Nuevos relatos publicados: 6

Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (5)

  • 17
  • 16.280
  • 9,70 (27 Val.)
  • 0

A Sergio le encantaban las fechas navideñas, el decorado en las calles, en los balcones… era fantástico y por algún motivo la gente parecía más alegre y amable que de costumbre. El día de Navidad siempre había sido el más especial junto a su cumpleaños, fue así desde que tenía uso de consciencia. Aquel día el joven también estaba feliz, aunque se sumaba otro motivo.

Desde el primer día que le habló, había mantenido una más o menos fluida conversación con Alicia. Sabía que no debía, sin embargo, le era imposible no hablar con ella. A diario se preguntaban cosas de su día a día, hablaban de casi todo, salvo un tema, ni Alicia ni Sergio hablaban de sus amoríos. En el caso de la chica había poco que contar, solo había tenido una relación “seria” con un chico y hacía meses que lo había dejado. En el caso de Sergio, siempre que iba a quedar con Marta, le mencionaba a su amiga que tenía planes, era una especie de lenguaje secreto con el que no tenía que mencionar la palabra novia.

Aquella tarde como solía ser tradición, Sergio quedó con sus amigos a tomar algo, para que más tarde se uniera Marta y estar un poco por la zona de bares. Entre cerveza y cerveza, hacía parones en las conversaciones con sus amigos, para intercambiar mensajes con la amiga de su hermana.

—¿Vas a salir después? —le comentó Sergio.

—Qué va. No me gusta salir en Navidad, prefiero Año Nuevo. Hoy me quedaré en casa con la family. Nos ponemos guapos y fiesta. —contestaba Alicia casi en un suspiro.

—Eso está bien. Nosotros nada, mi padre trabaja. O sea que estaré con Laura y mi madre.

—Estás muy bien rodeado.

—Pues sí —Sergio se tentó a escribir algo como “solo faltas tú” o “contigo mejor”. No obstante sus dedos no obedecieron sus primeros impulsos. Menos mal— Si te parece, ¿hablamos luego? Ahora tengo planes.

—Entiendo. Háblame luego cuando puedas, estaré atenta al móvil.

Era casi la hora en la que Marta le dijo que se pasaría, por lo que prefería no arriesgar. Como siempre borró la conversación, en parte por un leve sentimiento de culpa y otro, por si en algún momento a su pareja le daba por espiar. Se sentía fatal cuando lo hacía, porque aunque no se dijeran nada inapropiado, sabía que los mensajes ocultaban otras intenciones y eso le hacía que el estómago le diera un vuelco.

Al de dos minutos Marta apareció cerca del grupo de amigos. Saludó uno a uno a todos y les felicitó las fiestas. Siempre había sido una chica muy agradable y a sus amigos les caía bien, también porque no les había contado lo de los cuernos, simplemente que le había dejado y después, había empezado con otro. No quería que sus amigos le preguntaran queriendo obtener más detalles, aunque vistas las buenas sensaciones logradas al hablarlo con Carmen y con su madre, lo mejor hubiera sido confiar en ellos.

—¿Qué tal, cariño? —le dijo Sergio después de saludarla con un beso en los labios.

—Bien, he acompañado a mis padres donde mis abuelos, ¿al final tu padre trabaja?

—Sí, pero bueno, estamos Laura, Mari y yo, fiesta asegurada. —sabía que no— ¿Te pido una cerveza?

—No. Mejor un vino, que ya he tomado dos con mis padres y por no mezclar.

—¡Qué sofisticada! —bromeó Sergio adentrándose en el bar, mientras Marta se incrustaba en conversaciones que surgían en el grupo de chicos.

La primera copa de vino Marta se la terminó volando y después de la segunda, Sergio notó como su pareja seseaba levemente. El alcohol había hecho mella en ella, aunque sin estar borracha, lo bien llamado “el puntillo” lo había conseguido.

—Cielo, —se acercó Sergio a su novia para hablarla— ¿vas bien?

—Me pediría otra, pero creo que me voy a emborrachar. —rio mostrando su dentadura blanca ahora manchada levemente por el tono rosado del vino.

