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Aventuras y desventuras húmedas: Primera etapa (19)

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En las toallas volvió a reinar el silencio, el sol había evitado las hojas de los árboles y les daba en diagonal con más intensidad. Las gotas que se deslizaban por sus cuerpos apenas tardaron en secarse. Su madre se había puesto las gafas de sol y de mientras su hijo cerraba los ojos para relajarse, sin embargo algo le perturbó, una cosa que le llamó la atención y que casualmente había visto todo el día.

El cuerpo de Mari tumbado boca arriba seguía secándose. Siendo agosto y sobre todo con este par de días en los que había tomado el sol, había perdido buena parte de su palidez. Naciendo por toda su piel un pequeño tono dorado que la hacía resplandecer. No llegaba a estar morena, quizá en unos días lo lograría, pero el cambio de color era evidente.

Sergio sabía por pasados veranos, que la mayor muestra de que su madre se estaba poniendo morena, eran las pecas que le salían en el rostro y alguna ya había florecido. Eran muy idénticas a las de su tía Carmen, salvo que esta, las lucía casi todo el año debido a los largos ratos que pasaba al sol. El joven la miraba con uno de sus ojos entrecerrado, no podía negar que su madre había parado el reloj del tiempo, es más, lo había puesto marcha atrás. Aquel color de piel, aquella sonrisa, su pelo cuidado… todo era una mezcla perfecta que la hacía parecer más joven y a Sergio, eso le gustaba.

Sin embargo, el muchacho no se fijó únicamente en la piel de su madre o en las graciosas pecas que le surcaban la nariz. Con el único ojo que la miraba y con la mente medio dormida debido al calor, vio como la parte inferior del bikini amarillo que compró Carmen, caían todavía gotas traviesas que mojaban la toalla.

Decidió subir sus ojos, recorriendo primero las costillas, algo marcadas por la delgadez de la mujer y después, parar esa mirada en una zona poco apropiada. Se sentía levitando, cerca del mundo de los sueños, sin embargo, su visión ponía atención a lo que tenía enfrente, la parte de arriba del bikini.

Una gota descendía desde el sujetador surcando el lateral del cuerpo de la mujer, sin que ella se diera cuenta. Sergio podía ver que tras el cristal oscuro de las lentes de su madre, sus ojos estaban cerrados, no dormía, pero estaría tan relajada que no podría sentir sus ojos analizando cada centímetro de piel.

La tela en esa parte también estaba mojada, se había pegado a la piel y la silueta de los senos desde el punto de vista de Sergio era evidentes. Un pequeño montículo coronaba la mama, un ligero bulto que sobresalía por la zona acolchada del sujetador. Ni se le ocurrió dejar de mirar.

Durante unos segundos, quizá breves… o quizá no tanto, sus ojos se quedaron fijos en ese punto, una mínima elevación encima de una mayor. Su mente le avisó de lo que estaba haciendo, le estaba mirando los pechos a su madre, no por casualidad o cierta curiosidad, si con mucha intencionalidad.

Dentro de su bañador, el miembro que había estado inerte bastante tiempo aquel día, de pronto pegó un pequeño salto que hizo alarmar al joven. Sus ojos escaparon de la perfección que estaba observando, tuvo que parpadear como si pudiera borrar la imagen y su cuerpo trató de fingir una normalidad que no existía.

“Saca algún tema o piensa en otra cosa, ¡estúpido!” se dijo notando que otra leve sacudida se iniciaba dentro del bañador. Pensó en que podría decirla, por nada del mundo debía tener ese cosquilleo en la entrepierna, lo tenía que bajar. “Carmen me ha desestabilizado” se dijo convenciéndose una y otra vez, aunque ¿eso era cierto?

—Mamá… —en la tempestad que era su mente vio buena opción seguir hablando del tema que habían tratado antes. Además que todavía le quedaba alguna duda por resolver— te apetece seguir hablando, ¿o lo damos por terminado?

—¿Sobre lo de antes?

—Sí… sobre todo de una cosa, es algo que me gustaría saber.

—Dime.

—No te enfades, por favor, ¿has tenido alguna vez dudas de estar con papá?

Mari no contestó, el silencio llegó para quedarse unos cuantos segundos, solo se podía escuchar la suave brisa y ecos distantes de otras personas que parecían estar en otra galaxia. La mujer sopesaba la respuesta al tiempo que su hijo no percibía el menor cambio en ella. Le dio la sensación de haber hecho una pregunta sin importancia, pero bien sabía que no era así. Percibió que los labios de su madre se comenzaban a mover y un fugaz pensamiento le dijo que le pidiera perdón, sin embargo, su madre fue más rápida.

