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El motero
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Fernando llevaba tiempo pensando hacer un viaje con su chica. Hacía siete años estaban juntos y cuatro conviviendo, pero desde que ambos comenzaron a trabajar como médicos cuadrar las vacaciones era muy difícil. Él, a sus 34 años, empezaba a ser un reputado traumatólogo en un hospital de la capital. Ella, Ana, tres años menor que Fernando, hacía dos que había conseguido una plaza de pediatra en un centro de Móstoles. De manera que sus vacaciones nunca habían coincidido.

Este año sí. Por fin Fer y Ana podrían hacer un viaje. Al inicio de su relación habían recorrido la costa cantábrica a lomos de una Suzuki GSX R600. Los dos eran aficionados al motociclismo. Con ella habían hecho multitud de kilómetros por toda la Península. Durante unos años fueron asiduos al GP de Jerez y a la concentración de Pingüinos.

Poco a poco, las obligaciones y responsabilidades laborales habían ido apagando esa afición. Ana, propietaria y habitual conductora, tuvo que vender la Suzuki. La búsqueda de empleo y los primeros cambios de destino les hicieron imposible seguir con su ritmo de vida. Ahora no tenían moto sino un SUV de Mercedes bastante más conservador, según Ana, pero mucho más práctico según Fer.

Llegaron el viernes a primera hora a un camping en Caños de Meca, a escasos 20 minutos de Conil, de donde tan buenos recuerdos conservaban de su juventud. Incluso antes de ser parejas ambos visitaban este paraíso de la costa andaluza. Aquella añoranza era la que les había hecho elegir este destino. El camping fue "imposición" de Ana ya que decía que era lo último que les mantenía a aquel espíritu de libertad. Fer había propuesto un hotel.

Después de montar la tienda en una de las parcelas la pareja se preparó para pasar la mañana en la playa. Por supuesto, Ana decidió que fueran a una nudista.

Con su melena dividida en dos trenzas y un cuerpo moldeado por el fitness, Ana lucía espectacular. Su cara dulce le hacía aparentar menos edad de la que tenía. Se tumbó sobre una toalla boca arriba. Fer a su lado se deleitaban con el bello cuerpo de su novia. Sus tetas, algo pequeñas, se veían perfectas coronadas por un pezón gordo y oscuro en el centro de una aureola perfectamente redonda. Su piel tostada hacía que el conjunto luciera de un marrón muy oscuro. Entre ellas, justo por debajo, Ana tenía tatuado un tribal que le daban un punto atrevido a aquella cara de niña buena.

En su abdomen plano brillaba un piercing en el ombligo. Su cintura se estrechaba como preámbulo a sus caderas. En medio su sexo. Una rajita estrechita con una pequeña franja de vellos negro. Sus piernas estaban bien torneadas. Fer no pudo evitar que su polla reaccionara a la lujuriosa visión.

El cuerpo de él, en cambio, no había envejecido tan bien. Pese a haber hecho deporte desde joven, el trabajo le había vuelto perezoso para el ejercicio. Los últimos años no se había movido. Y la pandemia había terminado por deshacer un cuerpo tonificado. Su barba disimulaba una pequeña papaba. Lo que era indisimulable estando desnudo era su barriguita, que sin ser preocupante si empezaba a asomar de manera alarmante.

Se inclinó sobre su lado derecho y se arrimó a su novia. Ésta sintió la dureza del miembro de su novio presionar contra su pierna e incluso la humedad del líquido preseminal:

-Fer, pareces que estás contento, ¿no?

-Ana, es que me pones muy burro estando desnuda en la playa.

La mujer deslizó su mano izquierda entre los dos cuerpos y alcanzó la polla de su chico. La agarró y la comenzó a mover lentamente. Fernando suspiraba junto a su oído y susurrando cuánto le gustaba:

-Joder, Ana, que buenas pajas haces

La novia suspiró y giro su cabeza para besar a su chico. Fer la rodeó con su brazo izquierdo y acarició una de sus tetas provocando que su pezón se endureciese:

-Fer, no sigas que me estoy poniendo muy cachonda.

La mujer sintió como su coño se humedecía excitado por las caricias de su novio sobre su pecho. Ella continúo con la paja y él comenzó a mover su cadera intentando follarse la mano de ella:

-Disimula Fer, que cualquiera que te vea sabe lo que estamos haciendo.

-Vamos a las rocas y me la terminas.

-No, si te estas quieto te la hago aquí.

