Así terminé en La Plata, estudiando psicología y viviendo en una pensión. Mis primos, que vivían en City Bell, consiguieron (no sé de que amigo ni de que forma) un departamentito en el Centro de La Plata para nuestros encuentros. Las sesiones de orgías continuaron y me seguí comiendo a esos guachos hermosos. Pero, a los tres meses, Julián se fue a trabajar a San Pablo y mi harem de primos se redujo, pero no las cogidas entre nosotros.
Un día fui al departamentito porque había combinado con Roque para vernos (y coger, por supuesto), pero antes de llegar, recibí un wassap de él avisándome que no iba a poder llegar. También me pedía que le avise a Omar (un pibe que lo estaba esperando en el bulo). Entré con mis llaves al departamento y me encontré con un pibe de unos 28 años, vestido con una malla ceñida, musculoso, morocho, pintón, acostado boca arriba sobre una colchoneta en el suelo, haciendo abdominales.
– “Hola”, dije, con una voz que delató mi entusiasmo al verlo mucho más de lo que yo deseaba (es que estaba para comérselo y yo ya iba caliente a coger con Roque, entiendan) “¿vos sos Omar?”.
– “Si”, contestó levantándose y corriendo un mechón de sus ojos “y vos, belleza, ¿quién sos?”.
– “Irene, la prima de Roque. Me avisó que no podía venir y que te avise. Y, de paso ¿qué hacés acá?”.
– “Mejor yo te pregunto que hacés vos y porqué tenés llaves de mi departamento”.
– “¿Tu departamento?”, pregunté asombrada.
– “Ahhh, ya caigo. Roque me pidió varias veces el departamento y sospechaba que tenía que ver con una mujer. Lo que nunca pensé es que fuera una belleza como vos”.
– “¡¡¡Che, soy la prima!!!”, le respondí.
– “Con una prima así, me olvido del parentesco. ¿Querés pasar igual? Esperame que me pego una ducha y te invito a un trago”, dijo y sin esperar respuesta, tomó una toalla que había sobre una silla y se fue al baño.
Yo sabía que lo lógico y sensato era que me vaya. No lo conocía y no teníamos relación alguna. Ya le había avisado y ya podía volverme. Pero tenía que elegir entre la pensión calurosa con la promesa de leer al pesado de Freud o tomar un trago en ese departamento con aire acondicionado y un bombón morocho de buen porte. Comprenderán que la opción no presentaba muchas dudas.
Salió del baño con la toalla rodeando la cintura y la duda en mi cabeza pasó a ser si bajo eso había algo más que su miembro (¡¡mi subconsciente era más caliente y libidinoso que yo!!!), se dirigió a la cocina y volvió con dos vasos de whisky con hielo generosamente servidos. Se sentó en uno de los sillones y me indicó el otro para que me siente. Charlamos de boludeces mientras las miradas de ambos indicaban que no era hablar lo que teníamos pensado. Una fina línea de decencia y pudor nos detenía. Pero era muuuy fina.
En un momento se levantó, puso música y me invitó a bailar “¿Así en toalla?”, pregunté. Ni me contestó, fue a mi sillón, me tomó de la mano, me levantó, abrazó mi cintura (¡¡por Dios, que brazo más varonil!!), me apretó contra él y empezamos a movernos al ritmo de la música suave que sonaba. En un momento me puso de espaldas, pegada a él y empezó a acariciar el contorno de mi cuerpo al compás mientras sentía su bulto en mi cola. El primer beso en el cuello me sacó un suspiro y eso le dio rienda suelta. Sus manos fueron suaves a acariciar mis tetas, después una se metió dentro de mi corpiño y me acarició los pezones mientras yo le sacaba la toalla y acariciaba el creciente bulto.
Nos olvidamos de la música para empezar a devorarnos la boca y acariciarnos mientras nos desvestíamos. Cuando quedé desnuda, me tomó de la cintura como si no pesara nada y de golpe y de prepo me puso sobre el sillón, mis manos sobre el respaldo y mis rodillas sobre el asiento y me dio dos buenos chirlos para después seguir masajeándome. Quise reaccionar, pero me tomó del pelo, me acercó la cara y me dijo:
– “No te rebeles, putita. ¿No te gusta un macho que te domine? Dejate llevar”, y siguió acariciándome, besándome y manejándome a gusto.
Y la verdad, me sorprendió, me había puesto tensa y lista a saltar, pero me terminó gustando y decidí ver hasta donde iba. La verdad que no me disgustaba ese hombre poseyéndome y yo dejándolo hacer sobre mí. Se sentía rico y excitante. Sus chirlos nunca pasaron de una dolor ínfimo y su dominio fue siempre cuidadoso y medido. Nunca me habían tratado así y sentirme dominada no me resultó nada feo, al revés.
