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El chochito de papá

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Sonia estaba bajo la ducha. El agua caía sobre su largo cabello negro, bajaba por su espalda, por su culo duro y respingón, por sus grandes tetas, por su coño, en el que empezaban a ver las raíces de los pelos, por sus largas piernas y se iba por el desagüe mientras ella con su mano izquierda metía y sacaba de su culo un pequeño consolador y con los dedos de la derecha acariciaba su clítoris. En su imaginación estaba en un jardín, rodeada de rosas rojas y bajo la lluvia, su padre, que era su inspiración, estaba detrás de ella besando su cuello, magreado sus tetas y follando su culo.

Eusebio, el padre de Sonia, entró en el chalet. Llegó al salón y le pareció oír algo así cómo gemidos. Cómo su hija estaba en Londres de vacaciones y su mujer en París con su machacante, se dijo a sí mismo:

-Estás obsesionado con el sexo, Eusebio.

Cuando se iba a quitar la chaqueta de su traje gris, oyó decir:

-¡Me corro en tu polla!

Eusebio, un hombre de 46 años, alto, moreno, atractivo y juez de profesión, ya no acabó de quitar la chaqueta del traje, dio media vuelta y volvió a salir del chalet. Subió en su Mercedes E Q A y condujo media hora hasta llegar a su lugar favorito, una tranquila cala que estaba en otra ciudad. Allí aparcó el auto a unos cincuenta metros de la arena y sin salir de él se puso a mirar cómo jugaba con su bichón maltés una joven alta, delgada, morena, con coletas y en biquini que tendría la edad de su hija. La muchacha lanzaba un disco de plástico y el perro y ella salían corriendo para ver quien lo cogía, obviamente lo cogía siempre el perro, se lo devolvía y volvía a lanzarlo. A la muchacha al correr sobre la arena no se le movían las tetas ni las nalgas, las debía tener duras cómo piedras. Eusebio hizo lo que nunca haría si no hubiera oído los gemidos de su hija al correrse, sacó la polla y mirando para la joven de la cala comenzó a menearla. Al rato la muchacha se percató de que la estaba mirando y fue lanzando el disco con dirección al Mercedes. Cada vez que se acercaba veía con más claridad que el brazo del hombre se movía. Acabó lanzando el disco al lado del Mercedes. Eusebio al ver a la joven venir hacia el auto dejó de menearla, pero no la guardó por si caía algo. La muchacha tenía que saciar su curiosidad, acercó la cabeza a la ventanilla, miró y vio que Eusebio tenía la polla en la mano. A la joven se le escapó una sonrisa y después le preguntó:

-¿No te da vergüenza hacer una paja a tu edad?

Eusebio bajó el cristal de la ventanilla y le respondió:

-Al ver una chica tan bella como tú, no.

Cómo si no estuviera cansada de saber que la paja la hacía a su salud, le preguntó:

-¿¡La estabas haciendo por mi culpa?!

-¿Hay alguien más en la playa?

-Panchito.

Panchito tenía que ser el perro, Eusebio le dijo:

-No me va la zoofilia.

-Ya que soy la causante me gustaría ver cómo te sale la leche.

Eusebio miró para la muchacha, era preciosa, tenía los ojos azules, el cabello pelirrojo, los labios gruesos y no iba pintada, no le hacía falta, su belleza no necesitaba aditivos. Le dijo:

-Enséñame algo.

-¿Qué me das a cambio?

-Mi leche.

-Dame algo que se pueda gastar.

-¿Te valen cincuenta euros por enseñarme las tetas?

-Valen.

Cogió la cartera en la guantera y le dio los cincuenta euros. Con el dinero en una mano, la joven apoyó los brazos en la ventanilla, se subió la parte de arriba del biquini, y dándole el culo a los coches que a unos treinta metros pasaban por la carretera, le enseñó sus tetas casi triangulares, con areolas marrones y pezones gorditos, luego le preguntó:

-¿Te gustan?

Eusebio meneando la polla, le respondió:

-Me gustaría más ver tu coño, pero se me acabó el dinero.

-Tú dale que ya veremos.

