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Aventuras y desventuras húmedas: Primera etapa (20)

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La mujer le miró con ganas, con unos ojos de cazadora que el joven podría haber confundido con la de una Leona en mitad de la sabana. Carmen se introdujo en el agua con lentitud, primero su trasero, el cual sentó con calma mojando así el bikini rosa que llevaba. La parte de arriba no llegó a mojarse, solamente la atadura que tenía en su espalda, que junto con el nudo del cuello sujetaban y escondían unos senos que Sergio deseaba volver a ver.

El disimulo en ambos brillaba por su ausencia, según traspasó el umbral de la puerta y vio a su tía, Sergio no dudo en parar de admirar a la poderosa mujer que dentro se hallaba. En ese instante, al tiempo que seguía mirando a su la hermana de su madre y ella le sonreía con esa picardía que solo ella sabía, supo que no era una gran idea estar allí.

—¿Has visto la foto de tu “amiga”? —procuró hablar bajo por si Mari estaba de camino— Me ha costado enviarla, es la primera vez que he hecho algo así…

—Carmen… —le contestó lo más bajo que pudo y agarrándose el paquete de manera soez y marcando ya una notable erección, añadió—, lo ves… esto, cada vez que te veo…

—Mi vida. —resopló llena de placer por ver de nuevo la gran herramienta de Sergio— Por dios, cariño…

La tensión se hizo insoportable y Sergio se amasó el pene de manera dura delante de la mirada de su tía. Sus ojos azules iguales a los de su madre, miraban con deseo el gran cacho de carne que su sobrino tenía aprisionado. No parecía poder abarcar todo lo que había dentro del bañador, era grande, gordo, delicioso… Carmen lo sabía muy bien.

Ambos querían poseerse allí mismo, la lujuriosa mente de la mujer rezaba porque le rompiera el bikini y contra la encimera del lavabo, le practicara un coito de forma bien dura. Sergio, no pensaba muy diferente.

—¡Si ya estáis los dos aquí! —Mari apareció por la espalda de su hijo haciendo que este soltara su paquete a la velocidad del rayo.

—Sí, esto creo que ya está caliente —el juego de palabras era tan evidente.

—Perfecto. —otro sorbo de champán y Mari metió el pie en el agua.

La tía dejó su copa junto a la de su hermana, sin perder de vista como en último lugar, Sergio se adentraba en el jacuzzi con un marcado pene que rápido escondió bajo el agua. Formaron un triángulo en el que el joven tenía a su derecha a Mari y a su izquierda a Carmen. Las mujeres comenzaban a comentar lo bien que se estaba y lo fabuloso que era tener uno, pero el joven no escuchaba.

El calor del agua y el masaje burbujeante le estaban calmando el cansancio, pero también transportando a una relajación muy profunda. Antes de entrar, cierto vigor había vuelto a su cuerpo. Ver a su tía tan ardiente, le puso un poco las pilas, aunque temía que se sobrecargara. Observó bien la situación y agradeció a la altura de las mujeres o a la persona que creara el diseño del jacuzzi, porque justo las mamas de ambas hembras se posaban debajo del nivel del agua. Por esta ocasión, para Sergio, sería mejor así.

Las burbujas llegaban justo, nada más y nada menos, hasta el pecho de ambas mujeres. Cortándolos a la mitad, similar a llevar un vestido palabra de honor, dándole al joven una imagen de relativa desnudez que su loca imaginación le hizo acrecentar. Miró con todo el descaro que pudo los de Carmen que flotaban alegres, “tan cerca…” se decía mientras agarraba su pene escondido bajo el agua.

Sin embargo algo le llamó la atención y los recuerdos de la tarde en el río afloraron. Se acordó de aquel bulto tan pequeño que era imperceptible y que a duras penas se notaba tras la tela. No trató de prohibir el giro de cuello que comenzaba a suceder, su curiosidad salvaje y animal le hizo que los ojos se movieran de unos pechos… a otros. En un movimiento en el que su madre se acomodó, allí lo volvió a ver, como si le estuviera esperando.

