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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (2)

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Entró en la biblioteca con las manos sudadas y un ligero tic en el parpado, se notaba como en su primera cita. El corazón le latía frenético notando como tamborileaba dentro de su pecho y la sangre le retumbaba en las sienes. Subió los dos pisos que le separaban de su destino, desde que descubrió que en el tercer siempre había sitio para estudiar y la tranquilidad era completa, nunca iba a otro.

Llegó arriba sin aliento, podría haber subido en ascensor, pero se veía con fuerzas, error, estaba agotado y pensaba que en cualquier momento se pondría a sudar. Se dirigió a su mesa con el paso más firme que pudo, pero sorpresa… Marta aún no había llegado.

Miró la hora por mera curiosidad, como si no le importase que no estuviera, pero claro que le importaba. No recordaba lo impuntual que era y lo irritado que eso le ponía “si quedas a una hora es para llegar a esa hora, si no queda más tarde”. Solía repetirlo como un mantra mientras la esperaba, aunque luego cuando llegaba, no se lo decía, solo dejaba caer algunos comentarios a modo de broma.

Quince minutos después de la hora, ya sentado y con los libros abiertos, escuchó unos pasos. Se dio la vuelta con rapidez como las tres veces anteriores, pero esta vez sí, Marta estaba allí. Su melena rubia se movía en el aire a cada paso, se acercaba con una sonrisa de lo más dulce que Sergio recordó al instante. Al verla, no sintió otra cosa que buenos recuerdos y felicidad, seguía tan guapa como siempre. Su precioso pelo, sus ojos brillando por la luz de las lámparas y un cuerpo perfecto moldeado por la juventud.

Intentó no sonreírla, estar lo más serio posible y mostrar cierta indiferencia, esa era su baza. Pero le fue imposible, cuando ella dejó su mochila al lado de este y se apartó el pelo del rostro, un perfume muy reconocible llegó hasta las fosas nasales del joven, drogándolo al instante. Sergio la sonrió.

—Lo siento mucho, de verdad. —parecía que las costumbres no cambiaban. Siempre que llegaba tarde pedía disculpas, al menos era algo…— El profesor estaba dando los últimos apuntes y se pasó de la hora.

—No te preocupes, acabo de llegar hace uno o dos minutos. —no le quedaba otra que mentir, no le hacía gracia admitir que llevaba quince minutos esperándola.

Le volvió a sonreír mientras se quitaba el abrigo. Sergio se fijó en la camisa algo holgada de color rosa que vestía, era la primera vez que le veía con una prenda así y pensó “no le queda mal”.

—¿Qué tienes que hacer? —su voz de lo más calmada y agradable le hacían sentir al joven muy bien y… no debía sentirse de ese modo o al menos, eso se había prometido.

—Estadística, tengo que llevar para mañana cinco ejercicios…

—O sea que todavía estadística, se te ha atragantado… —le cortó al hablar, nunca le gustó que le hiciera eso.

—Bueno… creo que hemos quedado para otra cosa, no para hablar de la universidad —por una vez Sergio logró controlar sus nervios.

—Qué corte… —su rostro cambió y viró sus ojos verdes hacia los libros que comenzaba a sacar— No tengo mucho que decir, solo quería dar la cara y…

—Vas un poco tarde, Marta, tendrías que haber dado la cara hace bastante tiempo —Sergio por una vez habló serio y con autoridad.

—No tengo perdón, lo que hice no estuvo bien…

—Marta, no sé qué quieres en verdad. Mira, me dejaste —Sergio comenzó a alzar la voz debido al enfado. Se había olvidado de que estaban en la biblioteca— por tu ex… sinceramente, me da igual si tuviste algo con él mientras éramos pareja, pero que menos que ir de cara, en teoría me querías.

—Te quería muchísimo, Sergio… pero las cosas cambiaron, fue una época mala, me equivoqué. No puedo decir más que eso, soy humana y cometo errores, uno muy grande fue aquel…

Al escuchar unas palabras tan sinceras, el joven la miró con intriga, no comprendía a que venía todo aquello, pero ¿podría ser cierto que estaba arrepentida?

