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Fotografías a María

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María entró en el edificio, camino de su oficina, con pasos firmes haciendo sonar sus tacones.  Al sonido de sus pasos todos enmudecían, era sinónimo de exigencia. Ese día sabían que "la jefa" iba a pedir cuentas a sus subordinados. Ella, una mujer de 31 años, había llegado a la dirección comercial de zona ascendiendo desde abajo. Nadie le había regalado nada. Se lo había "currado" durante los últimos 6 años haciéndose respetar, con unos resultados incontestables y un carácter implacable se había ganado el apodo de MarIrón.

Aquella mañana, cubierta tras unas gafas de sol D&G y embutida en un traje azul que se ajustaba perfectamente a su cuerpo voluptuoso, entró en su oficina donde la esperaba su equipo comercial. La reunión la había agendado un par de días antes y sus subordinados supieron que habría bronca. Los resultados se alejaban de los objetivos marcados y eso era algo que MarIron no permitía.

Se quitó las gafas de sol y clavó sus penetrantes ojos negros en su jefe de equipo. La tensión se cortaba cuando la mujer le pidió que comenzara con la exposición de su informe. El hombre se levantó de la mesa de trabajo y cerró las persianas para que la proyección fuera perfectamente visible. El resto de hombres que conformaban el reto del equipo permanecían serios. Casi intimidados por la imponente presencia de aquella mujer.

Cordobesa de rasgos raciales, tenía una belleza intimidante, casi tanto como su carácter al frente del área comercial. Melena azabache, ojos negros, labios carnosos, nariz pequeña, pómulos marcados. Era imposible no girar la cabeza al cruzarse con ella. Su voluptuosidad era sensual. Unas generosas tetas que desafiaban a la gravedad y un contoneo de caderas al andar hipnótico. Sí, María era una mujer impresionante, tanto en lo físico como en lo intelectual. Un MBA de economía en USA, trilingüe, y un recorrido ascendente en la empresa

El jefe de equipo a su cargo comenzó con la exposición del informe de resultados en la penumbra del despacho. Solamente la luz del proyector, que reproducía las gráficas del ordenador, hacía visibles las caras de aquellos comerciales a cargo de esta poderosa mujer.

Su IPhone 12 Plus vibró sobre la mesa haciendo un ruido sordo que ella se apresuró a silenciar. Era un whatsapp de Hans. Al abrirlo no pudo evitar una sonrisa pícara. Una fotografía de la noche anterior donde aparecía ella en una sensual pose, con su melena alborotada sobre su cara que estratégicamente caía sobre sus pechos desnudos. Su mente voló al momento concreto en que su amo la fotografiaba. Aquel hombre maduro al que se había entregado para rendirle sumisión inmortalizaba cada sesión sexual con un reportaje fotográfico.

Había conocido a Hans cuatro años antes, de casualidad, en un pueblo donde veraneó. El tipo, tremendamente atractivo, tenía 15 años mayor que ella. Pero desde que se conocieron en la barra de aquel chiringuito, su atracción fue inmediata. Él, de agradable conversación, la había ganado desde el primer momento. Ella, que no solía caer rendida tan fácilmente ante nadie, no sabía explicar lo que este tipo había hecho para encandilar. Era una especie de "hechicero", un encantador de serpientes capaz de convencer a la mujer más firme, como era su caso. La cuestión es que había caído enredada en sus encantos hasta el punto de mantener con él una relación de dominación.

En los últimos cuatro años, mantenían su relación de encuentros esporádicos. Bastaba que él la llamase para que ella corriese a sus pies (a veces literalmente). Hacía dos días que Hans había aparecido por su casa. Llevaban meses sin verse y sin saber uno del otro pero en cuanto él le dijo que quería verla ella ajustó su agenda para estar a su disposición.

La noche anterior habían salido a cenar. Según mandato de Hans, María había salido con un vestido de gasa rojo, sin ropa interior. La melena recogida en un moño que permitiese lucir más una gargantilla de cuero con incrustaciones de cristales de Swarovsky. Esto no era sino un símbolo de la dominación de Hans sobre María, algo que pocos o nadie podía imaginar. En la nuca una fecha en números romanos del día que se conocieron en aquel pequeño pueblo sureño.

La cena se remató con unas copas en una conocida discoteca donde María bailó haciendo las delicias de muchos hombres. La falta de ropa interior y el constante estado de excitación en que se encontraba la mujer hacía que sus pezones se mostrasen insolentemente erectos bajo la gasa roja que cubría su escote. Hans admiraba a "su" sumisa y sentía un extraño orgullo al pensar que aquella a la que todos deseaban sería poseída por él en exclusiva.

De vuelta al céntrico ático de María en Pedralbes, Hans le había propuesto sacarle un reportaje fotográfico. Para la primera María se había quedado solamente son sus tacones y el collar de Swarovski del que pendía una cadena que se perdía entre sus tetas. Aquella fotografía que ahora recibía en la reunión con su equipo comercial hizo que su sexo se mojase al recordar ese momento.