Quitó la vista de inmediato, aunque no supo por qué. El joven se gritaba en su cabeza “¡Es tu madre!, ¿Qué haces?”, aunque una voz demasiado débil, pero con toda la razón le respondía “y la otra tu tía… y ya ves”. Prefirió mantener la mente limpia de sexo, mirando los rostros de las dos mujeres que estaban con él, sin embargo, era ineficaz, en su entrepierna algo había empezado a funcionar y no se iba a detener.

De mientras en el otro cerebro, en el que en teoría de verdad sirve para razonar, solo pensaba que aquella situación no era normal, “esto es el comienzo de una escena porno…”. Con disimulo se palpó su zona íntima, corroborando lo que se imaginaba, la fábrica había empezado a bombear sangre y su pene estaba a media asta.

—¿Tú qué tal, Sergio? ¿También te lo estás pasando bien? —le preguntó Carmen forzándole a que participara.

—¿Cómo…? —el joven no sabía apenas ni donde estaba. Se encontraba fuera de la conversación, mucho más preocupado por su miembro— Eh… sí… se está muy a gusto aquí con vosotras.

—Me refería al viaje, cariño —le contestó Carmen sin esconder una mirada de saber muy bien lo que ocurría a su joven amante.

—Sí, eso… también. Una delicia.

—Sergio, ¿estás bien? —preguntó su madre mirándole el rostro— ¿Estás algo acalorado? La cara, la tienes algo roja —buscaba el veredicto de su hermana, ella la asintió.

—No sé… supongo que sí… o sea, digo sí —Sergio cada vez se encontraba mejor y peor.

La sensación de placer le invadía, se notaba demasiado bien dentro del agua, su pene creciente era testigo directo de ello. No obstante, la tensión por estar así a escasos centímetros de su tía, con su madre presente… era un cóctel difícil de asimilar.

—Déjale, Mari, tendrá vergüenza de estar con dos viejas en el jacuzzi —saltó Carmen picándole con claridad.

Sergio no contestó, ¿para qué lo iba a hacer? Vio cómo su tía le miraba mientras se rellenaba la copa y su madre… estaba haciendo lo mismo. La única diferencia era que una sentía cierta preocupación por su hijo, pero había algo más…

Sus ojos no eran los de siempre, quizá por el alcohol, quizá el día, quizá… a saber por qué, Sergio no lo sabía. Sin embargo, la mirada de su madre no era la misma, era diferente, más cercana a la que le lanzaba… su tía.

—¿Sabes a lo que me recuerda esto, Carmen? —dijo Mari, mientras su hermana esperaba paciente la respuesta— Cuando íbamos al río de adolescentes.

—Buenos momentos —respondió dejando la copa— algunos demasiado buenos… —las dos rieron como colegialas— ¿Te acuerdas el día que nos quedamos con Francisco Javier?

—No me llaméis así, me llamo Javi —la madre de Sergio imitó una voz de enfado infantil en alusión al hombre del que hablaban—. Sí que me acuerdo, como para no… ¿Qué será de él?

—Se casó y se marchó del pueblo, similar a lo que hiciste tú. No tengo la menor idea de que será de su vida, ¿crees que se acordará de nosotras? —preguntó Carmen, a lo que Mari le respondió con un gesto cómplice, para después sonrojarse.

—¿Qué… pasó? —Sergio obviamente no lo sabía y pensaba que quizá fuera mejor así. Aunque preguntó… por supuesto que su lujuria interna quería saberlo.

Las dos chicas, porque ya no parecían mujeres, sino dos féminas atrapadas en sus recuerdos de adolescencia, se rieron al escuchar la pregunta del joven y se miraron de manera malvada.

—Cuéntalo, Carmen, que a mí me da algo de reparo.

—Bueno… —no podía parar de sonreír— Sergio, no te pienses que somos malas, solo fue una vez. Estuvimos en el río, por donde has estado esta tarde me imagino, ya sabes cerca de las afueras del pueblo. Habíamos quedado unos cuantos, era un día como hoy, de verano y hacía mucho calor. Al final, casi todos fallaron y solo fuimos cinco creo…

—Sí, fuimos dos coches, tres y dos. —matizó Mari que se mordía una uña a la par que sonreía.