Ana se giró contra Fer. Ahora estaban encarados y sus cuerpos muy juntos. Esta posición era tan delatora como el movimiento de cadera del hombre pero continuaron así. Se besaron sin dejar de tocarse. Ella, se había acomodado y accedía a la polla de su novio de manera más cómoda. Fer, por su parte, tenía acceso al coño de ella y comenzó a acariciarlo. Pasó su mano por la estrecha franja de vellos que cubría la rajita de la chica. Uno de sus dedos se introdujo entre los labios vaginales.

Se estaban masturbando mutuamente. De repente Fer comenzó a convulsionar y eyaculó contra el cuerpo y la mano de su novia. El líquido viscoso y caliente impactó por debajo del ombligo, el resto quedó enredado en los finos dedos de Ana.

Ella suspiraba sintiendo como los de Fer hurgaban en cada pliegue de su vagina caliente y húmeda. El hombre comenzó a moverlos dentro de ella que boqueaba intentando no gritar cuando el pulgar de su pareja presionó su clítoris. Tuvo que acercarse a él y morderle un hombro cuando el orgasmo la invadió de manera morbosa, evitando así gritar. Sus corridas solían ser muy escandalosas. Un baño les sirvió para refrescarse y limpiarse los restos de fluidos corporales antes de ir a comer al chiringuito del camping.

Ana miraba la carta tras unas gafas de sol que le daban un aspecto sofisticado. Con sus dos trenzas, una camiseta de tirantas que dejaban claro que no llevaba sujetador y una faldita vaquera para tapar la carencia de braguitas, se apoyaba en una pequeña valla que delimitaba la tarima de madera del chiringuito. Fer bebía una cerveza observando a su novia.

De repente, un ruido de motor llamó la atención de la pareja. Ambos miraron en dirección a la entrada del camping. Ésta se encontraba a pocos metros del lugar donde ellos estaban. Vieron aparecer una BMW R 1250 GS Adventure de color negra. La pareja se quedó observando como maniobraba hasta quedar estacionada:

-Vaya bicharraco -exclamó Fer.

-Joder, como echo de menos mi Suzuki. Apuntó ella con cierta nostalgia.

De la moto bajó un tipo altísimo y se dirigió a la recepción. La pareja siguió hablando sobre la posibilidad de volver a contar con una moto de gran cilindrada pero los deseos de libertad de Ana, representados por la afición al motociclismo, eran rebatidos por la lógica y responsabilidad de Fer:

-Joder tío, antes no eras tan tiquismiquis. Antes molaba viajar contigo encima de la moto. Sentir la adrenalina.

-Ya Ana, pero para todo hay una edad. Y si queremos ser padres a corto plazo tendremos que posponer lo de la moto para dentro de unos años.

-Bah, te has convertido en un viejoven. Ana dijo esto medio en broma medio en serio.

Después de liquidar un par de jarras de cerveza en el almuerzo, la pareja se encontraba bastante contenta y se dirigió a su tienda de campaña. Iban abrazados y besándose cuando entraron en el pequeño iglú. Tras cerrar la cremallera comenzaron a comerse a besos. Era Ana quien llevaba la iniciativa y quien se mostraba más caliente. Fer se dejaba hacer tumbado en la alfombrilla.

La chica se arrodilló a su lado y comenzó a lamer el cuello de su hombre que le acariciaba las piernas y las nalgas. Ambos estaba ya desnudos. Ana se colocó sobre él para seguir besando y lamiendo su cuerpo. El hombre notaba los pezones de su novia, totalmente endurecidos, clavarse en su pecho. Ella siguió lamiendo y besando. Mordió uno de los pezones de él antes de continuar camino de su entrepierna.

Ante ella, Fer lucía una tremenda erección. Su polla era de un tamaño considerable y de buen grosor. Descapulló a su novio y se dispuso a lamer desde los huevos hasta el capullo. Tiraba de la piel hacia abajo liberando un glande de color rojo intenso. Pasaba la lengua por el frenillo antes de besar con sus labios aquella cabeza gorda y comenzar a engullirla. Lo hacía muy despacio, abriendo los labios lo justo para que pasara el capullo, primero, y el tronco después. Las venas se marcaban de manera morbosa y provocativa en la polla de su novio.

Ana logró introducírsela entera en la boca. En una maniobra de acomodo logró que el miembro de su chico llegase hasta su garganta. Luego empezó a mover la cabeza con movimientos rápidos y cortos, sin llegar a sacar la polla por completo, provocando un morboso sonido gutural líquido:

-Sí Ana, sí a Fer le excitaba que su chica le hiciese gargantas profundas qué buena comepollas eres, joder.

