatura hasta que me aprecio correcta y justo donde caía el agua iba echando abundante gel de baño a la vez que removía el agua con la mano con lo que conseguí una espesa espuma sobre el agua, cuando el nivel del agua superaba la mitad de la bañera, encendí la vela, apague la luz del baño y la llamé:

-¡Lily! Ya puedes venir

Ella se asomó tímida a la puerta del baño y sonrío radiante cuando vio la luz tenue y el baño repleto de espuma, de forma espontánea nos abrazamos y besamos, me encanto su boca, su lengua, su sabor, el grosor de sus labios que mordí con dulzura, pero era el olor que emanaba de su cuerpo lo que me volvía loco, nos separamos y le dije que se tomara las cosa con calma, sin prisa:

-Disfrútalo, yo veré un poco la tele. Y la deje sola en el baño con la puerta entreabierto, me puse ropa cómoda, un pantalón de chándal y una camiseta, me fume un cigarrillo y espere paciente, después entre en el baño, Lily, ensimismada, dio un pequeño respingo al verme, sorprendida, le sonreí y le lance un beso al aire, ella respondió con una sonrisa.

Encendí la televisión mientras la oía salir del baño y el ruido del secador de pelo unos minutos después, tímidamente asomó con una toalla liada en el cuerpo, su abundante melena negra recién lavada lucia salvaje, esbozaba un amago de sonrisa, entre la timidez y la complicidad.

Me quedé boquiabierto, la toalla ajustada a su cuerpo marcaba una silueta realmente atractiva, su trasero que me había pasado casi inadvertido bajo sus ajados vaqueros apretaba la toalla, sobresalía, de perfil ofrecía la vista que debe de ofrecer un culo como Dios manda, bien puesto y en su sitio, y nuevamente me puse nervioso y tembloroso, nuevamente presentir que podía ocurrir algo, que iba a ocurrir algo entre nosotros, titubeando, con el deseo rogándome que me acercara y ella y la conciencia frenándome, fue ella la que con una hermosa sonrisa tomo la iniciativa, nos besamos, con nuestras lenguas buscándose, fue un beso largo, kilométrico, donde se fundían el deseo y la complicidad, a pesar del olor a limpio, a gel de baño, ese inexplicable fragancia que me subyugaba prevalecía, invadía mis sentidos, no me quería alejar, tentado de despojarla de la toalla y tenerla desnuda ante mi me contuve, yo estaba vestido, así que la tome de la mano y la invite a ir a la cama y ahí si, ahí el nudo de la toalla se deshizo y esta callo sobre la cama, Lily me ayudó a quitarme la camiseta porque yo me quede embobado, durante diez años el único cuerpo desnudo que había visto, en vivo y en directo, era el de mi esposa que era delgada y con poco pecho, el físico de Lily era generoso, su melena negra y rizada, sus pechos llenos y redondos coronados por abultados pezones marrón oscuro, su coño, oculto por una pelambrera negra, rizada y poblada que ascendía hasta su ombligo, sus muslos gruesos, sus pantorrillas estrechas y un culo redondo, sobresaliente, su piel fina poblada de vello oscuro, en sus brazos, sus axilas, a las que disimuladamente acerqué la nariz para aspirar su aroma, era la primera vez que estábamos juntos, que nos prodigábamos caricias y besos pero parecía que lleváramos en ello toda la vida, compenetrados, fluidos, me empeñe en sus tetas, fantásticas, duras, las bese y amase, chupe sus pezones que respondieron con dureza, a Lily le gustaba, gemía sin cortarse:

-No sé lo que me pasa contigo -me dijo- normalmente soy muy cortada en la cama, sobre todo la primera vez.

-Yo soy igual pero estoy contigo como no he estado nunca con una mujer –y dicho esto me armé de valor baje de sus tetas besando y lamiendo su vientre soplando y besando la zona de vello bajo su ombligo hasta llegar a su pubis, aparte el pelo que tapaba el tesoro y me encontré con un coño fantástico, con dos gruesos labios marrones y un clítoris victorioso, del tamaño de una perla, aspire y me impregne de esa fragancia animal que me enervaba, de ese olor a hembra que había sido el motivo por el que me había pasado por el forro las convenciones y mis pretensiones de marido fiel, la fragancia de su coño fue la responsable de una de las erecciones más soberbias y salvajes de mi vida, pase mi lengua por su raja, la penetré con la lengua, le di chupaditas a sus labios y me empeñe en el clítoris que respondía erecto y duro a las caricias de mi lengua, Lily me tomaba de la cabeza y la apretaba desbocada contra su coño, su olor, su sabor, me resultaban hipnóticos, comí coño como pocas veces lo he comido y como pocas veces lo he disfrutado, su fragancia era adictiva, su mojada abundante, su pelambrera estaba pegajosa, la parte interna de sus muslos brillantes de néctar derramado, tenía la mandíbula desencajada pero seguía comiendo coño, chupando y lamiendo su clítoris, sus labios, penetrándola con los dedos, sintiendo como después de su primera corrida los orgasmos sobrevenían continuados, como estiraba sus piernas, apretaba mi cabeza y gemía profundo y ronco anunciando su venida, un torrente de zumo de coño que degustaba con un ansia y un placer que pocas veces en mi vida he vuelto a experimentar.