—Eso es, en uno iban una pareja y en otro íbamos Javi, tu madre y yo. Javi era un chico de 17 años, no tenía carnet obvio, aunque bueno… esto era el pueblo y se conducía y ya. Nadie decía nada. Buen paquete le caería a más de uno si lo hiciera hoy en día.

—Carmen, te lías —le reprochó Mari expectante al tiempo que daba un nuevo sorbo.

—Sí, sí, pues eso. Tu madre tenía 16 y yo 19, Javi era un amigo más. Estábamos allí los cinco, ya era de noche, y la pareja se fue y entonces… no sé ni porque se nos pasó por la cabeza, pero nos metimos al agua. Los tres.

Sergio escuchaba expectante, su tía lo estaba contando con una voz melosa, en un tono más bajo de lo habitual. La pausa, la tranquilidad y el modo de narrarlo, trasmitía un erotismo que el muchacho no comprendía. La sensación que le daba era que aquella historia no podía terminar bien y lo peor de todo, que su madre con el rostro ruborizado en su totalidad, escuchaba con gusto como si lo reviviera.

—Y bueno, creo que mejor resumir, le provocamos un poco…

—Provocar, provocar… a ver, no fue para tanto.

—Sí, Mari, lo hicimos… —las dos se miraron y asintieron dando validez a sus palabras— Nos metimos con él en el agua. Nos desnudamos, primero las chicas y luego lo hizo Javi. Tenía una cara que no se lo creía y después… —lanzó una mirada sexual a su sobrino, importándole bien poco que su hermana estuviera presente y le preguntó— ¿Qué crees que pasó, Sergio?

La voz de Carmen sonó de lo más fiera, una cazadora viendo al joven cervatillo amedrentado y listo para ser devorado. La mujer notaba la tensión del chico, estaba al borde de la locura, podía sentirlo en la burbujeante agua. Aquella situación le estaba calentando a rabiar, solo la detenía la presencia de su hermana. El joven no respondió, solo se volvió a sujetar el pene bajo el agua y movió los hombros. Pero ambas mujeres esperaban una contestación.

—Os lo… Os lo folla… —llegó a decir el joven casi con toda su fuerza de voluntad, dedicándole una mirada tímida a su tía.

—Nooo —su madre le cortó algo apresurada y con una mano sujetando su pecho que por un momento se había agitado— hijo, ¡qué lanzado!

—Sergio que mala impresión tienes de nosotras. —el joven pensó que la maldad de su tía no conocía límites— Nos metimos en el coche rápidamente con su ropa y le hicimos que anduviera desnudo una buena parte hasta el pueblo. Creo que nos odió una temporada, pero no se lo dijimos a nadie.

Ambas explotaron en carcajadas incontenibles ante la perpleja mirada de Sergio. El joven las observaba atónito mientras su mente le lanzaba un reproche “¿qué te crees que son tu tía y tu madre? ¿Dos actrices porno y su vida una película?”. Aunque tuvo que añadir “eso si… menudas cabronas…” para acabar sonriendo y negando con la cabeza.

Las mujeres detuvieron sus carcajadas, mientras el joven las miraba todavía incrédulo. Se sirvieron otra copa más. Mari había perdido la cuenta, pero se notaba muy alegre y atrevida.

—Fuimos crueles… —no se le borraba la sonrisa.

—Podíamos serlo, cielo, éramos tan guapas… tan sexis… lo podíamos todo. —Carmen se encontraba evocando recuerdos cuando preguntó— ¿Te acuerdas que le dijiste cuanto te quitaste el sostén?

—Sí… es que no paraba de mirármelas y yo era una niña. —asintió algo avergonzada. Aunque tantos años atrás no tuvo la más mínima vergüenza— Me las levanté y solté un “libres y liberadas” ¡Jesús, tenía 16 años!

