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Cogiendo con el papá de un compañero de mi hija
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Sentía sus testículos golpear mis nalgas con fuerza mientras su falo bombeaba rápidamente mi vagina; aquel grito de gol se perdía entre sus jadeos y mi respiración agitada.

No me imaginaba estar cogiendo en la parte trasera de una camioneta a mis cuarenta y pocos años con el papá de compañero de mi hija. El hombre se movía delicioso; hace mucho tiempo que mi marido no me hacía sentir de esta manera.

El hombre empezó a morder mi pezón, me dolió, pero quería que siguiera haciéndolo; masajeaba mi otro pezón con 2 dedos y lograba excitarme más. El ruido del partido era abrumador, pero yo solo sentía placer.

Mi marido no se preocupa por mi placer: se dedica solo a desfogarse con mi cuerpo.

Se corría el rumor que este hombre buscaba el sexo con las mamás del equipo; que ya había logrado cogerse a varias y seguía buscando más. Durante el partido vi que se alejó hacia su camioneta con una de las otras mamás; iban riendo, sin hacer escándalo. Deje pasar unos minutos y me acerque sin hacer ruido.

En la parte de atrás del vehículo, ella estaba a gatas, con la ropa enrollada en su cuerpo y él la cogía desde atrás. Ella tembló al llegar al orgasmo y dejó caer su cuerpo; él cayó sobre ella sin dejar de bombear; ella le pidió no terminar adentro, él solo sonrió y puso los ojos en blanco mientras le inyectaba su leche.

Me aleje sin que me notaran. La cara de satisfacción de ella, me hizo recordar como mi marido solo se sube sobre de mi, me manosea y me penetra; solo busca su placer; me he acostumbrado a dejarlo que me use; tan solo sentir los estertores de su falo dentro de mi al eyacular.

Una oleada de placer me trajo de regreso con aquel hombre que puso su dedo en mi clítoris empujándolo a su falo para excitarlo más con el bombeo. Me excitaba la manera como me veía; la manera como me desnudó, como quien abre un regalo muy esperado; mi marido está acostumbrado a tomarme donde se le antoja, a veces estando en la cocina, mientras limpio o cocino, me tumba de frente sobre la mesa, baja mi ropa y se mete dentro de mi; un poco de saliva en la cabeza de su falo y me penetra; por delante o por detrás, donde se le antoja en el momento, solo bombea hasta eyacular; se sale, se limpia con mi ropa y se va. Este hombre me está disfrutando y se asegura que lo disfrute yo.

Después de ver que la mujer regresaba, con la ropa y el cabello casi igual como se fue; lo vi a él y me acerqué. Un poco de conversación trivial acerca del partido y el clima. Me dijo que el calor estaba sofocante que por eso en su camioneta tenía una hielera con bebidas refrescantes para tolerarlo; con mucha naturalidad me invitó a acompañarlo; abrió la parte trasera, sacó de la hielera un par de bebidas enlatadas de jugo de frutas y alcohol; me indicó que me sentara y me extendió la bebida.

Ya sentados, la conversación fluyó, al igual que las bebidas; se quitó la camiseta, el cuerpo atlético sin ser de gimnasio apareció, nada comparado con la barriga de mi marido. Mi blusa de tirantes dejaba al descubierto mis hombros y cuello, se acercó y comenzó a besarlos; iba a quitarlo, pero se sentía bien; la bebida había hecho su trabajo, me sentía desinhibida y tranquila; su mano se acercó tímidamente a mi pecho y lo acarició; los besos y las caricias me estaban poniendo húmeda; en un arranque de audacia, metió la mano entre mi pecho y mi ropa, acariciando mi piel, un jadeo de excitación salió de mi boca; me dejé llevar. Solo había estado con mi marido y nunca había sentido lo que este hombre me estaba provocando; mi marido me tocaba para su placer, el creía que yo también disfrutaba.

Paso de acariciarme con una mano a subir mi playera y pellizcar eróticamente mis pezones; era un dolor exquisito que aumentaba mi excitación. Había empezado a besarme y yo correspondía con fruición. Tomó mi mano sin dejar de besarme y la colocó sobre su falo; lo sentí grande, grueso; por instinto lo comencé a masturbar por encima de la ropa.

En un movimiento, lo liberó de la prisión del pantalón; saltó, apuntándome, como si tuviera vida propia; una gruesa gota de líquido apareció en la punta; no pude contenerme y me abalancé para meterlo en mi boca; mi marido me cogía la boca, en las noches, cuando se levantaba al baño; se sacaba la verga y me la metía en la boca; así medio dormida como estaba, bombeaba su falo en mi boca hasta terminar; su esperma caliente llenaba mi boca, mientras el jadeaba de placer usándome.

