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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (Fin)

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Carmen todavía era reacia a vender la casa de su madre y seguía yendo de vez en cuando a adecentarla. Se mantenía bastante bien y estaba para entrar a vivir, salvo por los muebles, que obviamente estaban pasados de moda, como diría su marido, “las casas de antes no son como las de ahora”… ¡Qué antiguo!

Sin embargo el estado de la casa poco importaba. Lo único relevante para la mujer en ese momento, era la buena decisión de no venderla, al menos por el momento. Disfrutarla con su sobrino ya valdría la pena.

Subieron al segundo piso sin parar en el primero. Sergio siguió a la mujer, observando el movimiento de su trasero mientras subía cada escalón. Volvía a estar en plena forma, algo que no se hubiera imaginado después del largo orgasmo que había sufrido en el coche. Con el golpeteo de la lluvia y el calor que hacía allí dentro, si no llega a ser por la insistencia de la mujer, se hubiera dormido.

Llegaron a la pequeña sala que había arriba y allí Carmen sin mediar palabra empujó a su sobrino al sofá tirándose después encima.

—Me gustaría hablar contigo de muchas cosas. —la mujer comenzó a besar con lentitud y dulzura el cuello del chico— Pero no puedo aguantarme, cariño.

—Hablamos después… o de mientras… estoy listo para lo que me des.

—Mi vida… no sabes lo que te he echado de menos. ¡No lo sabes bien!

La mano traviesa de Carmen bajó a comprobar lo que se imaginaba, de nuevo su sobrino tenía un pene de lo más duro que golpeaba su pierna. Sentir de nuevo la pasión que provocaba en el joven la hizo sonreír de orgullo. Le mordió el labio llena de un calor que necesitaba soltar como fuera.

—He traído dos cositas. —le dijo después de meter una mano por la camiseta y quitársela— Una es un lubricante, no quiero que por algún motivo nos hagamos daño y tengamos que parar. La otra es un juguetito…

—¿Cuál?

Sergio se sentó en el sofá mientras que agarrando a su tía de sus glúteos la colocada a horcajadas encima de él.

—Me compré hace poco un succionador de clítoris, ¿has escuchado sobre eso?

—Sí —Sergio sujetó con cariño el rostro de Carmen y atrayéndola hacía el suyo, le dio un beso tan lento como profundo.

—Sergio… —soltó Carmen perdiendo la cordura— ¿Vas a utilizarlo conmigo?

—Tía, tú pide, que yo obedezco.

Otro beso en medio de aquella sala olvidada por el tiempo donde tantas tardes pasó la joven Carmen. Ahora no era tan joven y lo que allí estaba haciendo sería de lo más reprobable para sus padres, pero poco se acordaba de ellos mientras la lengua de Sergio buscaba la suya.

El joven de nuevo ansioso por el nuevo levantamiento de su pene, abrió el abrigo de la mujer dejándola únicamente con la camisa. Las fuerzas renovadas de Sergio le hacían volver a ser el carnívoro que había sido todo el camino hasta el pueblo, hambriento de carne humana, la carne de Carmen.

Posó cada mano en la parte inferior de cada seno de su tía y apretó el uno contra el otro con los ojos cerca de secarse debido a que no pestañeaba. Eran tan perfectos, que al joven le sorprendía que aquello pudiera ser real.

Introdujo su rostro entre ellos y los besó con ganas para después comenzar a pasar su húmeda lengua por el medio. Carmen le azuzaba para que siguiera, cogiéndole del pelo de la nuca y guiándole para que aprendiera como si fuera su cachorro.

Como buen caballero, o eso es lo que Sergio creía, arrojó literalmente a su tía contra el sofá, quedándose esta tumbada y mirando a su sobrino con el pecho encendido. Con manos ágiles asió el pantalón de la mujer y tiró hacia abajo, tanto el vaquero como la ropa interior descubrieron un sexo totalmente rapado y mojado.

No había tiempo para comentarios, ninguno de los dos estaba para hablar, lo mejor era primero quitarse el terrible fuego que les quemaba y después… seguir más tranquilos. El joven arrancó las botas de cada pie arrojándolas por la sala mientras el pantalón quedaba colgado de uno de los tobillos.