Sintiendo las manos de su novio apoyadas en su cabeza marcándole el ritmo, Ana lo llevó hasta el límite del orgasmo. De repente se sacó la polla de la boca y se subió a horcajadas sobre él. Agarró el miembro con su mano y lo dirigió a su rajita. Abrió las piernas y se la fue encajando en la vagina mientras Fer se derretía de gusto.

La mujer dejo caer el peso de su cuerpo sobre Fer y logró encajarla entera:

-Ahhh, sí, joder. Ana se empaló en la polla de Fer y la sintió llegar muy dentro.

Apoyada con una mano en el pecho de él, la mujer comenzó a botar sobre aquel embolo de carne. Sus nalgas golpeaban sobre el regazo de Fer y sus cuerpos sudorosos producían el excitante sonido característico de una buena follada. Entre jadeos y suspiros ambos llegaron al orgasmo:

-Me corro, Ana, me corro.

Ella, haciendo oídos sordos, continuó botando sobre la polla de Fer hasta que una corriente eléctrica recorrió su columna de arriba abajo y con un grito atronador alcanzó un maravilloso orgasmo. Cayó de bruces sobre el cuerpo de Fer y quedaron dormidos, ella sobre él, mientras la polla perdía dureza y el semen caía desde el coño de la mujer hasta las piernas del hombre.

Ana no supo calcular cuanto tiempo estuvo dormitando cuando el calor de la tienda y lo incomodo de la postura la despertó. En cualquier caso no había sido demasiado. Se vistió y abrió la cremallera para airear y poder salir del iglú. Se sorprendió al comprobar que en la parcela vecina había otra tienda. Pero de esas unipersonales. Dirigió su mirada y se sorprendió.

Frente a ella un hombre leía tumbado. Al sentirla, él la miró dedicándole media sonrisa antes de saludarla. Ana volvió a meterse dentro de su tienda. Se ruborizó ante la posibilidad de que aquel desconocido la hubiese podido oír cuando se follaba a su chico:

-Fer, despierta.

-¿Qué pasa?

-Qué vergüenza. Tenemos un vecino y seguro que me oyó gritar cuando follábamos.

Fer estalló en una carcajada.

-Pues mejor para él.

Ana se sintió incomprendida por su chico. Casi enfadada salió de la tienda sin mirar al tipo que seguía leyendo y tras pasar por los servicios se fue al chiringuito. Unos minutos después llegó Fer. Ana le miró seria para luego sonreír:

-En el fondo te ha puesto cachonda que el tipo te oyera…

-Cállate joder…

-Venga Ana, que te conozco…

Ella, simulando un enfado infantil, hizo pucheros. Hasta que Fer llamó su atención:

-¡Mira quién es! -dijo asombrado.

El vecino era el motero de la BMW. Ana lo escrutó. El tipo era un maduro que rondaría los 50 años. Muy alto, de complexión atlética. Espaldas anchas, muy buen culo. Con el pelo corto y cara angulosa, tenía un aire canalla irresistible. Se colocó el casco y se montó en la moto. Dirigió la cabeza hacia donde se encontraban ellos como si se sintiese observado. Fer retiró la mirada. Ana se quedó enganchada. Algo en su interior hizo "click". El tío estaba buenísimo, le gustaban las motos y la había oído follar.

Todo esto comenzó a dar vueltas en su cabeza y se manifestaba con una extraña excitación. Sentía su clítoris latir y como su rajita se humedecía de flujos calientes. ¿Un flechazo? ¿Un enamoramiento a primera vista? No, no podía ser nada de eso. Era una situación de calentura transitoria:

-Ana, Ana… -llamaba su atención Fer.

-¿Qué…?

-Qué te has quedado pillada…

-¿Cómo…?

-Sí, que te has quedado pillada con la moto, pero ya se largó.

-Ah, sí… La BMW… Es que es una puta pasada. Y tú no quieres que tengamos otra…

-Ya lo hemos hablado, Ana. Durante los siguientes años no. Además, si te has quedado embarazada esta tarde… no podrás montar en varios meses…

Después de pasar la tarde en la playa se prepararon para ducharse antes de ir a cenar. Las duchas estaban separadas de los servicios. Eran una especie de cubículos delimitados por unas vallas de madera que cubrían hasta justo debajo de la cabeza. La intimidad la proporcionaba su situación, bastante alejada de las parcelas y entre los pinos. Fer y Ana entraron juntos en la última, la más alejada del pasillo de acceso. La visión hacia fuera del camping era a un frondoso pinar. Aunque Fer lo intentó, Ana se negó a volver a follar en las duchas.

Se secaron y se dirigieron hacia el chiringuito para cenar. Desde el mismo sitio donde habían almorzado comprobaron que la BMW de su vecino se encontraba en el estacionamiento. Ana sintió de nuevo ese pellizco en el estómago. Disimuladamente comenzó a buscarlo por todo el chiringuito.