Pero esta vez, mi boca se cogía el miembro de ese hombre, lo chupaba con deleite, me mojaba más verlo gozar con la felación que le estaba dando. Me he acostumbrado a sentir el semen caliente de mi marido y tragarlo para su goce; aquí, yo me deleitaba con el sabor, el líquido tibio que salía de la punta, aún con restos de semen de hacer terminado poco antes, aunado con el aroma a vagina de otra mujer en sus testículos, me volaba la razón.

Me tumbo de espaldas en el piso de la camioneta, bajó mis mallas deportivas junto con mi panty; la panty chorreaba mis jugos; pude ver como se deleitaba con el olor a hembra caliente que emanaba de mi vagina. Me desnudó de la cintura para abajo, mi blusa y mi bra enrollados a la altura de mi cuello, dejándome a su merced. Metió su cara en mi entrepierna con desesperación; si lengua recorrió desde la entrada de mi culo hacía arriba hasta llegar a mi clítoris, recogiendo todo mi líquido, saboreándolo, como quien degusta un exótico manjar; así lo hizo un par de veces, después metió su lengua en mi vagina y lamía mi clítoris por dentro nunca había sentido algo así; mi marido solo ponía un poco de saliva en mi entrada y se metía, mi vagina se mojaba un poco al sentir su verga intrusa. Su lengua me provocó un orgasmo muy intenso, pocas veces llegaba al orgasmo con mi marido y jamás con esta intensidad; perdí el control de mi cuerpo, temblaba de pies a cabeza, líquido salía de mi a borbotones y él lo mamaba con gusto.

Al sentir que me estaba viniendo, tomo mi clítoris en sus labios y lo chupó como a un pezón, mientras introducía dos dedos en mi, el orgasmo se intensificó y se alargó; no supe cuando se detuvo, cuando recupere la razón tenía sus brazos bajo mis piernas, alzándolas, dejando su miembro en mi entrada; quise pedirle que se detuviera, pero mi vagina palpitante empezó a recibir la gruesa cabeza de su pene; solo pude pujar y gemir sintiendo como se introducía en mi; largo, grueso, el lugar que sólo había ocupado mi marido estaba siendo invadido por un tubo de carne aún más grande y largo; mientras me invadía lentamente, me chupaba los pezones y me decía que estaba muy rica que estaba deliciosa, que nunca había tenido una mujer así de apetecible; mi marido nunca me halagaba, nunca me decía algo que me hiciera sentir bien; una mujer casada de cuarenta y pocos años necesitaba sentirse deseada y mi vagina correspondía a las palabras de aquel hombre con un masaje a su falo que lo hacía gruñir de placer.

Cuando lo metió completo, lo podía sentir en mi estómago; se movió arriba y abajo, amoldando mi vagina a su verga, provocándome que gritara de placer. Inició el bombeo lento y prolongado, la sacaba completa, dejando mi vagina con un gran vacío; yo le enterraba las uñas en la espalda, rogando que la metiera otra vez; el bombeo se prolongó por un largo rato; perdí la cuenta de cuantos orgasmos tuve, largos, cortos, intensos, prolongados, profundos; de repente, empezó a bombear más rápido, su verga se empezó a hinchar aún más; me miró a los ojos y preguntó donde quería que terminara; desorbite mis ojos y lo miré sin saber que decir. Me miró a los ojos, me dijo “recíbeme” y me dio un beso apasionado; se enterró al fondo de mi, su verga empezó a palpitar, el primer chorro chocó al fondo de mi vagina, caliente, quemando mis entrañas, los estertores de su falo golpeando directamente en mi clítoris, llevándome a otro orgasmo, cada chorro de leche y el beso sostenido alargaban el orgasmo.

Salió de mi, un borbotón de semen y mi líquido salió de mi; estaba yo agotada; acercó su miembro a mi cara; lo metí en mi boca y lo limpié; nunca un olor y un sabor me había trastornado tanto; lo hice porque quería hacerlo; no a fuerza como con mi marido.

Me ayudo a vestirme; me dio un poco de agua y me dijo que descansara un poco antes de regresar.

Después de unos minutos, regresamos a donde estaban todos; el partido estaba a punto de terminar.

Fue cuando entendí porque aquel hombre se había podido coger a varias de las mamás del equipo…

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