—Por mí no te cortes, lo decía por si vas perjudicada luego a cenar con tu familia.

—No, no, así está bien. Como te preocupas por mí.

Marta se acercó hasta su pareja, rodeando su cuello con ambos brazos y delante de sus amigos con una calle abarrotada, le dio un beso de lo más pasional. Las muestras de afecto no solían ser muy comunes, aunque cuando tomaba alguna copa la cosa cambiaba. Sergio lo recibió con mucho agrado, quitándole el mal sabor de boca que le había dejado borrar la conversación con Alicia.

La lengua de la joven revoloteaba con frenesí dentro del chico, que la seguía a la velocidad que podía. Le había pillado de tal sopetón, que puso ambas manos en el cuerpo de Marta y la apartó con cuidado, dándose cuenta de que no podían encontrarse en un sitio más público.

Uno de sus amigos les lanzó una mirada jocosa, incluso alguno que otro hizo un movimiento de cejas insinuando cosas que podrían pasar a posteriori. Marta se limpió los labios porque algo de saliva le rondaba resbalando por una de sus comisuras, se rio e hizo gestos para que la dejaran de mirar mientras sonreía a los amigos de Sergio.

—¿Y eso? —comentó el joven para que solo su novia pudiera escuchar.

—Me apetecía, ¿te parece mal? —lanzándole una mirada pícara que pocas veces había visto.

—Me encantó, pero tú y los besos en público no soléis ir de la mano.

—Pues hoy sí… ¡Oye! Se hace algo tarde. —sacó el móvil de su bolso, eran las siete y media de la tarde— ¿Me acompañas?

Por una parte no le apetecía ir hasta la casa de los abuelos de Marta, quedaba lejos e implicaba que ya no volvería donde sus amigos. Sin embargo, otros factores pesaron más. Primero el motivo de que su pareja había bebido un poco más de la cuenta y segundo, que la culpa aún le comía, tenía que quitársela del todo.

Felicitaron las fiestas a todos de nuevo y marcharon poco a poco saliendo de la tan transitada calle. En verdad el paisaje era especial para dar un paseo. La gente reía, los niños saltaban y las parejas, como ellos, paseaban bajo luces navideñas de lo más variopintas. En ese momento, Sergio se dio cuenta de lo mal que hacía, de lo estúpido que era, no debía tratar de engañar a su pareja ni aunque fuera con mensajes.

Cambiaron de ruta mientras Sergio la admiraba. Con la lengua algo suelta, Marta a la par que caminaba, hablaba sobre los estudios, sobre los amigos de Sergio, un poco de todo, cuando tomaba par de copas cambiaba radicalmente.

Los ojos del joven se habían posado en ella y no dejaban de mirarla. Bajo esas luces artificiales, se veía realmente hermosa, su cabello sedoso al viento gélido era magnífico. Incluso podía ver a través del abrigo de color beis que tenía, “¿Por qué conectamos tan poco?” Pensó el joven. Ese parecía el principal problema entre ambos, se querían, pero su química no era la de antes. La belleza de Marta era innegable, sus piernas delgadas dentro de las medias que llevaba, al muchacho le hacían perder la cabeza.

Sin embargo, la mentalidad de ambos era diferente y los cables que tenían que conectar no lo hacían. Se lo podían pasar bien en días sueltos como estos, pero los demás, solían ser tardes aburridas en las que no hacían nada más que comer pipas.

Cuando Marta se cayó un momento, Sergio perdió el hilo de sus pensamientos y vio donde estaban. Habían llegado caminando a la casa de la joven, donde no debían estar, se habían desviado de la ruta hacia casa de la abuela. El joven le miró extrañado, no le había comentado nada de parar allí.

—Sube un momento, cojo una cosa y vamos —“como se tenga que arreglar, llegó justo para la cena” pensó.

Subieron a la casa y Marta le dijo que le esperase viendo la tele, no tardaría nada, solo era una cosa y ya. Sergio ajeno al motivo de porque estaba allí, se sentó y puso los deportes. Se quedó mirando embobado un partido de futbol en diferido de la liga alemana, en su casa no tenían canal de pago, por lo que aprovechó.