Sin pensar que era lo que quería su tía, se arrodilló en la alfombra que tantos años tendría. Abrió las piernas de la mujer, exponiendo un sexo que ya había humedecido la piel de alrededor e incluso cierta parte del trasero.

Carmen fue a decir algo, quizá algún comentario ingenioso o simplemente para ordenar un simple “cómemelo”. Sin embargo no le dio tiempo, en un instante, la boca de Sergio había desaparecido porque estaba lamiendo su sexo. La lengua había hecho contacto con un duro clítoris que le llevaba esperando desde la última vez.

La mujer jadeó y gimió en un sonoro tono que recorrió toda la casa, el saber que estaba sola la iba a hacer desatarse. Los primeros lametazos la hacían mover las piernas sin parar, algo que se ocupó Sergio de detener, agarrando sus muslos con ambas manos. El sexo oral del muchacho era perfecto, Carmen recostada en el sofá disfrutaba del placer que siempre le proporcionaba el joven. Notaba como la lengua se introducía en su interior, llevándose unos fluidos y dejando otros, para de seguido masajear su clítoris de forma sublime.

Acarició la cabeza del joven con una mano mientras con otra se acomodaba en el sofá. Sergio cogió la mano que rondaba en su pelo e hizo que se aferrara a los mechones que tenía más cerca. Carmen lo entendió a la primera y sujetando bien el pelo de su sobrino, le guio como ella quería.

El tiempo que Sergio estuvo de rodillas fue excesivamente corto. Quizá apenas unos minutos antes de que su tía comenzase a hiperventilar, que las gafas se le movieran y que sus piernas temblasen furiosas. El orgasmo llamaba a la puerta, un buen orgasmo, no como los que ella misma había logrado en estos meses… solo satisfactorios.

Este sí era bueno, tan bueno que se mordió el labio superior y miró a su sobrino que seguía desempeñando su labor mientras la miraba fijamente. Soltó su mano para que Sergio obrase como mejor quisiera, pero de nuevo el joven la obligó a agarrarle de su cabellera para que no se moviera.

Sus labios dibujaron un círculo por donde gemidos más cercanos al mundo animal se escapaban. Como bien quería su sobrino, al notar la explosión en su vagina, apretó la cabeza que tenía bien aferrada contra su sexo, al tiempo que notaba como una lengua se introducía muy hondo. El orgasmo llegó e incluso su trasero se levantó en semejante placer electrizante, dejando únicamente quieta la mano que seguía ahogando al muchacho.

Se sosegó después de medio minuto de sollozos y débiles gemidos. El pecho se le movía de forma loca arriba y abajo, mientras su joven amante besaba con dulzura su sexo. Sus labios contactaban con la vagina de su tía y al separarse, los fluidos se le pegaban formando lianas infinitas que limpiaba con su lengua. Para Carmen aquello era la definición de erotismo.

—¿Vas a querer descansar? —el joven de pie, con alguna gota bordeando su barbilla la miraba desafiante— ¿Ya estás… vieja?

La mujer todavía tirada en el sofá sonrió con mucha malicia, en verdad sabía cómo picarla y con la respiración todavía a medio recuperar le soltó como pudo.

—Niñato… cabrón…

Se sentó en el sofá y bajó los pantalones de su amante descubriendo un pene tan grande como en el coche, siempre que lo veía le impactaba y… le encantaba.

—Siéntate.

Las palabras de Carmen eran órdenes para el chico que obedeció mientras esta se sentaba encima de sus piernas. La penetración se sucedió con suma rapidez, acoplándose un sexo al otro de forma tan natural que parecían miembros reproductores gemelos.

Las manos de Sergio apretaron fuertemente la cadera de la mujer mientras esta se movía sin parar. Gracias al ejercicio que hacía en la bicicleta, Carmen aguantó un buen rato “montando” a su sobrino, mientras este sacaba los pechos de la mujer. Sergio ni se le ocurrió perder la ocasión de deleitarse con aquellos senos que le tenían enamorado, e introduciéndolos en su boca, saboreó ambos pezones como si fueran caviar.

