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Aventuras y desventuras húmedas. Tercera etapa (10)

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La amenaza de la mujer, por supuesto se mantuvo al día siguiente y a Sergio no le hacía falta ninguna palabra para saber lo que tenía que hacer. Después de la universidad hizo la maleta dejando a cada uno que le preguntaba con una cara totalmente de estupor, igual que la suya…

Su padre pensó que podía ser normal, ya tenía cierta edad y necesitaría independencia, aunque no se lo esperaba de una manera tan abrupta. Laura en cambio no entendía que podía pasar, incluso le preguntó si era su culpa, pero él le repitió una y otra vez que no, que todo estaba bien entre ellos. A su madre la vio en dos ocasiones y en una de ellas, Mari le lanzó tal mirada mientras apretaba los labios que prefería no haberla visto.

Se despidió en el salón aquella tarde, con la certeza de que podía ser la última vez que viera a su progenitora, y lo peor de todo es que la recordaría con aquella cara. Un rostro lleno de odio, de resentimiento… y sus maravillosos ojos azules con un gesto de decepción que no se podía sacar de la cabeza.

La despedida fue rápida, como todas deben serlo. Abrió la puerta de su casa y al cerrarla tras de sí con la maleta en mano, sintió por primera vez en su vida lo que era la verdadera soledad. Estaba solo, en una ciudad que conocía muy bien, pero que ahora se le hacía inmensa y desconocida. Parecía que cada coche, cada persona, cada casa le mirase apiadándose de él. “Mira el pobre muchacho, que le han echado de casa”.

Cogió el móvil, había jugado la única baza que tenía y casi era desesperada, pero no le quedaba otra. Aquella mañana en clase, habló con uno de sus amigos, no era de extrema confianza, pero tenía cierta relación con él.

—¿Qué tal, tío? —sonó la voz de Javi a través del teléfono móvil.

—Ya he hablado con mis padres y no hay vuelta atrás, quieren que me independice.

—¡Vaya palo, macho! La verdad que lo sigo sin entender, no creo que sea para tanto que vayas a tu rollo en casa.

Por supuesto la historia que Sergio contó a su amigo no tenía nada que ver con la real. Únicamente se parecía en que su madre tomó la decisión de que debía abandonar la casa, nada más.

—Ya ves… —cierta agonía le entró en el cuerpo y su voz se quebró. Separó el móvil de su boca y apretó fuertemente los labios hasta formar una línea muy fina— Entonces, ¿sigue en pie lo de quedarme ahí unos días? Te prometo que no serán muchos. Según encuentre algo me piro.

—Sí, no pasa nada. Lo único lo que te dije, solo hay una cama…

—No pasa nada, —ya se había hecho a la idea— duermo en el suelo.

—Me sabe mal, si quieres nos turnamos, no tengo problema. Incluso tengo un saco de dormir, es un poco incómodo, pero mejor que la alfombra…

—Tranquilo, ya haces mucho dejándome sitio.

—Vale, tío. ¿Vienes ahora entonces? —Javi debía recoger un poco la cueva en la que se había convertido su habitación.

—Sí, salgo ahora con el coche. Mándame por mensaje el piso y la puerta, la residencia de estudiantes ya sé dónde está. ¿Suele haber sitio para aparcar?

—A las noches algo más, pero no te creas que mucho, quizá des un par de vueltas. Nos vemos ahora.

—Nos vemos, Javi y… muchas gracias.

Su amigo no se equivocaba, le costó un mundo aparcar el coche y además bien lejos de la residencia. Para cuando llegó, el sol comenzaba a descender por el horizonte mientras en su mente la bofetada de su madre se repetía una y otra vez.

—¿Te ha costado aparcar, no? —le comentó Javi nada más abrir la puerta. Sergio le asintió—. Pasa, deja las cosas en la mesa.

El espacio era reducido, una única habitación para un estudiante, con un baño personal, y una pequeña estancia con escritorio, cama y armario, nada más. Todo muy austero, pero ¿de qué se podía quejar? Tampoco tenía dinero para un hotel, tal vez para un par de semanas, si le sumaba la comida y demás extras. Eso no era una salida, era un parche. Aunque bueno… estar en el cuarto de Javi era lo mismo, pero gratis.