De pronto un sonido le sorprendió, era Marta que estaba en la puerta y le había llamado por su nombre. Todavía mirando el partido sin saber si ya estaba lista o no le contestó con un simple.

—¿Dime, cielo?

Unos pasos de los cuales ni se percató cruzaron la sala. Entre la televisión y su visión algo se interpuso, era una persona, más bien… una chica en ropa interior. Alzó la vista tan rápido como pudo, Marta estaba delante de él con la cabeza ladeada y los brazos en jarra, mirándole fijamente.

Había aparecido en ropa interior, una de color rosa que no conocía. Parecía de encaje, de un tacto sedoso que solo el verlo le hizo que el vello se le pusiera de punta.

—Cielo… ¿Qué haces? —Sergio abrió los ojos de par en par, no se podía mover de la sorpresa.

—He pensado que podría felicitarte la Navidad.

La cara de Marta no era la habitual. Sergio no reconocía esos ojos de pasión, su novia no era la de siempre, aunque cuando lo pensó bien, solo unas veces contadas habían bebido juntos y menos tener relaciones sexuales.

La joven se lanzó al sofá, quitando la tele y abrazando a su novio. Un beso rápido encontró los labios de Sergio que todavía sorprendido abrió la boca por la actitud decidida de su pareja, nunca la había visto así. Una mano felina descendió por el jersey navideño del chico para llegar a su pantalón y aferrar el bulto que de una forma pasmosa estaba ya erecto.

En este último mes, no se le había puesto ni una vez así de rápido en el estado óptimo, últimamente incluso… le costaba. Al final los coitos solían ser algo pobres en su opinión, en algunos sin llegar al orgasmo, al menos siempre trataba de que Marta los alcanzara.

Su pareja ladeó su cabello dejando su vista clara y trató de soltar el dichoso botón del pantalón con ambas manos. Sergio lo vio esperanzado, apenas desde la vuelta solo había tenido una única felación y le apetecía otra. Ver a su novia a su lado, arrodillada con las piernas posadas en el sofá, las manos en su pantalón al tiempo que se apartaba el pelo le dio pistas de que se avecinaba lo inevitable.

Ayudó a sacarse esa parte de su ropa, con ansias logró bajarlo hasta los tobillos donde quedó aprisionada sin salir debido a sus zapatillas, daba lo mismo, lo mejor estaba más arriba. Su miembro, duro como una roca, estaba listo para lo que Sergio se imaginaba que sería una ducha de saliva. Quería más que ninguna otra cosa un buen lavado dentro de la boca de Marta.

Se recostó colocando su trasero cerca del final del sofá y Marta agarró con cuidado el miembro totalmente duro de su pareja.

—Se ve que estabas listo —puntualizó Marta comenzando a subir y bajar la piel del pene.

—Lo espero con ganas.

Marta le sonrió con dulzura y le volvió a besar con fogosidad a la vez que subía y bajaba la piel del pene. Fue entonces que soltó sus labios después de un pequeño mordisco y le miró como nunca le había mirado. Su novia quería sexo.

Sin embargo no iba a ser como el chico esperaba. Levantando una pierna la colocó al otro lado de las del joven, dejando el pene de este apuntando a su vagina aún tapada por la tela rosa. Introdujo su dedo índice por la zona baja de la braga y con su uña pintada de rojo, la retiró, dejando paso a la parte más dura de Sergio.

La entrada fue limpia, algo raro. Casi siempre tenía que hacer trabajos orales en el sexo de la chica para que aquella herramienta fluyera de forma cómoda. Pero esta vez, quizá debido a la calentura por el alcohol la cosa había cambiado.

Los movimientos de Marta no se hicieron esperar, primero de adelante a atrás para coger ritmo y cada vez más rápido. Sergio agarró con algo de fuerza sus caderas para que imprimiera más velocidad y darle un apoyó, así no se cansaría demasiado rápido.