El tiempo se detuvo para ellos, pasaron en esa misma posición tanto tiempo que se hubieran sorprendido. Sin embargo, les importaba muy poco, era la forma en la que querían estar y si de ellos dependiera, lo harían por toda la eternidad.

Carmen logró un relajado orgasmo en esta ocasión, uno que le dejó tumbada sobre su sobrino mientras este respiraba con dificultad. Estaban los dos agotados, tanta tensión era demasiado y decidieron que sería un buen momento para hacer un alto y picar algo de lo que Carmen había preparado el día anterior.

Pero poco tardaron en quedar satisfechos, porque en el tema sexual para nada lo estaban. Carmen dirigió a su hijo a la que una vez fue la cama de sus padres, antigua, con el cabecero enorme y de madera, donde los muelles estaban más viejos que la propia casa. Pero para lo que la querían, servía de maravilla.

—Vete desnudándote, ahora vengo.

Sacó de su enorme bolso que más parecía una mochila, una caja donde indudablemente estaba el juguetito del que habló a su sobrino y otra con el lubricante. Dejó allí los accesorios que tenía ganas de usar y cogiendo su gran bolso se fue dirección al baño.

Sergio empezó a quitarse la ropa, quedándose en pocos segundos como vino al mundo. Se introdujo en la cama que había dormido alguna vez cuando era pequeño y sus abuelos vivían. Esperó con muchas ganas a que su tía favorita hiciera acto de presencia tumbado sobre el mullido colchón. Mirando al techo, el empalme que cargaba era más que evidente y bajo las sabanas un pene de dieciocho centímetros y otros tantos de grosor rogaba por ser usado.

Escuchó unos pasos, su tía se acercaba. La vieja persiana casi bajada al máximo dejaba entrar la luz necesaria para poder ver nítidamente aunque lo que predominaba era la oscuridad. Era el ambiente perfecto, incluso el viento huracanado del exterior le daba un aire de secretismo que al joven le encantó.

—¿Estás listo?

Su tía con una mano apoyada en la puerta le miraba con unos ojos centelleantes. Había vuelto del baño únicamente con un conjunto de lo más picante que activó los últimos nervios del joven. Las medias sedosas le llegaban hasta el muslo, estaban sujetadas por un ligero en el cual ni siquiera había braga, ya que Carmen la tenía en su mano izquierda.

Sergio reconoció el sujetador y las bragas de color rojo al instante, eran las mismas que usó la primera vez que tuvieron relaciones, mientras su madre dormía la mona a escasos metros. El color rojo estaba sacado del mismo infierno, similar a los labios de la mujer que comenzaba a andar hacia la cama.

Sus preciosos y prefectos senos, se mecían a cada paso debido al contoneo de unos tacones de aguja fina. Estaba espectacular, de revista… tanto que Sergio no podía decir nada que mejorase el silencio.

—Si te portas bien, te las llevas de regalo —añadió Carmen al lado de la cama mientras se señalaba su ropa interior.

La mujer se subió a la cama mientras Sergio contemplaba como esta había decidido darse un poco de maquillaje en el escusado. Hizo desaparecer las tres o cuatro arrugas que tenía y de propina, dio un sombreado sobresaliente a sus ojos.

Sergio la atrajo para sí, tumbándose la mujer sobre el pecho caliente de su sobrino. Ambos se metieron dentro de las sabanas, la casa era fría y aunque estuvieran ardiendo, tampoco podían cometer imprudencias.

Los besos comenzaron a fluir, ambas lenguas se fundían en un baile húmedo que no tenía fin. Sergio abrazaba a su tía, aunque sin saber muy bien dónde meter unas manos que querían abarcar más de lo que podían. Rozaban su trasero, agarraban su cintura, acariciaban su rostro e incluso apartaba el cabello rubio de su tía que se les metía entre sus labios.

Poco a poco lo inevitable sucedió y el pene de Sergio escuchó la llamada del sexo opuesto. Prácticamente sin quererlo, los sexos se unieron de la manera más natural y sencilla posible, para que otra vez pudieran retomar el coito.