Ambas volvieron a reírse sin parar, mientras Sergio no daba crédito a la historia que escuchaba. No se imaginaba a su madre calentando a un chico, además mayor que ella… y menos, enseñándole los pechos. Aunque por otro lado, a una parte de su cuerpo que reptaba sigiloso por el muslo derecho, la historia le parecía encantadora.

—Es que cuando están liberadas, es mucho mejor —dijo en todo neutro Carmen, mientras alzaba su copa y su hermana la seguía brindando en mitad del jacuzzi.

—Hace tanto que no me quedo en toples… —ambas se habían olvidado del joven— y mira que en el río casi siempre que estábamos solas lo hacíamos… incluso alguna vez en compañía.

—Qué raras éramos para aquella época. Oye, mejor recuperar las viejas costumbres ¿no? —preguntó Carmen sonriente y con un movimiento de cejas alentó a su hermana. “¿Qué quieren hacer…?” Pensó Sergio sumamente perdido.

—Pero…

Mari pareció acordarse en el último instante de que su hijo estaba presente y miró a su hermana pensando en que no podían si él estaba allí. “No puedo enseñarle los pechos a mi hijo” meditó mientras sorbía lo poco que quedaba en su copa.

—Tranquila, se quedan bajo el agua. —Carmen guiñó un ojo y decidida se soltó el nudo del cuello para que no hubiera vuelta atrás. Pasó sus manos con cuidado hacia la parte inferior rodeando ambas protuberancias. Le dio mucha importancia a que su sobrino no viera ni un poco, sabía que la estaría mirando. Se lo sacó por completo y miró a su hermana— Lo ves, se quedan bajo el agua. Además, Sergio, no eres un chico cochino de esos que miran a las chicas cuando no se dan cuenta ¿verdad?

Sergio negó, estaba jugando con él, su pene ya estaba completamente duro y ahora con los pechos de su tía tan accesibles, el calor le estaba subiendo a la cabeza.

—¡Madre mía…! —Mari lo susurró. Parecía atorada, dispuesta a cometer una locura, surcando una barrera que nunca se había atrevido a atravesar. Sin embargo, esa barrera ella mismo se la había puesto y quizá para otras como su hermana sus límites eran fácilmente franqueables. Con voz seria le mencionó a su hijo— Sergio, no mires.

No miró, pero sabía lo que estaba pasando y aquello era suficiente. Su madre se quitó el bikini y lo dejó junto al de su hermana. Ambas estaban con los senos sueltos, a unos centímetros la una de la otra.

El curioso bulto que Sergio tenía en el bañador, había dejado de ser tan curioso para convertirse en un verdadero coloso que quería reventar la tela. No podía salir de allí sin ocultar tremendo “paquete” debía aguantar el chaparrón y mantenerse sereno hasta que viera una oportunidad.

—¡Mucho mejor! —resopló Mari y se acomodó con su copa en la mano.

—¿Lo ves? —su hermana asintió con cara de placer— Además, las burbujas dan un pequeño masaje.

La cabeza del muchacho estaba en otra dimensión, el agua les llegaba a cubrir el 80% del pecho y sus ojos no podían perder de vista aquellas cuatro obras de arte. En cualquier movimiento que enturbiase el agua… se veía mucho más, cualquiera de los cuatro pezones, podrían salir a la luz y ser visto de un momento a otro.

Las dos mujeres estaban algo borrachas, las copas de vino de Mari, más el champán le habían subido a la cabeza y ahora, con el calor del agua, todo se acrecentaba. Carmen en cambio, no tomó tanto como su hermana, pero el calor que desprendía su cuerpo, sobre todo en cierta zona sexual, le estaba causando una sensación de mareo mayor que el alcohol.

Sergio no sabía dónde meterse, las mujeres seguían hablando ajenas al muchacho y cuando una de ellas se movía levemente, no podía evitar lanzar sus ojos en busca de algo más que ver. Intentaba mantener quietos aquellos globos oculares marrones verdosos que la genética caprichosa no había querido que fueran azules, no obstante… no podía.