—¿Te…? —dijo Mari tomando la palabra con firmeza— ¿Te ha contado algo tu tía?

No hacía falta que lo confirmara, la complicidad entre ambos Mari la conocía, las únicas dudas que le quedaban a la mujer, era saber hasta qué punto habían hablado de ella.

—Hablamos de cuando erais jóvenes…

—Hijo, eres ya mayor y creo que puedes entenderlo. —a Sergio aquella frase le impactó como si su madre le fuera a desvelar el mayor de los secretos— Tú tienes ahora 21, yo con esa edad iba a quedarme embarazada y ya estaba casada. Eran otros tiempos, sí… aun así te lo digo para que te pongas en situación. Piensa ahora, que tú con esta edad estuvieras con una chica que conoces de hace solo 2 años… y que además, es mayor que tú… concretamente tu padre tenía 26 años cuando nos casamos.

Sergio comenzó a pensar en la idea de ser padre y casarse, un supuesto que era tan lejano que ni siquiera se lo había planteado. Cuando oía la palabra matrimonio e hijos, lo asociaba a la treintena o más… no ahora que estaba disfrutando en la universidad. Todo aquello era más para “viejos”.

—Una niña con 21 años —siguió su madre—, en un pueblo como en el que nos criamos, que aún estábamos algo atrasados, no es una exageración, es una obviedad… hablo en tema cultural —matizó ella—. Es normal que tuviera dudas. Sergio, —volteó la cabeza para mirar a su hijo tras las lentes y finalizó— estaba cagada de miedo.

—Te entiendo, yo no contemplo casarme hasta dentro de bastantes años…

—Mi situación era un poco esa, no pensaba en casarme hasta dentro de unos años, pero la presión de mis padres, pues… hizo que sucediera. Al final tu padre ya era “mayor”, entiende mayor en esos años. Por lo que al final nos casamos, pero cuando naciste tú… fue una bendición, y luego tu hermana, claro. Cuando te cogí en brazos por primera vez, supe que no tendría que haber dudado en ningún momento, elegí el camino correcto.

—Me alegro, de esa forma existo yo. —ambos sonrieron— Mamá, lo que te he dicho antes de ayudarte a que estés feliz, lo digo muy en serio, no tomes mis palabras en saco roto. Cualquier día si quieres hacer algo o tienes un plan en mente, no tienes más que decírmelo.

—Es que hijo… tampoco es que me apetezca mucho. Con tu padre siempre intentaba salir y hacer algo. Pero ahora con toda la semana trabajando es normal que no quiera… está cansado… entiendo perfectamente que quiera descansar…

—No, Mari, hay que forzarse un poco, ya descansará después. El fin de semana lo pasa en el sofá, o sea que descansa lo suficiente.

No pretendía hacer reír a su madre, pero una leve sonrisa se formó en su rostro, tuvo que tapársela para que su hijo no viera que se reía de su marido.

—No sé… aunque no te quito la razón, todavía somos jóvenes. Si no hacemos las cosas ahora… ¿Qué las vamos a hacer con sesenta?

—Podemos hacer un poco presión de grupo. Mira, tú le dices algo en la sala cuando estemos todos, y entre los dos… y si se anima Laura… si no está con sus cosas de preadolescente. —su madre le intentó hacer un gesto de enojo, aunque… ¿Para qué? No mentía— Hacemos que papá y tú valláis por ahí, ¿bien?

Su madre le miraba fijamente, en verdad, ¿Cuándo se había convertido su hijo en ese chico… hombre, tan bueno y sensato? Movió su mano hasta el rostro de Sergio. Los dedos secos y calientes debido a los rayos del sol acariciaron la tersa piel de su hijo, quitando alguna gota de agua que aún resistía el calor.

—De verdad, eres un buen hijo… —dijo en un tono muy bajo—, me cuesta mucho decirte esto, creo que lo sabes, pero… —aspiró con fuera y soltó casi sin voz— te quiero mucho.

—Y yo. Qué raro me suena que me lo digas, mamá, no estoy acostumbrado.

—Te tendrás que acostumbrar… debo cambiar, por ti, por mí, por tu hermana… por todos.

Sergio se quedó pensando en lo bien que le sentaban esas palabras salidas de la boca de su progenitora, le llenaban el cuerpo y hacían que una mueca de felicidad le pintara el rostro.