Una vez sus miembros se habían acomodado Sergio la giró y decidió comenzar esta vez arriba. Su tía se había dado una buena sesión de ejercicio en el sofá y ahora le tocaba al joven demostrar la vitalidad de la juventud. Al menos un rato, no podía dejar todo el trabajo a la “vieja” de Carmen.

Las manos de la mujer rodearon suavemente el cuello de su sobrino mientras las piernas haciendo todo lo contrario se abrían ante las primeras acometidas del joven. Con pausa comenzaron un sexo más relajado que de costumbre, con penetraciones más tranquilas, pero mucho más profundas.

Ambos se miraban en la leve oscuridad que les envolvían, mientras lo único que se movía era las mantas que tapaban los cuerpos de los amantes. La ventana rugía furiosa por el viento del exterior, pero entre ambos solo había calma y mucho amor.

Sus frentes se empezaron a juntar y ninguno rompió el silencio que derramaba amor a cada segundo. Solo al de un buen rato la mujer abrió tanto los ojos como la boca de forma exagerada. Había notado en las últimas entradas que estaba a punto y que de nuevo, otro orgasmo se avecinaba, su sobrino en un día le traía la cuenta de todo un mes.

Cerró los ojos mientras Sergio no paraba en su lento movimiento y echó la cabeza para atrás mientras las venas del cuello se le inflamaban de forma grotesca. Un leve suspiro y el temblor de piernas le hicieron saber al joven que la preciosa dama había llegado, que el orgasmo había salido y con un tierno beso en los labios, se detuvo.

—Me tienes pillado el punto —le comentó en un susurro cuando se recuperó.

—Lo mismo podría decir —respondió Sergio besándola en el cuello.

—Déjame arriba, cielo.

Cambiaron de posición y Carmen se introdujo el pene de su sobrino de nuevo en su delicada vagina. Le costó al principio, porque su interior estaba todavía muy sensible, pero al de unos minutos comenzó a notar que podía moverse sin ningún problema.

El sexo pasó en unos cuantos minutos de ser amoroso a convertirse en algo mucho más apasionado. Las caricias habían dejado paso a los fuertes agarres. Sergio apenas movía sus dedos de aquellas dos nalgas que le aplastaban, las sujetaba como si sus manos fueran las garras de un águila y Carmen posaba sus uñas en el pecho del joven hasta casi herirle.

Mientras el tiempo transcurría y el sol se ponía tras el manto casi congelado del pueblo, el sexo se iba intensificando. Sergio ya había soltado algún que otro cachete a las nalgas de su tía que rebotaban agradecidas. Carmen agarraba al joven que tenía postrado en la cama con una fuerza leonina mientras movía su cadera sin parar en movimientos rápidos y fuertes.

—Carmen, date la vuelta —pidió Sergio con la respiración acelerada.

—¿Cómo? —contestó deteniéndose por un momento.

—En la misma posición, pero mirando para la ventana. O sea al revés.

La mujer asintió y se puso como su sobrino requería. Sintió de nuevo los dieciocho centímetros de Sergio dentro de su cuerpo cuando se sentó encima de su pene. Aquella postura le proporcionaba más placer y moviendo el trasero comprobó, que no solo era un poco mejor… sino muchísimo más.

Sergio trató de alcanzar el lubricante que estaba en la mesa. Se le había ocurrido una idea al tiempo que observaba el trasero de su tía subir y bajar. No sabía si la mujer estaría por la labor, pero su curiosidad era tal que se atrevió a preguntar.

—¿Carmen te fías de mí?

—¿Qué? —la mujer miró hacia atrás colocándose totalmente erguida y notando que el miembro se le incrustaba en las entrañas— ¿Qué quieres?

—¿Me dejas ponerme un poco de lubricante en el dedo y darte más placer?

Carmen entrecerró los ojos sin entender que podía querer su joven amante. Sin embargo se mantuvo en silencio viendo como su sobrino vertía una cantidad considerable en su dedo gordo y después con un gesto le decía que se volviera a poner como unos segundos atrás. La mujer con el trasero lo más respingón posible, notó de pronto un dedo muy cerca de una zona que jamás había experimentado.