Por mucha fuerza de voluntad, siempre que los generosos pechos de su tía salían a flote, como un cazador agazapado en la maleza, soltaba una mirada fugaz observando lo máximo posible. Cuando sucedía lo mismo con su madre… ¡También miraba!

Estaba en su límite, se quería ir, bueno… no quería, pero era lo que debía hacer si no se quería desmayar allí mismo. Aunque bueno, estaba la otra opción, la de dejar fluir sus instintos primarios y arrancar la parte de abajo del bikini a su tía y que su madre contemplara lo que era capaz de hacer.

Su pene se movía como un látigo dentro del bañador, el calor que emanaba su cuerpo hacia parecer frío el propio agua del jacuzzi. Se notaba como si se hubiera bebido un sinfín de litros de ron, estaba algo mareado y le costaba enfocar, “no he estado tan cachondo en mi vida”. La boca se le había vuelto pastosa y una de sus manos, ya no podía soltar su miembro erecto mientras lo amasaba al amparo del agua dándose un pequeño placer.

Con la mano libre, cogió un poco de agua y se la echó por la cabeza, se dio cuenta de que no se encontraba nada bien, aunque mejor dicho… se encontraba demasiado bien. Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos por un segundo relajándose lo máximo que el cuerpo le permitía. En su mente volaron millones de imágenes, imágenes que comenzaron a unirse como en una película. Todo cobraba vida en su cabeza, una historia tan real que no parecía imaginación.

Ambas mujeres se le acercaban y sacando su rica entrepierna daban buena cuenta de lo que tenía. Sabían lo que hacer y sabían lo que deseaba. “Pobre Francisco Javier… lo que te perdiste…” pensó mientras se imaginaba que a él sí que le hacían un delicioso triángulo amoroso. Daba igual que una fuera Mari, en ese momento cualquiera le valía.

—Mi vida… —la habló su madre esta vez desde la lejana realidad—, ¿seguro que estás bien?

Los ojos de Sergio algo perdidos, miraron a su progenitora. Tenía los pómulos colorados y los ojos algo vidriosos, en el puente de la nariz vio marcadas las pecas que tanta gracia le hacían de pequeño. Cada facción de su rostro le estaba pareciendo una belleza, estaba realmente preciosa, pero ¿desde cuándo? ¿Cómo pudo haber un cambio tan inmenso?

—Tienes la cara muy roja —le siguió diciendo.

—Sí… —dijo él tocándose el rostro con una mano húmeda y arrugada— creo que tengo mucho calor. —esperaba que eso no sonara con segundas.

—Salte, cariño, a ver si te vas a marear.

—No, tranquila, mamá, en un rato mejor. —no podía salir con aquella erección, se notaba como si una barra de pan atravesase su pierna, incluso sentía cierto dolor en la presionada punta. Mejor desmallarse, que enseñar aquello a su madre.

—Sergio, de verdad, vete. Tienes un poco la mirada perdida, igual te da una bajada de tensión, me estoy preocupando un poco.

La mirada de su madre no mentía. Pero el caso era que al chico no le pasaba nada malo, solo estaba más caliente que en toda su vida. Su tía miraba la situación con una media sonrisa, sabía lo que le pasaba al joven y aquella situación, le estaba encantando, “ponerle es como una droga” pensaba para ella misma.

Mari se movió queriendo acercarse a Sergio para tocarle la frente e instarle a que se fuera a la cama. Levantó el brazo para llegar hasta su frente y este se dejó hacer, pero en ese movimiento, en ese preciso instante, el pezón izquierdo de Mari, atravesó el umbral del agua y salió a la luz. Ella no se había dado cuenta, suficiente preocupación tenía con su hijo, pero este lo vio y… miró.

“Mierda… en que momento” pensó mientras cerraba los ojos y apretaba sus labios con fuerza. Su pene le dio un brinco, exigiendo salir al exterior y guerrear con quien fuera, no conocía de lazos familiares, solo quería ponerse a trabajar.

—Estás caliente —dijo su madre volviendo a su posición inicial—, quizá tengas fiebre, mejor marcha, cariño. Te habrá dado mucho el sol.

