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Insana relación

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-¿Qué fue lo que hicimos?, ¿pero qué carajo hicimos? 

Ella lloraba en silencio ocultando su rostro con el móvil en sus manos.  Tomé el mío y comprendí el porqué lo hacía.

*******

Era casi Navidad y hacia frio; llegué a casa ya tarde y aún había luz y movimiento en casa.

-¡Hola papá! –dijo mi hija al pasar cargando una caja– ¡mamá!, llegó papá.

-¡Qué bien que llegaste!, ¿Qué tal tu día? –me preguntó mi esposa a mitad de escalera.

-Movido –comenté –aún no sé si pueda llegar a tiempo con ustedes.

-¡Ni lo pienses! –dijo apuntando su índice hacia mi– ahora más que antes tienes que llegar, la cuñada se va contigo.

-¿Cómo dices?

-¡Que se va contigo!, va a entregar la casa ese día y no tiene como irse.

-¿No se puede quedar tu hermano?

-Él se lleva a mis papás y salimos antes para recoger a sus suegros, ¿no lo recuerdas?

-Mujer, ¿Cómo comprometes mi tiempo?; ¿Qué pasa si no puedo salir temprano o llegar ese día?

-Vas a llegar –Dijo tomando mi hombro y dando por terminada la plática.

Los días siguientes pasaron volando, un día antes mi esposa y familia salieron con rumbo a la cabaña de los suegros de mi cuñado donde festejaríamos la Navidad; los despedí temprano en la puerta de la casa.

-¡Manejen con cuidado! –grité cuando los autos se pusieron en movimiento.

-¡No salgan tarde mañana! –fue la respuesta de mi esposa– los esperamos.

El día de Navidad recibí una llamada por la mañana, era mi cuñada confirmando que estaría lista a la hora convenida y que me esperaba; tendría que apurarme a dejar todo terminado. Tiempo después volvió a llamarme para pedirme que sería mejor si la recogía en el lugar donde entregaría la casa, su negocio es en bienes raíces y una de las propiedades a su cargo se entregaría ese día.

Llegué justo a la hora; dentro del inmueble se escuchaba un ambiente festivo, toqué a la puerta y fue ella quien me abrió.

-¡Qué bueno que llegaste! –me dijo con voz angustiada -¡no sabía cómo quitármelos de encima!

Al correr la vista al interior pude ver a tres hombres en la barra de la cocina, botella en mano y en claro estado de ebriedad.

-No te apures –la tranquilicé –yo me encargo.

La tomé de la cintura y nos dirigimos al interior.

-Señores, les presento a mi…

-Soy su esposo –me adelanté sin dejarla terminar –mucho gusto.

Respondieron mi saludo con evidente enojo, si tenían un plan para con ella estaba claro que no iba a pasar.

-Querida, si ya terminaste será mejor que nos vayamos, aún tenemos cosas por hacer y se nos hará tarde; caballeros, fue un placer conocerlos –esto último dirigiéndome a ellos sin dar pie a una respuesta.

Ya en el auto y en camino a su casa a recoger sus objetos personales me dijo:

-Han estado tras de mi desde hace algunas semanas, los soporté porque quería terminar la venta; por principio no fue un problema pero después que comenzaron a beber iniciaron las insinuaciones y de no ser por ti no sé qué hubiera pasado después.

-De haberlo sabido hubiera llegado contigo –dije –al menos te los quitaste de encima.

Llegamos a su casa cuando comenzó la lluvia, le comenté que saliéramos cuanto antes para evitar caminos anegados pero dijo que mejor esperáramos a que pasará, que sería mas seguro.

Tomé asiento y revisé mi teléfono; solo un mensaje de mi hija diciéndome que tuviera cuidado al conducir y que nos esperaban.

Al poco rato bajó y me ofreció algo de tomar, no estaba por hacerlo ya que conduciría mas tarde pero se lo acepté por cortesía; con dos tragos en sus manos se sentó frente a mi.

-Aún no te he dado las gracias por ayudarme –dijo alcanzándome el vaso –todavía estoy nerviosa de pensar que se hubieran puesto en violentos.

-Nada tienes que agradecer –le respondí –no es la primera vez que tengo que lidiar con este tipo de personas, recuerda mi trabajo anterior.

-En ocasiones quisiera que mi esposo fuera así, siempre es muy tranquilo.

-Pues ante ellos es así –dije –así me presenté y ojalá sirva para que no te vuelvan a molestar.

