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Con mi ex novia y su hermana, primer día

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Mi nombre es Sergio, soy Ingeniero Aeronáutico, trabajo en una empresa diseñando drones militares, tengo 35 años, mido 1.90 m. Y el entrenamiento diario, hace que tenga un muy buen estado físico. Bastante bien parecido, soy soltero por no haber encontrado a “esa mujer”.

Mientras estudiaba, tuve oportunidad de primero salir y luego convivir un tiempo con Carla, una morocha tremenda, de ojos verdes, que estudiaba medicina. Ella era de la prov. de Santa Fe y vivía en una pensión estudiantil. Siempre tuvimos un sexo espectacular, con sus 22 años sabía gozar a la perfección su cuerpo, y hacer gozar a su compañero. A pesar de la convivencia, en los dos últimos años, nos dábamos libertad, y si bien ella nunca trajo a un hombre al departamento, yo sí llevaba mujeres.

Fue una mañana, cuando con mi ocasional pareja fuimos a la cocina a desayunar, Carla que me miró sonriendo. Mi compañera se quedó helada al encontrarla.

—Hola Sergio…

—Buen día Carla, te presento a Fátima.

—Hola preciosa… flor de caramelito te comiste…

—Hola… eh…

—Tranquila, convivimos, pero tenemos libertades. —Dije.

—Ah…

—Hey Fátima, sos muy linda y yo tengo la mente abierta, entre otras cosas que tengo abiertas, si te pinta en ganas, decile a Sergio y pasamos los tres una noche divertida.

—Bueno, eh, yo… la verdad es que nunca… Sergio, me voy, llamame…

—Dale, te llamo.

Fátima se fue y me la quedé mirando a Carla.

—Que tengamos una relación abierta no implica que no me ponga celosa… además, esos 22 cm. de pija que tenés, no los consigo en cualquier lado…

—¿Fue en serio lo del trio?

—No sé… si la piba me va…

—Bueno… lo voy a tener en cuenta…

—Con una sola mujer no me animaría, porque la conozco y las dos con vos, sería explosivo, y mi cuerpo quedaría destruido.

—¿Y quién es?

—Mi hermana gemela…

—Nunca me contaste que tenías una hermana gemela.

—Gemela idéntica, hasta nosotras mismas nos confundimos mirándonos el espejo.

—¿Vos y ella?

—Estábamos tan solas… Jajaja. —Dijo riendo con todo.

—Decile que nos visite…

—Veremos…

La verdad es que nunca nos visitó, nunca me mostró una foto, nada, por lo que llegué a pensar que era producto de su fantasía o un juego erótico. Yo cuando terminé la carrera me fui a EEUU, y solo mantuvimos contacto por mail. Por lo que me contó, se recibió, volvió a su ciudad y se casó con un Ingeniero Agrónomo. Nunca mencionó a la hermana.

Hace dos meses volví al país, tentado por el proyecto en que ahora trabajo y le escribí contándole la novedad. Me contestó que se alegraba que estuviera de vuelta y que esperaba que algún día pudiéramos tomar un café.

Por trabajo tuve que viajar a una base militar en Córdoba, para probar un prototipo que ya estaba en las fases finales. Era un trabajo de tres días, y me quedaban dos para mí, más el fin de semana. Cuando me enteré, le mandé un mensaje, contándole.

—“Queda cerca de mi ciudad. ¿Querés que tomemos un café?” —Me contestó.

—Puede ser, pero de jueves a domingo, los otros días voy a estar escaso de tiempo. ¿Tu marido no te hará problema?

—No, tranquilo… lo manejo.

—Bueno. Avísame cuando venís.

El jueves me avisó que el viernes estaría en Córdoba, y me citó en un bar muy céntrico y concurrido a las 18 h. Por supuesto que le dije que sí, aunque debo reconocer que me sorprendió la hora.

A pesar de tener por costumbre llegar antes a mis citas, y esa vez no fue la excepción, cuando llegué la vi sentada en una mesa mirando hacia la entrada. Se puso de pie y estaba con una mini impresionante, una camisa hermosa y un prendedor rojo furioso. Y el mismo cuerpo espectacular, la misma cara hermosa.

