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El Lobo disciplinando a su putita (2)

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Esta segunda etapa corresponde a la entrega y confirmación de su condición como sumisa y putita del señor Lobo. El escueto texto del whatsapp decía: te quiero ver, recibirás precisas instrucciones.

Pormenorizado detalle de las condiciones a cumplir antes de que enviara por ella. Entre las instrucciones, estaba la obvia condición de hacer movilizarse por su casa con las bolas chinas colocadas y algún tiempo con el plug anal, tendría que aplicarse una micro enema dos horas antes, siempre es bueno tener ese conducto limpio y evitar sorpresas cuando le haga sexo anal.

La incertidumbre de lo que suceda forma parte de la disciplina del aprendizaje, es la fase de “el amaestramiento”, donde la mujer cumple el rol de sumisión ante su señor, el mayor placer está en quien decide, ella recibe en la sumisión otro nivel de placer. No se pretende anular su poder como mujer y como hembra sino canalizarlo por la vía de permitirse su poder dentro del rol de sumisa, ella se entrega por completo a la voluntad del dominante, sin derecho a replicar, entrega a todas las actividades impuestas, con entusiasmo y sin dudar.

Durante esta etapa del disciplinamiento los sentimientos quedan a un lado, es un acto netamente carnal, alternándose los castigos y las recompensas como parte del juego erótico consensuado. El amor es el sentimiento que deviene en el después, a posteriori de la actividad erótica, la pasión y el amor tienen lugar de satisfacer los instintos lujuriosos que ambos estamos dispuestos a vivir a pleno.

Desde el auto que pasa a buscarla debe avisar cuando está en viaje, es en ese momento le indico quitarse la bombacha, ella desconoce que el conductor es de mi absoluta confianza, cumplirlo ante un extraño implica el juego de humillación, algo que la avergüenza fuertemente, pero al hacerlo se excita, y como se excita siente más vergüenza, entonces vuelve a excitarse y todo se vuelve una reacción en cadena. Nada más erróneo que asimilar sumisión con masoquismo, son modelos antagónicos, la sumisa disfruta el gusto por ceder el control al señor Lobo.

Lola es una mujer con claridad conceptual, que durante el resto del día trabaja y se desarrolla con independencia, dispone de su tiempo libre, solo se transforma en sumisa por la convicción que su señor Lobo ha encontrado y desarrollado en ella la veta lujuriosa del deseo como ninguno antes.

En el viaje recibió las últimas instrucciones, el “check in” de ingreso a los dominios de su señor, ingresar de forma discreta y callada, buscar al señor, dispuesta a ser aleccionada.

El ritual de iniciación había comenzado con el ritual del hilo rojo y el bautismo de lluvia dorada, ahora en el segundo corresponde el de su entrega y la aceptación por parte del señor Lobo:

La hice vestir con ropas donde deje claro el ofrecimiento de su cuerpo al señor Lobo y complacerlo en sus gustos, comportarse con humildad pero sin ocultar sus partes privadas, hablar en voz baja, mantener la cabeza baja en actitud de sumisión y obediencia, no corregir ni preguntar al Lobo.

Sobre una mesa ratona había colocado una vela roja, única luz del cuarto, permanezco quieto de un lado de la mesa, Lola del opuesto, los brazos caídos a lo largo de su cuerpo, mostrando las palmas de sus manos al Lobo para responder al protocolo básico de aceptación:

- Lola, aceptas someterte al señor Lobo?

- Sí, señor acepto, prometo ser obediente y sumisa putita, mi deseo le pertenece.

- Servirás a mi voluntad, aceptas mis órdenes, servirás a mi placer?

- Sí!, eres mi señor Lobo, seré tu sumisa putita, tu voluntad es mi voluntad.

Sin previo aviso, una palmada en su mejilla, aceptó sin gesto ni acción de desagrado, acto seguido la muchacha tomó la rosa que trajo para el ritual, me la entrega en las palmas de sus manos, se arrodilla con las manos en la espalda. Mira como deshago la flor, pétalo por pétalo, los mira caer. - Del mismo modo que hice con la flor, haré uso de ti, ahora desnúdate.