Puesta en cuatro sobre el sillón tenía mi sexo expuesto y él se dedicó a lamerlo y masajearlo con una experiencia y una sabiduría admirable de los ritmos para chupar y lamer o pasar sus dedos, o jugar en mis agujeritos o usar lubricantes o cada tanto darme un chirlo. La dosificación de sus mimos, pausas, chirlos y lamidas me llevó a mi primer orgasmo. Estaba descansando mi cabeza en mis brazos y volviendo de mi explosión interna cuando sentí su miembro entrando suavemente en mí. Me tomó del pelo y empezó a obligarme a seguir su ritmo, dándome de vez en cuando un chirlito.
– “Vení putita, sentí como te cogen. ¿Te gusta comerte esa pija?”.
– “Si, me encanta. Mucho”
– “Vas a estar un rato largo así mientras te cojo, ¿entendiste putita?”
– “Si, entendí, cogeme mucho”.
Estuvo un largo rato antes de llevarme a otra acabada. Se sentó en el sillón, me hizo ponerme arrodillada en el sillón sobre él y fue penetrándome, tomó mi cola y me hizo subir y bajar sobre su pija. Mientras me miraba, me decía lo linda que era, que le encantaba mi conchita y que era una de las putas más lindas que se había cogido. Yo mientras gozaba todo, su pija, sus halagos, ese potro cogiéndome, sus chirlos, todo.
En ese momento, sentí que la puerta se abría, quise levantarme, pero Omar me retuvo con su fuerza, abrazándome y dejándome pegada a él. Di vuelta la cabeza y vi con asombro a Roque entrando y, para aumentar mi sorpresa, vi que sin esperar un segundo empezaba a desvestirse.
– “¡¡Qué hacés!! ?? ¿Te volviste loco?”.- le dije mientras intentaba infructuosamente escaparme del abrazo de hierro de los brazos de Omar.
– “Para nada primita. ¿O me vas a decir que no te gustó Omar? Te veo muy acomodada sobre su pija”, dijo acercándose, empezó a abrazarme, a sobar mis tetas, a acariciar mis nalgas. “Disfruta que ahora te voy a coger yo también y te voy a hacer disfrutar”
Omar me tenía retenida y seguía moviendo su pija en mi vagina cuando sentí a Roque acomodarse para hacerme la cola. Les pedí que paren, les supliqué, pero me decían que me calme, que era la putita de ellos y que solo me querían coger y hacer gozar. Mientras me besaban, acariciaban y, al rato, me cogían entre los dos. Mi furia fue cediendo de a poco. ¡¡Mierda!! se sentían lindo esas dos pijas y, la verdad, es que los dos me gustaban. Diez minutos después estaba moviéndome frenética y acabé hecha un sándwich entre esos dos machos turros que me sabían coger tan lindo. Roque me ordenó que me quede quieta y estuvo dándole a mi colita hasta acabar al rato.
– “Qué carajo se te dio por hacer esto”, le dije a Roque con los restos de mi bronca, una vez que salieron dentro de mi…
– “Nada primita, pero Omar no quería prestarnos más el bulo y eso significaba que nuestras orgías se complicaban. Y cogerte a vos es muy lindo. Bueno, le dije que vos eras muy putita y que le pagaba haciendo que él también te coja”
– “¡¡Guacho!! Me entregaste, a mí, a tu prima”
– “Pero si te encanta garchar primita y Omar está para garcharlo, ¿o no?”
– “Vamos ricura”, dijo Omar, “no me vas a decir que no disfrutaste conmigo. Y, que yo sepa, no tuve que violarte ni forzarte, ¿o no?”
– “Bueno, está bien, tienen razón. Pero no es la manera”.
– “No, tenés razón”, dijo Roque, pero igual lo disfrutaste. Y si ahora nos pegas una buena mamada, te volvemos a coger, ¿te gustaría?”.
– “Sos guacho primo. ¿Por qué no me chupan y acarician a mí?”
– “Dale”, terció Omar. “Pero después te quiero acabar en esa boca de putita que tenés”.
– “Si papito, por supuesto”, le dije. Cuando al rato los dos estaban lamiéndome y acariciando Roque preguntó
– “Y decime primita, ¿estás en contra de incorporar a tu harem de machos a Omar, para suplantar a Julián?”
De esa manera volvimos a las orgías donde yo era el plato principal y que tanto me gustaban.