El interior de Mari gritaba de alegría, se sentía dichosa al decirle todo lo que amaba a su hijo, entonces ¿por qué le costaba tanto algo tan sencillo? No lo sabía. Sin embargo, el esfuerzo de soltar esas tres palabras le había dejado un buen sabor de boca y una sonrisa que no se le iba del rostro.

Siguieron secándose al sol en silencio, hasta que comprobaron que no había ni una gota de agua en sus cuerpos. Casi a la vez, vieron buen momento de “levantar el campamento” y volver al pueblo siguiendo con el plan que la mujer había elaborado.

En camino de vuelta dentro del coche, Mari seguía pensativa y mirando el paisaje, daba vueltas a su cabeza mientras su hijo conducía en silencio. Se miraba en el espejo, su imagen se veía borrosa en el pequeño cristal del copiloto, pero podía observar que su belleza no se había esfumado, seguía allí.

El pelo negro todavía húmedo y algo encrespado caía salvaje hasta sus hombros, todavía conservaba un color muy vivo que no vestía ninguna cana. No mentía su hijo al decirla que lo tenía descuidado, sin embargo ni con esas perdía belleza su cabello, ya que lucía unos mechones frondosos que brillaban a la luz del sol.

Levantó las lentes para verse con más precisión. Justo al hacerlo descubrió sus ojos, aquellos dos globos oculares de los que siempre se había sentido orgullosa seguían allí, aunque ella casi los había olvidado. En el espejo el azul de su mirada se reflejaba de forma intensa con un brillo propio, dos estrellas en el firmamento que habían puesto en su rostro por gracia genética. Se podía engañar si quería, pero era preciosa.

Era una mujer bella, aunque quizá al volver a casa, esa mujer se volvería a esconder de nuevo detrás de las ojeras, los peinados rápidos y el poco cuidado. ¿Por qué se dejaba tanto? ¿Para tanto era el cuidado de la casa que no le dejaba tiempo? O ¿era ella la que no se dedicaba tiempo?

Miró a su izquierda, su hijo conducía tranquilamente por la carretera, ajeno a los pensamientos de su madre. Le echó un ojo con disimulo, tratando de que no le pillara. Se había convertido en un hombre sin que ella se diera cuenta, en un buen hombre… nunca había esperado ver esa faceta en su hijo, siempre lo tenía como su bebe. No obstante, allí estaba, era educado, bueno y comprensible. Incluso… ¡Había hablado con él de sus problemas! “Aunque otros quedaran en mi mente, es un primer paso”.

En su imaginación nació una idea, un pequeño soplo que pasó fugaz, pero logró atraparlo. Disimuló la sonrisa mirando hacia el paisaje lleno de una extensa porción de árboles verdes, pensando en esa mínima idea, pero que sentía como una verdad. Aunque no quería expresarla en su mente, prefiriendo no darle una forma, al final sucumbió a lo evidente “ojalá Dani se parecía a su hijo…”.

Aparcaron cerca de la plaza del pueblo, sentándose en uno de los bares. La zona estaba medio vacía, por el pueblo aún se respetaba la buena costumbre de la siesta y más con aquel calor. Por lo que hasta dentro de un rato la zona no se llenaría de gente, podían tener… más intimidad.

—Se va acabando nuestro día en familia… —dijo Sergio con un tono algo ausente.

—Pero aún no ha terminado —respondió su madre con una sonrisa, mientras pedía al camarero una Coca-Cola y un vino.

—Qué raro se me hace verte beber —Mari solo era de beber en ocasiones especiales.

—No estoy acostumbrada, pero… estoy de vacaciones. Aunque mejor no beber como el otro día… me pasé un poco.

Sergio casi tenía olvidado el “pedete” que su madre sufrió al llegar. Pero lo que no olvidaba y menos de una imagen muy nítida que corría por su mente. Más que recordar a su madre borracha, lo que no podía sacar de la cabeza, ni quería, era el cuerpo semi desnudo que tuvo en frente y que metió en cama.

Su móvil sonó y lo cogió con desgana por haberle sacado de esos pensamientos. No tenía ni idea de quién podía ser, quizá algo de publicidad de alguna compañía telefónica, no recordaba haber hablado con ningún amigo.

Al momento que vio que era de “Tía Carmen” el cuerpo se le revolvió, no se esperaba lo que vio. Su tía le había mandado una foto, una única instantánea en la que de manera explícita, aparecían tanto un pezón, como sus labios. Le había devuelto la moneda, foto por foto.