—No creo que te excuse que tuvieras una mala época… y si me querías de verdad, eso te hace ser una mala persona.

El último comentario sonó duro y en tono alto, logrando que dos compañeros a cinco mesas de distancia se girasen para mirar. Rápido volvieron la vista mientras Marta y Sergio no dejaban de mirarse.

—Sergio… no me digas eso…

Ante la incredulidad del joven, unas gotas se derramaron por el rostro de la joven. Sergio no podía dar crédito a lo que sus ojos veían, fue la primera vez que vio a Marta llorar, en toda su relación, por mucho que discutieran, jamás la había visto así. “¡¡¿¿De verdad la ha dolido??!!”.

Unos pequeños sollozos se comenzaron a escuchar más alto y una de las lágrimas llegó hasta el libro que la joven tenía abierto. Alguien carraspeó desde el otro lado, eran los mismos de antes, haciéndoles ver que el sonido era ya más que elevado, al haber tan poca gente en ese piso, se escuchaba casi todo.

—A ver, Marta, lo… lo siento —Sergio al verla llorar no podía sentirse peor. Con aquella frase se había pasado. Su mano por pura inercia se movió por la espalda de su ex, dudando si debería hacerlo. Aunque antes de que concretara el siguiente movimiento, su mano rodeaba la cintura de la chica atrayéndola hacia su cuerpo, Marta se dejaba hacer— cálmate, por favor. Siento si te ha dolido lo que he dicho.

Se levantó sin poder parar el llanto desconsolado que comenzaba a aflorar en ella y con paso rápido dejando todas las cosas allí, anduvo hasta el baño de ese mismo piso. Sergio la siguió sin saber muy bien por qué, lo más sensato hubiera sido quedarse en su sitio y esperar a que la mujer se calmara. Aquella situación, de ir tras de ella, le evocó recuerdos… memorias sobre enfados y ella yéndose hacia casa mientras el joven la acompañaba para tratar de ir en paz.

La puerta del baño de las chicas, la encontró cerrada al llegar, desde fuera el sonido a llanto se escuchaba de forma tenue y apagado, menos mal que allí no había casi nunca nadie. Con voz baja y mirando primero en el baño de los chicos que había al lado por si hubiera alguien, Sergio le comentó a su exnovia.

—Marta, sal que no pasa nada de verdad. Estudiamos y luego hablamos, no te preocupes, pero ahora estate tranquila.

—Sergio… —escuchó unos pasos que se acercaban a él, de pronto se detuvieron y la puerta se abrió unos centímetros por donde asomó Marta— Pasa, por favor. —viendo la cara del muchacho agregó— No hay nadie… es que no se me pasa, perdona.

Entró en territorio prohibido, jamás había estado en un baño para chicas, era curioso lo raro que se sentía en un lugar que era prácticamente idéntico a donde solía ir a mear. Marta se había apoyado en el lavabo, veía su rostro lloroso en el espejo y en un acto de bondad o simplemente por pena, Sergio la puso una mano en el hombro.

—Ya vale… mira, no quiero llevarme mal contigo. Te he querido mucho y has sido importante para mí. Vamos a fuera, estudiamos como dos personas normales y hablamos luego.

—No… no puedo… necesito sacarlo —pasó una de sus manos por sus ojos para limpiarse— soy una mierda de persona. Fue un golpe muy bajo… no te puedo decir por qué lo hice, solo pedirte perdón.

—Nunca te he tenido rencor, —no podía ser más mentiroso, pero la situación lo requería— eso ya está olvidado. Somos amigos normales y ya, no hay problema de verdad.

—Pero yo… —Marta le miró con unos ojos que brillaban debido a las lágrimas y a las luces que titilaban sobre sus cabezas— no… no quiero ser tu amiga.