—Tú me dices si quieres o no… —le comentó Sergio al ver que Carmen se había vuelto a girar.

—¿Lo vas a meter? —vio como el joven asentía y ella resopló sin saber si aquello le gustaría. Pero… ¿Por qué no probar algo nuevo?— Con mucho cuidado… ¿Vale?

No lo dijo del todo convencida, sin embargo se aventuró a un nuevo estímulo, dejando abierta la posibilidad de algo que nunca se había planteado “sexo anal”.

—Solo te lo masajeo, lo meto si me lo pides.

Sergio que solo había visto algo así en sus películas comenzó a masajear el ano de su tía mientras esta seguía en su tarea sexual. Prosiguieron un rato en aquella posición, hasta que Carmen, debido a la doble estimulación, comenzó a sentir un escalofrío muy agudo en su espalda y sorpréndeteme alcanzó otro orgasmo.

—Pa… Pa… Para, mi vida. —Sergio detuvo el masaje y el leve movimiento de cadera— Tengo que reposar.

Se tiró en la cama sacando de su sexo el pene que tanto amaba y que ahora se encontraba cubierto de sus fluidos.

—Estar contigo es lo que mejor me sienta del mundo.

—No exageres…

A Carmen le costaba hablar, la respiración se le había acelerado de sobremanera y sus pechos subían y bajaban furiosos dentro del sujetador.

—Ojalá te tuviera al lado de casa.

—Nada… mejor que no —Carmen se levantó bañada en una leve capa de sudor y viendo que su sobrino estaba igual. Daba lo mismo la temperatura del exterior, ellos ardían— No podría seguir este ritmo a diario.

—Estás un poco… —Sergio rio maliciosamente mientras su tía cambiaba el gesto de su rostro.

—Ni se te ocurra decirlo.

Con una cara envuelta en una máscara de ira Carmen agarró el durísimo sexo de Sergio. Con sus dedos lo rodeó y lo agarró con fuerza para no escuchar la palabra vieja de los labios del joven. Este se estremeció y se rio para pedir perdón al instante, algo que su tía le devolvió metiéndose los dieciocho centímetros en su boca.

—Solo me faltarías tú allí —siguió Sergio mientras su tía tumbada en la cama le pasaba la lengua por su sexo—, sería perfecto. Últimamente las cosas me van muy bien, en casa, en los estudios…

—Sigue así —Carmen hablaba mientras sus labios húmedos seguían tocando la carne de Sergio— ¿Mi hermana está algo más alegre?

—Sí. —pensar en Mari mientras su hermana le besaba su obelisco era algo de lo más retorcido… y que a Sergio le ponía a rabiar— Fuimos un día al cine y todo.

—¿Solos?

—Sí, no tenía con quién ir y la invité. —el pene de Sergio desapareció hasta la garganta de Carmen mientras sus ojos azules, idénticos a los de Mari no le dejaban de mirar— Lo pasé de maravilla y creo que mamá disfrutó como una enana.

—Si yo viviera cerca, ¿también me invitarías al cine?

Sergio agarró su pene por la base, haciendo que Carmen soltara las manos de este y se lo dirigió hacia sus labios, para después con una pícara sonrisa añadirla.

—A ti, tía, te invito a esto. ¿No es mucho mejor?

Carmen lamió con fuerza, sacando toda la lengua de la boca y dejando un rastro de saliva ardiente por todo el glande. Se había calentado en un momento y Sergio… también. Sobre todo después de pensar en su madre, llevaba una temporada con cierta sensibilidad hacia ella y recordarla mientras lo hacía con su tía no era lo más adecuado. Aunque… se parecían tanto.

El pene salió de la boca de la mujer, que se lo había introducido para succionarlo con ganas. Echó la cabeza hacia atrás al sacarlo, haciendo que su cabello volara y el sexo duro de su sobrino temblara.

—Joder… ¡Qué polla tan rica!

