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El pediatra de mi hija: Primera vez
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Con mi marido llevamos al control del año y medio a nuestra hija, por tercera vez nos entendíamos con Eugenio, un joven pediatra de unos 35 años, alto, delgado, rubio, bien guapo. Desde la primera vez que lo vi, me pareció muy encantador y trate de coquetearle, pero siempre fue muy profesional, amable, pero profesional.

Ya terminada la consulta, y Eugenio nos pregunta si aún le doy pecho y si está todo bien.

Isa: Si, aún toma pecho, le encanta mamar. A veces los siento un poco duros y me duelen un poco, como ahora por ejemplo, doctor. ¿Qué puede ser?

Eugenio, sin entender aún que iba en plan coqueteo. Se para de su asiento y me invita a ponerme de pie al lado de la camilla. Mi marido ya entendía para donde quería llevar esto y se mantuvo sentado entreteniendo a la niña en sus brazos.

E: desabrocha tu blusa Isabel, tendré que tocar un poco, para ver si está todo bien con tu glándula mamaria. -Me dice el doctor mientras se pone sus guantes- yo estaba muy nerviosa.

Obediente, me desabroché la blusa, y quedó con mi sostén negro de amamantamiento, esos que uno les puede abrir la copa para dejar pecho y pezón al descubierto.

E: descubre tus pechos por favor Isabel. Me dice mientras se acerca a mí.

Desabrochó ambas copas y dejó al descubierto mis pechos, con una inmensa erección, mis pezones estaban duros, y listos para ser mamados, lamidos y mordisqueados por mi doctor.

Eugenio claramente se dio cuenta, de que algo era diferente, pero se hizo el desentendido, solo dijo “creo que estás en hora de dar pecho”. A lo cual respondí, no lo creo doctor, acaba de amamantar hace menos de 30 minutos", luego de soltar esa frase me dio mucha vergüenza, hice muy explícita mi excitación.

David, de pronto pregunta ¿y cómo ve sus pechos doctor? ¿Todo bien?

Eugenio un poco nervioso, dejó de tocar mis pezones y respondió. "Si todo está muy bien, no encuentro nada extraño y pues ahora mismo, el hecho de que estén así de duros debe ser el frío, los nervios, o algo así". Va respondiendo, mientras se quita los guantes.

Mi marido se pone de pie y se acerca, "Qué extraño doctor, me preocupa que estos pechos estén tan duros y erectos, no es normal. Yo creo que debería volver a tocar estos pechitos", coge la mano del doctor y los llevó a uno de mis pechos, le ayuda a acariciarme. El doctor sin saber qué hacer, torpemente me rozaba los pechos, mientras yo me derretía de deseo.

Yo sabía que a Eugenio le había gustado tocarme, pero estaba incómodo, así que tomé su otra mano, y lo invité a acariciar mi cintura. Sus manos, se sentían geniales sin los guantes, manos grandes y cálidas. Él aún no se animaba a recorrer mi cuerpo, tuve que ir guiando sus caricias hasta que llegamos a mi boca, me metí uno de sus dedos y comencé a lamerlo, luego él metió un segundo dedo, se los chupe completos, pensando que era su pene. Eugenio miró a mi marido, quien asintió con la cabeza, "te espero afuera amor".

Mi marido cierra la puerta. Y el pediatra se transforma. Me coge fuerte de la cintura y me arrima a la camilla, cómo pude me senté, para quedar justo a la altura de su verga.

E: Hace tiempo me estás seduciendo, putita. Bueno ahora me encontraste. Me dice, Eugenio, con un tono de voz fuerte y un poco desesperado. Abre mis piernas, desabrocha mis jeans y mete su mano, para rozar sobre las pantaletas. Sabía muy bien donde tocar, justo sobre el clítoris, mientras nos comíamos la boca apasionadamente. Yo también, quise darle más placer y busqué su pene por sobre el pantalón, estaba completamente duro.

Eugenio, se ubica entre mis piernas y me roza con su pene, mientras nos besamos y acariciamos. Yo ya no aguantaba más, le bajé sus pantalones y cogí sus glúteos, su espalda, mientras lamía su cuello, qué hombre más exquisito, Eugenio se dejó seducir y disfrutar el momento. Tome sus testículos y acaricie la base de su verga gorda y dura, que rico estaba, no pude aguantar más y comencé a masturbarlo, Eugenio se puso muy caliente, me tomo fuerte del pelo y me beso muy rico mientras yo lo pajeaba.

E: Quítate la ropa Isabel, de inmediato.

Bajo de la camilla, me quito rápidamente mis zapatos, pantalón y me quedo solo con pantaleta. Sin tacos, con mi metro sesenta quedaba muy por debajo de él, debe medir al menos 1.85.

E: OH, qué ricas estas. Chúpamelo…

Obediente me fui directo a besar sus testículos, la base de su vergota, hasta llegar a la cabeza, humedecida con líquido preseminal, pase mi lengua sobre sus fluidos y moje mis labios, me metí su pene en la boca, lo más profundo que pude mientras con mis manos en sus glúteos redondos los empujaba para que fuera más adentro. Estuvimos hace unos minutos, de pronto acelera, en otros momentos más lentos.

E: Sube a la camilla. Te la quiero meter.

I: Si amor, por favor métemela. Hazme llegar, quiero tener un orgasmo rico contigo.