—Wow, no cambiaste nada, estás hermosa como la última vez que nos vimos.

—Sergio… tan gentil y hermoso como siempre… vos tampoco cambiaste.

—Unas canas van apareciendo…

—Te quedan muy bien… Cuantos recuerdos, y muchos muy calientes.

—Cierto. ¿Contame de tu vida?

—Hola Sergio. —Escuché a mis espaldas, juro que era la misma voz. Me di vuelta y no lo pude creer. Era Carla que estaba detrás de mí, pero con un prendedor azul…

—Dios… si no fuera por los prendedores, pensaría que estoy alucinando.

—No alucinas. Te dije que éramos gemelas idénticas. —Me dijo la Carla con prendedor rojo.

—Me acuerdo, pero vos no sos Carla, ella es Carla. —le dije mientras se sentaba.

—¿Y cómo sabe quién es cada una?

—Fácil, el prendedor azul… —siempre Carla tenía algo azul en su ropa.

—Te dije que era inteligente, observador y analítico. Hola amor…

—Hola genia, ¿Me la presentas?

—Que es mi hermana, no te quedan dudas. Cata, este es Sergio…

—Que gusto conocerte finalmente Sergio, Carla me tiene podrida hablando de vos…

—¿Para tanto?

—Y más, te lo aseguro…

—Empecemos por vos Carla. Contame de tu vida.

—Médica, casada, con algunos temitas… sin hijos, trabajo en el hospital del pueblo y una clínica. ¿Vos?

—Como te conté, volví hace mes y medio, a un proyecto interesante y bien pago.

—¿Soltero?

—Muy soltero.

—¿Eso significa que tampoco novia?

—Exacto, tampoco novia.

—Me acorte el nombre, ¿A Fátima la volviste a ver?

—Yegua, la espantaste, huyo despavorida, nunca más quiso verme.

—Jajaja… pendeja cagona… Cata tu turno.

—La misma edad de ella, bueno, minutos mayor, divorciada, sin hijos, arquitecta.

—Les juro, y te cuento Cata, pensé que eras una hermana imaginaria de Carla, porque nunca te conocí, nunca me mostro una foto tuya, nunca hablaron por celular delante de mí, nada. Y por lo que me dijo, pensé que era un juego que estaba haciendo.

—Fue todo a propósito Sergio, quería sembrarte la duda, volverte loco con ese tema.

—Siempre Carla fue una hija de puta… de hacer esas cosas…

—¿Entonces era cierto lo que me contó?

—Quizás…

—¿Qué pasa Sergio, te quedaste pensativo?

—Siempre me pregunté porque a pesar de haber convivido dos años, no llegamos a nada.

—Que pregunta… yo también me la hice, te lo aseguro y se la hice a Cata. Creo que porque los dos estábamos muy enfocados en nuestras carreras, tu último año ya con trabajo listo en EEUU, yo con la idea de volver a mi ciudad, y quizás un poco de miedo a una relación “seria”, de mi parte digo.

—Coincido en casi todo, lo último es tuyo. De mi parte, reconozco cierta obsesión por recibirme e irme del país, y no estar preparado para algo “serio”.

—¿Se arrepienten? Preguntó Cata.

—Las damas primero. Dije.

—Maldito… Sí, hasta hoy me arrepiento.

—¿Sobre qué preguntas Cata?

—Cata, un clásico de Sergio, preguntar algo para ganar tiempo y pensar la respuesta a tu pregunta.

—Si se arrepienten de no haber ido un poco más allá.

—No, no me arrepiento, y explico porque. Me fui con un contrato corto, seis meses y no sabía si aprobaría la exigencia y me tendría que volver. De habernos ido juntos ella tendría que haber abandonado la carrera y no estaba dispuesto a pedirle eso.

—Nunca me lo dijiste, ni me dejaste tomar la decisión.

—No.

—¿Esperabas volver a verla?