El corazón del joven se paró y todo su cuerpo sufrió un incendio, era lo que en el fondo se había temido, no estaba allí únicamente para pedirle perdón. Por unos segundos, la miró con la boca abierta sin poder decir nada mientras la joven esperaba una contestación que no llegaba.

Visto que no pasaba nada, Marta decidió dar un paso. Se acercó a Sergio que intentaba dar unos pasos atrás tratando de evitarla. Cuando lo consiguió, después de dos cortos movimientos, chocó con una de las puertas que daba a un retrete individual.

—Quiero que me perdones la tremenda cagada que hice. Haré cualquier cosa… Te lo prometo, pero Sergio, me sigues gustando, nunca has dejado de gustarme. He estado pensando en ti cada día desde que lo dejamos.

—No, no, no… —soltó por su boca que temblaba, aunque esas palabras no iban dirigidas a la chica rubia, sino a él mismo. Sabía que era débil… tenía que aguantar— Esto está fuera de lugar, te fuiste con tu ex, Marta, no quiero oír esas cosas ahora.

—Perdóname, fue un fallo. Estaba mal, muy mal, él apareció, fue algo fugaz y de lo que me arrepiento cada día, tú eras mi hombre.

Las manos de la joven, pequeñas y frágiles se posaron en el pecho de Sergio que respiraba con dificultad. Todo el odio acumulado, toda la bilis soltada con su tía y su madre ahora quedaba como una pesadilla lejana. El ardor de su vientre se había convertido en deseo, ante sus ojos volvía ver a Marta, la del principio, no la que le había engañado.

Se acercó a sus labios. Sergio seguía inmóvil sin separar los ojos de aquellos globos oculares verdes que le atraían “me gusta mucho…” se decía succionado por una fuerza de la cual no podía resistirse.

—Para… para… —suplicó Sergio colocando las manos en los hombros de la chica. Realmente la veía preciosa, ¿siempre había sido así o era cosa de ese momento? Lo ignoraba— No es así de fácil… no puedes pretender besarme como si nada, lo he pasado muy mal.

—Dame una oportunidad, seré la mejor novia posible. Solo imagino un futuro contigo.

Las palabras de la chica le punzaban en los oídos. Había llegado con la certeza de que Marta le podía proponer volver, una idea muy loca que rondaba su cabeza, pero que se había vuelto realidad. En casa le había sido muy fácil rechazarla, se decía una y otra vez frente al espejo “No, Marta” y antes de salir se había visto con tantas fuerzas que era imposible que cambiara de opinión.

Sin embargo, con la chica delante y sus preciosos ojos mirándole con aquel brillo tan especial que se incrementaba por su acuosidad, sumado a la fragancia que desprendía… iba a caer. Lo único que pensaba el joven era en besarla. Ella alzó la mano hasta encontrar su rostro, lo acarició y él se dejó hacer. Sentía el calor de su mano, quizá podría creer sus palabras, darla otra oportunidad, ¿Qué diría su tía? ¿Y su madre?

No llegó a pensarlo, los labios de Marta se habían abalanzado sobre los suyos y sin poder evitarlo… o sin querer apartarse, se juntaron en un beso que le dejó con los ojos abiertos. La pequeña barrera de negación que le quedaba sobre su exnovia se había derribado con un fuerte estruendo. Había caído con tanta violencia que el primero en abrir la boca e introducir la lengua en busca de la opuesta fue Sergio.

La rodeó con sus brazos por la cintura, apretándola con fuerza mientras ella hacia lo mismo en su cuello. Sintió el calor, la pasión, las ganas… la falta del uno del otro por casi un año les hacía sentir un ardor irrefrenable. La boca se abría dando paso a una virulenta lucha de lenguas en la que la humedad lo era todo. Ninguno cedió, ambos siguieron por par de minutos sin parar de besarse, agarrándose con fuerza hasta que Marta soltó una de sus manos.

