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Corte de luz, la excusa para darle a la sobrina

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Un imprevisto corte de luz totalmente casual, no así lo que siguió, totalmente causal, bien podría ser la génesis de esta historia. El corte de luz me dio (o nos dio) la excusa perfecta para hacer realidad la fantasía de la muchacha, para mí, un sueño acariciado en las sombras de lo prohibido.

Caía la tarde de ese viernes lloviznado y caluroso verano, justamente cuando Loly, hija de un entrañable amigo, se estaba retirando de mi oficina para llevarle a su padre la documentación que había venido a retirar.

Un imprevisto corte de luz no le dio tiempo siquiera a tomar el ascensor, con la poca luz de la pantalla de su teléfono móvil le sirvió para desandar el breve trayecto y llamar a mi puerta para avisarme del inconveniente. El silencio por esas horas es notable, por tratarse de un edificio donde casi todos los pisos son de oficinas comerciales y se había cumplido el horario laboral, la oscuridad de pasillos y escaleras sin luz de emergencia por la renovación del sistema, tampoco el encargado del edificio pues su horario culmina un rato antes de este percance.

Mirando por la ventana es posible comprobar que no somos los únicos afectados, el corte de energía abarca un importante sector de la ciudad, consultada la empresa proveedora responde un mensaje grabado que indica “lamentamos informar que se produjo un corte generalizado que nos demandará varias horas en solucionarse, y las disculpas formales”.

Por suerte la luz de emergencia de la oficina se encendió tan pronto como se produce el corte, como mi oficina está en el piso 19, bajar a oscuras es una riesgosa tarea, por lo tanto la única opción fue que se comunicara con su casa para avisar del percance y decirles que la única opción sería quedarse con su “tío”. Me pasa el teléfono para hacerme responsable por su integridad y proponerle quedarse hasta que regrese la energía eléctrica, que ella podría usar el cuarto que hace las veces de dormitorio, yo usaría el sofá de la recepción.

La pequeña heladera solo tiene un pack de cervezas, unas gaseosas y barritas de cereal para amenizar la espera. Abrir la ventana es el único recurso para refrescarse, la luz de emergencia que viene del estudio crea una nueva imagen en el perfil de Loly, la silueta de sus voluptuosos pechos parecen agigantarse en la incipiente calentura. Absorto y perdido en mis eróticas fantasías no advertí que sonreía al observarme totalmente abstraído babeando placer al imaginarme sus tetotas.

—Epa! Que te pasa tío? Te has perdido en mirarme las te…?

—Ejem… bueno, perdóname, disculpa, me olvidé de…

—Shhh!! No es para tanto. Todos los hombres me las miran, vos sos hombre…

Este incidente demolió la distancia incestuosa, desde su adolescencia sufría en silencio la seducción voluptuosa de sus “gomas”, en más de una ocasión fui pescado infraganti llenándome los ojos de la erótica visión.

La segunda ronda de cerveza habilita la relajación de pudores y recato, el corte de luz y la rubia espuma sirve para exculparnos del acto atrevido por cometer. El calor es la excusa, saca la remera, par de tetotas rozagantes amenazan rebasar los límites del soutién, la maliciosa sonrisa invita a seguir mirándola.

—No me digas que te asustan?

—Bueno… no sé, pero…

—Deja las excusas, no soy tan ingenua como parezco, también tengo recuerdos tuyos non sanctos. Recuerdas esa noche del cumple de papá, que todos bien tomados se fueron a dormir?, me levante a la madrugada para ir al baño, dejaste mal cerrada la puerta de tu cuarto, y te vi dándole bien duro a mamá, la tenías encima pidiendo “acábame ya”, ahí fue la epifanía del sexo, el llamado que develó mi lado erótico más atrevido. La segunda vez, poco después, llegué más temprano del cole y los pesqué en la sala, la tenías en cuatro, dándole duro por el culo, nalgueándola y ella te pedía “métela, rómpeme toda…”. Me quedé paralizada, la escena excitándome a full, comencé a masturbarme a dos manos, acompañando los gemidos y las groserías que decía mi mamá, ahí tuve mi primer gran orgasmo, casi en el momento que tú te venías dentro de su culo. Escapé antes que notaran mi atrevida curiosidad.

—No, no tenía idea de…

—De… cuánto me calentaste a ver como el sexo de mamá te hacía lugar para comerse esta vergota!