—Por supuesto que esperaba, deseaba volver a verla. Aunque no lo creas Cata, no sé que te habrá contado ella, pero éramos muy buenos amigos. Teníamos charlas muy buenas.

—No me contaste eso…

—Me olvidé…

—Sos una boluda… te casaste con ese pelotudo, sos infeliz, al pedo… ni siquiera te coge bien cogida.

—Basta Cata. Por favor…

—¿A qué hora se vuelven?

—Eh… bueno, ese es un temita… Dijo Carla riendo.

—Otra vez esa cara…

—No tenemos ni hora ni día de regreso… Estamos desde la mañana en Carlos Paz, en casa de una tía enferma. Dijo Cata.

—Entiendo…

—Ojo, que estamos en Carlos Paz es cierto. Cata tiene una casa a orillas del dique. Y fuimos hoy a la mañana a abrirla y hacer compras. Dijo Carla.

—Esta boluda no se anima. ¿Sergio, querés pasar por el hotel, buscar tus cosas y vamos a mi casa? Tenemos todo para cenar juntos, los tres. Ojo, y te aclaro. Nada forzado, nada obligatorio. Nada. Ni con Carla, ni conmigo ni juntas. Como amigo de Carla.

—Carla, ¿No vas a tener problemas con tu marido?

—No Sergio, tranquilo.

—Bueno, yo estoy con una camioneta de la empresa. ¿Cómo hacemos?

—Te seguimos al hotel y luego vos a nosotras. ¿O si querés, vamos y si te sentís cómodo, mañana buscas tus cosas? Dijo Cata.

—No se enojen, prefiero eso.

—Vamos entonces. Nuestro auto es un Toyota Corolla Rojo, está en la esquina.

—Mi camioneta a un poco más atrás.

—Listo.

Pagué y fui a la camioneta, y cuando se pusieron en marcha las seguí. No podía negarme que la atracción que Carla tenía era la de siempre, hermosa, aunque ahora más contenida. Cata por su parte, se mostraba mucho más cerebral, y tan hermosa como Carla. Me preguntaba como terminaría esto.

Llegamos y guardamos los dos vehículos en la casa.

—Pasa Sergio por favor, siéntete como en tu casa.

—Gracias Cata.

—Ay… que tontas, no te dijimos que hay pileta… Escuchame, lo digo por mí, ni te preocupes si querés quedarte y meterte en bóxer o slip, lo que uses, no me voy a sorprender ni asustar.

—En serio. ¿Te parece un pechito?

—¿Vas a hacer toples Carla?

—Cerdo, pechito a la parrilla.

—Dale, no hay problema.

—Me voy a cambiar.

—Yo también. Dijo Cata haciendo que no con la cabeza y sonriendo.

Cuando volvieron Carla estaba con una malla enteriza hermosa y Cata, con una tremenda bikini.

—Para que nos diferencies. Dijo Carla…

—Les aseguro que me sorprenden con la elección de las mallas. Hubiera asegurado que iban a estar con las mallas invertidas.

—Viste… en algo te sorprendemos… Dijo Cata.

—Voy prendiendo el fuego, me gusta hacerlo lento.

—Otra cosa en que cambiaste.

—Desgraciado… ¿No te vas a meter a la pileta?

—¿No les molesta?

—Para nada, dale.

Y delante de ellas me saque la ropa quedando en bóxer.

—Es para matarte boluda, en serio lo digo… Dijo Cata.

Nos quedamos charlando de sus trabajos y la ciudad donde vivían, de mi nuevo trabajo, y en todo momento Carla se mostraba distante, callada. Era Cata la que hablaba. Sin duda Carla estaba incomoda. Nos metimos en la pileta los tres y Carla no se acercaba a mí para nada. Cuando salimos les dije:

—Bueno, hasta aquí llegamos chicas, me voy a vestir al baño y me voy. Dije y Carla agacho la cabeza.

—¿Por qué? ¿Qué pasa Sergio? ¿Así de repente? ¿Te rayaste por algo? Preguntó Cata.