-¡Es cierto! –recordó –¡eso les dijiste!, que se cuiden que tengo un esposo matón.

Ambos reímos por la ocurrencia; se levantó y, sin pedírmelo, tomó mi vaso y se dirigió al bar.

-Si tomaste con ellos sería mejor que ya no sigas haciéndolo –alcancé a decirle al momento de servir los tragos.

-Me siento bien, de cualquier forma tú manejas y puedo dormir mientras lo haces.

-Entonces debo ser yo quién debe dejar de hacerlo –dije esto al tomar el vaso que me ofrecía.

-Solo uno más, no quiero hacerlo sola.

Ese trago se convirtió en otro más y otro después de ese, pasado un tiempo la botella se terminaba no así el torrente en que se había convertido la lluvia.

-Será mejor que les llame para avisarles que vamos atrasados –le comenté –además me siento un poco mareado y sería mejor esperar que se me pase.

-Mejor no los preocupes –alcanzó a decirme desde la barra abriendo la siguiente botella –aún estamos en tiempo.

Sabía que no sería conveniente seguir tomando y que tampoco lo era estando solo con ella, tuvimos juntos un pasado que, a excepción de nosotros, nadie más conocía.

-Ya no tomes –le mencioné –ambos sabemos el porqué.

-Lo hago para no acordarme –dijo bajando la vista –aun no me perdono el haberlo hecho.

-Ambos dijimos que íbamos a olvidarlo –dije queriendo quitar tensión al ambiente.

-¿Pudiste hacerlo? –dijo clavando su mirada en la mía.

-No.

Se sirvió y tomó de un solo trago, sus ojos se llenaron de lágrimas; se acercó a mí, me abrazó recargando su cabeza en mi hombro y su desahogo manchó mi camisa.

-¡Por más que trato no puedo olvidarte!, es una tortura cuando estoy con él y en el único que pienso es en ti.

Mi silencio no logró más que aumentar su llanto. ¿Cómo pedirle perdón cuando lo pasado fue por mi culpa?, ¿Cómo decirle que sigamos adelante cuando era claro que no sería posible?, ¿Cómo decirle que lo olvidara cuando yo tampoco podía hacerlo?; era cierto que no habíamos vuelto a tocar el tema y que evitaba a toda costa estar cerca de ella, pero el destino parecía estar empeñado en juntarnos.

-Te amo –dijo –todo este tiempo no he hecho más que mentirme.

-Sabes que eso no es posible -dije un tanto sorprendido -ambos tenemos familia.

-¿Y acaso crees que no lo sé?, ¿dime como hago para olvidarte? –dijo esto último viéndome a los ojos.

No pude soportarlo más tiempo, la abracé y nuestros labios se juntaron. En adelante no hubo más palabras, no fueron necesarias; solo el lenguaje de nuestros cuerpos era el que conocíamos a la perfección.

La tomé en brazos y la llevé al lecho, de pie al lado de su cama comencé a desvestirla mientras ella hacia su parte conmigo sin dejar de besarme con brusquedad. No había sutilezas, no había juegos previos; lo nuestro era así, burdo, tosco, casi salvaje.

La tiré a la cama y jalé sus piernas hasta dejar sus nalgas al borde, las levanté y me di a la tarea lamer ese sexo que me embriagaba con solo olerlo, lamía toda la raja desde el culo hasta el mismo clítoris como si la vida me fuera en ello. Pronto sus jugos inundaron mi boca y yo, sediento, me daba a la tarea de no desperdiciar nada.

-¡Me matas! –dijo aprisionando mi cabeza contra ella mientras levantaba aún más sus piernas -¡cómeme!, ¡y no pares hasta que me corra en tu boca!

No había necesidad que me lo pidiera, si de algo estaba enviciado era de esa raja.

-¡Me vengo!, ¡Hay Dios mío me corro! –gritó mientras un temblor recorría su cuerpo y sus piernas atenazaban mi cabeza impidiendo moverme -¡Sigue, no pares!, ¡No pares!.

La quité de encima sin cumplir su pedido y, sin que ella lograse aun recuperarse, coloqué mi falo en su boca incrustándolo hasta que mis testículos tocaron su barbilla.

-¡Espera! –dijo esto después de sacarlo de su boca tras una arcada -¡vas a hacer que vomite!

