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Aún no lo supero

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Lo que voy a narrar marcó mi vida por largo tiempo.  Escribo esto a manera de poder solucionar el mal sabor que aún guardo.

Crecí en un hogar extremadamente conservador; la única educación sexual la tuve en la escuela y por comentarios morbosos por parte de mis compañeros; llegué a los 18 siendo virgen y los pocos novios que tuve, no me daban confianza como para ir más allá de un beso.

Ya en la universidad, conocí a un muchacho que me gustaba y que era muy lindo conmigo. Empezamos a salir y disfrutaba su compañía. Mis amigas mi preguntaban si ya habíamos tenido sexo y yo contestaba que aún no me sentía segura; pero, ellas me decían que no sabía de lo que me perdía, que era lo más delicioso del mundo.

Tomé la decisión de tener sexo con él; pero, quería saber que esperar. Entré a varias páginas para adultos, veía videos, leía relatos (tanto eróticos cómo médicos) y la mayoría enumeraba las virtudes del sexo.

En la siguiente ocasión que salí con él, le expuse que quería tener relaciones sexuales; me preguntó que si estaba segura.

Llegamos a un hotel, muy modesto porque su presupuesto no daba para más. Prendió el televisor y nos sentamos a la orilla de la cama para relajarnos un poco. Sacó una botella de una bebida con alcohol y me dijo que tomara un trago que me haría bien para calmar los nervios. Tomé un poco y sentí que se me calentaba la cabeza.

Después de un par de tragos, él me comenzó a besar y acariciar por encima de mi ropa. Mi cuerpo temblaba por la expectación. Tocaba mis pechos y mis piernas, pero las caricias eran rudas; no me sentía muy excitada. Mientras me acariciaba, se desabrochó el pantalón y sacó su verga; tomó mi mano y la guio para acariciarlo. El tacto de aquel pedazo de carne me puso muy nerviosa; él gemía en mi oído cuando yo movía mi mano arriba y abajo.

En un momento, se levantó y me comenzó a desvestir; me quitó mi blusa y mi pantalón, él temblaba y sus movimientos eran torpes y apresurados, quería hacerlo rápido, quería verme desnuda, quería verme a su disposición.

Me quede en ropa interior y él se desnudó por completo. Pude ver su verga parada, unas gotas de líquido transparente salían de la punta. Siguió besando todo mi cuerpo, me tocaba, me manoseaba, sentía sus dedos hurgando cada rincón. Me preguntaba si me estaba gustando, yo contestaba que continuara, que quería seguir sintiendo.

Me quitó el bra y chupaba mis pechos como para sacar algo; con una mano acariciaba mi pezón y su boca mamaba el otro. Cambiaba de pezón y yo empezaba a sentir dolor. Yo gemía, más por el dolor que por excitación; pero él creyó que me estaba calentando. Bajó mi pantaleta hasta que la quitó por completo.

Al estar desnudos ambos, se levantó y acercó su verga a mi cara; me pidió que se la mamara, le contesté que no sabía cómo; me dijo que sólo abriera la boca y él haría el resto; abrí la boca y él me enterró su verga hasta la garganta; suspiró cuando sus huevos tocaron mi barbilla; sentí arcadas de que su verga llegó al fondo. Empezó a moverse hacia adelante y hacia atrás, me estaba cogiendo la boca; yo sólo trataba de aguantar. Me decía que lo gozara, yo trataba de no vomitar.

Después de un rato, la sacó de mi boca; su verga chorreaba líquido y saliva. Se acercó a mi entrepierna y comenzó a chupar mi vagina. Me empecé a humedecer, más por su saliva que por excitación. Me trataba de estimular el clítoris, pero lo hacía con rudeza, me lastimaba. Al sentirme húmeda, metió su dedo medio en mi vagina; exhalé muy fuerte y el creyó que me había gustado; pero, sólo fue por el dedo intruso en mi interior. Ahora lo metía y lo sacaba rápidamente; le dije “ya” y él pensó que estaba yo lista; en realidad quería que se detuviera.

Él se arrodilló entre mis piernas, se puso saliva en la cabeza de la verga; ese tronco de carne palpitante me dio miedo, desorbité los ojos; sabía lo que sucedería en ese momento; no me sentía lista, no me sentía excitada, no quería eso dentro de mi.

Él se acomodó en mi entrada; movía su verga arriba y abajo, llenándole la cabeza con mis jugos y poniéndome su líquido en mi. Le dije que si no se iba a poner un condón; me contestó que quería sentirme al natural.

Volteé mi cara y esperé el movimiento. Empecé a sentir que empujaba para entrar. Mi vagina estaba poco húmeda, yo estaba aterrorizada y mi vagina se cerró. Él se acomodó, con una mano abrió mis labios vaginales, con la otra se puso más saliva en la cabeza de la verga, la enfiló a la entrada y empujó.

Jalé aire, abrí la boca para gritar, desorbité mis ojos cuando sentí un fierro caliente entrar en mí. Él sonrió y dijo que ya había entrado una parte. Volvió a empujar y entró un poco más; volvió a empujar y sentí sus huevos golpear mis nalgas. Se quedó quieto un momento, yo sentía que me partía en dos; lo comenzó a sacar poco a poco y sentí un gran vacío en mi entrepierna; el volvió a empujar y lo metió completo de un golpe; yo jadeaba y gemía por dolor, no por placer; él no paraba de decirme lo apretada y rica que yo estaba; él comenzó el bombeo y yo sentía que él lo estaba disfrutando; lo volteé a ver y salivaba, tenía los ojos vidriosos y bufaba cómo un animal.

Me chupaba los pechos y me dolía. Yo tenía levantadas las piernas para hacer el dolor tolerable.

En un momento, se enterró hasta el fondo y se quedó quieto; me dijo que se estaba viniendo. Le pedí que se saliera y me dijo que yo lo tenía que sentir todo. Su verga se hinchó más dentro de mi, la sentí palpitar; él bufó más, puso los ojos en blanco y eyaculó. Sentí algo hirviendo que me llenaba. Se movió un poco para dejar toda su semilla adentro.

Le sonreí y me dijo que me amaba y nunca me dejaría; él terminó la relación cuando ya no quise tener sexo otra vez.

Hoy tengo a mi esposo y siempre finjo que me gusta estar con él…

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