—Cata, Carla esta super incomoda, es fácil notarlo conociéndola, no habla, guarda distancia, ni se acerca por casualidad. No quiero que se sienta así. Mejor me voy. Dije y Cata la miro seria a Carla.

—Esperá Sergio… tenés razón, estoy muy incómoda, pero no es por tu culpa, es por mí…

—No entiendo Carla.

—Sergio, tengo pánico que me roces la piel y no poder frenarme y besarte con todo y…

—Entiendo, tu marido…

—Mi marido las pelotas… Yo Sergio, yo… estoy prendida fuego desde que te vi entrar al bar… y no sé si vos…

—¿Cata, sabes hacer pechito?

—Mi amor, con estas tetas… ¿45 minutos les alcanzan?

—Creo que sí… Dije y caminé hacia la parrilla, la abracé y le di beso con todas mis fuerzas.

Ella me abrazo y me devolvió el beso con todo, me soltó y bajándome el bóxer se puso a chuparme la pija sin importarle que Cata estuviese mirando. Chupaba y me miraba a los ojos sonriendo, disfrutando mientras con una mano se tocaba la concha por encima de la malla. Fueron varios minutos, hasta que sin soltar mi pija se quitó la malla.

Me acorde de Cata y la busque con la mirada. Estaba sentada en un banco, mirándonos absorta y se tocaba por encima de la bikini con una mano mientras se chupaba dos dedos imitando a Carla.

—Tírate en el pasto. Me dijo Carla imperativa.

Lo hice y me empezó a montar con todo, directamente saltaba sobre mi pija en medio de gemidos de placer y ayes de dolor.

—Hijo de puta, no se achico para nada, me sigue partiendo al medio… Me dijo.

La tome de la cintura pero ella tomo una de mis manos y la llevo a uno de sus pechos e hizo que lo apriete. Era una máquina infernal de coger esa mujer, no había perdido nada de su fuego sexual… Mire a mi lado y Cata estaba con la tanga corrida y metiéndose tres dedos en la concha, y gimiendo de placer…

—Me está partiendo Cata, me está destrozando la concha… Dijo Carla sin parar de moverse…

Tuvo un tremendo orgasmo y se dejó caer. La hice correr y poner en cuatro patas, la tomé de la cintura con una mano y con la otra guie mi pija nuevamente su concha. Entro, y sosteniéndola con firmeza, entraba y salía con todo de su concha. Carla imitaba mis movimientos casi enterrándose la mano entera y apretándose una teta… Carla la miró y sonrió…

—Guacha, tenés una porno en vivo…

—Y muy buena…

Le di un chirlo en el culo a Carla y ella dio un grito de placer. Le encantaba jugar algo duro, que la domine. Con uno de mis dedos empecé a jugar en su orto y Cata abrió los ojos con todo…

—¿Seguís siendo una putita viciosa?

—Con vos, una puta viciosa mi amor…

—Entonces sabes lo te tenés que hacer… Dije.

Ella volteó y me miró sonriendo. Apoyando los hombros en el césped, con una mano se empezó a tocar el clítoris y con la otra saco mi dedo, para meter dos de ella y darse con todo en el culo. Cata hacía que no con la cabeza y mordiéndose los labios la imitó…

Carla la miro y se puso totalmente loca, ella misma se movía enterrándose toda mi pija en la concha, gimiendo y enterrándose los dedos en el culo… la solté y me quedé quieto. Ella hacia todo por mí…

—Sergio, sigo siento tu puta, mi amor… le mejor puta del mundo…

—No lo dudo…

Estuvimos unos minutos así y cuando la tome de nuevo por la cintura dijo:

—Dedos a Cata.

—¿Qué? Pregunté.

—Entiérrale los dedos a Cata, no da más…

Sin decir nada, ni para negarse ni hablar, Cata se puso a la par de Carla en la misma posición. Solo que con una mano separaba sus cachetes mientras con la otra se tocaba el clítoris. Su otro era toda una invitación… Le enterré dos dedos y ella dio un grito, mezcla de placer y de dolor. Carla la tomo de la cabeza y le dio un tremendo beso.

