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Dominación, sexting y placer
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Ahí estaba yo, pensando en la señorita R, solo en casa, por fin un día tranquilo. Después de casi un mes sin tiempo para nada, corriendo de aquí para otro sitio. Cuando digo para nada es para nada, ni siquiera para mí.

Con la única compañía de mi perra, la cual a todos los lados me acompaña. Mi pareja, bueno mi pareja trabajando y cuando llega a casa… el móvil es una prolongación de sus manos.

Escuchando un día la radio, me dieron ganas de acudir a Apps de esas de citas, pero con el mismo interés de quien se pone una peli de serie B un domingo al mediodía, vamos, para pasar el rato.

Mientras escucho en la radio un programa de tertulia política de dudosa calidad, prestando poca atención, o nula, a lo que escucho. Hay días que tengo la sensación de consumir programas de radio, del modo en que consumo imágenes, productos, comida, como cuando voy al supermercado y escojo una longaniza…

Yo seguía haciendo la casa, sin ganas, un día cualquiera, sin más interés que el de acabar pronto para tumbarme un rato en el sofá y dedicarme tiempo a mí y a mis oscuros recuerdos que tengo de la señorita R.

De repente y mirando los estados de WhatsApp me doy cuenta de que hay un mensaje cifrado de la señorita R que decía:

-Sé que me echa de menos, amo. Yo también tengo ganas de usted. Y una carita de diablo. Señal inequívoca de que era un mensaje para mí.

Vuelvo a mirar por si acaso había leído mal y veo que ha puesto otro estado, esta vez una foto de su escote manchada con un poquito de chocolate, nada, inapreciable, pero yo no veo fotos, yo miro, observo fotos. Tanto es así y tan tonto de mí, que moví el móvil por si veía más allá de esa camiseta blanca mínimamente manchada.

Al segundo borró los estados, eso quería decir que también estaba pendiente de que yo, su amo, los viera.

Mi reacción era clara, escribirle otro estado para que supiera que yo también pensaba en ella y en esas montañas duras que tiene por pechos.

-Sí, yo también tengo ganas de ti, mi pequeña cervatilla, tu amo te desea, escríbeme.

Tardó 0’1 segundo en verlo, y en escribirme.

R -Hola, cómo estás. Pregunto.

Y – Esa es mi diablilla, estoy bien, escuchando una mierda en la radio y acabando de limpiar la casa, planazo para el día de hoy.

R – Pues casi como yo, mi chico se fue a las 06:00 a trabajar, dejé a la niña en el cole, recogí la casa y aquí estoy, tumbada en el sofá y escuchando música y con el móvil pensando en ti y escribiéndote por si me leías.

Mi imaginación saltó de repente como cuando haces palomitas en una sartén, empecé a fantasear con la señorita R. En que llevaría puesto, que le apetecería, en recordar nuestros encuentros… aunque con aquellos estados que había puesto, con la cara de diablillo y aquella foto, ya sabía lo que buscaba y lo que lleva puesto.

Y – Bueno, pues yo también voy hacer lo mismo, tumbarme un rato en el sofá. Y a pensar en ti.

R – Yo también estoy pensando en ti y la verdad es que me está entrando calorcito.

Y – Así tiene que ser, que pienses en tu cabrón y te enciendas como la zorrita que realmente eres.

Después de unos minutos sin decir nada, la señorita R me contesta diciendo que no le gusta mucho que la hablé así, que prefiere otro lenguaje.

Y — Calla, yo sé cómo tratarte y se lo que anhelas en tus más oscuros deseos. Dime qué llevas puesto y déjate de tonterías.

A lo que ella me escribe que una camiseta blanca y unas mallas negras, sin ningún tipo de ropa interior debajo, dejando notar sus pezones duros en la camiseta y su sexo marcado en esas mallas.

Y — No me has entendido, te he dicho que me lo digas, no que me lo escribas. Dale al micro, quiero escuchar tu voz dulce.

Minutos después ya tenía un audio suyo diciendo lo mismo que había escrito y pidiéndome perdón por no haberme entendido.

Y — ¿Que yo te perdone?, has hecho que te corrija y eso, como tú comprenderás, merece un castigo.

R — Si, lo entiendo. Me dice con esa voz dulce, pero triste por su error.

Y — Hoy me siento magnánimo con mi zorrita, dejaré que te impongas tú el castigo.

R — Que puedo hacer para satisfacer tus deseos, amo.

Yo callado, si decirla nada, que se recreara en su imaginación, ya la tenía de nuevo obedeciéndome.

R — Se me ocurre mandarte una foto pero sin camiseta.

Mi carcajada fue enorme, ¿En serio crees que una foto de tus pechos sería un buen castigo a tu error?, la contesté.

Con una voz temblorosa me dijo que otra cosa no se atrevía.

Y — ¿Como que no? La contesté. Esa es una contestación de mi pequeña cervatilla, quiero que salga tu diablilla, que sepas satisfacer a tu cabrón.

R— No sé, mi amo. Sabes que hago lo que pidas, elige tú.