La joven vio cómo la mano derecha de Eusebio subía y bajaba. Cómo la piel tapaba el glande y después bajaba... Cuando del meato le empezó a salir aguadilla ya ella tenía la braga del biquini mojada. La apartó para un lado y le dijo:

-Abre la puerta.

Eusebio abrió la puerta del auto y vio su coño.

-¿Te gusta?

-Lo que me gustaría es comerlo.

-Nunca se sabe, a lo mejor tienes suerte, mientras tanto voy a hacer algo para ti.

La joven empezó a hacerse un dedo... En nada estaba gimiendo. Eusebio, sin dejar de menear la polla, la agarró por la cintura y tiró hacia él. La joven se dejó ir y su coño se encontró con la lengua de Eusebio. Con poco más de una docena de lamidas hizo que se corriera en su boca y con ella se corrió él.

La joven al acabar de correrse se agachó le cogió la polla y se la chupó un par de veces, después se levantó, bajó la parte de arriba del biquini y le dijo:

-Fue un placer.

Eusebio guardando la polla, le dijo:

-El placer fue mutuo.

La muchacha echó a correr con el perro detrás de ella. Llegó hasta donde tenía su ropa y guardó los cincuenta euros en uno de los bolsillos de sus vaqueros. Cuando Eusebio encendió el auto para irse la joven le dijo adiós con la mano. Después lanzó el disco y el bichón maltés y ella se echaban a correr en su busca.

Cuando Eusebio llegó a casa se quitó la chaqueta del traje, se desabotonó el chaleco, se sentó en el tresillo del salón, se quitó los zapatos, cogió el mando de la televisión y la puso en Discovery Channel.

Sonia llegó al salón vestida con un short rojo y una blusa con los cuatro botones de arriba fuera de sus ojales y anudado por encima del ombligo. Enseñando el canalillo y la mitad de sus grandes tetas, le dijo a su padre:

-¡Sorpresa!

Eusebio la miró y le dijo:

-¿Pero tú no volvías la semana que viene?

-Londres no es lo que yo esperaba, por cierto, llamó mamá.

-¿Y qué te dijo?

-Que te dijese que el miércoles vuelve de Paris y que firmará los papeles del divorcio.

-Sin tiempo no era.

-¿Una copa, papá?

-Pon.

Sonia fue al mueble bar y se sirvió una copa de peppermint Marie Brizard. Hizo cómo si sirviese otra de brandy Fundador Supremo y cuando devolvió la botella al mueble bar cogió otra copa que ya había preparado con brandy y en la que le echara una viagra, luego fue junto a su padre, le dio el brandy, tomó un sorbito de peppermint, posó la copa en la mesa camilla, y le dijo:

-Me voy a dar una ducha.

En el aseo se tomó su tiempo. ¿El motivo? Que la pastilla le hiciese efecto a su padre. Afeitó las piernas, el coño y las axilas, dejó su piel suave cómo la seda.

Media hora después volvía al salón cubierta con un mini albornoz de satén rojo y oliendo a J´Adore, una esencia de perfume que le había regalado su padre. Se puso unos cascos en la cabeza, encendió el reproductor de música y dándole la espalda a su padre comenzó a mover el cuerpo sensualmente y a cantar a dúo con Pablo Alborán:

-Hablemos de amor, del sol en tu espalda, del sueño que tarda en soltar la mañana, ser tu despertador, hablemos de amor, el beso en la frente que llama a la suerte y avisa que está todo bajo control...

Sonia había cantado moviendo rítmicamente sus caderas y su culo. Era una zorrita de mucho cuidado. Llevaba tiempo provocando a su padre de decenas de maneras diferentes, con besos en la comisura de los labios al besarlo en la mejilla, con salidas del baño casi sin ropa..., incluso una semana antes cuando Eusebio iba para cama al pasar por delante de la puerta de la habitación de su hija la había visto frente al espejo desnuda y tocándose, y la había visto porque había dejado la puerta abierta para que esto ocurriera... Pero volvamos al turrón.

Al acabar la canción se quitó los cascos. A Eusebio ya le hiciera efecto la viagra y tenía un empalme brutal, empalme que tapaba poniendo las manos encima del bulto. Sonia le preguntó:

-¿Jugamos a las cartas y escuchamos música?