Por fin lo vio junto a la barra. Sus miradas se cruzaron. El tipo levantó su cerveza a modo de saludo. Fer se dio cuenta que Ana sonreía a alguien a su espalda. Y se giró para comprobar quién era:

-Coño el de la BMW. Vamos a decirle que nos la enseñe.

El hombre se levantó y se dirigió hacia el dueño de la moto seguido de su chica. Después de una rápida presentación, Fer explicó el motivo del asalto. El tipo lo entendió y se dirigieron hacia el aparcamiento. Puso el contacto y arrancó la moto:

-Buah, cómo suena, joder… -se deleitaba Fer.

-Sí, su sonido es excitante. -Contestó el dueño de la moto con una extraña entonación sin dejar de mirar los ojos de Ana.

La mujer se sintió aludida. Se dio cuenta que aquel tipo la había oído gritar mientras follaba. No pudo evitar excitarse. Aquel desconocido la había oído correrse como una perra en celo. Y la verdad es que la situación era tremendamente morbosa. El maduro con pinta de canalla estaba buenísimo. A Ana le pareció más alto estando tan cerca. Sus bíceps se marcaban bajo la camiseta. Sus hombros eran anchos. Su cara era de un atractivo salvaje, casi magnético.

Después de hablar sobre algunos datos técnicos y de diseño la conversación sobre la moto no daba para más y se despidieron volviéndose cada uno a su sitio. Ana se había quedado pillada de una manera extraña. Se sentía atraída por el magnetismo sexual de aquel maduro. Fer no se enteró de nada. Pero su novia había estado manchando sus bragas de flujo durante la estancia con el tipo de la BMW.

Estuvieron cenando durante una hora. En ese tiempo la chica no dejó de cruzar miradas con el tipo de manera disimulada para que Fer no se diera cuenta. Una de las veces ella se levantó para ir al baño aprovechando que el tipo de la moto abandonaba el lugar. Se cruzaron por un segundo en cada dirección. Sus miradas se quedaron enganchadas de manera casi lasciva. En el baño Ana no se explicaba lo que le pasaba. Era una atracción animal. Era como una leona en celo atraída por un macho alfa. Se refrescó la cara y salió hacia la mesa con Fer.

Para intentar despejarse un poco le propuso a su novio dar un paseo por los alrededores. Durante casi una hora estuvieron paseando y charlando de sus planes y sus trabajos. Pero cuando por fin Ana había borrado al tipo de su cabeza tuvo una aparición. Desde un mirador sobre la playa nudista y con la única luz de la luna llena vieron al dueño de la moto totalmente desnudo camino del agua.

La imagen fue impactante para Ana. El cuerpo del tipo era de infarto. Una musculatura perfectamente definida. Unos abdominales cincelados. Unas nalgas talladas en mármol. Un tatuaje tribal en uno de sus hombros remataba su imagen de "malote". Al andar hacia el agua su miembro se balanceaba de lado a lado demostrándole a Ana lo bien que calzaba aquel tío que la tenía atrapada.

El dueño de la moto se metió en el agua mientras la pareja lo observaba en completo silencio. Ninguno de los dos dijo nada y se marcharon a su tienda. Fer sacó una botella de Seegram y un par de latas de tónica. Se sirvieron una copa y se sentaron delante de la tienda. Ana miraba de vez en cuando la tienda cerrada de su vecino y lo imaginaba desnudo bañándose en la playa bajo la luz de la luna. La conversación entre ellos se hizo más entretenida a medida que bajaba el nivel de la botella de ginebra. Casi sin darse cuenta acabaron bastante perjudicados.

Nada más entrar en la tienda Fer cayó en un profundo sueño mientras la imagen del motero desnudo permanecía en la cabeza de Ana. Casi por inercia introdujo su mano dentro del pantalón corto con el que dormía. Sus dedos pasearon por su rajita caliente desde abajo, abriendo sus labios, hasta arriba donde su clítoris latía de excitación. Se humedeció los dedos corazón y anular en su lengua y volvió a rozarse el clítoris. Un leve suspiro y su libido estaba por las nubes. Se sentía el coño inundado de flujo caliente. Se introdujo los dedos dentro imaginando que eran los del motero desconocido. Recordó el buen rabo que tenía y se estremeció al imaginarse penetrada por ese enorme miembro erecto. Echó de menos su vibrador cuando aceleró el movimiento de sus dedos contra su clítoris.