Sin abrir los ojos, encontró el pomo de la puerta que tenía el chico a su espalda, ambos sabían que conducía a un retrete individual vacío. Antes de que el joven se diera cuenta, estaban dentro. Por un instante los dos labios se separaron solo para que Marta lograra poner el pestillo con cierto nerviosismo, pero instantes después ya estaba en los brazos de su exnovio brindándole los mejores besos que sabía.

Sergio por inercia se sentó en la taza que permanecía bajada, para al momento siguiente, notar como Marta hacia lo mismo pero encima de su sexo y sin parar de besarlo. Tras el vaquero ceñido, podía notar como una parte antaño muy conocida para él, hacía de nuevo contacto con su miembro.

La erección era inevitable y también su desenfreno. Bajó ambas manos al unísono desde la cintura a las posaderas de la chica que aspiró con fuerza al notar la dureza con la que le apretaba. Sus pómulos estaban rojos y la pasión se había adentrado en su cuerpo, las lágrimas ya se le habían secado y ahora sus ojos solamente brillaban por el amor, la pasión y el deseo que desprendía.

Una de sus ágiles manos serpenteó hasta llegar al botón del pantalón de muchacho, que seguía palpando cada nalga pensando en si era posible que hubieran crecido. En un instante fugaz, Marta había conseguido abrir el pantalón e introducir una mano que agarró con fuerza el miembro erecto del joven. Sergio saltó al notar el agarre y como salido de un sueño le dijo.

—Marta… —los labios de su exnovia trataron de acallarle— aquí no… que nos pueden… pillar.

—Me da lo mismo… te he echado tanto de menos. —miró hacia la entrepierna del joven y acabó por añadir con una sonrisa que mostraba su perfecta dentadura—A ti también.

Con eso, el muchacho se dejó llevar. Marta se puso de pie y con un temblor visible debido la ansiedad y los nervios que le provocaban el éxtasis sexual se bajó los pantalones junto con la ropa interior. Solamente una pequeña capa de vello cubría aquel órgano reproductor que a Sergio tantas buenas noches de placer le dio. Sentado en la taza del baño, esperaba rememorar esos días.

Sin perder más tiempo, el muchacho copió a la chica que tenía en frente. Bajándose tanto los pantalones como el calzoncillo, provocó que su miembro diera dos botes la mar de graciosos contra sus piernas. Estaba tan erecto… tan duro, que no se lo podía creer, en unos segundos había adquirido el tamaño óptimo.

Aunque a Marta no le hizo gracia los curiosos botes que daba el pene del joven. Si no ver de nuevo el mástil que tenía su exnovio y que no recordaba tanto como deseaba. Verla después de casi un año hizo que su cuerpo comenzara a hervir.

Sentándose sobre Sergio, se introdujo lo mejor que pudo el pene. No estaba lubricada del todo, fue todo tan rápido que apenas le dio tiempo. Pero sí que estaba lo suficiente como para que de la primera sacudida, el pene del muchacho entrase casi al cien por cien.

—Te necesitaba… —dijo al notar como aquel cacho de carne duro como el acero la atravesaba su sexo y le abría todas las paredes. Si Sergio lo hubiera meditado, no podría asegurar si se lo decía a él o a su gran amigo…

—No hagas ruido, que puede entrar cualquiera.

—No creo… no hay apenas gente…

Dobló sus piernas haciendo que por fin todo lo que Sergio la ofrecía entrase tan dentro de ella como bien recordaba. Gimió sin control, algo que el joven jamás había visto y después, comenzó un coito lento, pero profundo, con un ímpetu sin igual.

Su cadera se movía con fogosidad, pero poco a poco. Aunque cada vez que llegaba al final, imprimía una fuerza mayor para introducir todo lo que ponía del poderoso pene. Sergio colaboró a su manera, con ambas manos en el trasero de la joven ayudaba en el movimiento dejando marcados sus dedos en ambas nalgas.

—Me voy a correr —trató de decirle Marta con los ojos a medio cerrar y la voz que se perdía en el gozo.