—¿Qué te pasa hoy, mi vida? —soltó Sergio contemplando el precioso cuerpo que le montaba como buena amazona.

—No sé, quizá el vino se me ha subido a la cabeza. —Marta no le miraba, es más, no miraba a nada, tenía ambos ojos cerrados.

—¿Habrá que tomar vino más veces? —Marta sonrió y después dibujó una O con sus labios— ¿Te gusta?

Muy pocas veces hablaban cuando tenían relaciones, se limitaban a ordenar si querían más rápido o más lento, y si estaban al borde del orgasmo, de allí no solían pasar. Sin embargo a Sergio era una cosa que le gustaba y vio que ese día podría tener una oportunidad que no debía desperdiciar.

—Sí. —la joven seguía sin abrir los ojos.

—¿Te entra bien dentro?

Los ojos de Sergio no perdían detalle de como los pechos menudos de su pareja botaban dentro del sujetador y como la jovencita apoyada en sus hombros hacía lo mismo.

—Sí, muy dentro.

Su voz sonaba algo artificial, era la primera vez que mantenía una conversación tan extensa mientras lo hacía y no era su modus operandi. Pero cierto es que el pene de Sergio la horadaba tan profundo como de costumbre, a la joven le encantaba y esa pizca de alcohol en su cuerpo la estaba haciendo que lo notase mucho más.

—Creo que ya… —dijo de pronto Marta.

—¿Cómo que ya? ¿Te…? —no solía usar esta palabra, sino frases como “te vas”, “terminas” o similares, pero sintió que podía hacerlo— ¿Te corres?

—Sí, eso es…

La velocidad de Marta se aceleró. Comenzó a botar con muchas ganas sobre el pene del joven que estaba calado como hacía mucho que no lo sentía. “Esta sensación me recuerda a Carmen” pensó al notar una humedad sin igual en el tronco de su miembro.

Marta se aferró con fuerza al cuello del joven y apretó sus dientes conteniendo lo que llegaba, pero era imposible. La marea la golpeó con fuerza y ahogó un grito en su garganta gracias a unas venas que de hincharse más podrían explotar.

Se estremeció como nunca y dejó caer su trasero insertando todo lo que su pareja le ofrecía, moviéndola después en círculos para completar su maravilloso orgasmo. El líquido fluía de su interior y se sorprendió al notar que la zona de la cadera del joven estaba totalmente bañada.

—Estuvo bien… —miró a Sergio con un rostro enrojecido y con unos ojos brillantes y le añadió— Faltas tú.

—¿Quieres seguir? —Marta asintió y volvió a moverse encima de su novio— Si lo tuyo no se ha dilatado mucho… no creo que tarde.

—No hables de mi cosita, que me da vergüenza. —sonrió más desfogada mientras volvía a besarle.

Algunos minutos pasaron, el movimiento lento de su pareja había cambiado demasiado y su orgasmo, como solía ser habitual dejó demasiado dilatado su zona sexual. El roce ya no era el mismo y el pene de Sergio necesitaba un cambio de aires para poder llegar al clímax.

—¿Marta te importa si cambiamos?

—¿No estás bien?

—Sí, cariño, pero ya sabes roza poco. ¿Te pones aquí y yo detrás?

—Bueno… Vale.

Cambiaron de postura colocándose Marta “a cuatro patas” sobre el sofá y Sergio detrás, dirigiendo su poderosa herramienta a la abertura de su pareja.

—Tranquilo. ¿Vale, cariño? —le soltó la joven al notar como entrada toda en su interior.

—Sí, sí, tú me dices.

Sergio no comenzó unos movimientos rápidos como habría hecho si fuera Carmen la que estaba en el sofá, si no unos más lentos que su pareja prefería. El roce era mayor y algún que otro gemido salía de la boca de la muchacha, pero el chico no conseguía su tan ansiado orgasmo. Aceleró un poco el ritmo, cogiendo con fuerza la cintura de Marta e introduciendo más de lo normal su pene en el interior.

—Cuidado, Sergio, más despacio.

—Es que a este ritmo no sé si me voy a ir…

—Seguro que sí, cariño.

