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Esas chicas de limpieza: Vicky
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Tiempo de lectura: 6 minutos

En este relato busco un poco compartir algo que me ha pasado en los trabajos que he tenido y mi relación con las chicas de limpieza en cada uno de ellos, aunque también cómo fue que empezó mi gusto por ellas. También debo agregar que como todo en la vida había chicas guapas, otras normales y otras feas, pero eso no me detuvo en buscar mi objetivo final que era tener sexo con ellas.

Y por eso como mencioné todo tiene un inicio y este fue cierta vez cuando tendría unos 19 años y al estar de vacaciones de la universidad me tocaba sacar a pasear al perro de la familia, cosa que tuvo mucho de gratificante pues un día de esos me crucé con una chica paseando a su perro y mientras los perros jugaban entablé conversación con ella y me comentó que no era su perro sino de la familia donde trabajaba como empleada doméstica y que ella era natural de la selva (resido en Lima, Perú, así que mis coterráneos sabrán lo que se dice de las mujeres de allá… deseosas de sexo todo el día).

Poco a poco fuimos entablando una amistad y empezamos a salir los días que ella tenía libres, fui paso a paso pues quería comprobar lo que decía de las charapas. No voy a negar que al ser una empleada doméstica lo único que yo buscaba era sexo y nada más, pero tenía que aparentar un interés romántico si deseaba llevarme a la cama a la chica que a pesar de tener 18 años aparentaba menos edad y su talle delgado ayudaba mucho a pensar que tuviera menos años y ni qué decir de sus pequeños senos, pero con pezón grande y oscuro que resaltaba en su piel trigueña.

No demoró tanto tiempo para volvernos enamorados y en una de nuestras salidas pues terminamos en un hotel y al fin pude disfrutar de su cuerpo y para ser nuestra primera vez y ser tan joven se mostró muy desinhibida en disfrutar del sexo. Y sin querer había abierto la caja de Pandora pues Vicky (la llamaré así en el relato) me asombró con su desempeño y deseo sexual pues prácticamente nos veíamos a diario, aunque para eso tuvimos la suerte que ella dormía en la casa donde trabajaba y obviamente tenía un cuarto propio en el segundo piso de la casa, lo más curioso es que ese era el único cuarto hecho para ese propósito.

Sin querer los dueños de casa nos habían construido nuestro nido de amor donde dábamos rienda suelta a nuestros impulsos sexuales sin temor a ser descubiertos. Cada noche a una hora determinada esperaba al frente de la casa a que Vicky me abriera la puerta e ir a su cuarto y normalmente nos quedábamos 2 horas entregados al sexo salvaje, pues ella sí confirmó lo que se dice de las charapas, esas mujeres están hechas para y por el sexo, las cópulas que disfruté con ella están marcadas a fuego en mi ser.

A pesar de todo lo bien que lo pasábamos, todo lo hacíamos a oscuras hasta que ella se consiguió una lámpara de mesa pues tener la luz encendida del cuarto llamaría la atención de alguna manera o eso pensábamos en esa época, más que nada porque según lo que me contó ella, los dueños de casa eran muy celosos y trataban de cuidarla en la medida de lo posible, pero era delicioso ver su cuerpo delgado y trigueño sufriendo y gozando de placer, ahogado por la situación de ser discretos, pero placer, al fin y al cabo. Y sus gemidos pues qué puedo decir al respecto, así como su acento particular al hablar, sus gemidos eran así, muy propios y aunque a muchos quizá les diera risa el acento de las charapas a mí me calentaba sobremanera y eso se lo hice saber.

—Vicky, tu acento me pone a hervir. —susurré mientras ella me cabalgaba como si de una amazona fuera.

—¿Es en serio? Porque la gente dice que les da risa.

—Pues a mí no me causa risa. —y tratando de saciar mi curiosidad por algo pregunté. ¿Y a qué edad tuviste tu primera relación sexual?

Ella me miró de lo más normal y respondió de la misma manera.

—Pues a los 13 años.

—Ah vaya tan niña. —respondí bastante sorprendido.

—Es que en la selva es normal empezar de niños. —contestó sin dejar de moverse sobre mí.

—De razón eres tan buena en el sexo a pesar de tu corta edad y hacerme sentir tan delicioso.

—¿Te gusta mucho? —interrogó la amazona.

—Muchísimo, pequeña, tu vagina se siente tan caliente y mojada que me pones loco del gusto.

Ni bien dije eso, Vicky cerró los ojos y empezó a moverse con más furia y deseo, si eso fuera aún posible. Sus paredes vaginales amurallaban todo el largo de mi enhiesto pene que batallaba firme por no salir derrotado de esa contienda sexual. A pesar de no ser guapa sino una simpatía particular, su rostro exhalaba un áurea sexual incomparable, una hembra total y yo solo dejaba que ella hiciera lo que quisiera encima de mí. Luego de un buen rato la jalé hacia mí y me prendí a su pecho como si de un recién nacido se tratara y pasando de un pezón al otro sin detenernos en la cópula. Luego de empezar a sentir ese cosquilleo característico en el glande y que anunciaba mi eyaculación inminente, saqué mi verga y solté una eyaculación abundante que salpicó sus nalgas y nos quedamos reposando y recobrando el aliento.

—Ha sido delicioso amor. —dijo ella sonriendo a mi lado.

—Demasiado muñeca, aunque me gustaría eyacular dentro de ti y sin preocuparnos de un embarazo.

—Sí amor, eso quiero mucho sentir tu leche llenándome.

—Yo también me muero de ganas de terminar dentro de ti así que pensaremos que método anticonceptivo puede ser el más adecuado.

—¿Pero cómo sabremos eso?

—Pues podemos ir a la posta que está cerca al mercado y podemos hacer la consulta. —respondí.