Aquella frase, llena de erotismo y lujuria activó mucho más a Sergio que todavía seguía tumbado en la cama. Se levantó rápido y mientras su tía esperaba observando cuál sería su siguiente movimiento, el joven se puso a su espalda.

—Agacha el cuerpo, Carmen.

La voz de Sergio sonaba algo ansiosa y su tía al ver las intenciones de su sobrino le pasó el lubricante.

—Échate bien, que con las ganas que llevas a ver si me lo vas a destrozar.

Cada uno de los dieciocho centímetros de Sergio, quedaron impregnados de un líquido y un olor que costaría quitar con solo una ducha. No obstante poco importaba, lo único que era relevante, era meterla en el agujero.

En la posición del perrito, Carmen sintió como de golpe la llenaba entera. Tantos meses de espera la habían hecho olvidar la sensación y apretó los dientes sintiendo tal magnitud. Sus manos se aferraron a las sabanas y reprimió un grito para no asustar al chico.

Ya no había medias tintas, la penetración era rápida desde el principio. Carmen sentía placer, un gusto casi insano que la hacía pensar si en verdad aquello no era dolor. Sin embargo no puso trabas, aguantaba las acometidas de un joven que se había encendido como nunca.

Las manos de Sergio apretaban con fuerzas las enrojecidas nalgas de su tía, mientras esta, centímetro a centímetro avanzaba hacia el cabecero por los implacables golpes de cadera de su sobrino.

Acabó por agarrarse a este con una mano mientras la vieja madera sonaba de manera estrepitosa. El cabecero golpeaba contra la pared al tiempo que Carmen comenzaba a gemir cada vez más alto. El rugir de los viejos muebles acompañaba el incesante golpe de la madera contra la vieja pared. Todo aquello se unía en una sinfonía perfecta tanto con el golpeteo de los genitales de Sergio contra el clítoris de la mujer, como con los gritos de esta que cada vez eran más exagerados. ¿La tempestad del exterior? Era el mero canto de un grillo en medio de un concierto.

—Tía —gritó Sergio sumido en una lujuria salvaje—, te voy a meter el dedo.

—¿Cómo?

—En el culo. —“joder” pensó Carmen. Aunque no le dio tiempo a mucho más, porque un dedo gordo y frío de lubricante ya estaba tocándola.

—Mete poco a poco, yo te mando.

La mujer fue diciendo, “más” a cada poco, dejando que unos milímetros la horadasen lo que nunca había sido profanado. Sin darse cuenta, con el último más, Sergio la contestó.

—No hay más, está todo.

—Madre mía… —susurró la mujer roja de lo caliente que estaba— espera. —alcanzó su succionador de clítoris sabiendo que era el momento correcto y lo accionó— Sigue… mi vida, ahora sigue hasta que yo te lo ordene.

El juguete encendido comenzando su labor, mientras Sergio proseguía en su inagotable sexo. La penetración vaginal, más el descubrimiento del masaje anal y el succionador trabajando en su clítoris, estaban haciendo que Carmen sintiera más placer que en toda su vida.

Hizo un movimiento nervioso con la mano, rozando el ansia, para que su sobrino se moviera más rápido. Este lo hizo mientras las gotas de sudor le recorrían el cuerpo y caían de su cara a la espalda de la mujer. El cabecero estaba a punto de reventar, ya fuera este o la pared. Los muelles aguantaban por algún azar caprichoso del destino.

Sergio estaba llevado por un éxtasis monumental que le hizo darle una cachetada tan fuerte a su tía que gritó. Esa le había picado y quizá dolido un poco, pero era lo que necesitaba en ese momento y no le importó, porque el orgasmo ya estaba.

—Sí, sí, sí…

Comenzó a gritar como alma que lleva el diablo y dejó caer el succionador mientras sonreía de forma apasionada. Sergio sacaba el dedo del interior de la mujer y agarraba de la cintura con fuerza para usar sus últimas fuerzas en aquellos envites. Las manos de la mujer se posaron en el cabecero que no paraba de sonar, esta vez acompasado con el chocar de genitales de Sergio.