Remarcó que sabe qué, cómo y cuándo tener sexo, sus palabras se acompañaron con el frotamiento de mi verga, ésta reproduce y mejora el tamaño de la descripción.

—Guauu, cómo se puso, necesitas un cariñito para olvidarte de todo. Desde pendeja sueño con hacer real la fantasía que me atormenta desde que te vi montar a mi mamá, después te pesqué haciéndole el culo y ahí ya no me pude aguantar, sé bien que notabas mi necesidad de estar cerca de ti, también que el miedo a no poder dominar tus deseos, buscabas mantenerte lejos.

—Sí, no soy de mármol, me costaba mucho ocultar la excitación de verte cómo te me regalabas, y esas tetotas eran un pecado mortal que evitaba a toda costa.

—Bueno… ahora estamos solos, tengo diecinueve, y tengo estas “cosotas” que te hacen hervir el deseo (se las toma en las manos y me las pone en mi cara). No me vas a despreciar… nooo lo hagas!…

Estaba exultante, exhibiendo esas tetotas, que por ser delgada parecen más grandes. Me tomó una mano para ponérsela encima de su teta, presiona para que se la apriete.

—Vamos, vamos, me gusta que me las aprietes. No se rompen, totalmente naturales, apriétalas!!

Cubro las cúpulas con temor de estar haciendo algo impropio, ella levanta las copas del soutién para sentir el calor de mis manos. Sentir latir sus carnes trémulas hacen revivir a un muerto, las caricias se transforman en apretadas, lamerle los pezones, estrujando y hasta mordiendo sus carnes elevan su excitación, aprieta mi cabeza contra sus pechos, echa la cabeza hacia atrás. Sentir la turgencia de sus pezones presa de mi glotonería la sube la calentura de ambos a tope.

La tensión del momento y sus gemidos urgen ser mitigados, se me olvidó el respeto por la relación familiar, tomarla en brazos, barrer el escritorio con el brazo y sentarla sobre él. Había elevado las piernas, permiten quitarle el pantalón en rápido movimiento, las feromonas que emana su sexo embriagan, adormecen los últimos vestigios de honestidad, hice a un lado el frágil triángulo de tela y sumergir mis dedos en la cálida humedad de su sexo, fue ingresar a la esencia divina del placer erótico.

Separé sus piernas, aspiré el aroma de hembra hasta aturdir mis sentidos, conecte mi boca a su clítoris, lamiendo sus labios, tironeándolos con los dientes, gritando de placer arquea su espalda, eleva la pelvis, me incrusta la cara en su sexo. Succionar el clítoris crea la armonía celestial, trastornada y perdida se pierde en el inevitable orgasmo, nuevamente suspira profundo, arquea la espalda, contrae sus músculos, cierra los ojos, agitado gemido y se deja flotar en un mar de estrellas. Disminuyo el ritmo de lamidas para sentir como un segundo orgasmo se está gestando dentro de mi nena.

Apoyó las manos para elevar las nalgas y permitir que saque la bombacha, la dejo en mi cuello a modo de collar, sentir ese divino aroma de mujer en celo supera y anestesia la culpa. Mis gruesos dedos inician la caricia, recorriendo entre los labios, arriba y abajo, girando, entrando y saliendo de su conchita, dos dedos hacía arriba acariciando y buscando el esquivo punto G en el cielo vaginal.

El orgasmo no se hizo rogar, el combo explosivo de boca y dedos la condujo dócil hasta detonar en su vagina e irradiarse por todo el cuerpo, las piernas tensas, temblando como bandera en día ventoso, colocadas sobre mis hombros favorecen la renovada exploración bucal de sus alucinantes sensaciones, casi sin solución de continuidad sobre los últimos latidos de éste estalló otro más, y otro hasta dejarla exhausta, tumbada sobre la espalda procesando la agonía del clímax, se deja arrastrar por la liberación repentina y placentera de las tensiones, entregada al dominio de la boca de su hombre.

Disfruta este momento de gracia, silencio, solo la sonrisa transmite la satisfacción del trabajo bucal, repuesta del éxtasis, pudo articular palabra.

—Ahora te necesito dentro -señala, tocándose la vagina.