-¿A qué te gustaría jugar?

-Al strip poker.

Eusebio sabía de sobras que quería, pero le dijo:

-A ver, Sonia, primero el bailecito, ahora el strip poker. ¿Qué buscas?

-¿Por qué preguntas lo que ya sabes, papá?

Eusebio se puso duro, aunque esperando que no le hiciera caso.

-¡Tira para tu habitación si no quieres que te ponga en tu sitio!

Sonia fue junto a su padre, se quitó los cascos, y cogió el mando a distancia encima de la mesa camilla para apagar la televisión. Eusebio, muy serio, le dijo:

-¡Ni se te ocurra!

Sonia sonreía.

-Voy a cambiar y vamos a jugar…

Eusebio le cogió el mando de la mano. Sonia se echó encima de su padre para arrebatárselo. Sin querer queriendo se había puesto en posición para que la azotase.

-¡Ahora verás, gamberra!

Eusebio le puso una mano en la espalda, le levantó el mini albornoz, y cómo no llevaba ropa interior le quedó el culo al aire. Eusebio mirando para aquel culo redondito y duro casi se le cae la baba, pero haciendo de tripas corazón, le dijo:

-¡Serás guarra!

La palma de su mano derecha fue de una nalga a la otra pegando con ganas.

-¡¡Plas! -Ay, me gusta-. Ay, me estás calentando-. ¡¡-Ay, podría correrme así!!

-Sé que estás mintiendo para que deje de castigarte.

Sonia siguió pinchándolo.

-¿Se te puso dura, papá?

-¡La madre que te parió! De mí no te ríes tú.

-¡¡Plas!! -Dios, sigue que me corro.

-Deja ya de fingir.

Sonia no estaba fingiendo, y es que tenía una mano entre las piernas y dos dedos dentro de su coño, cosa que no había advertido Eusebio. Su polla lo debía saber, ya que babeaba cómo una perra.

-Estás dándome para ponerme cachonda, lo sé.

Su hija tenía razón, quería calentarla. Le volvió a dar mientras le decía:

-Sí, te estoy calentado, pero el culo.

-¡Me corro!

Eusebio sintió sus gemidos, vio cómo temblaba y supo que no había estado fingiendo. Sus azotes y los dedos la llevaran al orgasmo. Poniendo cara de tonto le dijo:

-Te corriste.

Sonia, tardó en contestarle, se puso en pie, luego señalándole el bulto que hacía la polla en el pantalón, le respondió con otra pregunta:

-¿Una mamada, papá?

Aún no llegara la hora.

-Chupa un dedo, descarada.

Sonia se vino arriba.

-Un dedo lo vas a chupar tú.

Pasó el dedo medio de la mano derecha por el coño, lo sacó pringado de jugos y llevándolo a sus labios, le dijo:

-Prueba el sabor de mi chochito.

Eusebio abrió la boca para hablar y le metió el dedo en la boca.

-¿Te gustó su sabor?

Eusebio ya se moría por follar a su hija, pero no quería entregar tan pronto la cuchara.

-Eres...

-Soy una zorra. ¿Follamos?

-Sería algo...

-Sería algo mágico. Estamos solos. Tú estás empalmado. Yo tengo ganas...

-Sería una barbaridad.

-Sería una barbaridad de polvo.

-Eres la tentación hecha mujer.

-Una tentación que tiene empapado su pequeño chochito.

Sonia se sentó encima de su polla y le abrió el nudo de la corbata. Eusebio deseaba echarla sobre la alfombra y reventarle el coño, pero para que lo cogiera con más ganas, siguió haciendo de padre.

-Un padre y una hija no hacen estas cosas.

Sonia acercó la boca a la de su padre para besarlo, la retiró y le dijo:

-Te huele la boca a chocho.

Eusebio ya se soltó.

-Será porque comí uno.

-¿A quién le comiste el coño?

-Esas no son cosas tuyas.

Le quitó la corbata y empezando a desabotonar su camisa blanca, le dijo:

-El mío te va a saber mejor que el de esa que no es cosa mía.

