Todo es real, todo es ficticio, todo es una mezcla entre ambos.
Era una tarde cualquiera, yo estaba en mi trabajo, me encontraba bastante relajado ya que estaba solo y había finalizado mis tareas.
En un momento me llega un mensaje de mi amiga Vanesa diciendo que estabas cerca de mi lugar de trabajo y que pasaba un rato; inmediatamente respondí que si y me dispuse a esperarla.
Ese día yo llevaba jean, zapatillas y remera de mi banda de rock favorita, sin abrigo porque hacía calor por esos días. Hacía ya un tiempo que con mi amiga teníamos cierta tensión sexual cuando nos mensajeabamos o nos veríamos y esta vez estaba decidido a no dejar pasar la oportunidad. Evidentemente no era la única persona dispuesta.
Al llegar Vane me saludo cordialmente y comenzamos a charlar sobre cosas triviales. Ella llevaba un pantalón de vestir negro y camisa blanca. ¡La verdad que se veía preciosa! Me enloquecía con sus profundos ojos, su mirada desafiante y su boca súper antojable.
Le ofrecí algo para tomar a lo que respondió que no, inmediatamente ví mí oportunidad.
Esteban (yo): -¿A todo lo que te ofrezca me vas a decir que no? -Dije mirando con sonrisa pícara
Vane: -Mmm… Depende qué sea. ¿Qué más tenés para ofrecerme?
Es: -No sé, pero si podría desabrocharte la camisa con pocos movimientos.
Ella se río mirando al piso. Rápidamente me clavó la mirada en los ojos, su cara había cambiado y dijo:
V: -Seguro que no podes.
Sin decir nada me acerqué sosteniendole la mirada y me puse casi pegado a ella. Apoyé el dedo índice en la muñeca de su mano derecha y lo fue subiendo por su brazo. Repetir el mismo movimiento con el otro brazo. Apenas la rozaba, sin ponernos de acuerdo comenzamos con un juego de histeriqueo que si, que no, que avanzo, que retrocedo.
Le busque los labios con mi boca pero ella corrió la cara. Sonreí y rocé su pecho con el índice de mí mano derecha. Avance un paso, luego otro a la par que ella retrocedía quedando contra la pared.
E: -¿Y ahora? No tenés escapatoria.
V: -Aún así no vas a poder. -Dijo ella.
Agarré el primer botón de su camisa con mi mano pero sólo lo estiré sin sacarlo del ojal. A ella se le dibujó una sonrisa pícara y me soltó desafiante “parece que más bien no te animás”.
Con mi mano izquierda tomé la suya y la posé sobre mi hombro y al momento de bajar mi mano le apreté un pecho. Ella suspiró, tiró su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
En ese momento desabroché el botón que tenía agarrado y volví a apretar su pecho pero esta vez con mi mano dentro de su bella camisa blanca. Automáticamente me clavó una mirada fulminante con cierta rabia en los ojos. Pero nada para preocuparse, ella sabía que había perdido ese movimiento.
Seguí acariciando sus tetas e intenté besarla nuevamente, cosa que no sucedió. Besé su cuello dando un pequeño y suave mordisco y desabroché el segundo botón.
V: Parece que sí te animaste pero no vas a ganar.
E: ¿Segura? Porque podría asegurar que ya hasta estás mojada. ¿No es así?
V: -No. No es así.
Bajé mi mano acariciando su cuerpo, ese cuerpo que tanto deseaba y que me había regalado tantas pajas a su nombre. Ahora tenía la oportunidad de hacerlo realidad.
Toqué su entrepierna sobre su ropa y percibí algo de humedad y el calor de su sexo.
Era claro que este juego le gustaba tanto como a mí.
Sabía por nuestras charlas que disfrutaba del BDSM, de la sumisión y sin dudas ese “forcejeo” y la cuestión de poder le estaba generando excitación.
Sin perder más tiempo le terminé de desabrochar la camisa y di un paso hacia atrás. Sabía que no se la iba a prender otra vez pero lo que hizo me tomó por sorpresa.
Ella avanzó besándome, me giró quedando yo contra la pared.
Se quitó el corpiño y me ató las manos al frente quedando a la altura de mi pene.
Ella me agarró las muñecas y empezó a frotar su concha en mis manos. Sin perder tiempo quise besar sus pezones, seguía con la camisa puesta pero con los pechos al aire.
Me agarró fuerte de la cara con la mano que tenía libre frenandome y dijo “NO”; seguido de “cuando yo te lo ordene”.
Automáticamente me excite más aún. De ser el cazador me convertí en su presa. Ahora era ella quien me tenía en sus garras.
Siguió frotándose y me ordenó “Abrí la boca y chupame los pezones”. ¡No perdí ni un segundo!
Ella desabrochó y bajó su pantalón negro y la tanga y yo entendiendo lo que seguía busqué su clítoris e hice una pequeña presión mientras ella movía su cadera hacia adelante y hacia atrás. Literalmente me había convertido en su juguete sexual. Me sentía usado, ingenuo y humillado. ¡Y me encantaba!
Esteban: -¡Qué rico Vane! Ahora te voy a cog… *Me interrumpió.
Vane: -No. ¿Aún no entendiste como es la cosa?
A continuación aceleró el vaivén de su cadera y convulsionó en un rico orgasmo.
Me miró con una sonrisa enorme y un brillo especial en sus ojos. Se quitó un zapato, bajó su tanga y frotandola por su vagina la impregnó con sus jugos y mientras me desataba las manos dijo:
Vane: -Tomá, un pequeño regalo porque te portaste muy bien. ¿El baño?
Esteban: -Es por ahí. -Indicándole la dirección.
Ella se higienizó, acomodó su ropa (la que le quedaba, je) y salió.
Vane: -Ya me tengo que ir querido pero creo que voy a pasar a saludar más seguido eh.
Esteban: -¡Por mí encantado! -Dije con una sonrisa.
Además aún me debes…
No me animé a terminar la frase. Estaba claro quien llevaba las riendas y daba las órdenes.
Cuando ella se fue me fumé un cigarro, hablé con mi jefa informando que ya había terminado mis tareas por lo que me autorizó a salir.
Al llegar a mí casa me masturbé una, dos, cinco veces. Quedé tan agotado que me dormí con su ropa interior en mi mano.
Fin.