Al final ocurrió, con una mano empujó a su sobrino con violencia sacándole de su interior, quedándose ella sola apoyada en el cabecero y moviendo su cadera todavía por la inercia del coito. Con las piernas abiertas comenzó a fluir todo de su cuerpo, tanto que los muslos se le comenzaron a mojar a la par que temblaban.

Carmen que seguía moviendo su cuerpo por la mera inercia que había tenido todo aquel rato, no se dio cuenta de que seguía golpeando el cabecero contra la pared. Al final la vieja madera no aguantó más y crujió a la vez que la tía soltaba el grito de placer más sonoro de su vida.

El clímax era espectacular, el mejor orgasmo de su vida, ante la atenta mirada de Sergio que veía como el cabecero antiguo caía y su tía era poseída por el placer sin parar de moverse. Sus ojos en blanco, su cuerpo del todo tenso y una fina capa de humedad que recubría su cuerpo la hacían la diosa que su sobrino sabía que era. Si alguien la hubiera visto, pensaría que estaba sufriendo un ataque epiléptico, pero el ataque lo estaba sufriendo en su órgano reproductor.

Al final, desfallecida sucumbió al cansancio. Cayó en la cama sin reparar ni siquiera que la cama de sus padres había sido rota, ni que su sobrino aún esperaba ser “ordeñado”. Le daba lo mismo, ella estaba surcando el nirvana.

Los minutos pasaron y el temblor cesó, menos mal, todavía algún que otro espasmo le hacía palpitar sus piernas sin parar mientras gemía en susurros. Carmen se incorporó limpiándose un poco de saliva que había escapado en su momento de máximo placer y lanzó una ojeada a su sobrino totalmente feliz y con un gesto de leve vergüenza.

—Estuvo… bien…

Ambos rieron y la mujer quedó rendida en la cama sin mirar a su sobrino, solo con la vista fija en el techo y descansando de un orgasmo que la había “matado”.

Sergio aprovechó a ponerse de pie y salir un poco de la habitación. Tenía que andar, las piernas se le habían entumecido de tanto ejercicio. Cogió el móvil y vio una llamada de su madre “mierda, se me ha olvidado pegarla un toque”.

Salió al balcón comentándole a su tía que iba a hacer una llamada, Carmen ni siquiera le escuchó y si lo hizo, no estaba para enterarse. El joven marcó el número y después de dos tonos su madre contestó.

—Espero que solo sea que se te ha olvidado y que no te haya pasado nada.

—Lo siento, mamá. —pidió perdón aunque la voz de su madre sonaba más a broma que a reproche— Con deshacer la mochila, el comer y eso, se me fue. Por cierto, muy rico el bocata.

—Gracias, cielo, y no pasa nada. ¿Te lo estás pasando bien?

Sergio abrió el balcón, sin reparar en el temporal que arremetía en el exterior y salió tal como estaba, totalmente desnudo, por lo menos se ventilaría. En la calle nadie le podía ver, lo que tenía enfrente era un almacén de patatas abandonado y quizá algún vecino pudiera observarle, si es que quedaba alguno por aquellas viejas casas. Además, ¿Quién iba a estar en la calle con semejante clima?

—Me lo estoy pasando de cine. Necesitaba salir un poco y despejarme.

—Has tenido un mes duro, con lo de Marta y los estudios. —la voz de Mari sin saber por qué le gustaba, parecía que no hablara con su madre, sino con una amiga.

—Aunque también he tenido muy buenos momentos, sobre todo cuando fuimos al cine.

—Fue fantástico.

Carmen apareció por detrás del joven y escuchando la voz de su hermana se mantuvo en silencio. Rodeó el cuerpo de su sobrino con sus brazos y besó lentamente su cuello.

—Mamá, he pensado en una cosa. —Carmen le cogió la mano que estaba libre y le metió de nuevo en la casa cerrando el balcón— Me acuerdo de que me hablaste de que querías ver el rey león.

—Sí, el musical.

—Pues he pensado en algo… —su tía le sentó en una silla. Arrodillándose delante de él, la mujer con todo el descaro y sin avisar, se apartó el pelo de su rostro y por a saber qué vez… volvió a meterse la polla de Sergio en la boca— Si tú quieres claro…

Sergio no podía sacar los ojos de la felación que su tía le hacía, quería poner toda su atención, pero en el teléfono esperaba su madre.

