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Incesto en París
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi nombre es Nareth, soy alta, tengo veinte y pocos años, estoy entradita en carnes, lo que hace que mis tetas sean generosas, tienen areolas rosadas y pezones normalitos, tengo el coñito depilado, y soy guapa, algunos hasta dicen que soy muy guapa. No me atreví a enviar yo la historia a CuentoRelatos, así que me valgo de Quique para hacerlo.

Era la noche del 1 de enero de 2021. En la calle llovía a cántaros y hacía frío, pero entre las cuatro paredes de la habitación del hotel hacía un calor que quemaba. Llevaba puesto un vestido negro y calzaba unos zapatos del mismo color… De rodillas le bajé el pantalón a mi padre, y cómo no llevaba ropa interior me encontré con su verga parada. Mirándolo a la cara y cogiendo sus nalgas le lamí las bolas y la verga, lentamente, luego se lo meneé y lo succioné. Él me agarró la cabeza y me la clavó profundamente en la boca decenas de veces… Me miró y me preguntó:

-¿Te gusta? ¿Te gusta sentir mi polla en tu boca mientras se pone más y más dura?

Mamando cómo una viciosa que soy, asentí con la cabeza al tiempo que de mi boca caía saliva mezclada flujos de su polla.

Al rato sentí cómo contraía las nalgas, cómo me llenaba la boca de leche y escuché cómo me decía:

-Traga, trágatelo todo, putita mía.

Tragué lo que pude, ya que la tremenda verga de mi padre había descargado cómo si fuera la de un caballo.

Al acabar de correrse me preguntó:

-¿Te gusta mi leche?

Yo ya estaba caliente cómo una perra. Limpiando mi boca con el dorso de la mano, le respondí:

-Sííí.

Me dio un azote en el culo, y me dijo:

-Ahora te quiero ver desnuda y a cuatro patas enfrente del balcón. Te voy a romper ese delicioso culo que tienes.

Me puse en pie, me desnudé y después me puse a cuatro patas delante del balcón de la habitación. A lo lejos se veía la torre Eiffel. Giré la cabeza y le dije:

-Estoy deseando que me rompas el culo, papi.

Mi papi se puso frente a mí y me dio una bofetada.

-Acá no, putita, acá no soy tu papi, acá soy tu macho, acá no soy tu papi y tú eres una putita porque las niñas buenas no cogen con sus papás.

Se puso detrás de mí, me abrió las nalgas y me metió la punta de la lengua dentro del ojete, después me lo lamió y me amasó mis esponjosas tetas con las dos manos. Luego me metió dos dedos dentro del coño mientras me azotaba las nalgas y decía:

-¿Quieres correrte, putita?

Le respondí:

-Sí, papi, sííí.

Me azotó las nalgas media docena de veces.

-¡Qué acá no soy tu papi!

-Sí, papi, sí.

Cómo podéis ver me va la marcha, y a mi padre también le iba. Me volvió a azotar otras seis veces. Después me volvió a comer el culo y a amasar las tetas, para luego meterme un dedo en el ano, y decirme:

-Aguanta y ábreme el culito o te dolerá. ¿Entendiste?

-Sí.

Me relajé.

-Así, relájate.

Puso su polla de 23 centímetros en el ojete y de una estocada metió la mitad. Lo apretada que tenía la polla dentro del culo junto a mi llanto le produjeron una excitación descomunal. Me folló por el culo, sin compasión. Gritaba cómo loca. Mi padre jalando mi cabello, dijo:

-Gritas cómo una perra al follarte el culo, pero lo disfrutas -me metió el dedo pulgar dentro del coño-. Mira cómo tienes de mojado el coñito.

La habitación olía a sexo y se escuchaban los ruidos del cuerpo de mi padre chocar con el mío. Mi padre cambió de agujero. Me la metió en el coño y me volvió a dar a romper… Mis gritos de dolor se volvieron de placer, y al rato le decía:

-¡Me vengo, papi, me vengo!

Sintiendo mi coñito apretar su polla, me lo llenó de leche. Temblando él y sacudiéndome yo, nos olvidamos del mundo por unos segundos.

Después de gozar nos metimos al baño. Bajo la ducha me dijo:

-Mañana es tu gran día.

Lo miré a los ojos y le dije:

-No quiero casarme con él, papi.

Se puso detrás de mí. Con una mano me acarició la cara, con la otra la vagina, después me penetró lentamente y me dijo:

-Es muy rico, nunca te va a faltar de nada.

-Ya, pero solo de pensar que mañana tengo que coger con él…

-Sí, mi niña, de mañana en adelante te cogerá cómo él quiera, pero esta noche eres mía, solo mía.

Me sujetó el cuello y me dio leña hasta que me vine… Al venirme sentí tanto placer que perdí el conocimiento.

Nareth.

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