Pensó en llamar a Carmen, quizá ella pudiera solucionar las cosas, pero por el momento quería dar un tiempo a que todo se enfriase, ya hablaría con su tía… era la única ayuda que le quedaba. Si hubiera vivido más cerca, seguramente la hubiera ido a buscar a su casa, sin embargo con tantos kilómetros de diferencia esperaba que su ayuda no fuera limitada.

Charlaron un rato, aunque Javier no quiso incidir en el problema de su amigo, seguramente ya lo estaba pasando mal, mejor hablar de otras cosas. Pasaron el tiempo hasta la noche algo entretenidos, todo lo que podía un joven que le habían echado de casa y que no paraba de pensar en su madre. Aquel rostro de ira le perseguía y no le dejaba tranquilo, se le había roto el corazón y lo más seguro que también a Mari.

Cuando la luz se apagó, los dos se acostaron, por primera vez en su vida Sergio lo hacía dentro de un saco y para nada era cómodo. Javi se durmió bastante rápido, al contrario que su nuevo compañero de habitación, el cual no paraba de darle vueltas a todo.

Con los ojos cerrados, la visión de Mari abofeteándole casi era real, podría sentir el picor en su mejilla, la coloración de la carne después del golpe y sobre todo la decepción en el rostro de su madre. Pensándolo un poco más en frío, creyó llegar a la conclusión de que Mari igual no estaba decepcionada porque su hijo fuera un “degenerado” como le había llamado. Estaba claro que eso no lo podía pensar, ya que ella había disfrutado la noche en Madrid. Sabía que aquellas últimas palabras que le escupió eran las que había estropeado todo, en especial, una de ellas “celosa”. Podía ser verdad, podría ser que su madre lo estuviera, sin embargo, el joven aprendió una lección, aunque fuera tarde, cuando una mujer se pone así, es mejor mantenerse callado.

Volvieron los últimos momentos en su casa, la cara de su padre, la incredulidad de su hermana y un paso más atrás su madre, con un rostro realmente enfadado sin dedicarle ni siquiera un poco de afecto.

Acabó por dormirse, mientras una lágrima caía por su rostro llegando hasta el saco de dormir que era su cama. Tuvo pesadillas y no pocas…, pero al final, la noche acabó y el sol apareció por los resquicios de la ventana.

—¡Dale, Sergio! ¡Arriba!

Notó las manos de Javi moverse en su brazo derecho y comenzó a abrir los ojos.

—Ya puedes ducharte, y cuanto antes mejor, que si pillas un momento que se ducha mucha gente apenas cae agua.

El joven se levantó sin ganas y con la misma preocupación latente, debía buscar un sitio para dormir, no podría seguir allí. Aquella mañana la enfocó a ello, con la ayuda de su amigo por supuesto, ya que aunque Javi le hubiera prestado su habitación, solo sería por un tiempo.

Estuvo preguntando a varias personas y todo convergía en la misma solución, se tendría que alquilar un apartamento o una habitación, quizá algo compartido con otros estudiantes. Esa idea no era nada rápida, quizá la de compartir piso, pero las prisas no son buenas y a saber dónde se acababa metiendo. Sin embargo, ¿qué otras opciones le quedaban?

Después de terminar su comida en el comedor de la universidad, con el pensamiento de su madre bien presente y recordando lo felices que fueron antes del incidente, le sonó el móvil.

—¿Dónde estás? —era Javi que le escribió un mensaje.

—En el comedor. ¿Pues?

—Ahora voy.

Sergio esperó sentado mirando la televisión. Grupos de amigos jugaban a las cartas mientras él se centraba en mirar el insípido partido de tenis que emitían, con algo se tenía que entretener para no pensar.

Una mano le sacó de ese “estupendo” partido y se dio la vuelta con rapidez algo alarmado, la comida le había dejado medio adormilado y aquello le pilló con las defensas bajas. Detrás de él, Javi apartaba una de las sillas para sentarse mientras que al otro lado de la mesa apareció un joven que no conocía.

—Hola, Javi, este es Marco. ¿Lo conoces? —negó con la cabeza, pero le estiró la mano para presentarse. Ambos estrecharon palmas y el tercer joven prosiguió hablando— Nos conocemos de una optativa y de que vivimos los dos en la resi.

Sergio escuchó con atención a su amigo, esperaba ver la salida al final de este pequeño túnel en el que estaba. Todavía no sabía que pasaría dentro de una semana y esa incertidumbre lo mataba. Aunque al menos, le hacía no pensar en otra cosa que le importaba bastante más, la relación con Mari.