Me senté en la camilla y Eugenio la elevo para dejarme justo frente a él. Tomo su pene, se acercó a mí entre piernas. Con agilidad me corrió la pantaleta y me metió la cabeza de su vergota de un solo empujón, cuanta experiencia pensé mientras lo sentía palpitar dentro de mí. Me la dejo ahí metida unos segundos, para después comenzar a empujar lentamente.

Yo solo jadeaba, mientras sentía su pene, acariciaba sus ricos muslos, sus glúteos y disfrutaba su boca, húmeda y caliente.

E: ¿Te gusta?

I: Me encanta. Fue lo único que pude decir en palabras. Y lo empujé con fuerza contra mí, para sentirlo por completo dentro de mí. Sentí su pene llegar muy profundo y comencé a moverme en círculos, tratando de sentir cada milímetro de esa verga.

E: Que apretada y caliente la tienes Isabel. Que buena estás.

Yo estaba en silencio sintiendo como me la metía y sacaba cada vez más rápido, mientras me abrazaba de los glúteos. Yo buscaba su boca desesperada, queriendo tener más de este hermoso hombre, abrazaba y besaba su cuello, mientras acompañaba moviendo mis caderas.

E: Ponte en cuatro patas perrita. -Me ordena Eugenio mientras me saca la verga llena de nuestros líquidos- Quiero ver tu culo mientras te la meto.

Obedecí de inmediato, me gire y arrodille en la camilla. Me baje las pantaletas hasta la rodilla y levante mi cola.

I: ¿Así me quieres amor? ¿Está bien para ti, así?

E: Está muy bien. Que rico culo tienes.

Eugenio se acercó y me pasó rozando por fuera de la vagina, por mi ano, que rico se sentía. "Métemela por favor", le dije. Él abrió mis glúteos, luego cuidadosamente abrió mis labios vaginales y me metió solo la cabeza de su pene, me dejo solo la cabeza adentro y a moverla en círculos. Yo la quería más adentro, pero me lo negaba, me empujaba los glúteos para que no me la pudiera clavar completa. Yo estaba tan caliente, que hasta rabia tenía, necesitaba esa verga completa adentro mío. "Soy tu perra, métemela, por favor". Eugenio me la sacó, y la puso justo sobre mi clítoris, sentía en toda mi vagina su pene, que sensación más extraordinaria, estaba conteniendo los gemidos, para que no me escucharan afuera. Eugenio extendió sus manos y me apretó los pezones.

Y así con mis pezones presos entre sus dedos y su verga gruesa sobre mi vagina, me trajo hacia él. Ahí estaba apoyada en mis rodillas y con mi cuerpo erguido apoyada sobre su pecho. Sus manos me acariciaban los pechos, los glúteos, las caderas, lo sentía en todas partes, pero aún necesitaba su penetración, no solo ese roce que me estaba dando, si bien era exquisito, necesitaba la fuerza y el placer de un pene bombeando su deseo.

E: Qué rica estás perra. Nunca pensé que serías tan buena… nunca me imaginé que serías tan puta.

I: Te necesitó, Métemela por favor. Fue lo único que pude decir entre murmullos. Mientras llevaba una de mis manos a sus glúteos para empujarlo hacia mi, y con la otra encaminaba su pene para que finalmente entrara en mi vagina. Estaba tan húmeda, que su pene apenas se puso en posición entró como cuchillo en mantequilla, llegando muy adentro, no lo resistí más y solté mi primer quejido. Hoooo! Acompañado de un quejido de mi amante. Quien me la estaba clavando como un loco.

E: Voy a llegar puta. Estoy sin condón.

I: Lléname de tu leche. Quiero todo tu semen en mi vagina. Dije mientras le empujaba mi cola y gemía desesperada, ya no me importaba nada más, no me importaba que me escucharan gemir, ni que me llenara de su semen, ni que me dejara preñada, solo me importaba que fuera más fuerte, más adentro, más rápido, más grueso. Y como si adivinara mis pensamientos acelero y agregó sus dedos masturbando mi clítoris. Esto para mí ya era mucho, no logre resistir más. ¡Las piernas se me desvanecieron, mi cuerpo completo tiritar de placer, sentí como su leche caliente se derramó dentro de mí, sus espasmos, mis espasmos, mis quejidos, solo junte mis piernas, apreté mi vagina, sentí su pene y sus líquidos chorrear dentro de mí. Haaaa!

Pasaron dos o tres minutos, su pene ya no estaba dentro de mí, pero mi cuerpo aún convulsionaba. Eugenio limpio su pene, se puso su ropa y me trajo confort. Me dio un gran beso en la boca, me metió su lengua bien adentro y me limpio mis labios vaginales. Me trajo mi pantaleta, me la puso.

E: Exquisita mujer. Qué más puedo decir. Me encanta hacerte el amor corazón.

I: El mejor orgasmo que he tenido en mucho tiempo. Realmente eres un macho alfa.

Ya nos veremos nuevamente, y espero que esa vez lo des todo, dijo Eugenio con una sonrisa picarona. En mi cabeza, pensaba que rico hombre me había comido, que rico pene y que rico espectáculo el que dimos, jajaja me entro la vergüenza, pero me vestí rápido, tome mis cosas, nos dimos el último beso en la boca y salí de su consulta.

Marido se me acercó de inmediato. Nos damos un rico beso, en frente de todas las enfermeras que de seguro sintieron mis gemidos, tomamos a nuestra hija y nos fuimos.

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