El joven prosiguió, pero aquello no había manera de poder terminar. Quería acabar, no obstante su sexo no llegaba al límite deseado. Entonces algo sucedió.

Su móvil vibró, notándolo en el tobillo como el pequeño aviso delataba un mensaje. De pronto algo le vino a la mente, “¿quizá sea Alicia?”. En su interior un sentimiento de placer le recorrió, pensar en aquella chica le ponía la carne de gallina. Mirando la espalda color blanquecina de Marta, volvió a sujetar con fuerza la cintura, pero esta vez, cerró los ojos.

La foto que tenía la muchacha en bikini apareció en su mente, aquel cuerpo delgado y escandaloso que parecía tallado en mármol. Se imaginó que intercambiaba papeles y la que estaba postrada ante él no era su pareja, sino su “amante”. Aquella idea le sacudió por dentro, se estremeció al pensar en tal posibilidad y de pronto un estallido resonó en sus partes bajas.

—Me corro —dijo con un tono elevado al notar tal sensación.

Incrementó algo el ritmo de penetración y en su cabeza, el cuerpo de Alicia era el que recibía el ataque. Escuchó de fondo como de la boca de Marta, alguna que otra respiración acelerada se escapaba sin remedio, sin embargo para Sergio su pareja no estaba allí, sino la amiga de su hermana.

La cabeza de la muchacha se giraba en pleno coito y le preguntaba si era mejor follársela a ella o a Marta. Sergio bufó al imaginarse tal cosa, jamás hubiera escuchado esa frase de los labios de su pareja, ese no era su estilo, pero Alicia… era un mundo nuevo por descubrir.

Sintió la contracción de su zona genital e introdujo todo lo que pudo su miembro para descargar en el interior de Alicia… bueno, de Marta. Esta dio un grito al sentir como los dieciocho centímetros de su novio la alcanzaban una zona que poco le gustaba y después desparramaba todo su jugo en el interior.

Sergio se dejó caer hacia atrás una vez completada su tarea y retorció su espalda dejando que los espasmos camparan a sus anchas por su cuerpo. Había sido glorioso, de los mejores orgasmos desde el viaje con su tía, y todo… gracias… ¿A quién?

Cuando se pudo rehacer se vistió solo en la sala, mientras Marta lo hacía en su cuarto, poniéndose la ropa que allí había dejado. Bajaron en silencio por el ascensor y ya en la calle, mientras el joven aún pensaba en lo bueno que había sido su eyaculación, su pareja le dijo.

—Al final, te has venido muy arriba.

—¿Por qué lo dices? —Sergio que volvió a la realidad estaba perdido.

—Has entrado, muy a dentro… ya sabes que eso no me mola mucho.

—¿No te gustó? Si has gemido ¿no?

—No. Me ha dado un poco de impresión, es una sensación de dolor y placer y no me va, pero como estabas a punto no te dije nada.

—Lo siento. Perdóname, no me he dado cuenta. —Sergio no lo veía para tanto, apenas la había metido entera y ya. Pero si a ella no le gustaba, tenía que pedirla perdón y punto.

—No pasa nada, solo que… no lo hagas otra vez… y cariño, no me digas que te vas a correr, qué vergüenza…

Ambos sonrieron, pero Sergio se sintió mal. Era la sonrisa más falsa que había puesto nunca. Su cuerpo había viajado al paraíso no gracias a su novia, sino por una tercera, aquello le hacía sentirse fatal. Pero más aún, saber que su relación no podía tener mucho futuro, no compaginaban, tenían una distancia insalvable, y sobre todo en el sexo, no conectaban.

Marta anudó su brazo al de su novio y ya sin ese puntillo de alcohol en el cuerpo caminaron hacia la casa de su abuela. Esta vez, a Sergio el paseo se le hizo tan rutinario como eran todos los demás. La sensación especial, junto con la sensación de haber estado con Alicia, había desaparecido.

CONTINUARÁ

--------

En mi perfil tenéis mi Twitter para que podáis seguirme y tener más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

(9,70)