—No había caído en esta posibilidad, pero es la única que he conseguido. Marco se va del piso. —el joven se estaba liando un cigarro que Sergio suponía que contenía marihuana— Y bueno se le ha ocurrido una idea, no es del todo descabellada.

—Yo no tengo ganas de seguir aquí, es una mierda. —la voz sonaba algo ida, estaba claro que el chico ya tenía varios porros encima— Quiero volver a casa de mis padres, paso de ir a la lavandería y todas esas mierdas. Pensaba que iba a aguantarlo, solo era un año, pero no, ni de broma. De momento la responsabilidad no es lo mío.

—Y eso… y yo… ¿Dónde enlazamos? —Sergio esperaba que no se le ocurriera hacer de sirviente al tipo por una habitación.

—Fácil, yo me largo, pero el año está pagado. Mis padres me han dado la paliza con el tema pasta. Es sencillo, todo el año han sido algo más de tres mil pavos. —lamió el papel del cigarro con habilidad y lo pegó— Ahora queda la mitad del curso, en julio debería largarme, por lo que si tú me das mil, arreglado.

—Pero… —Sergio miró a Javi para buscar complicidad. Parecía que el joven no le quisiera timar— no sé si tengo ese dinero. Tendría que mirar en el banco y eso… además ¿así de fácil? ¿Qué dirán si me ven y saben que no eres tú?

—No pasa nada —saltó Javi a su lado—, nadie va a pasar lista ni mucho menos. Esto lo he visto alguna que otra vez, pero con hermanos, al final las habitaciones están muy solicitadas. Solamente te tienes que hacer pasar por Marco… Gutiérrez, ¿no?

—Sí. —golpeó el cigarro contra la mesa para prensarlo y lo guardó en la sudadera— Te dejo una fotocopia del DNI por si acaso y ya. La cara no es muy parecida, pero tenemos el pelo similar, si dicen algo lo enseñas y cumple fácil.

—Joder… pues… no es mala idea, pero a la vez parece un marrón, por si me pillan digo.

—No creo que pase —añadió Javi que parecía más convencido que Sergio— llevo aquí tres años y jamás me han preguntado mi nombre. Tranquilo, cualquier cosa me tienes abajo, Marco vive en el cuarto, estoy a dos pisos de distancia.

—Tampoco me queda otra… —Sergio agachó la cabeza haciendo cuentas metales sobre su dinero. Tenía los mil euros, pero después… se acabó. Debería volver a trabajar en el cine o en cualquier lugar, además que la comida no estaba incluida. Aun así, era mejor opción que cualquier otra— Así sea. No tengo más alternativa.

—Entonces… ¿Te tendría que haber pedido más pasta? —bromeó Marco con unos ojos algo vidriosos. Los tres rieron porque eran bromas sinceras, a Sergio le cambió la perspectiva, ya no parecía que nadie le fuera a engañar— Si te gusta ser independiente, estarás bien. Lo único, no la líes, ni hagas fiestas, que mi nombre estará todavía en el contrato. Sé bueno.

Sergio levantó la mano y chocaron palmas el uno con el otro, mientras Marco se levantaba con el cigarro en mano y buscando el mechero en la otra.

—Muchas gracias, tío, de verdad.

—No es nada, los dos salimos ganando. —se despidió con la mano de ambos— Pásate mañana por la habitación y hablamos de la tela, Javi sabe dónde es. Nos vemos. —se paró un momento en seco como si olvidara algo importante y volvió la vista— Sergio, al loro con la gente. Sobre todo cuidado con las tías… en la planta hay alguna que otra que es un tanto especial… ya las conocerás.

El joven se marchó arrastrando levemente los pies, al tiempo que Sergio sonreía por sentirse con un techo donde cobijarse. Solo esperaba que todo saliera bien, no quería rebosar de felicidad, solo cuando hubiera logrado asentarse en la habitación.

Miró a su amigo que aún seguía sentado junto a él. Se alzó de hombros respondiendo que no tenía ni idea de lo que había comentado Marco en último lugar y el joven volvió a mirar el aburrido partido que echaban en la tele. En voz alta, mientras Javi sonreía reconfortado por volver a quedarse solo en la habitación, Sergio meditó.

—¿Qué querrá decir con eso?

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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