—Hmmm… Tengo un problema… no tengo forro (condón)

—Y… no es problema, me la metes y no te vengas adentro…

La calentura hizo fácil el sí, solté el cinto, pantalón y calzón, en mis tobillos, traje su cuerpo hasta el borde, casi colgando del escritorio, los talones en mis hombros y las caderas balanceándose recibieron los primeros embates de mi pija, exultante y erecta como pocas veces, esta pendeja me había llevado al extremo de mi excitación.

El fragor de los momentos vividos impedían las sutilezas, solo fue apoyarla entre los labios, apretarme a sus nalgas y mandarla toda dentro. El golpe sorpresivo la estremeció gratamente, disfrutó la brusca penetración, alaba el grosor de miembro, disfrutamos la realización de nuestras fantasías, viviendo ese momento mágico, fue como tocar el cielo con las manos.

La prisa por saciar la calentura no se compadece con prolongar el disfrute, la eyaculación impera y sorprende, el momento de venirme hace los primeros amagues. La prisa por venirme se impone, bajarla de la mesa, hincada ante su macho, pajea y mama sin parar, soporta sentirse atorada por los acelerados embates dentro de su boca.

—Me viene, nena me viene!

Hace la pausa para largar el primer chorro de semen, acompaña moviendo muy despacio su mano sobre la pija para terminar la descarga. Salgo de su boca, se escurre un hilo de semen, lo recoge con el índice y me regala la imagen de verla como se deleita lamiéndoselo.

—Voy a lavarme, estoy chorreando jugos. Esperame en la cama, por favor no te pajees, tu putita necesita otro polvo.

En la cama retomamos el camino del disfrute, nuevamente ella llegó varias veces, yo solo una, jugamos en varias posturas, sobre todo ella encima para poder prolongar más el placer de hacerle sexo, sobre todo cuando la ponía encima dándome la espalda para poder jugar con los dedos en el ano, sentirlo como se fruncía y retaceaba cuando era el pulgar el que se atrevía a penetrar el sitio prohibido.

Nuevamente al momento de venirme ella vino a socorrerme, poniendo la boca para recibir el lechazo. La noche nos recibió abrazados, haciendo cucharita fue la forma sutil de continuar el placer de compartirnos.

En la madrugada volvió la energía eléctrica, la luz me hizo despertar del letargo del guerrero, acariciar sus carnes era el desafío mañanero de la potente erección que se produce luego de una noche de sexo, la dureza juguetona de la pija entre sus nalgas la sustrae de los brazos del sueño. Pone su mano atrás para comprobar la turgencia que busca un lugar entre sus nalgas.

—Cómo estamos hoy, qué dura la tienes papi.

—Sí, cuando despierto la tengo siempre así, y con una pendeja como vos… Estoy súper caliente quiero cogerte!

—Bueno, si me lo pedís de ese modo…, también yo. Pero recuerda, no puedes venirte dentro, me dejas tu leche acá, en la boca.

Se puso boca abajo, abrió las nalgas, no hacía falta mucho juego, fue sencillo, la cogida previa la había preparado para mi pija, entró fácil, penetrando su concha y jugando en la colita con un dedo le hizo alcanzar bien rápido el orgasmo, seguí dándole hasta llegar al segundo.

—No quiero vaciarme en tu boca, quiero tener el final feliz dentro. Este culito necesita ser estrenado, permite que sea el tío quien te lo haga y no tendremos problemas si me vengo dentro.

—Ja! Vos no, pero si el dedo entraba tan ajustado, no quiero pensar que lo que será tener esta poronga dentro de mi culito.

—Tranqui, voy a ser cuidadoso, ten confianza, te lo voy a cuidar.

Todas las mujeres saben que las promesas masculinas bajo el efecto de la calentura prescriben tan pronto comenzamos excitarnos, este caso no sería la excepción.

Sentía temor y codicia por recibirme, voltea boca abajo, a cuatro patas, empinando el culo. Mi boca recorre la vagina y el anillo anal, separa los cachetes mientras gime en voz alta, con los dedos recorro el clítoris llevando la humedad de la vagina para lubricarle el ano.

—Tranqui, voy a estrenarte este dulce tesoro nena.

Estremece cuando le escupí en el centro del ano, con un dedo comienzo el metisaca para dilatarlo, gime y contonea el culo, una sonora palmada en las nalgas excita, el dedo mayor dentro de la vagina y el pulgar frotando el clítoris, nueva escupida en el ano y dos dedos hurgando en el marrón, los aullidos de dolor y sorpresa.

—Quietita, pasa, pronto sentirás placer.