—No tengo nada, mamá, de verdad, déjalo, no es fiebre… se me pasa y salgo. —Sergio se veía en un aprieto y no sabía cómo evadirse. Para colmo su tía no le iba a ayudar, aquella sonrisa la delataba.

—Sí, Sergio, mejor sal —pidió ella mordiendo con disimulo uno de sus labios. Se sentía el mismo demonio—. Vamos, otro día te metes, no pasa nada.

—¿Seguro? —le preguntó únicamente a su tía, ella asintió contenta a rabiar. Pasó su mano por su pene duro como el hierro y lo apretó con fuerza dándose un poco de placer— Mamá, mira para otro lado, por favor.

—¿Qué? ¿Para qué?—su madre no entendió nada.

—Hazme caso, date la vuelta.

A Sergio cada parte del cuerpo le fallaba excepto una. Solo un hilo de voz surcaba su garganta, aunque no le hizo falta más, su madre sin comprender mucho, giró su cabeza y miró a su hermana. Sergio se levantó del agua, su bañador estaba demasiado ceñido debido a lo que tenía guardado. Un bulto enorme, gordo y duro como el diamante surcaba desde el medio de su entrepierna hasta casi el final de la corta pernera derecha del bañador.

Mari no estaba mirando, pero Carmen por supuesto que sí. Vio caer el agua caliente por su cuerpo y en especial por el bañador. La fina tela que guardaba un tremendo bastón se pegó de manera perfecta a la piel del joven, uniéndose ambas y dejando el relieve en una perfecta visión.

Todavía con el bañador tapando lo poco que podía, a la tía, le pareció mucho más grande, “¿es posible?” Se preguntó sin quererlo, aquello era un verdadero titán. Todo el calor se le concentró en la entrepierna y de pronto, al ver como su sobrino se ponía totalmente erguido y la serpiente de su entrepierna luchaba por salir, todo explotó en su interior.

—¡Jo-der! —dijo casi atragantándose sin poder contenerse ni por un solo momento. Si no llega a decirlo, le hubiera dado un infarto.

La otra mujer que estaba mirando a su hermana. Vio primero el rostro enrojecido de la mujer, la sorpresa, la incredulidad, los ojos azules abiertos al máximo parecían salirse de sus órbitas y su cara de estupefacción hablaba más que sus palabras. El instinto la llamó “¿Qué pasa?”.

En lo más profundo de su conciencia, seguramente supo al instante que es lo que realmente ocurría. Sabiendo de antemano que su hijo no quería que viera aquello, o quizá Mari realmente no tenía ni idea de lo que sucedía. Por simple curiosidad, cuando escuchó como de los labios de su hermana salía semejante palabra dicha con tanta intensidad, comenzó a girar su cabeza hacia la dirección de Sergio, con toda la inocencia de su mente.

Estaba a punto de divisar a su hijo. Carmen se dio cuenta, aunque era demasiado tarde para hacer algo. Los ojos de Mari se fijaron en el joven, estaba de pie, no había nada que llamara su atención, era el mismo Sergio de siempre o no…

—¡DIOS…! —salió de su boca, justo cuando el tremendo bulto de su hijo llamó su atención. Para después notar las manos de su hermana tapándole la visión— ¡… MÍO!

Con las suyas propias, giró la cabeza y también se tapó los ojos. “¿Qué es eso? ¿De verdad, era… era… su… polla?”. El corazón le latía a mil por hora, estaba atorada y la respiración se le aceleró. Sus ojos habían hecho contacto con un bulto enorme, casi temible. El bañador pegado debido al agua le hizo ver lo que su pequeño guardaba casi a la perfección, observando como la punta, por milímetros no escapaba por uno de los lados.

—Lo siento… —escuchó la voz de Sergio mientras unos pasos rápidos salían del baño y luego de la habitación.

Separó sus manos y las de su hermana y ambas se miraron durante unos segundos hasta que escucharon la puerta del cuarto de su hijo cerrarse. El silencio entre ellas se cortaba, alguien tenía que decir algo.

