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El mago oscuro y la princesa prisionera

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El otoño es mi segunda estación del año favorita, siguiendo muy de cerca al invierno. Me encanta sentarme al sol a leer, a escribir, o a simplemente hacer un poco más llevadera la existencia. Por suerte, la ciudad de Buenos Aires tiene una infinidad de espacios en los que relajarse y dejar que el tiempo pase.

Ayer no tenía ganas de andar demasiado, así que opté por un lugar al que pudiese llegar caminando y que, al mismo tiempo, no fuese tan popular, como para evitar la aglomeración. Así que caminé tres cuadras y llegué a Plaza Armenia. Lugar lindo, no tan verde, con una concurrencia media. Avancé por los corredores observando cada sitio tan conocido, hasta que elegí sentarme en esos antiguos y no muy cómodos bancos verdes. Saqué algunas hojas que había impreso y me dispuse a leer. Se me está haciendo una buena costumbre eso de leer mis propios relatos en espacios públicos.

Llevaba media hora en eso, hasta que una ráfaga de viento pasó por donde estaba haciéndome volar varias hojas. Desesperada, me dispuse a recogerlas. En eso estaba cuando noté que alguien se me acerca con algunas de ellas entre sus manos. No solo las sostenía, sino que las ojeaba con curiosidad.

─ ¿Estas también son tuyas? ─preguntó un joven con curiosidad.

Era un muchacho alto, de cuerpo tonificado, ataviado con remera de San Lorenzo y short deportivo sin marcas. Sintiendo como el rojo invadía mi rostro, le quité de un manotazo las hojas.

─Sí, si, gracias.

Se quedó mirándome en silencio por unos instantes, mientras yo hacía todo lo posible por no mirarlo y por esfumarme.

─Orgía extrasensorial en un cementerio… raro ─comentó.

─No es nada importante.

─Pero es algo.

─¿Qué quiere decir eso? ─pregunté confundida.

─¿Vos lo escribiste?

─Sí, ¿por qué?

─¿Es porno?

El interrogatorio no me estaba gustando. Me sentía incómoda, como si me hubiesen descubierto haciendo algo malo.

─Es lo que es ─respondí ofuscada.

De repente, tomó las hojas que tenía entre mis manos y se dirigió hacia el banco en el que yo había estado sentada. Lo seguí.

─Dame eso.

Se sentó y empezó a pasar las hojas leyendo los títulos en voz alta.

─Masajes con final para nada feliz parte tres, la chica de los relatos aparece en tu casa, historias de sexo en lugares poco convencionales… ¿qué serían lugares poco convencionales? ¿Un cementerio?

─Tu cama. Dame eso.

Respondí estirando ambas manos. Él sonrío. A pesar del nerviosismo, pude notar que su sonrisa era hermosa.

─Buen golpe. Yo también escribo. No cosas así, pero bueno. A veces las historias caen un poco en estos lugares.

Lo miré con desconfianza y muy lentamente me senté en el otro extremo del banco. Me contó que escribía cuentos policiales y que desde hacía un par de años trabajaba en una novela policial. Le conté que era profe de letras y que trabajaba para un par de editoriales. A pesar de que pretendí llevar la charla para algo más profesional, él insistió en saber cómo era que escribía relatos porno. Le conté la historia que le cuento a todo el mundo, pero no quedó del todo satisfecho.

─Tiene que haber algo más. Tenés más pinta de escribir para nenes que para adultos. Algo no me cierra.

Luego de discutir casi media hora acerca de lo mismo, no sé cómo llegué a aceptar un extraño desafío: ir a mi departamento a escribir un cuento para niños. En ese momento, yo realmente pensaba que iríamos a eso.

“El mago oscuro, con un movimiento de su varita, hizo que las cadenas aprisionaran a la dulce princesa. Esta, con un grito de furia, le dijo que se arrepentiría de lo que estaba haciendo. Él, con actitud soberbia, le dijo que ella jamás se arrepentiría de lo que estaba a punto de suceder. Afuera del castillo, el cielo negro y los truenos, anunciaban una gran tormenta. En os ojos del mago una llama de maldad se dibujó, haciendo que un escalofrío recorriera a la princesa desde la nuca hasta los pies”.

─¿Es necesario que el mago sea oscuro? ─preguntó él en tono divertido.

─A los nenes les gustan esas cosas ─respondí con seguridad.

─Dejame a mí ─dijo y se puso frente a la computadora.

“A través de otro movimiento de la varita, el ajustado vestido de la princesa cayó lentamente al suelo, dejándola totalmente desnuda. La llama de maldad de los ojos del mago, se convirtió en lava volcánica cargada de deseo. Acarició el rostro de la princesa, luego sus brazos, su vientre… y siguió bajando. La princesa intentó resistirse, pero no más que por un momento.”

─De oscuro pasó a turbio. No me gusta ─declaré.

Casi sin dejarme terminar la frase, me tomó por la nuca, me atrajo hacia él y me besó. Intenté resistirme, pero la suavidad de sus labios era tan cálida que mi esfuerzo fue demasiado débil.

“La princesa utilizó toda su energía para desprenderse de ese beso, pero las ataduras no le permitieron moverse ni un centímetro. El mago, dejando la varita a un costado, utilizó sus manos para recorrer el cuerpo entero de la chica, deteniéndose con delicadeza entre sus piernas, para quebrar completamente su resistencia. La humedad de la zona lo incentivó a hacerlo cada vez con más predisposición.”