Me puse loco y en un par de bombeadas acabé en la concha de Carla y enterré a fondo los dedos en el culo de Cata que como Carla tuvo un tremendo orgasmo, ella anal… Se quedaron quietas y Carla lentamente se corrió para darse vuelta y chuparme la pija, haciendo que Cata mire como la limpiaba por completo y luego se dieron un tremendo beso, compartiendo mi leche.

—Este es mi hombre Cata…

—Dios santo… tremendo hombre…

—Perdón, tremendas mujeres, dije y me metí a la pileta. Ellas me siguieron y Carla se colgó de mi cuello para besarme.

Salimos y Cata fue a buscar toallas. Cuando volvió Carla riendo le dijo:

—Boluda, tenías que hacer el pechito…

—Anda a cagar Carla…

Nos largamos a reír los tres, ellas se pusieron las mallas y yo el bóxer.

Pusieron el pechito, hicieron más fuego y nos sentamos a tomar un vino.

—Por favor, ¿Siempre fueron así? Preguntó Cata

—Cata, por favor… hoy estuvimos calmados, yo re tensa.

—¿Qué?

—Si, tiene razón Carla, Cata. Quizás después nos soltemos los dos… Pasa que estamos grandes… 35 y 32.

—Hijo de puta…

—Por eso nunca te lo quise presentar…

—Porque lo amas pelotuda…

—Eso aparte… No sabes lo que era escuchar a las minitas que llevaba al departamento y volverme loca de celos. Mira que te lo iba a presentar a vos, mi hermana, para que te vuelvas loca…

—Vos fuiste la que dijiste el primer día de “pareja abierta”.

—Porque pensaba que no me iba a enganchar… pero…

—¿Vos alguna vez llevaste un tipo? Preguntó Cata.

—Nooo, ni loca… y tampoco salí con ninguno mientras estuvimos juntos… Dijo Carla mirando a la parrilla.

—Vos me contabas otra cosa…

—Para no parecer una boluda… Sergio, como voy a buscar otro tipo si vos me destrozabas la concha, el culo y la cabeza por lo menos cuatro veces por semana… encima, enamorada…

—Nunca me dijiste eso…

—Tenía miedo que me pegues una patada en el culo y me eches… Yo había puesto las reglas…

—¿Y vos Sergio llevaste muchas?

—El hijo de puta llevaba una cada día que no me cogía… es un semental… ni siquiera por rendir finales paraba. El tipo llamaba por celular, aparecía una pendeja y a la mierda. El único consuelo que me quedaba era que le duraban un solo polvo… las destruía. Y a las pocas que le pudo hacer el culo… casi en ambulancia salían…

—También… eso es casi inhumano, por el largo y el grosor…

—Pero hermosa… Dijo Carla y me dio un beso.

—Conta de vos Cata.

—“La máquina de voltear muñecos”. Dijo Carla.

—Desgraciada… Sabes que pasa Sergio, ahora los tipos no tienen ese feeling con las mujeres que una mujer necesita, saber que y cuando… van derecho a la chupada y meterla…

—Tu hermana recién…

—No, vos la dejaste hacer. Lo hace con un tipo cualquiera y se asusta… te lo aseguro. Vos porque sos distinto, me viste pajeándome y no te volviste loco y me quisiste tocar, me dejaste hasta que Carla te lo tuvo que decir dos veces…

—¿No pensás que hay mucho histeriqueo entre las mujeres?

—También, no te lo niego…

—Yo tengo una teoría Cata, “la mujer manda”. Si ella sabe gozar, conoce su cuerpo, sabe hablar y decir lo que le gusta…

—Pero el hombre tiene que aceptar esa “libertad” de la mujer.

—Cierto…

—¿Cómo es en EEUU? Pregunto Carla.

—Depende donde te muevas, a que nivel de mujeres llegues… En mi caso, todas +35…

—¿Por qué?

—Porque en muchos casos pasaron por la bisexualidad, otras por separaciones por insatisfacción. En los dos casos, se conocen, saben que quieren gozar.

—¿Te molesta la bisexualidad?