-Pero...

-Ni pero ni pera, sé que te gusto. A veces veo cómo me miras para el culo cuando crees que no te veo.

No se lo negó.

-Ni que tuvieras ojos en el culo.

-Tengo, tengo, tengo uno y aún no ha visto una polla jugar con él.

-Pero, Sonia...

Le calló la boca con un beso con lengua que le dejó la polla latiendo cómo un corazón, luego le dijo:

-Llámame chochito y ámame, papa.

-Sería una locura.

Sonia apretando su coño contra la polla movió su culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Le dejó perdido de jugos el pantalón. Después se quitó el mini albornoz y totalmente desnuda, le dijo:

-Siento tu polla latir bajo mi chochito. Quiero que me lo comas y después que me lo llenes con tu leche.

-¿Nunca te das por vencida?

-¡Nunca!

-Estás muy loca y me vas a volver loco a mí.

Sonia tiró de él. Eusebio se dejó ir y quedó sentado sobre la alfombra con la espalda apoyada en el tresillo. Sonia le puso el coño en la boca, y le dijo:

-Come, come que sé que lo estás deseando.

Un par de gotas de jugos le cayeron sobre la lengua y ya no hizo más el paripé. Le echó las manos al culo y le lamió el coño. Le supo a gloria. Después enterró su lengua en él y Sonia moviendo su culo de delante hacia atrás y de detrás hacia delante, le dijo:

-¡Cuantas veces soñé con este momento! Cuantas pajas... ¡¡Me corro!!

Sonia soltó una pequeña cascada de jugos blanquecinos y mucosos que su padre se tragó con lujuria.

Al acabar, comiéndolo a besos, le dijo:

-Ahora te voy a hacer correr yo a ti, papá. Échate sobre la alfombra.

Eusebio tenía otros planes.

-Si quieres follarme, chochito, fóllame en cama.

No le llevó la contraria, solo le preguntó:

-¿En tu cama o en la mía, papá?

Fue en la de Sonia. Allí al lado de la cama, Sonia besó y desnudó a su padre. Después Eusebio cogió la botella de champán de una cubitera que había puesto encima de la mesita de noche, llenó dos copas, le dio una, y chocándolas, le dijo:

-Por nosotros, chochito.

-Por nosotros, papá.

Después de vaciar las copas, le dijo Eusebio a su hija:

-Échate sobre la cama.

-Así no te puedo follar yo a ti.

-Tiempo tendrá para hacerlo.

Sonia se metió en cama y se echó boca arriba. Eusebio arrodillado a sus pies, le cogió el pie derecho y le lamió y le chupó el dedo gordo, después fue separando los dedos y se los lamió y chupó, luego lamió entre ellos al tiempo que le masajeaba las plantas, después al lamer las plantas vinieron las cosquillas y las risas, el ji, ji, ja, ja. A continuación le hizo lo mismo en el pie izquierdo, y terminó lamiendo la planta, al lamerla volvieron las cosquillas y las risas, el ji, ji, ja, ja, cosquillas y ji, ji, ja, ja que desaparecieron cuando le cogió los pies con las dos manos, le puso la polla en medio, apretó y se masturbó con ellos. Sonia le preguntó:

-¿Te vas a correr así?

-No, me voy a correr dentro de ti, chochito.

-¡Bien!

Al rato Sonia ya no paraba de gemir. Eusebio subió besando lamiendo y acariciando sus piernas, al llegar a las rodillas, le preguntó:

-¿Te lo estás pasando bien, Chochito?

-Sí, papá.

Subió acariciando, besando y lamiendo el interior de sus muslos, al llegar arriba vio que al lado del coño los tenía mojados, lamió esa humedad antes de acercar su boca al coño y soplarle. Sonia reaccionó diciendo:

-¡Travieso!

Le pasó la lengua por el coño y lo encontró pastoso, tan pastoso estaba que al sacar la lengua de él y tragar fue cómo si tragara leche condensada, solo que con sabor agridulce. Sonia le facilitó el trabajo abriendo el coño con dos dedos.

-Come, goloso.

