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Infiel con un primo mío
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Luego de hacerlo en Mollendo con el primo de mi esposo, mientras él dormía borracho, no podía sacar de mis fantasías dos cosas, hacerlo cerca de mi esposo y hacerlo con alguien de su familia o la mía. Al volver a Lima busqué a mis dos amigos y me encontré algunas veces con uno y otras con el otro, pero nada podía sacar de mi mente ambos deseos, el de coger con el riesgo de tener a mi esposo cerca y el de coger con un familiar.

Como a las 3 semanas de nuestra vuelta a Lima quedé en tomar un café con mi prima Victoria. Ella es un año menor que yo, crecimos en el mismo barrio y fuimos al mismo colegio, más que una prima es mi mejor amiga y mi confidente. Es casada también. Conoce todas mis aventuras y conozco su muy larga relación con un hombre casado, con el que ya tiene 8 años, al que incluso me presentó. Ella me molesta de calzón flojo y yo la cargo diciéndole bígama pues en la práctica tiene 2 esposos y, además, cela a ambos en interminables crisis que me causan más risa que otra cosa.

Nos encontramos y ni bien abrí la boca le conté mi experiencia con el primo de mi esposo. Ella empezó a reírse y reírse y me dijo “Pobre Rolando, si se entera se muere” y seguía riéndose. Yo no entendía nada y le pregunte

-A que Rolando te refieres

-A nuestro primo pues tarada, jajaja

-Que hablas, que tiene que ver Rolando con esto

-¿Qué no sabes? No seas tonta, no te hagas.

-¿no sé qué?

-Que Rolando está enamorado de ti pues cojuda.

Me quede muda un instante y pensando. Rolando tiene un año más que yo, primo de ambas y también del mismo barrio, siempre fue nuestro compinche. Se casó algunos meses después que yo y jamás encontré en mi mente ni la más mínima insinuación para ser algo más que primos.

-¿Por qué dices eso?

-Todos los primos sabíamos que él se moría por ti.

-Nunca me dijo nada, ni siquiera insinuó nada

-Pues decía que “siendo primos, era un imposible”.

Rolando de niño y joven era algo rollizo, no gordo, pero sí lo que nuestras mamás decían “fuertecito”. Con los años no subió ni un kilo y pasó de ser un joven “fuertecito” a un maduro fuerte. Pesar 75 kilos no es lo mismo a los 15 que a los 40. No se veía nada gordo, tampoco un fitness o un culturista, pero estaba bastante bien, lo había visto más de una vez y le había dicho “primo que guapo estás”. Y me reía de cómo se sonrojaba. Jamás imaginé que él tuviera alguna intención conmigo.

Le pedí a Victoria más explicaciones y me soltó un largo rollo. Del pasado y del presente y concluyó preguntándome ¿Conoces a su esposa? Claro que la conozco le respondí. Fui a la boda y desde entonces, ya muchos años después, no encontramos siempre en las reuniones familiares.

-¿A quién se parece?

-Ni idea

-Jaja, que no te das cuenta que se parece mucho a ti

-No, en serio que no le respondí.

Me quedé pensando y seguimos charlando un poco de Rolando un poco de mi reciente aventura un poco de sus celos con su amante casado. Nos despedimos y al volver a casa entre al Facebook, busqué a Rolando, quien justo unos días atrás había colgado una foto suya en un reconocimiento en su trabajo. Se veía muy bien de terno. Le puse like.

Menos de un minuto después me escribió

-Gracias prima por el like

-Coqueto, ¿le has escrito a los 150 que lo pusieron antes?

-Claro que no primita, sólo a mi prima favorita

-Anda, ¿A que ahora soy la favorita, quien se ha muerto?

-Jajaja, siempre fuiste mi favorita

Conversamos un buen rato, como nunca antes. Y finalmente le dije que sería bueno vernos. Aceptó y quedó en avisarme cuando podría.

Al día siguiente me dijo que si quería acompañarlo a un Irish Pub en Miraflores, al que iba siempre. Quedamos para el jueves, dos días después. Todos los primos sabíamos de sus gustos y alguno de los varones lo había acompañado alguna vez. Pero hasta donde yo sabía, ninguna de las primas. Se lo dije y me repitió “es que eres mi prima especial y favorita”.

Llegó el jueves. Por el morbo me puse la misma ropa que había usado en Mollendo. En Lima hacía más frío esos días, pero el morbo no me hizo sentirlo. Hasta el mismo bikini que se había manchado con semen. Le dije a mi esposo (para evitar comentarios y preguntas) que me reuniría con dos amigas del colegio a tomar unas cervezas. No preguntó más y se sumergió en su trabajo.