Y no me quedo otra. Quiero que me hagas una videollamada y veas cómo me masturbo para ti. La dije con voz autoritaria.

R — Pero no puedo hacer eso, me verías sin arreglar, sin los labios pintados para ti, mi amo.

Y — Solo quiero que veas como haces que mi miembro crece para ti, según estás en el sofá, pon una pegatina en la cámara y solo quiero oírte mientras me ves.

Dicho y hecho, a eso no se podía negar, le apetecía ver como su amante se masturbaba para ella.

A los 5 segundos estaba viéndome tumbado en el sofá, con mi miembro en la mano. Sabía que me veía porque la escuchaba suspirar como si estuviera tocándose.

La pedí que se acariciara los pechos por debajo de la camiseta, que empezará a apretarlos mientras pellizcaba sus pezones.

Y — ¿Te gusta lo que ves, zorra?

Entre suspiros la escuché decir que si, que estaba súper cachonda.

Escupí en mi polla para que viera como mi saliva hacía que mi mano fuera más rápida con la lubricación.

R — Joder, acabo de escupir en mis pezones y estoy con mi mano dentro de mis mallas.

Y — Aunque no lo creas, se lo que estás haciendo, no me puedes mentir, desnúdate, quiero que goces como lo que eres.

Yo escuchaba como sus pantalones caían sobre el suelo y su camiseta hizo lo mismo. Estaba completamente desnuda.

Y — Dime a tu alrededor que hay, que ves.

R— Está la tele, la play, unas fotos con mi chico… pero estoy centrada en ver a mi amo masturbarse.

En mi pervertida mente se me vino la idea de que pusiera el móvil al lado de la foto de su chico, y que se masturbara por mí, pero delante de su foto. No tardó en hacerlo, con la suerte de sin querer (o queriendo), la pegatina que tapaba el objetivo cayo, y ahí estaba ella, completamente desnuda, pellizcando sus pezones, mirándome y obedeciéndome.

Y— llena tus dedos de saliva y juega con tu clítoris mientras vez como muevo la lengua.

Estaba desatada, había conseguido que hiciera lo que quisiera con ella.

Sus gemidos hacían que retumbaran mis tímpanos con los auriculares puestos.

Y— ¿Cómo estás?

R— Súper caliente y mojada ahora mismo, si estuvieras aquí querría lamerte de arriba abajo— Es cierto, jugar con sus pezones sensibles a la orden de su amo la pone muy cachonda.

Y– ¿Tú estás viendo cómo me estás poniendo y lo que estoy haciendo señorita R?

R— joder, tienes una polla muy bonita.

Y— ¿Te gustaría lamerla?

R— Me encantaría… Parece apetitosa.

Jugué con mis dedos como si fuera su lengua, llena de saliva, mientras que veía como ella se mordía los labios. ¿Qué haces?, le preguntaba de vez en cuando para que no sospechara que la veía.

No me engañaba y me decía lo que estaba haciendo en cada momento.

Tuve la idea de llevarme el móvil a la cama, ponerme de pie y empezar a masturbarme como si la tuviera tumbada delante de mí.

R— Joder como me estás poniendo, cabrón, vas a hacer que me corra.

Mientras se estaba metiendo 3 dedos dentro de ella y con su otra mano apretaba sus tetas.

Y— Ábrete más, a ese coño le caben más dedos.

R— Cabrón, vas a hacer que me quepa el puño de lo cachonda que estoy y lo zorra que me pones.

Me reía y le decía que lo hiciera mientras miraba la foto de su chico y en su móvil a su puto amante.

Mis manos se movían cada vez más rápido, casi haciéndome correr, pero mi zorrita me ganó. Empezó su squirting dejándolo todo empapado.

Cabrón, no veas cómo he puesto esto y que a gusto me he quedado, me decía mientras lamía sus dedos lentamente.

Y— Pon la cara cerca del móvil y abre la boca, voy a correrme.

Empezó a lamer sus dedos como si fueran mi polla.

Cuando acabe de correrme, le dije que se había dejado un dedo sin limpiar. Roja se puso.

R— No jodas que me estás viendo. Pregunto avergonzada.

Y— Claro que te estoy viendo y quiero que hagas una cosa.

A tu servicio estoy. Dijo

Y— Coge la foto de tu chico y pásale el dedo húmedo por su cara.

A lo mejor la cabrona voy yo a ser ahora, me dijo. Yo moví las cejas haciéndome el sorprendido.

R— Si, porque en 10 minutos viene mi chico y me lo voy a follar como nunca pensando en ti, cabrón. Le voy hacer lo que te haría ti.

Y— jajaja, sabes que no me importa. Disfruta. Adiós.

Y apagué la videollamada dejando a la señorita R con cara de lo que es, mi zorrita viciosa.

Espero que les guste, valoren y dejen comentarios.

Pd: Si ven errores, faltas de ortografía y cosas así, os ruego me disculpéis, no estoy en mi ordenador y estoy usando otro programa de escritura.

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