—Para nada, me encanta… pero en mujeres… realmente bisexuales, que disfrutan todo.

—Tríos… Dijo Cata.

—Son las mejores, te lo aseguro.

—Por la forma en que hablas, te gustan los tríos. ¿Por qué? Preguntó Carla.

—Solo con esas mujeres, que quieren gozar con todo, que saben dar y recibir placer sin tabúes, ni rollos.

—Ah… Dijo Cata.

—Voy a preparar la ensalada… Dijo Carla guiñándome un ojo, y no entendí.

Mientras estuvimos solos, Cata evito mirarme siquiera, ni que hablar de dirigirme la palabra. Carla volvió con la ensalada y los platos, cubiertos… Estábamos sentados, Carla frente a mí y Cata a su lado. Cenamos charlando pavadas, y cuando estábamos en el postre Carla me preguntó:

—Aquello que te dije, de hacer un trío… ¿Te interesa todavía?

—Depende… Fátima está lejos y no creo que le interese…

—Con Cata y conmigo. Dijo Carla y me sonreí.

—Desgraciado… Dijo Cata.

—¿Por qué decís eso?

—Porque adivino tu respuesta.

—No creo… Quizás Carla, pero sinceramente, no creo que Cata se suelte como para gozar los tres.

—¿Te parece?

—Sí. Dije mirando a Cata.

—¿Qué es soltarse para Uds. degenerados? Preguntó Cata.

—No poner límites, o decir que no a nada… Dijo Carla.

—Eso es…

—Y… desde chuparte la concha, a romperte el culo con un consolador, para que luego te lo rompa Sergio, o que me cojas la concha mientras yo lo monto con su pija en mi culo. O al revés, depende lo que Sergio quiera…

—Duda mucho Carla… no…

—Sabes que pasa Sergio, siempre ella fue la dominante en nuestros encuentros, ahora sabe que la voy a dominar, a romperle el culo y la concha por más que grite, y que yo misma voy a guiar tu pija para que le rompas el culo y me voy a poner a chuparle la concha mientras vos disfrutas de su culo virgen de pija.

—¿Culo virgen…? Me encanta, bien cerradito, asustado… Pero primero le cogería la boca mientras vos le chupas bien la concha…

—Basta… son más degenerados que yo…

—Bueno… Dijo Carla, se levantó de la mesa y entro en la casa.

La mire a Cata y bajo la mirada, las manos le temblaban… Carla volvió con una bolsa sonriendo…

—Cata, date el gusto, chupale la pija.

—Carla…

—Boluda, te morís por chuparle la pija.

Me baje el bóxer y con mi pija totalmente parada la mire. Ella miro mi pija, se acercó y se puso a chuparme la pija. Primero despacio y de a poco, con más ímpetu. Carla se sacó la malla y de la bola saco un consolador y se lo metió en la concha, mirando como Cata me chupaba.

—Como te gusta la pija de mi hombre… pensa lo que lo vas a gozar cuando te coja por todos lados…

—Hija de puta…

—Tu madre…

Hicimos un alto y fuimos a un dormitorio… Me acosté y Cata se puso de rodillas para seguir chupándome…

De la bolsa, Carla sacó un arnés, se lo puso y engancho otro consolador, bastante grande por cierto, y se puso detrás de la hermana, y sin mediar palabra lo enterró en la concha de Cata, que con mi pija en la boca dio un tremendo grito.

Carla la cogía con furia, dándole golpes en el culo mientras Cata chupaba sin parar mi pija. Y empezó a tener orgasmos, Carla se ría y más fuerte le daba con el consolador…. Tras uno de los orgasmos, cambiamos de lugar, yo con mi pija en su concha y Carla con el consolador en la boca.

Como podía, Cata gritaba de placer… así la tuvimos un rato, hasta que Carla me miro y se acercó a mí…

—Te lo preparo… Dijo Carla y le empezó a meter un dedo.