Me incorporé a su altura y la bese con autentico amor, sus ojos negros brillaban delatando los efectos de su placer y sonreía, la chica que me había parecido del montón se me ofrecía ahora a los ojos hermosa, deseable, una diosa norteafricana que se estaba saltando conmigo los tabúes de su pérfida y represora cultura musulmana al igual que yo me estaba pasando por el forro de los cojones todos los tabúes de la pérfida y represora cultura católica.

Recuerdo aquel beso, aquel abrazo, el roce de sus pezones duros en mi pecho, sin desprenderme del beso me situé sobre ella, entre sus piernas, no tuve que ayudarme de la mano para dirigir mi polla a su objetivo, como si tuviera un sonar en el prepucio mi verga atinó a la primera en su objetivo, entrando en un coño más que cálido, caliente, jugoso, apretado, exquisito, cuando la penetre en su totalidad ella suspiro con cierto alivio y comenzamos un lento y sinuoso movimiento de follada, estaba en el cielo, después he tenido la suerte de experimentarlo con otras amantes pero no es una cualidad muy extendida en ellas y mucho menos una condición innata, el cascanueces le llaman los franceses, la habilidad, en este caso innata y en la mayoría producto de un entrenamiento específico, de una mujer para controlar los músculos internos de su coño y aplicar a la polla que le penetra la presión adecuada para aumentar el placer y el gozo del hombre, pocas veces he tenido tanto autodominio en una situación sexual, quería amarla, darle placer, darle lo mejor y me sentía fenomenal pues a pesar de la excitación y la calentura que la experiencia me proporcionaba me sentía con una plenitud inédita, entregado a recibir placer y darlo, de disfrutar de un cuerpo afín que reaccionaba, casi telepáticamente, a mis estímulos como yo reaccionaba a los suyos, la sensualidad disparada, nunca una acción tan básica, tan ancestral meter y sacar la polla del coño, el coito, había tenido para mi una dimensión tan erótica, tan espiritual, una verdadera comunión de los cuerpos, modulábamos el deseo, acelerando o atenuando el ritmo de la follada hasta que Lily derramó sus jugos en mi polla empapando mis pelotas, salí de ella con la polla brillante y lubricada, apenas unos segundo empleó Lily en recuperarse de sus orgasmos y complacida y complaciente acerco mi polla, brillante por su néctar a su boca y la mamó como una experta, pajeando el tronco y chupando con ganas la cabeza, le avise de mi urgencia:

-¡Me corro!

Apretando mi polla con la mano la saco de su boca, mi corrida fue una erupción, la leche salía disparada, a su cara, a su pelo, a sus pechos, mi verga sufría convulsiones orgásmicas mas que placenteras, una sensación única, imborrable en mi memoria.

Con una gracia propia de las mejores amantes, moviendo su esplendoroso trasero, Lily se fue al baño y se metió en la ducha, yo le seguí y me metí con ella, no quería dejarla, quería tenerla junto a mi, quería amarla, quería acariciarla, besarla, olerla, bajo el chorro de agua de la ducha, abrazados como dos adolescentes.

Volvimos a la cama y charlamos, confidencias de dos conocidos con almas gemelas, me sorprendió contándome que siempre le había dado un poco de asco chupar polla y que sin embargo conmigo le había parecido tremendamente excitante, que había actuado, por primera vez en su vida, como vio que mamaba polla una actriz porno en una peli que vio, que los escrúpulos habían desaparecido, abrazados, cuando mi polla en un tiempo inusualmente corto recupero su erección, una más que notable erección, ella tomó la iniciativa, yo quede tumbado en la cama y Lily se subió a horcajadas sobre mi, nuevamente no fue necesario manipular nuestros órganos sexuales para que se encontraran, sentí los labios de su coño besando la punta de mi polla y como mi verga era acogida en el interior de Lily, un coño perfecto, el refugio mas acogedor que mi polla ha encontrado, el mejor anfitrión.