Sentía que se corría. Ese característico calambre cervical que anunciaba el orgasmo había salido ya en dirección a su coño. Tuvo que taparse la boca con una mano para evitar gritar y ser oída. Cerró las piernas entorno a su otra mano haciendo fuerza y presionando su clítoris. Su cuerpo estaba sudado. Sus pezones negros erectos. Soltó el aire de sus pulmones en un suspiro y cayó dormida por el alcohol y el orgasmo.

Se despertó acalorada. El ambiente en la tienda era algo cargante. La sudoración de sus cuerpos exhalaba alcohol y, en su caso, el olor de su flujo vaginal era un componente más para cargar el ambiente. Decidió salir a ducharse. Eran las 7:30 de la mañana y el camping estaba en calma total. Salió envuelta en una toalla y corrió hasta las duchas. Ajustó la temperatura del agua y se mojó entera. Dejó que el agua recorriese cada rincón de su cuerpo. Las vistas del pinar al permitían un contacto total con la naturaleza. Echó su cabeza hacia atrás y su melena cayó por su espalda. El agua corría por todo su cuerpo. Al pasar por sus pezones saltaban gotitas al vacío. El resto continuaba por su abdomen y se metía entre los labios de su coño mojando su franja de vello púbico. Se comenzó a excitar.

De repente una mano le tapó la boca y un cuerpo fuerte se pegó a su espalda:

-No te asustes, soy yo… -susurró en su oído el motero buenorro.

Ella giró la cabeza para comprobarlo. No se preguntó nada más. Se giró y buscó la boca del desconocido para besarlo con pasión. El tipo la abrazaba y ella se agarraba a su nuca. Le metía la lengua en su boca y la entrelazaba con la de él. El motero pasó sus manos por los costados y descendió su boca para besarle las tetas. El agua caía sobre los dos cuerpos desnudos sin poder apagar el fuego que ardía entre ellos.

El hombre llevó sus dedos al estrecho coño de Ana. Ella levantó una pierna facilitando la maniobra. Gemía al sentirse ocupada por los dedos del desconocido. Él la levantó en vilo y la penetró con ella agarrada a su cuello. El primer puntazo hizo estragos en Ana. Clavó sus dientes en el poderoso hombro de su amante ahogando así un grito delator. El motero la tenía cogida por las nalgas mientras la empotraba contra la pared de madera que delimitaba la ducha.

Se empleaba a fondo moviendo su cadera contra ella. Su polla, más grande de lo que Ana había fantaseado, separaba los labios hasta el límite de su flexibilidad. Cada puntazo del motero mandaba su capullo al fondo de su vagina. Nunca la habían penetrado tan profundamente. Aquel desconocido era un excelente amante dotado de una polla increíble. Antes de llegar al orgasmo la devolvió al suelo. La giró contra el pinar y la volvió a penetrar desde atrás. Su coño volvió a dilatarse hasta el máximo para acoger aquel ariete de carne ardiente. La atravesaba sin compasión mientras ella arqueaba su espalda.

Agarrada a las maderas, comenzó a gemir de placer. Era la mejor follada de su vida y se la estaba dando un desconocido 20 años mayor que ella. El motero aprovechó que ella arqueaba la espalda para taparle la boca y evitar que gritase. La imagen era de película pornográfica. Un motero canalla con cuerpo de escándalo y polla enorme, se follaba por detrás a una joven desconocida en las duchas de un camping tapándole la boca para que su novio no la descubriese.

Aceleró la follada contra el coño de aquella zorrita infiel. Ella se palmeaba el coño provocándose más placer cuando sintió que el motero tensaba su musculatura previa a su orgasmo. Por fin, con un sonido gutural, el tipo se corrió abundantemente dentro del estrecho coño de aquella chica. Un par de puntazos más y se la dejó clavada unos segundos para terminar de descargar la leche de sus cojones. Lleva meses sin follar y aquel polvo con una joven desconocida había sido una puta maravilla.

Se besaron apasionadamente y se separaron. El motero salió de la ducha en dirección a su tienda. Ana se quedó para terminar de ducharse. Cuando iba camino de la suya pudo oír el motor de la BMW. El tipo se iba del camping. Nunca más volverían a verse. Ella se metió en la tienda. Fer empezaba a despertar. La miró:

-¿De dónde vienes?

-Fui a ducharme

-Uff, vaya resaca tengo -anunció el novio mientras se desperezaba.

-Anda vamos a desayunar para irnos a la playa.

Tres meses después la prueba de embarazo de Ana daba positivo. Esa noche la pareja salió a celebrarlo. Iban a ser padres por primera vez. Fer no cabía en sí de alegría. Ana no podía asegurar que el hijo fuera de su novio o de aquel motero desconocido que le hizo perder la cabeza en el camping.

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