Eusebio lamió sus labios y su clítoris erecto. Le metió y sacó la lengua en la vagina media docena de veces y después volvió a lamer labios y clítoris. Luego mojó el dedo pulgar en la boca y le acarició el ojete, ojete que comenzó a pedir guerra, la pidió y se la dio. Le metió el dedo gordo dentro. Follándole el culo le lamió el clítoris de abajo a arriba cada vez más aprisa y Sonia, le dijo:

-¡Me voy a correr, papá!

-Córrete, Chochito, córrete!

Se puso tensa, hizo un arco con su cuerpo y le dijo:

-¡Me corro, papá!

Al acabar de correrse besó su ombligo, besó su vientre, besó el pezón de la teta izquierda, el de la derecha, su boca, su nariz, su frente, y besando su frente le metió la polla en el coño. Le entró hasta el fondo deslizándose suavemente entre las paredes vaginales. Desde el fondo comenzó el viaje hacia atrás hasta que abandonó la vagina. Volvió a besar su boca, pero ahora con lengua, después le comió las tetas despacito, pero sin dejar un milímetro de ellas sin besar y lamer. Volvió a bajar, llegó al coño y pasó su lengua por él, de nuevo estaba pastoso. Con la lengua pringada de jugos la puso boca abajo y le lamió el ojete, al lamerlo quedó lleno de jugos. Algunos de estos jugos fueron entrando dentro de su culo cuando se lo folló con lengua y otros entraron cuando le metió el dedo pulgar, dedo que moviéndose alrededor fue haciendo hueco para la polla. Cuando se la frotó en la entrada del ojete ya Sonia estaba preparada para recibirla, de hecho el ojete la recibió con un beso al cerrarse, y al abrirse la invitó a entrar. Sonia gemía cómo una loca. Le dijo:

-¡Mete, papá, mete!

Le metió el glande. Sonia no se quejó, al contrario, le dijo:

-Toda, métemela toda, Papa.

Eusebio se la metió despacito hasta que los huevos hicieron tope, después la sacó despacito, le dio la vuelta, levantó a su hija cogiéndola por la cintura y se la clavó hasta las tranca en el coño. Con la polla en el fondo se quedó inmóvil mirando para ella, Sandra comenzó a mover su culo alrededor, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Cuando sintió que se iba a correr, le dijo:

-Córrete conmigo, papá.

-Aguanta, chochito.

Sonia no podía aguantar más. Sus ojos se cerraron y gritó:

-¡¡No puedo!!

Eusebio miró cómo se corría su hija. Jamás había visto tanta belleza. No pudo contenerse y le llenó el coño de leche.

Aún se estaba corriendo Sonia cuando la sacó del coño y se la metió en el culo. Las últimas gotas de leche ayudaron a lubricar el ojete... Al tenerla toda dentro la folló muy, muy lentamente.

Sonia aún tardó en recuperarse de la inmensa corrida, cuando lo hizo, le dijo:

-Ni sentí que me la habías metido en el culo.

Mentía, ya que la clavada en su culo había hecho que se alargara la corrida.

-¿Preparada para correrte otra vez, chochito?

-Ya nací preparada, papá.

Comenzó a follarle el culo más aprisa... Al rato Sonia acarició el clítoris con tres dedos de su mano derecha. Miró a su padre a los ojos, y le dijo:

-Mírame a la cara cuando te corras.

Pasado un tiempo Sonia sintió cómo su padre le llenaba el culo de leche y vio cómo la miraba, la miraba pero no la veía, ya que los ojos se le pusieran en blanco, esa visión hizo que sus dedos volasen sobre el clítoris y que de su coño saliese un chorro de jugos.

-¡¡Qué ricooo!!

Se corrió jadeando cómo una perra.

Al acabar Eusebio salió de la cama y echó dos copas de champán. Le dio la de su hija, y le dijo:

-Eres la mujer más sensual que he conocido.

Sonó el móvil de Eusebio, lo cogió y se acabó la fiesta. Tuvo que ir a una casa en las afuera para que pudieran descolgar a uno que se le acabaran las ganas de vivir.

Sonia y su padre siguen juntos y no tienen pensado dejarlo, eso sí, la relación la mantienen en secreto.

Quique.

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