El joven abrió los ojos de par en par y como no, su entrepierna juvenil comenzó a reclamar sangre desesperadamente. Tan absorto estaba en la foto que casi se le pasa el texto que le había escrito.

—Te echo de menos…

“Por dios, MI TÍA, me vuelve loco…” pensó antes de que algo le sacara de la gloriosa visión.

—Sergio, ¿estás aquí o…? —era su madre con la copa de vino ya en la mesa mientras el camarero servía la Coca-Cola.

—Sí, sí, lo siento. Una amiga… —soltó de pronto tan descuidadamente, “¿Cómo que una amiga? ¡Si yo no he tenido amigas en la vida!”.

—¿Amiga? —preguntó su madre extrañada y a la vez sorprendida— No sabía que tenías amigas.

—Si bueno, es muy reciente… hace poco que nos conocemos — “¿Qué haces? ¡Cállate!” Su mente luchaba contra sí misma.

—¿Qué tal? —Sergio la miraba extrañado— Me refiero con tu “amiga” —entrecomilló con un gesto de manos— no te creerás que soy tonta…

Sergio se había metido en un lío de la forma más infantil posible, de manera indirecta le había dicho que alguien le había hablado. Aunque eso era lo de menos, porque si su madre llega a ver quién le hablaba y que le había mandado, le daría un infarto. El joven no supo que decir, “quizá lo mejor será decirla que no es nada”.

—Después de tantas preguntas que me has hecho y ahora, ¿tú no me contestas? —en aquello no le faltaba razón. ¿Cómo no contarle? Si Sergio no decía algo, quizá esa buena relación que estaban labrando se desmoronaría. Además no la mentía, el joven tenía una amiga, aunque esta era la hermana de su madre.

—Bueno… No sé qué contarte, nos estamos conociendo…

—¿Sí? Qué bien, ¿y vas en serio con ella, o es…? —Mari no encontraba el término para referirse a la chica. Pero Sergio la cortó mientras pensaba en posibles palabras que encajasen en una conversación de madre e hijo.

—Todavía no lo sé, simplemente nos estamos conociendo, mamá, dame tiempo. Es muy pronto para saber hacia dónde va todo —ambos sonrieron y Mari dio un trago largo a su copa.

—Bueno, pero déjala para otro momento, dile que estás ocupado con otra chica. —su madre le guiñó de forma cómplice, un gesto más de Carmen que de ella, algo que Sergio jamás había visto y que le dejó perplejo.

El joven guardó el móvil y siguieron hablando de otros temas sin importancia mientras ambos se acababan primero una ronda y después otra. Pasaba la tarde mientras corría la tercera copa de vino y Sergio cambiaba su refresco a agua.

La tarde pasó en un suspiro y terminada aquella tercera copa de vino se levantaron y fueron al coche. Habían estado de cháchara tanto tiempo… los bares se habían comenzado a llenar e incluso el sol comenzaba su lenta bajaba dispuesto a cruzar el horizonte.

Tanto madre como hijo, llegaban bastante cansados a casa, el día había sido duro. El sol les había absorbido buena parte de las fuerzas y estaban derrotados, aunque Mari todavía tenía en el cuerpo las tres copas que se había bebido y eso le daba un plus de fuerza.

Llamaron a la puerta de la entrada y Carmen les abrió de manera efusiva. Durante toda la tarde les había echado de menos, aunque quizá algo más a su sobrino al que abrazó con fuerza, reprimiendo las ganas que tenía de llevárselo a “otro lado”.

—¿Qué tal os lo habéis pasado? —preguntó Carmen a su hermana.

—Bien, ha sido más que relajante.

—Oye… —le dijo fijándose en como los pómulos de la mujer estaban algo rojos. Se acercó para oler el aliento que emanaba de su boca— tú… ¿Has bebido? ¿Sin mí?

—Quizá sea una nueva Mari —dijo su sobrino subiendo las escaleras para ponerse el pijama.

—¡Vaya sorpresa! —rio Carmen haciendo que su hermana se avergonzara levemente— Vamos a cenar anda que he hecho una tortilla. Oye, si quieres, ya que vienes así… y me lo pides con tantas ganas… Podemos abrir una botella de champán, mira ¡qué buena idea has tenido, hermanita!

—No, Carmen, de verdad, ceno y me voy a cama, estoy molida.