Nos miramos y nos besamos apasionadamente sumergidos en la cálida noche de verano para luego vestirme e ir a mi casa y no levantar sospechas de mis llegadas nocturnas.

Cuando llegamos a ir a la posta no tuvimos problemas en que nos informaran sobre los distintos métodos y como las pastillas se nos hacían mucho lío, nos decidimos por las inyecciones que serían cada 3 meses. Y así pudimos seguir disfrutando sin peligro de concepción.

Cada vez que salíamos en su día libre y terminábamos en el hotel pues allí no estábamos atados para entregarnos completamente y sus gemidos y gritos inundaban cada rincón de la habitación. Verla prenderse de mi verga y juguetear con su lengua en mi glande era la locura, para luego ver como sus labios estaban prendidos de mi miembro mientras iniciaba su sube y baja bucal, y todo sin que su lengua por dentro siguiera en su juego. ¡Qué mamadas daba esta charapita! Y encima, la condenada no se olvidaba de los gemelos, degustándolos uno a uno y dejándolos bien ensalivados… ¡Una delicia! De allí la fama que tienen las chicas de la selva de siempre mantener satisfechos a sus machos.

Después eso, era yo quien tomaba manos a la obra y hundía mi cara entre sus piernas para saborear todos los pliegues de su vagina y jugar con su clítoris, lo bueno de eso es que Vicky no tenía una pelambrera púbica abundante y así me libraba de atorarme con algún vello. Mientras yo seguía comiendo y comiendo papita, la charapa me revolvía de los cabellos ahogada en suspiros de placer y una vez de quedarme sin lengua, me movía agarrando mi pene y llevándolo hacia la entrada vaginal y procediendo a empujar el glande juguetón hasta que desaparecía dentro de la cueva del placer, Vicky me llamaba para que me eche encima de ella y quedar abrazados y con mi verga llenándola por completo.

—Qué rico se siente mi niña.

—Sí, muy rico sentirte dentro de mí. —respondió Vicky.

—Estás mojadísima y caliente. —dije moviendo mi pene dentro de ella.

—Mmm qué grande. —dijo sonriendo. Siento que choca con el fondo de mi vagina.

—Sí lo sientes cuando empujo pues yo también siento mi glande chocar con algo.

—Antes cuando hacías eso me dolía un poquito pero ahora se siente muy rico. —respondió pasando sus brazos por detrás de mi cuello y fundiéndonos en un beso húmedo y lascivo.

Lentamente nuestros cuerpos se fueron entregando al placer mientras mi pene se abría paso entre las paredes vaginales de mi joven amante y que poco a poco se iba calentando más; y lo sabía pues mi termómetro de carne así me lo señalaba. Con los minutos que fueron pasando, la habitación se llenaba de sus gemidos y quejidos y yo no me detenía en el mete y saca, pero bien prendido a uno de sus senos, y pasando de uno al otro como si de un bebé se tratara. Luego, cambiamos a perrito y a pesar que su ano me guiñaba deseoso, decidí esperar para más adelante pues no tenía lubricante a la mano y poseer ese rincón aún virgen de ella. Así que agarré mi pene y poco a poco mientras empujaba mi glande fue desapareciendo dentro de Vicky, una vez que tuve la mitad en su canal vaginal la sujeté de las caderas y empecé a moverme con suavidad que no duró mucho tiempo pues segundos después dejaba ir mis caderas con velocidad provocando los gritos de la charapa.

—Ouuu. —se quejaba la pequeña.

—¿Me detengo? —interrogué sometiéndola con furia.

—¡Nooo! Sigue, sigue. —gruñó presa del placer.

Esta hija de la selva se me entregaba por completo y yo solo podía seguir gozando con su cuerpo. Cada centímetro de ella me pertenecía.

—¿De quién es tu cuerpo Vicky? —pregunté.

—Tuyo amor, todo tuyo. —respondió ahogada en gemidos. Haz conmigo lo que quieras.

Y a pesar del calor por la acción de nuestros cuerpos en el acto sexual, no bajábamos las revoluciones y así empapados en sudor no pude aguantar más y terminé por eyacular abundantemente, llenándola por completo, mis fuerzas me abandonaron por un momento y dejé caer todo mi peso sobre ella que cedió ante eso y quedamos echados en la cama, ella abajo y yo encima con la verga aún dentro de su concha. Y al sacar mi cansado miembro, nos quedamos dormidos, pero sin temor alguno pues esos sábados nos quedábamos a dormir en el hotel hasta el domingo en la tarde cuando ella regresaba al trabajo. Después del descanso nos duchábamos y salíamos a pasear y cenar algo, de paso también comprábamos algunas cervezas y al regresar al cuarto tomar mientras veíamos alguna película y seguir toda la madrugada envueltos en el placer sexual, esa habitación olía a puro sexo.

También entre las cosas que hacíamos era sacar provecho del internet para poder ver nuevas poses sexuales que fuimos llevando a cabo en cada encuentro, así pudimos experimentar de la estrella, la flor de loto, el sacacorchos, entre otros, y si desean saber cómo son esas poses pues usen Google.

A pesar de todo y como les mencioné, no buscaba una relación seria con Vicky, aunque oficialmente fuéramos enamorados, yo solo quería disfrutar del sexo y eso es lo que ella me daba. Nuestra relación duró aproximadamente poco más de un año y finalizó cuando la hija de la señora para quien trabajaba nos vio entrando a un hotel, casualidades de la vida, y le informó a su madre lo que vio, para luego hacer confesar a Vicky y contarles lo sucedido a sus padres allá en su tierra. Y así nos dijimos adiós pues ella no podía hacer nada al respecto pues a pesar de prometernos seguir en contacto, cuando se es tan joven, esas promesas son difíciles de cumplir.

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