—Lo has visto ¿verdad? —preguntó Carmen, algo obvio. Su tono denotaba preocupación, era sin duda algo impactante para una madre ver así a su hijo. Mari asintió.

No sabían que decir, era una situación de lo más extraña, habían visto el pene tanto a su sobrino como a su hijo, aunque Carmen ya lo observó y probó con anterioridad. Se tenía que hacer la tonta, sin embargo, no sabía que decir, prefería que Mari fuera la que hablara, para algo era su madre.

Esta se llevó una mano al pecho notando su corazón y su respiración desbocados de tal manera, que sus duros pechos estaban fuera del agua. Pero no le importaba, eso era lo de menos, miró a su hermana para decirla.

—Perdona… me ha sorprendido… —resopló y añadió— es que no me esperaba eso… fue sin querer… te oí y… y… me siento incluso mal.

—Tranquila, cariño, es algo normal, está con las hormonas revolucionadas… es un adolescente.

—Ya, pero… Carmen, estamos tú y yo… su madre y su tía.

—Era una situación… extraña. Al final somos dos mujeres… estamos bien… casi desnudas… puede haber posibilidades de que pase. Además, ya sabes que esa parte piensa sola. —señalándose como si tuviera un pene.

Ambas dieron un sorbo a sus copas para serenarse y Mari se echó agua en la nuca para enfriarse un poco. Misteriosamente o no de forma tan misteriosa, pero el calor de su cuerpo había aumentado, quizá por vergüenza o por otra cosa. Además… ¿Qué había dicho en su mente?, no lo recordaba, ¡ah, sí! Hacía mucho que no decía esa palabra… POLLA.

—Dices que te ha sorprendido —le dijo Carmen con seriedad— pero, ¿no se la habías visto? —y añadió mintiendo— A mí sí que me ha impactado…

—Sí, pero… era desde lejos… algo tapado… ver el pe… —no se atrevió a decirlo en voz alta— así de pronto, pues…

—Te digo una cosa —le dijo Carmen envalentonada por el alcohol— a mí verla no me ha sorprendido, o sea sí, claro… no me lo esperaba, —mentira— pero más lo otro…

—¿Qué otro? —preguntó su hermana algo ida.

—Chica… ¿El tamaño? —una risa tonta surgió de su boca e instantáneamente a Mari se le pegó.

—Ya… bueno, ya lo hablamos…

—Tú tenías una idea, —haciendo un gesto con la mano simulando la longitud— pero a mí… sí que me ha pillado de pronto.

—¿Por qué dices que lo sabía?

—La vez que le pillaste…

—Dios, si… lo siento, estoy algo en shock. —recordó aquella escena, estaba lejos, desde la puerta no la vio bien. Sin embargo ahora sí que la había visto, estaba a centímetros de su cara, aunque estuviera tras la tela, casi la podía sentir— Pero, no recordaba que fuera tan… pues eso…

—No creo ni que la recordases.

Ambas se echaron a reír sin saber muy bien por qué, seguramente por el alcohol en vena que tenían y el nerviosismo que a Mari le abordaba todo el cuerpo.

—Mejor será salir —dijo esta una vez cesó su risa.

—Sí, esto ya no puede ir a mejor… —riéndose todavía en un claro tono de broma.

Las dos se secaron y Carmen le dejó a su hermana un pijama para dormir, aunque no lo necesitaba seguía teniendo mucho calor. Cuando fue en dirección hacia su habitación, le dijo a su hermana.

—¿Te importa que duerma contigo?

—No, pero…

—Es que —le cortó Mari antes de que preguntara— me siento rara, no sabría explicártelo. No sé el porqué, pero no me apetece dormir sola. Incluso me da vergüenza salir de la habitación… —esto último a Carmen le recordó cuando su hermana era pequeña y vivían en casa de sus padres.

—Bien, Mari. Vamos, entra en la cama.

Ambas se metieron en cama y al de pocos minutos estaban dormidas. El sueño fue largo y reconfortante, como buenas hermanas soñaron algo similar, con algo… que vieron en el jacuzzi, pero que a la mañana siguiente no recordarían.

CONTINUARÁ

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Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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