Sus manos eran fuertes, mi negación demasiado débil. No me costó demasiado recostarme sobre su hombro y permitir que hiciera de mí lo que se viniese en gana. Luego me hizo poner de pie y me llevó hacia el sillón. Me senté. Me quitó las zapatillas, el pantalón y la tanga. Sin mediar palabra alguna, hundió su boca en mi concha y empezó a succionar. No era delicado, pero su intensidad no me molestaba. Todo lo contrario. Era como si me comiera la concha a chupones. Hacía un sonido extraño, pero muy pronto fueron tapados por mis gemidos de placer.

“El mago, dejando caer su túnica, expuso la verdadera fuente de su poder. La princesa abrió los ojos con gran sorpresa, mientras una gota de saliva caía por su boca, expresando el gran deseo que sentía. El mago le dijo que iba a tener que esperar un poco más, y de inmediato colocó su varita entre las tetas de la princesa, comenzando a masturbarse con ellas. Eran grandes, redondas y de una dureza que hizo que la varita del mago alcanzase su máxima rigidez de inmediato.”

Su pija entre mis tetas encajaba a la perfección. Cada vez que subía, me daba un golpecito en la pera. Yo, desesperada, intentaba tocarla con mi lengua. “Todavía no, bebé”, me decía él. Luego de un rato, en el que ya me estaban empezando a doler las tetas, me dijo:

─De rodillas, princesa.

Obedecí y pude ver desde un mejor ángulo el gran tamaño de su pija. Literalmente, era del tamaño de mi cara. Comencé a pajearlo despacito, dándole suaves besos en la cabeza de la pija. Después recorrí todo su largo con mi lengua, varias veces, para luego pasar a una de mis partes favoritas del pete: los huevos. Los chupé durante un buen rato, tirando cada tanto uno que otro lengüetazo hacia su culo. Pero como no me incentivó a seguir, volví a lo clásico. Agarrando con fuerza sus huevos, empecé a comerle la pija cada vez más profundo. Con gran esfuerzo, pude comerla toda. En ningún momento dejé de apretarle los huevos, por lo que luego de un rato me pidió que parara. Todavía no quería acabar.

Lo dejé sentado en el sillón mientras fui corriendo a mi habitación a buscar preservativos. Le puse uno y me senté sobre su pija, dándole la espalda. Empecé a cabalgarlo despacito. Él con las piernas abiertas, yo con las piernas juntas. Me tomaba de las caderas con fuerza, trayéndome hacia sí, como si quiera meterme adentro de su cuerpo. Esto me incomodaba un poco, por lo que giré de repente, volviendo a sentarme sobre su pija, pero frente a frente. Antes de meterla toda, puse mis tetas en su cara. Me las chupó con ansiedad, pero de repente, tomándome de la cintura, me tiró con fuerza hacia abajo, haciendo que su pija entre en mi concha de manera abrupta. El dolor fue intenso, tanto en la entrada como en el interior de mi concha. Doblada por el dolor, puse todo mi esfuerzo en moverme rápido, para hacerlo acabar cuanto antes.

“El mago rugía de placer, mientras los ojos de la princesa estaban inundados de lágrimas. Su cuerpo estaba montado sobre el mago, mientras las manos de este la aprisionaban como garras, pero mentalmente estaba en un reino alejado lleno de colores y con deliciosos aromas en el aire. Sabía que dependía de ella escapar de ese suplicio y volver a su realidad, por lo que sus movimientos se hacían cada vez más frenéticos.”

Mi único deseo era hacerlo acabar cuanto antes. Quería escapar, decirle que se fuera de mi casa y que no vuelva jamás. Pero ninguna palabra salía de mi boca. El dolor y el placer me generaban una angustia insoportable. En un momento comprendí la situación: me estaba violando. Esto no hizo más que volverme loca, por lo que, sin dejar de cabalgarlo, comencé a golpearlo en el pecho y en la cara. Esto, al parecer, lo encendió aun más, por lo que sus gemidos se hicieron cada vez más sonoros e insoportables. Finalmente, sentí como dejaba salir una fuerte descarga, inundando el preservativo, mientras sus garras me liberaban. De un salto, saqué su pija de mi concha y corrí hacia mi habitación, para tirarme a la cama y llorar desconsoladamente.

No sé cuanto tiempo pasó, pero ya había oscurecido cuando me animé a dejar la habitación, para comprobar que él se había marchado. Me sentía triste, dolida, usada. Hubo un momento en el que quise estar con él, pero después ya no. Y no tuve la fuerza ni la energía para decirle BASTA.

Me senté en el sillón, todavía desnuda, recordando muchas otras situaciones en las que me hubiese gustado decir NO y, por uno u otro motivo, no pude hacerlo. Quizás lo hice con el cuerpo, con la actitud, con las lágrimas, pero no fui escuchada. Llegué a la conclusión de que seguramente es algo que pasa muchas más veces de las que nos damos cuenta. Que naturalizamos el hecho de que, una vez comenzado el acto sexual, este tiene que concluir. Pero no es así. Coger es de a dos y, además de algo sexual, es un intercambio, una forma de comunicación. Y por mas calentura que exista, es muy importante tener en cuenta lo que el otro va sintiendo. Es muy difícil conseguir este entendimiento con una pareja estable, mucho más cuando el encuentro se da entre desconocidos. Con esto no quiero decir que no hay que coger con extraños, pero sí que es necesario establecer ciertas reglas o pautas para que la cosa funcione. “NO, BASTA, ASI NO”, tienen que ser palabras mágicas y sagradas. Cuídate. Y cuida a quien está con vos.

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