—Anda, anda… —le dijo mientras la cogía del brazo— vamos a disfrutar, cariño.

Sergio bajó de su habitación cuando las mujeres estaban en la mesa de la cocina cuchicheando, a la par que acompañaban la cena con sendas copas de champán.

—Cariño, siéntate, lo que queda es para ti —Mari le señalaba la media tortilla que sobraba.

—Es demasiado, no creo que me la termine…

—Come. Que Carmen ha hecho mucho —replicó su madre.

—Haz caso a tu madre.

Añadió Carmen lanzando una mirada más que descarada delante de su hermana, cada vez se cortaba menos.

Los tres cenaron en la mesa y el chico se acabó su plato a regañadientes, eso sí, después se sintió más vital, había repuesto energías. Las dos mujeres hablaban y hablaban, centrándose en cosas de la familia y cotilleos varios sin mayor relevancia. Sergio en cambio, nadaba en sus pensamientos mientras miraba el móvil sin hacer nada realmente, contestar algún mensaje ocasional y echar una ojeada a las redes sociales.

—¿Hablando con tu amiga? —le preguntó su madre, algo que Sergio le costó entender. Su tía reaccionó antes.

—¿Qué amiga? —sorprendiéndose realmente.

—Mi hijo, que tiene una “amiga”. Al parecer esta hecho un Don Juan.

—Pues no me había dicho nada.

—Nada, no cotilleéis sobre mí, por favor…, cambiando de tema… ¿Te ha contado mamá que me ha intentado ahogar en el río?

—Sí, sí, cambia de tema, canalla —saltó su tía con una sonrisa felina. Entendió a la primera quien era la “amiga”—. No me ha dicho nada… o sea que Mari, ¿me quieres dejar sin sobrino?

—La verdad —Mari comenzando a reír— que nos lo hemos pasado realmente bien. Aunque luego el agua estaba un poco fría y ya nos hemos salido, el río nunca está caliente del todo.

—Ahora una ducha y como nueva, cielo —le contestó Carmen. De pronto una luz se encendió y su mente a la velocidad del rayo caviló un plan que no se le había ni pasado por la mente— o… podemos hacer otra cosa. —la mujer creó unos segundos de intriga mientras los otros dos la miraban expectante— Mari, ¿has estado alguna vez en un jacuzzi? —ella negó con la cabeza— ¿Te apetece meterte en uno?

No supo que decir, aunque las burbujas del champán ya le habían subido a la cabeza y no vio ningún impedimento para decir que no a esa proposición. Nunca había estado en uno y de no aprovechar el de su hermana, quizá jamás volvería a disfrutar de ese placer.

—¿Por qué no? —ambas brindaron y rieron a la vez mientras Sergio pensaba “de vez en cuando qué raras son las mujeres…”.

—Bueno… entonces con vuestro permiso marcho a cama que estoy muy cansado.

—Oye, no, no, no. No puedo permitir que mi sobrino se vaya sin probar el jacuzzi.

—No sé, Carmen, estoy realmente cansado.

—Tranquilo, hijo, si no vamos a tirarnos toda la noche, es solo un rato. —le sorprendió que su madre dijera aquello. La Mari habitual, le hubiera dicho que lo mejor era ir a cama y descansar. Su “nueva madre” le gustaba.

El joven movió los hombros sin saber lo que iba a hacer. Aún estaba con el cerebro algo lento debido a la comida y al cansancio, pero mientras ambas mujeres subían al cuarto con las copas de champán lo vio claro.

Su mente rápida carburó una frase del todo real “voy a ir a un jacuzzi con mi madre y mi tía. Con esta última he tenido sexo y estará en bañador, bueno… mejor dicho, las dos lo estarán. Es surrealista”. La elección era obvia, al menos para una mente más calenturienta que de costumbre. Ir con ambas mujeres y compartir las burbujas del jacuzzi era del todo tentador, pero claro, el factor que le desequilibraba era su madre. Se propuso buscar alguna excusa, sin embargo, a su cerebro, tampoco le apetecía, lo que deseaba era meterse.

Al tiempo que pensaba vio cómo su madre se metió en su cuarto. Sergio no lo hizo, aprovechó los pocos minutos que su madre se entretuviera, si es que tenía alguno, para ir primero donde su tía. Llegó solamente un minuto después de que Carmen traspasara su habitación, pero la mujer se había dado prisa, justo la pilló en el baño metiendo la primera pierna en el agua.

CONTINUARÁ

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Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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