Sin hacer caso alguno a su queja volví a meterla a su boca, esta vez ya sin sorpresa pudo adaptarse al ritmo que daba a mis embestidas; tomaba su cabeza con una mano mientras con la otra incrustaba un par de dedos en su concha, logrando recuperar la excitación perdida al abusar de ella.

-¡Ahhh! –suspiró al salirme de su boca tratando de recuperar el aliento -¡me vas a matar!

Levanté sus piernas y, con brusquedad, me incrusté dentro de su concha de un solo golpe.

-¡Ah, si! –dijo al sentirme –¡como extrañaba tu verga!

-¡Aquí la tienes!, y te la voy a seguir dando mientras sigas siendo mi puta –le dije, aumentando el ritmo de la penetración.

-¡Trátame como quieras, pero no la saques! –esto último atenazando sus piernas alrededor de mis nalgas.

La sujeté de sus senos con rudeza y continué con mis embestidas en su concha, podía ver como se corría con cada golpe de cadera mientras sus gritos inundaban la habitación.

-¡Ya no puedo!, ¡por Dios que ya no puedo mas! –dijo casi llorando.

-¡Sácala!, ¡por favor ya no mas! –imploraba empujándome con sus manos para que me retirara.

En efecto me retiré, pero solo para buscar otra posición; la obligué a hincarse en el suelo mientras recargaba su cuerpo en la cama, ella se dejaba hacer más por cansancio que por convicción; sabía bien lo que se venía y no podía, ni quería, evitarlo.

Me coloqué tras ella, apunté mi falo a su esfínter y, poco a poco pero sin detenerme, comencé a taladrar su puerta trasera.

-¡Hay!, ¡por favor despacio! –me decía mientras sus manos trataban inútilmente de detenerme.

Sujeté sus manos a su espalda mientras con la mano libre le daba palmas a sus nalgas.

-¡Te encanta que te dé por el culo!, ¿verdad mi puta? –dije tomando su cabello y volteando su cara para verla sufrir mi acometida.

-¡Para por favor!, ¡me duele! –me suplicaba llorando.

-¡Después vas a pedirme que no la saqué!

-¿Por qué me tratas como una puta? –preguntó

-Porque en el fondo lo eres –le respondí soltando sus manos mientras la besaba, incrustando más, si cabía, mi falo en su recto.

-Si va a ser así entonces sigue, ¡rómpeme el culo como quieras y cada vez que quieras!, en adelante ya no pienso ocultármelo, soy solo para ti.

Un dejo de remordimiento cruzó por mi mente, no solo a mi sino también a ella estaba arrastrando en espiral hacia un abismo del cual, con seguridad, ninguno saldría bien librado.

-¡Sigue! –dijo sacándome de mi letargo -¡dame fuerte!

La tomé de su cadera y continué a un ritmo meteórico, con saña, como si el culpable de esto fuera su esfínter; ella no hablaba, estaba cercana a un trance donde mi ritmo acelerado la había llevado, jalaba aire con desesperación mientras sus manos sujetaban la sábana mientras su sexo liberaba jugos con cada golpe que daba a sus nalgas; el ambiente se sentía enrarecido, la cama estaba hecha un asco.

Recargué mi cuerpo al suyo, metí mis manos bajo ella para aprisionar sus senos y, después de un par de estocadas más, terminé llenando su intestino.

-¡Por Dios que me salió hasta el alma! –dije pasado un rato pero aún sobre ella.

Me incorporé para luego ayudarla a hacer lo mismo, necesitábamos higienizarnos con urgencia. Regresamos a la cama, retiré las sábanas y nos tendimos uno al lado de otro; ninguno de los dos habló, el remordimiento nos impidió hacerlo; le ofrecí mi brazo, colocó su cabeza en mi hombro y, junto al efecto del alcohol y el cansancio, el sueño llegó a nuestro encuentro.

*******

Tanto la luz que se filtraba por la ventana como el ruido de voces me despertó ya entrada la mañana, despejé mi vista y me incorporé, volteé mi cara y la vi sentada a la orilla de la cama.

-¿Qué fue lo que hicimos?, ¿pero qué carajo hicimos?

Ella lloraba en silencio ocultando su rostro con el móvil en sus manos. Tomé el mío y comprendí el porqué lo hacía.

-Llegaron porque no respondimos los mensajes, están abajo –dijo esto último con una tristeza profunda en su rostro– pase lo que pase solo recuerda que te quiero.

No terminó de completar la frase cuando se abrió la puerta…

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