Jordi seguía con la exposición de los resultados cuando María le interrumpió para pedir explicaciones sobre la puesta en marcha de una acción comercial. El jefe de equipo no supo dar una razón convincente para justificar la no aplicación de la medida que, según ella, explicaba los malos resultados. Se puso de pie para "abroncar" a sus subordinados cuando su móvil vibró al recibir otro whatsapp. María sintió una extraña sensación. Por un lado, le gustaba ejercer su poder que requería su puesto de jefa y al mismo tiempo el saber que acababa de recibir una demostración de su sumisión. Esa dualidad hacía que sus pezones se endurecieran, evidenciando que no llevaba sujetador…

Se sentó tras la reprimenda y dejó que Jordi siguiese explicando. María abrió la fotografía y apareció una imagen en la que se le veía con las piernas dobladas y sentada sobre sus talones. Del collar de Swarovsky pendía la cadena que se enganchaba al cabecero de su cama. Un corsé de cuero apretaba su cuerpo dejando ver sus tetas, enrojecidas por el castigo al que habían estado sometidas segundos antes. Hans había estado abofeteando los grandes pechos de su sumisa. Le había pellizcado los pezones hasta hacerla gritar de dolor.

La actitud sumisa de María en el móvil sobre su mesa contrastaba con el fuerte carácter que estaba mostrando en aquella importante reunión comercial. El IPhone recibió otro whatsapp:

-¿Cómo llevas la reunión, putita?

-Cabrón, me estás poniendo muy caliente.

-Ese es el objetivo. Recibirás órdenes.

-No puedo negarme…

La cabeza de María empezaba a dar vueltas. Las imágenes de la noche anterior se acumulaban en su mente. Su coño, desnudo bajo su vestido, manaba abundante flujo vaginal con el riesgo de dejar una mancha delatora. Sus pezones se marcaban de manera tan evidente como provocadora. Recordó como tras tomarle la foto, Hans le metió la polla en la boca. Ella, sentada sobre sus talones la esperaba con la lengua fuera. El hombre suspiró al sentir como los carnosos labios de MarIron se cerraban en torno al tronco de su polla:

-Así perrita, así… como tú solo sabes… joder…

Con las manos esposadas a su espalda, la mujer comenzó a hacer una espectacular mamada solamente usando su boca. Lentamente iba introduciéndose el trozo de carne erecto de Hans hasta lo más profundo de su cavidad bucal para ir sacándola igual de lento. Jugaba con su lengua sobre el glande y su saliva se salía por la comisura de los labios:

-Pero que zorrita comepollas eres… -el tipo no dejaba de adular con insultos la técnica mamatoria de María.

Ésta, lejos de ofenderse, se excitaba con cada insulto de aquel maduro dominante. No había sido una relación pactada. Simplemente él fue ganándosela hasta conseguir que ella cediese voluntariamente a sus deseos más perversos. Collares, cadenas, corsés, fustas y látigos habían ido entrando en sus juegos de manera "natural". Sin forzar nada. Y la directora comercial se había ido enganchando a aquella relación. Ella sentía placer morboso y excitante siendo sometida a la voluntad de Hans. Desde que se conocieron el hombre había mostrado una especie de adoración por el cuerpo de María y ella sentía una especie de debilidad por aquel tipo, maduro, interesante y dominante.

Nunca antes había sentido algo igual por ningún otro hombre. Pero la seguridad, el porte elegante, esos modales y su poder de convicción le resultaban irresistibles.

Un nuevo whatsapp entró en el teléfono de María en medio de la sala de reunión. Ahora se trataba de una secuencia de imágenes en la que ella aparecía a cuatro patas, con sus manos atadas al cabecero y una cinta de cuero con una bola roja la amordazaba. Han se encontraba tras ella tirando de la cadena, sujeta al collar de Swarovski, mientras azotaba su culo con un látigo dejando marcas en sus firmes glúteos. María suspiró al ver la imagen y se recordó sufriendo los latigazos como preludio del número final. El hombre dirigió su polla hacia su coño y comenzó a penetrarla con ganas.

De la boca de María, taponada por la mordaza, apenas salía un sonido gutural ininteligible. La imagen era tremendamente morbosa. Un tipo maduro castigaba el coño de una jefa empresarial más joven:

-Joder, putita, te voy a reventar… -decía esto azotando las nalgas de María.

En un momento dado, introdujo en mango del látigo en el ano de la mujer a modo de plug. Luego la cabalgó sin compasión tirando de la cadena y la melena.

Este recuerdo provocó que María se excitara de manera casi incontrolada. Se le acaloró la cara, de su coño manaba gran cantidad de flujo y era incapaz de concentrarse. Apretaba sus muslos intentando algo de fricción con su clítoris pero no lo conseguía. Al final de las fotos aparecía un texto con unas instrucciones:

"Aplaza la reunión. Ve al servicio y me envías una grabación masturbándote".

Como un resorte, María se puso de pie:

-Bien, vamos a parar un cuarto de hora para descansar. -Sus subordinados agradecieron el receso. Y es que la tensión de estas reuniones con MarIron se cortaba.

María salió apresuradamente de la sala de reuniones hacia el servicio de mujeres. Buscó un váter libre y se metió dentro. Colocó su IPhone 12 en posición vertical sobre la cisterna y le dio a "grabar":

"Esto es para ti…"

La mujer se subió el vestido mostrando la franja de vello púbico que lucía su coño. Colocó una pierna sobre la taza haciendo que su coño se abriera expuesto a la cámara del móvil. Palpó con sus dedos para demostrar lo mojada que se encontraba:

-Mira como me tienes cabrón.

Luego comenzó a masturbarse frente al móvil recordando como Hans se la había follado atada al cabecero de su cama hasta correrse dentro de su coño. Inundando sus entrañas. Moviendo los dedos frenéticamente sobre su clítoris y mirando de manera lascivas a la cámara del móvil sintió como su cuerpo se tensaba. Las fuerzas de sus piernas flaquearon y de su garganta salió un aullido que no pudo evitar. Tuvo que sentarse en la taza del váter para no caer. Segundos después paraba la grabación de su móvil y se lo enviaba a Hans...

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