Reanudamos la follada lenta, cariñosa, Lily se movía felina sobre mi, dejando caer el peso de su cuerpo en mi polla para que la penetración fuera total y haciendo movimientos circulares y de vaivén sobre mi, el paraíso en la tierra, nos besábamos, chupaba sus pezones entregado, sintiendo como mi polla vibraba en su coño y cuando la penetración era total sintiendo ese estimulante apretón de los músculos de su vagina, el ritmo tranquilo, el sonido de mi polla chapoteando en el coño encharcado de Lily, han pasado mas de veinte años y su recuerdo sigue indemne, aun aspiro el aire esperando encontrar ese olor de mujer, odor di femina, que me hizo alcanzar el éxtasis con una mujer desconocida, Lily saco mi polla enhiesta de su coño y comenzó a juguetear con ella a la entrada de su culo, nueva sorpresa, hacia mas de una docena de años que mi polla no visitaba un culo, tuve una novia aficionada el sexo anal, después mi esposa se había negado tajantemente a que le penetrara por el culo, ahora con toda naturalidad la cabeza de mi polla ya había abierto el culo de Lily sin apenas dificultad, solo con la lubricación de sus jugos y penetraba en su angosto y estrecho agujero, cuando Lily se dejó caer sobre mi polla y esta le penetró hasta la raíz comenzó a mover su cabeza y su cuerpo como en una letanía mística y comenzó unos movimientos sensuales que me transportaron al mas cálido universo del placer, sus pezones estaban a reventar, desafiantes, los ofrecía a mis labios mientras arreciaba la follaba y Lily botaba literalmente sobre mi verga, discretamente la vi tocarse el clítoris, nunca había visto a una mujer actuar con tal confianza en la cama y yo tampoco lo había hecho, no había fronteras, estábamos unidos, éramos uno, mantuvimos la postura hasta que note un poco cansada y le ofrecí cambiar.

Lily se puso a cuatro patas y un poco mas y me da un infarto, su culo moreno, redondo, duro, elástico, fantástico, precioso, con una raja oscura que acababa en su coño peludo, sus labios magníficos asomaban en esta posición entre la pelambrera rizada y negra, apunte la polla en su ojete palpitante y la penetre, ella colaboró en todo momento haciendo la entrada de la polla en su culo mas placentera y rápida:

-Dame duro cariño, ahora estoy a punto.

Podía sentir su mano que manipulaba su clítoris y mis pelotas mientras yo embestía en su culo, sus gemidos, su entrega, una enculada de ensueño a una mujer que la gozaba, su mojada no se hizo esperar y nuevamente el olor me llevó al paroxismo, su orgasmo disparaba fragancias que me capturaban, que me entregaban, que me exaltaban, me corrí en su culo, mientras ella abriendo y cerrando su receptáculo ordeñaba mi rabo como una maestra del sexo, como una diosa, recibiéndome en sus entrañas, ella cayo tumbada boca abajo y yo sobre ella, oliéndola, lamiéndola y besándola, la luz del día asomaba entre las cortinas de la ventana, así nos quedamos dormitando, después de lado, con mi polla dentro hasta que la pérdida de su dureza facilito el desalojo.

Me desperté sobre las diez de la mañana, sin atisbo alguno de remordimiento, solo sensación de plenitud que se vio acrecentada cuando observé el plácido sueño de Lily, nunca una mujer me había parecido tan hermosa, nunca había tenido la certeza al despertar de estar con la mujer que me podía hacer feliz, con la que mejor me había compenetrado, con la que mejor había follado, mis besos y caricias la despertaron en el momento justo en que ya situado entre sus piernas mi polla ingresaba en su coño, abrió los ojos encantadora, me regalo una sonrisa y emprendimos la mas sabrosa follada mañanera de mi vida, apreciamos que llevábamos toda la eternidad juntos, un polvo maravilloso.

Nos duchamos juntos, tristes y felices, felices por lo vivido, tristes por la separación:

-¡No quiero dejarte! -le dije convencido

-No me hagas promesas que no puedes cumplir -me contestó.

Yo era un hombre casado, poco experto, un tipo normal sobrepasado por los acontecimientos, ella una chica de familia musulmana humilde, todas las convenciones sociales actuaban en nuestra contra. Nos despedimos sin besarnos a la salida del hotel, respeto y discreción, verla partir, con sus vaqueros raídos, con su jersey de lana pasado de moda, en mi alma algo se quebró, no intercambiamos direcciones, teléfonos, no eran tiempos de móviles y email, lamentablemente.

Mi matrimonio fue para mi a partir de ese momento y hasta mi divorcio una trampa social, ahora sabía lo que era amar y no fue por amor por lo que me case sino obligado por la situación y las convenciones sociales.

Un mes pase debatiéndome en lo mas profundo de mi ser, un día armándome de valor llené el deposito del coche y me planté en Algeciras, Lily, su olor, su sonrisa, sus pezones y forma natural y sana de tratarme estaban impregnados con tinta indeleble en mi mente. El bar donde trabajaba estaba cerrado, pregunte a los vecinos y a los comerciantes cercanos, nadie sabía nada, el bar donde trabajaba cerró sus persianas definitivamente un par de semanas después de mi encuentro con Lily, nunca mas la vi, nunca mas supe nada de ella.

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