- Ese triskel que llevas en tu cuello es el símbolo de que me perteneces, lo llevarás mientras estés conmigo, toda tu me pertenece.

Arrodillada, separa las piernas, inclina la cabeza hasta poner el pecho sobre la alfombra, inserto el consolador en su vagina, pongo mi pie sobre su espalda, acto de consolidar el derecho de propiedad, gesto fundacional de la obediencia de mi putita.

Conserva la posición, postrada sobre el piso, ofreciéndose, paciente espera que me desnude, arrodillado tras de sus nalgas, pajeo el miembro para ponerlo en su máxima erección, retiro un momento el consolador de su vagina para humectarme en sus jugos, sin sacársela introduzco el consolador, ambos falos se mueven en acompasado ritmo.

Retiro el miembro, dejando solo el consolador, apoyé la verga en el centro del ano, frotándolo en el hoyo, Lola colabora abriéndose los cachetes, la presión del glande sobre el esfínter se intensifica, despacio pero constante. Ella colabora echando el cuerpo hacia atrás, contribuye a que acceda a penetrarla, vencer la resistencia del anillo anal, un segundo envión y toda la cabeza se pierde en la oscuridad del ano, los cuerpos marcan el límite físico, la pasión el clima.

El resto fue solo dejarme ir todo dentro del culito, enterrado a tope, ensartado en mi putita.

- Muévete, vamos!!, mueve el culo, el Lobo necesita sentir que sucede dentro de ti, bien adentro.

La orden va asistida con una sonora nalgada, la primera que marcó el tenor de la relación, abrirse con sus manos los cachetes, balancearse, echando hacia atrás las caderas, cerrar el esfínter en la intrusión, abrirlo en la salida, el vaivén de los cuerpos toma ritmo y cadencia, monto encima de sus caderas, aferrado a sus ingles, ella pone manos en la vagina para sostener el consolador, acciona el clítoris. Una sinfonía de gemidos y jadeos complementan el juego digital, la agitación de los cuerpos en la épica de las pasiones desatadas.

La potencia del grueso miembro abriendo su recto se hace sentir, apura el juego digital para evitar que los gemidos le impidan pensar en el ariete que taladra su recto, el metisaca imparable adquiere tonos épicos, la potencia sexual del macho en el paroxismo erótico. Ella acelera el frenesí del toqueteo, sabe que no puede venirse sin permiso, retiene y regula su energía femenina hasta sentir las primeras convulsiones del Lobo accionando el ariete de carne, un par de golpes bruscos y profundos comienzan a lanzar el primer chorro de semen, bombear despacio, anclado en el tope de la intrusión completan la descarga. Los gemidos espasmódicos del pene se asocian a las convulsiones del orgasmo, sacuden, se agita apretada por la monta, enterrado en su carne. Espero que se diluyan los últimos latidos de ese orgasmo jadeante, sostengo la presión dentro del ano, hasta los últimos latidos.

- No se salga señor!, quédate, necesito sentir el rigor de la autoridad de su verga en mí.

Me sostuve arriba, montando a la dócil potranca, el señor Lobo había domado y sometido la voluntad y resistencia de su putita. Me salí despacio, retirando la hinchada cabezota de su esfínter, hasta me pareció que estaba descorchando una botella de espumante, en la salida arrastró algo del semen, quedé mirando el espectáculo, escurrirse mi hazaña láctea.

- Vamos, qué esperas!, echa fuera mi leche, el Lobo quiere verla salir de tu culito.

Hurga con los dedos, abriendo el anillo, pujando hasta que el blanco fluido se desliza fuera del hoyo, una ventosidad espumosa, emerge algo más del semen, disfruté ese final de fiesta. Agradece haberle dado la gracia de hacerle el culo.

Nos dimos un baño de espuma, lavándome y disfrutando el resto de la noche, con un par de polvos incluidos y suculentas acabadas que sus agujeros.

Aquí concluye esta etapa de iniciación, aunque el aleccionamiento como buena putita recién está por comenzar.

Al señor Lobo y su putita le interesa conocer si te ha gustado [email protected] escríbenos.

Lobo Feroz

 

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