—No, por favor, no va a entrar, me va a lastimar…

—Callate putita, vas a ver como vas a gozar… Dijo Carla y le metió un segundo dedo mientras yo seguía en la concha de Cata…

Uno a uno, fueron entrando cuatro dedos y Cata gritaba de placer…

—Listo amor… Todo tuyo.

—Sergio, por favor, no…

—Silencio, como buena puta me vas a chupar la concha. Dijo Carla y se sentó frente a Cata con las piernas abiertas de par en par.

Acerqué mi pija al orto de Cata, y empecé a empujar. Cata aqueó la espalda y tomándole con fuerza de los cabellos Carla hizo que le siga chupando la concha. Lentamente entro toda la pija y fui aumentando la velocidad y la fuerza cada vez más. Era un placer hacerle el culo estrecho… un par de minutos, ella tuvo un tremendo orgasmo y se dejó caer en la cama…

—Ahora, es todo mío. Acostate Sergio… Dijo Carla.

Y se sentó en mi pija, enterrándola lentamente en su culo. Cuando la tuvo toda adentro, se empezó a mover, primero en círculos y luego arriba abajo, dándome la espalda, y cada vez con más velocidad.

—Cata, dos dedos en mi concha y chupame las tetas…

Cata obedeció y Carla no paraba de cogerse el culo con mi pija, era infernal su ritmo de subir y bajar. Estaba totalmente loca. Nunca me había cabalgado así…

—Chupame la concha, ahora. Dijo Carla.

Sin sacar los dedos de la concha de Carla, Cata se puso a chuparle el clítoris y como podía la concha…

—Mi macho, mi hombre… y vos, mi putita hermana… chupame bien… Grito Carla sin parar de moverse.

Tiré de sus cabellos y les dije que hagan un 69, sin dejar de coger el culo de Carla. Las dos se chupaban como locas y al cabo de unos minutos, acabe en el intestino de Carla que dio un grito tremendo. Carla hizo que Cata me limpie la pija y las dos se besaron… Nos levantamos y fuimos al quincho a buscar los vasos de vino.

—¿Qué decís Cata?

—Que me rompió el culo, y me encantó, y chuparte mientras gozabas… tremendo…

—¿Cuántos tipos como él te cogieron?

—Ninguno, te lo aseguro…

—¿Te quedas a dormir Sergio?

—Si. Dije sin dudar.

—Cata, se queda a dormir, vamos a dormir los tres juntos, siguen las mismas reglas, nada de “no”, “eso no”… él es nuestro macho… y vos, nuestra puta…

—Carla…

—Vos quisiste venir, te dije lo que podía pasar y aceptaste, ahora no va echarse para atrás… Dijo Carla.

—Bueno…

Tomamos más vino y nos fuimos a la cama. Carla fue la que ordenó como nos acostábamos: Yo en una punta, Cata en el medio y Carla en la otra punta. Los tres desnudos, así nos dormimos. Yo estaba durmiendo y sentí como Cata se ponía de costado y se acercaba a mí, totalmente dormida. Y mi pija se empezó a parar… me puse de costado y acomodé mi pija entre sus cachetes. Miré a Carla y parecía dormir. Lentamente corrí la pierna de Cata y apoyé mi pija en su orto. Ella se despertó y pude taparle la boca. Sin soltarla, empecé a hacer fuerza y fui entrando en su orto hasta meterla totalmente. La hice poner boca abajo y le empecé a dar con todo.

Cata lloraba y gemía al mismo tiempo, y eso me excitaba más todavía. Le daba con todo a su culo y ella no paraba de llorar y gemir… acabe en su culo y agarrándola fuerte, gire hasta ponerme boca arriba, con ella sobre mí, con mi pija en su culo… Así nos dormimos.

Cuando desperté, estaba solo en la cama. Me fui a duchar y vi marcas de sangre en mi pija, del culo de Cata. Me puse el bóxer nuevamente y fui a la cocina. Las dos tomaban café.

—Desgraciado, le rompiste el culo de nuevo…

—Era la que estaba más cerca… vos lo decidiste…

—Yo y mis decisiones…

Lo que siguió, será para otro relato. Ah, aunque parezca increíble, es una historia real… muy real…

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