—Duele tío…

Volví a acariciar su conchita, se pone tensa, puedo sentir el orgasmo creándose dentro sus entrañas.

—Sí, sí, tío. Otro dedo, quiero otro dedo, muévelo.

El orgasmo se produce tumultuoso, aprovecho la distracción coloqué el pene en el centro del ano, me mando dentro haciéndola gemir de placer y dolor al mismo tiempo. Podía sentir mis latidos apretados en los suyos, desocupé los dedos de la vagina para abrirle los cachetes.

—Tócate, pon tu mando en la vagina, tócate.

La cabeza del pene había entrado toda, tocarse distrae y mitiga el dolor de la penetración, desciende el volumen lastimero de gemidos, aproveché para moverme dentro de su culo.

—Tócate más fuerte. Ya la tienes toda dentro.

Me movía con prudencia, que su ano se amigara con la cabeza de la verga, jugando a media potencia, insistía en calmarla haciéndole creer que me tenía todo adentro.

—Dame más fuerte, más fuerte, tu nena quiere más…

—La tienes toda dentro. -Desconfía, echó su mano atrás para comprobarlo.

—Hmm… tengo solo la mitad, ufff y como duele

—Vamos guachita! Ciérrate, apriétala como buena putita. Quiero abrirte el cofre nena putita. Toma, toma!!

Nalgada mediante, de un golpe se la metí toda, el gemido llenó su garganta, apuró el toqueteo vaginal para apaciguar el dolor anal. Dominada y controlada por mi cuerpo cubriendo el suyo, bombeo haciéndole sentir el grosor, dilatando el esfínter, lo cierra, apretándome en la intrusión, aflojándose en el retroceso.

—Bien, bien, lo está haciendo muy bien mi nena putita.

Comenzó a moverse, agitándose debajo de su macho.

—Tío estoy llegando, estoooyyy… me vengo, me vengooo…

—Qué bueno, qué bien, te lo has ganado por ser bien putita.

Mientras sigue corriéndose es mi tiempo, aguanta el zarandeo de su macho moviéndome, las nalgadas ponen ritmo de garche a sus gemidos, la otra mano colocada en su sexo, busco el clítoris para distraerla mientras me muevo con renovado ímpetu la poronga dentro del maltratado ano.

Elevó el torso, apoyó las manos en la cama para aguantar el vendaval de empellones de pelvis, soportar la pija bien a tope. La contingencia de darle duro me hace gemir como un animal en el colmo de su excitación, el momento de venirme se acerca, imposible demorarme mucho más en el goce del ano virgen, los movimientos intensos y nerviosos estimulan la brusquedad de mis actos.

Loly, grita, emite lastimeros gemidos producidos por la poronga abriendo sus cantos, mis dedos jugando en su vagina no pueden disimular la tremenda apertura del hoyo.

—La puta madre, no puedo aguantar más. Me voy, me voooy dentro pendeja putita. Siénteme…

Enterrado a fondo, comienzo a eyacular, bien a fondo, moviendo solo lo necesario para facilitar la descarga de leche caliente.

—Hmm, qué rica, qué rica. Siento tu leche dentro, qué calentita, hmmm…

Habiendo vaciado mi calentura láctea, permanecí enterrado en ella, disfrutando los últimos latidos. Sin sacarla, comencé a mover la mano en su vagina, agitando los dedos dentro de la cueva, su calentura acelera los tiempos, se vino fácil. Disfruté ese orgasmo antes de retirar la pija de su ano, ya no más virgen.

Me retiré de su ano, arrastrando vestigios de la profusa acabada, quedamos tendidos, de costado, acoplados, haciendo “cucharita” la dureza del miembro perdiendo algo de turgencia frotándose en la raya, mi mano tratando de apretar el volumen de su teta. La calma comienza a controlar la agitación del intensivo acto, disfrutamos del bien ganado éxtasis por la gran cogida.

—Nena, no te relajes demasiado, antes de irnos quiero repetirlo.

Mi pierna sobre la suya, una mano sujetando sus cabellos y otra apretando su tetota, frenaron el intento de escape.

—Esto recién comienza…

Esta fue la historia propiciada por un causal corte de luz, ahora el dilema moral es entre, esto nunca pasó y el tengo muchas ganas de repetirlo, final tan abierto como quedó el ano de Loly. [email protected]

Lobo Feroz

 

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