Apenas habían pasado unos dos minutos. Escuchando esas palabras, Sergio entró en un estado de frenesí. Desde agosto que no tenía relaciones, cierto que las últimas que había tenido con su tía habían sido extremadamente satisfactorias. Sin embargo, todo el sexo del año se podía concentrar en esa semana, lo demás días… cada uno de esos largos días, había estado a “pan y agua”.

Sujetó con fuerza la cintura de la mujer, no pretendía que siguiera moviéndose adelante y atrás. La elevó con cierta fuerza, la mujer lo entendió e hizo el mismo movimiento proactivamente botando en las piernas de su exnovio.

—Es… estoy ya… —soltó Marta lo más bajo que pudo sin poder contenerse.

El orgasmo se acercaba, estaba a punto. La espalda se le encorvó y los preciosos ojos verdes se le cerraron para abrir la boca y que el cuello se le tensase hasta casi la rotura. Sergio la miraba extasiado, sin saber cómo podía haber pensado siquiera en resistirse a semejante placer. Sintió como en el interior su pene era apretado por todas las paredes para después notar la relajación de la mujer y… la humedad.

Marta se mordió el labio para sofocar el grito que luchaba por escapar, un grito que se guardó en su interior mientras disfrutaba del clímax perfecto, salvo porque algo la interrumpió. Alguien había abierto la puerta del baño y unos tacones resonaron contra la fría baldosa del suelo.

****

Unas botas o quizá unos zapatos resonaban en el baño. Los dos se quedaron paralizados. Aunque Marta no podía sostener lo que dentro le explotaba y mientras los pasos se acercaban al lavamanos y lo accionaban, ella seguía corriéndose sobre el pene de su exnovio.

La mano rápida de Sergio, fue hasta la boca de la mujer, tapándola por completo y haciendo que esta le mordiera presa de una lujuria y placer que de algún modo tenía que evacuar. Se sintió mejor con aquel mordisco, pasándole después la lengua por la marca, como un perro limpiando una herida. Al momento vio como el joven que tenía su pene dentro de ella soltaba sus labios y se llevaba el dedo índice a la boca para que no hablara.

El grifo había parado y la chica que debería estar allí, recorrió la distancia hasta el baño individual adyacente. Los dos lo escucharon y en sumo silencio, Sergio la sacó del interior de Marta por pura coherencia… aunque la sensatez del joven cuando se trataba de sexo, brillaba por su ausencia.

Haciendo el menor ruido posible, todavía con unas ganas terribles de seguir con el coito, el chico se puso enfrente de ella dándole unos generosos besos, que terminaron cuando Marta tuvo que resoplar.

La asió por la delgada cintura girando todo su cuerpo para que la chica le diera la espalda. Después la llevó paso a paso hasta el retrete en un lento caminar a la par que silencioso. Los pantalones de ambos estaban por los tobillos y la maniobrabilidad era nula, aun así, lograron que ningún ruido llegara a los oídos de la intrusa.

Un chorro se comenzó a oír, algo nauseabundo para ambos, pero que ahora les daba lo mismo. Sergio con las riendas tomadas, hizo que la chica colocara las rodillas en la taza y con un leve empujón en su espalda, la encorvó para que su trasero se alzara justo a la medida perfecta. Exactamente para que su pene se volviera a introducir en ella.

No dudo al ver el húmedo sexo de su ex amante. Agarró con todos los dedos de la mano derecha su poderoso miembro y lo introdujo sin piedad. La espalda de la joven rubia se arqueó por completo mientras sus piernas pegadas vibraban por el placer. Apretó sus dientes con fuerza, el generoso miembro del joven lo conocía, pero tenía olvidado todo lo que la llenaba.

Se dio la vuelta para mirar al chico que la sujetaba por la cintura, se veía titánico a su espalda y moviendo los labios sin hacer ruido le dijo “¡Qué grande…!”. Sergio no lo aguantó y mientras en el cubículo de al lado, la mujer terminaba de hacer sus necesidades, él comenzaba con otras.