Nos encontramos a una cuadra del bar. Estaba muy guapo, con jean, remera negra de un grupo de rock y casaca de cuero. Pocas veces lo había visto así, pero supuse era su atuendo “de sus cervezas de jueves solitarios”.

Fuimos al bar. Lo saludaban todos los mozos y algunos clientes. Finalmente, se le acercó un mozo y le dijo “Señor Rolando, es un honor que nos visité por primera vez con su esposa”, sentí como se puso nervioso y me di cuenta y reaccioné. Lo abracé fuerte, le di un beso en la mejilla y cerca de sus labios y dije “vine a marcar mi territorio, no quiero que me roben a mi lindo esposo”.

El mozo me respondió “no se preocupe señora, que el Señor Rolando es un hombre de barra, sólo toma 3 ó 4 cervezas y vuelva a casa como un ángel”. Por como lo dijo, y conociendo a Rolando, supe que era cierto. De hecho, no debía importarme, pero me sentí bien, lo debo reconocer.

Siendo dos, ya no sólo “el hombre de barra”, nos instalaron en una mesa pequeña y pedimos las cervezas. Rolando hablaba muy poco, casi monosílabos. Estaba muy perturbado. Con las manos de ambos sobre la mesa me di cuenta que él y yo teníamos puestos nuestros anillos de matrimonio.

Cogí su mano y le pregunté ¿Qué te pasa? Me miro y me dijo “siempre he soñado con este momento. Ha llegado y no sé qué decir. Lo siento Marta”

-En qué momento dejé de ser tu prima linda para ser “Marta”

-Eres Marta, mi prima más linda.

-Hum, me dijiste Marta. No prima.

-Discúlpame si te incomodé. Pero me pareció lindo usar tu nombre.

-Lindo ¿Por qué dices eso?

-Es que me gusta tu nombre y quería decirte alguna vez así.

Estaba muy turbado. Incluso podría decir que la estaba pasando muy mal. Me sentí algo frustrada y sin saber qué hacer. Cogí su mano, la puse sobre mi mejilla y le dije “Rolando, tú eres especial para mí”.

Acarició mi mejilla con una ternura que es difícil de describir. Jamás había sentido ese respeto y ternura al mismo tiempo. Me sentí una adolescente en su primer beso. Me acerqué a él y lo besé. Fui correspondida. Le mentí y le pregunté porque nunca me había dicho nada, que yo sabía que le gustaba y él a mí. Que siempre esperé me dijera algo, pero que me cansé de esperar y seguí mi camino.

Seguía sin poder responder coherentemente. Seguimos besándonos. Cada vez más apasionadamente. Supe que, si no daba el primer paso, él nunca lo daría. Le dije directamente “quiero ser tu mujer”. El me miró y me dijo “estás segura”. Le respondí que sí.

Terminamos la cerveza. Salimos cogidos de la mano. Caminamos por el barrio y en el primer hotel que vimos, entramos. Al entrar a la habitación me desnudé y él me dijo “acuéstate mi amor”. Fue la primera vez que usó esa palabra y parecía dicha con toda la ternura del mundo.

Me acosté. Cerré los ojos y dejé que él me besara. Me beso todo el cuerpo, subía y bajaba, besándome toda. Tras varios minutos sentí que separaba mis piernas. De pronto su lengua exploraba y disfrutaba mi entrepierna. En ese momento cumplía mi fantasía se ser de otro primo. Llegué con su lengua en mi coño. Eso lo excitó. En ese momento abrí los ojos y lo vi desnudo.

Volví a cerrar los ojos. Levantó mis piernas, las abrazó con sus brazos y las llevo hacia mi pecho. Se arrodilló frente a mí. Levantó mis nalgas y me penetró. Hasta ese momento no le había visto su pene y sin haberlo visto supe que era grande y grueso. Sentí como entraba en mí y sentí el placer que sólo un pene grande puede dar.

Estuvimos unos minutos en esa posición. Casi sin hablar y la sacó. Con sus manos, muy fuertes, me dio vuelta. Entendí lo que él quería y me puse como perrita. Él siguió de rodillas y me hizo suya en esa posición. Tuve un nuevo orgasmo. Él se acostó y yo me puse a cabalgar sobre él. Casi todo el tiempo estaba yo con los ojos cerrados, pero cuando los abrí, sentí que me miraba, me dijo “te amo Marta”.

Llegó y llegué.

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