—¿Sergio?

—Perdón. —apretó los labios para quitarse el placer que le venía— ¿Quieres que vayamos juntos?

—Pues… Sí, claro. —a Mari, a kilómetros de distancia el corazón se le empezó a acelerar— Ya cuando vuelvas si quieres miramos para este verano.

—No —contestó con rapidez Sergio mientras el calor en sus genitales se amontonaba y su tía lamia sin parar su prepucio—. Lo voy a mirar este mismo fin de semana y si se puede, vamos el siguiente.

—Bueno, no sé… ¡Qué leches! Vale… Me gusta la idea. —Mari se sentía más hablando con su amante que con su hijo. Notaba cierta culpabilidad, pero a la vez una insaciable sed por estar a solas con Sergio.

El muchacho se levantó sin poder aguantar más, se colocó delante de su tía y mientras le sacaba el pene de la boca, se comenzó a masturbar delante de ella que seguía arrodillada.

—Pues hecho. Lo gestiono. —su respiración comenzó a ir cada vez más rápido, como la mano que subía y bajaba la piel— Hablamos mañana. Te aviso cuando salga.

Carmen esperaba paciente mientras aquella situación le hacía perder el norte. El morbo se le salía por los poros al tiempo que veía como su sobrino iba a eyacular sobre ella y hablaba con su hermana por teléfono. Posó su mano en los genitales del joven acariciándolos mientras movía los labios diciéndole en silencio “córrete”.

—Vale, mi vida. Gracias por acompañarme.

—Gracias a ti por ser mi compañera.

Sergio apartó un poco el teléfono de su oreja y aceleró más su frenética masturbación. Colocó el pene muy cerca de los elevados pechos de su tía y unos disparos comenzaron a salir como locos. No fue igual que en el coche, pero Carmen a cada uno que notó, se estremeció de placer.

Con los ojos cerrados el muchacho cayó sobre la silla con fuerza mientras volvía el teléfono a su oído y lograba escuchar las últimas palabras de Mari.

—Nos vemos mañana. Te amo.

Con la mirada algo borrosa y tragando saliva debido a una garganta agarrotaba, Sergio abrió los ojos, viendo como su tía con todos sus fluidos por el pecho, comenzaba a limpiarle su miembro.

Se humedeció los labios y pensando en lo mucho que se asemejaban ambas mujeres, pensó que los momentos tan íntimos con su tía, ojalá los tuviera con su madre. Con aquel último pensamiento y notando como la lengua de Carmen le limpiaba los últimos rastros, contestó a su progenitora a cientos de kilómetros de distancia.

—Te amo.

FIN SEGUNDA ETAPA

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Antes de nada, os quiero agradecer a todos haberme seguido en esta aventura (y desventura), a los que habéis leído, comentado, puntuado y a los que llegarán. Siento un logro llegar tan lejos con una historia que jamás me hubiera imaginado ni poder escribir, aunque también es vuestra, de los que me dais alas para seguir.

En este mes de agosto, la historia (como yo) coge vacaciones, espero poder retomarla a finales de septiembre o a principios de octubre, la espera no será larga. Si puedo, espero acabar algún que otro relato que tenga escrito a medias, para que podáis disfrutarlo y no dejar sin novedades la cuenta.

Ya con la vuelta, toda la historia terminará, con una tercera etapa que cerrará la historia de Sergio. Empezará sin titubeos, dentro del coche camino a un viaje con su madre que a saber en qué acaba, aunque no solo será eso, habrá muchas cosas más.

Sin más que decir me despido hasta la próxima, un placer que me hayáis leído y espero volver a leernos pronto. Dejadme escrito que os pareció esta segunda etapa en general y si os animáis, comentarme que esperáis de la tercera, os leeré y contestaré lo antes posible. Si queréis más información, en mi perfil tenéis mi Twitter, donde iré subiendo más información.

¡¡¡Saludos!!!

(9,70)