Marta se tuvo que llevar la mano a la boca para no gemir en voz alta. Entre sus dedos solo dejaba pasar el aire que de manera apresurada entraba y salía por los pequeños resquicios que asomaban. Sergio sin llegar a meter todo, no paraba de practicar el sexo sin llegar a hacer ruido, solamente se escuchaba un sonido acuoso inaudible para oídos que no quisieran escuchar.

El lavamanos volvió a accionarse y después el secador. El fuerte ruido permitió al joven introducir del todo su pene de forma ruda, haciendo que Marta no pudiera evitar gemir lo más bajo que su alma la permitía. Era imposible no sentir placer al notar todos los centímetros de su exnovio en el interior, era algo que iba contra las leyes de la naturaleza. Sergio agachó un poco su cuerpo mientras la chica se alzaba para escucharle. El aliento caliente golpeaba la oreja de la muchacha cuando Sergio abrió su boca y le dijo.

—He pensado tanto en esto…

Sin dejar de mirarle la mujer aspiró tanto aire como pudo, estaba ardiendo igual que un horno industrial. Volver a notar el pene de Sergio en el interior era una cosa que había olvidado y necesitaba recordar. Habían sido varios meses con el otro chico, pero no se podía engañar, había echado de menos a Sergio. Esa era la realidad.

Por fin escucharon la puerta, ambos estaban de lo más calientes, jamás lo habían hecho en un baño y menos con alguien que les pudiera pillar. El muchacho que no paraba estaba a punto de terminar y no perdía de vista el trasero de su exnovia, que ahora tenía la certeza de que había crecido. Todo el cuerpo de la joven comenzó a mecerse de adelante a atrás mientras se apoyaba en el retrete. La imagen del sexo a Sergio le volvía loco, volver a saborear la dulce mil del coito le parecía delicioso.

—Voy a terminar —soltó en un sonido animal el joven poseído por el amor.

—Hazlo fuera, ahora no estoy con la píldora. —el volumen de su voz se alzaba demasiado.

—Joder, menos mal que me lo has dicho. —pensó que igual la calentura del momento le daba una oportunidad y probó— ¿Me corro en algún lado?

—¿Cómo? —Marta jadeaba de placer.

—Si me corro sobre ti, ¿en tu culo? —no quería tentar más a la suerte, pero hacerle lo mismo que le hizo a su tía en los senos, le hubiera encantado.

—No, no, échalo en el baño. No me des a mí.

Algo decepcionado, pero igualmente caliente, sacó su miembro del interior de Marta. El sonido semejante a una botella de champán descorchándose trajo consigo primero un gemido de la mujer y después un “ruido vaginal” que solía hacerle bastante gracia. Salvo que ese momento al joven no le importaba lo más mínimo. Agarró sus dieciocho centímetros lubricados por el líquido interno de la chica y se masturbó al tiempo que Marta recuperaba el aliento. El semen salió como loco disparado y su mano izquierda lo paró mientras la diestra no se detenía en el empeño de dar placer. Se estremeció de un modo que solo recordaba con Carmen y se tambaleó hacia atrás topando con la puerta mientras trataba de recobrar el aliento y sus ojos se perdían en la fluorescente del techo.

Limpió su mano cuando se vio preparado para moverse, Marta con un rostro enrojecido le sonreía con coquetería como si no hubieran hecho nada. La joven tenía el rostro como si solo se hubiera dado unos besos de adolescentes después del instituto.

Salieron de uno en uno, primero Sergio y en segundo lugar la chica, que se tuvo que humedecerse la nuca y después, lavarse el rostro para quitar la coloración que demostraba lo que había pasado. Mientras el joven trataba de disimular mirando sus apuntes a la espera de que su compañera de estudios regresase, vio al final como Marta atravesaba la zona de estanterías de vuelta a la mesa. Una sonrisa tonta salió en su rostro cuando se dio cuenta del extraño caminar que portaba su exnovia… de lo cual, se sintió orgulloso.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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