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Jugando pádel
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Ellos estaban jugando pádel en la pista de la urbanización. Yo tomaba el sol tumbada en la piscina justo al lado, con el bikini mas pequeño que tengo. No podía evitar mirar como se movían.

A cada saltito su cortísima falda me dejaba ver un culo perfecto por que se había puesto un tanguita blanco a juego con la minifalda, todavía mas pequeño que el de mi bañador. Natalia es una vecina en la que ya me había fijado antes, esta muy buena.

El culito respingón y moreno atraía mis miradas cada vez que un brinco levantaba la pequeña prenda descubriendo sus nalgas duras y perfectas. Parecía un video de tik tok en vivo, su faldita de lado a lado descubría el pubis apenas cubierto.

Aunque su oponente también merecía algún vistazo. Sabia que vivía sola, podía ser un novio pero se parecían mucho, el mismo cabello rubio, los mismos ojos azules. ¿Seria su hermano? ¿Un primo?

Alto, delgado, fibrado, nada mal la verdad. Y bajo ese pantalón corto de deporte se adivinaba un culito prieto y duro, como para clavar los dientes en esas nalgas.

Sabía que de vez en cuando sus ojos, los de ambos, reposaban en mi cuerpo. Sobre mi piel desnuda cuando le ponía bronceador, lasciva, acariciándola e hidratándola. Más de una bola se había perdido por esos despistes.

Acariciando mis pechos cubiertos únicamente por la lycra suficiente para tapar mis pezones. Al ser día de diario no esperaba que apareciera alguien más por allí.

– ¡Hola!, ¿no descansais un rato? Os vendría bien reponer electrolitos.

Me había bajado unos refrescos que les ofrecí amable para que hicieran un descanso. Antes de sentarse en el césped a mi lado él aprovechó para sacarse la camiseta y secarse el sudor del torso con ella.

– Eres muy amable, gracias. Hace mucho calor y ya llevamos un rato dándole a las pelotitas.

– Pues a mí me parece que le has dejado las pelotitas en paz.

Si ella se hubiera quitado el polo hubiéramos visto sus duros y cónicos pechos cuyos pezones se marcaban perfectamente desafiantes en el fino tejido. Estaba claro que no llevaba sujetador.

– No sabía que te hubieras echado novio, Natalia.

– Ja Ja, no es mi novio, Carlos es mi hermano. Y ella es Olga mi vecina. ¿Has visto, tato, la vecina tan buena que tengo?

– ¡Si! Ya veo, ya, esta buenísima.

Nos interrumpiamos al responder.

– Eso explica lo guapo que es. Se ve el parecido de familia. Encantada.

– ¿Me estás halagando? Igual por cierto.

– A los dos y descarada. ¿Os importa?

– Para nada.

– Que lastima no poder sacarnos los sujetadores ni las camisetas aquí. Estoy sudando.

Eso, el top less, no lo permitían las normas de la piscina. Lo que todas obviábamos usando los bañadores y bikinis mas pequeños que podíamos encontrar.

– Te puedo dejar uno de los míos, si quieres quitarte el top. Tengo otro bikini seco en la bolsa. Aunque así sudado, y trasparentandose te queda muy bien. Casi se adivinan los pezones.

– Déjame el suje. Al menos se podrá secar el sudor.

Yo pensaba que me encantaría lamer ese sudor directamente de su piel. Me puse a gatas dándoles la espalda para buscarlo en la bolsa que había bajado. Así ellos veían mi culo, mis nalgas separadas, la gomita del tanga que apenas tapaba el ano y los labios de la vulva marcados en la licra.

Me giré para darle la prenda y sorprendí con agrado las miradas lascivas que ambos me estaban dedicando. Sus ojos clavados en mis posaderas.

Rocé los dedos de Natalia para alcanzarle una prenda que apenas cubriría sus pezones. Su sonrisa al verla me indicó que le agradaba la idea de ponerse tan impúdico trozo de tela.

Sin más tardanza se sacó el polo sudado, dejándonos ver sus preciosos pechos. No pensábamos que nadie mirara así que no se tapó más. Unos segundos más tarde los tenía tapados, por decir algo, con mi sostén.

Tras ponerse el sujetador se sentó con las piernas cruzadas frente a nosotros, lo que levantaba la cortísima falda y nos mostraba la húmeda tela del tanguita. Por lo menos a mí que la miraba justo enfrente.

Tumbada boca abajo en mi toalla, me permitía ver su húmedo tanga introduciéndose entre los labios de su depilada vulva. Sabía que ambos me estaban mirando el culo perfectamente expuesto en esa posición. Sus lujuriosa miradas estaban clavadas en mi grupa. Les ofrecí ir a tomar algo a mi piso, un almuerzo ligero y seguir conversando.

– Si ya estáis cansados podemos subir a casa, os invito a almorzar.

– Tendríamos que ducharnos antes.

– Da igual, con el calor que hace volveríamos a sudar en minutos. Animáos. Y podéis hacerlo en mi piso.

Se miraron el uno al otro como pidiéndose permiso.

– Vale, genial.

Me cubrí la cadera con un pareo de gasa trasparente y no les di oportunidad ni para que se negaran ni para que fueran a buscar mas ropa. De hecho arrimando mis tetas al pecho de él impedí que volviera a ponerse la camiseta. Nadie nos vería en el breve trayecto en el ascensor.

– No hace falta que os tapeis más. Solo vamos a coger el ascensor.

Ya en mi piso les indiqué que se pusieran cómodos mientras dejaba caer las sandalias y el pareo y me dirigía a la cocina. Al volver con la bandeja, meneando el culo, me senté entre ellos dejando que mis muslos desnudos rozaran los suyos.

– Si queréis algo más solo tenéis que decirlo.

Eso sí que iba con doble intención.

– Podría pedirlo, pero creo que tu también quieres pedirlo y darlo.

Me apoyaba en uno o en otro para charlar según me convenía. Tocando su piel con toda confianza. Le dije a ella que podía sacarse la minifalda con toda confianza. Así estaríamos las dos iguales.

– Yo solo estoy con el bikini. Natalia igual te estorba la falda. Con este calor sobra todo.

– Tienes razón, total eso no tapa nada.

Uniendo la acción a la palabra se limitó a ponerse en pie y dejar caer la falda al suelo. La apartó de una parada y dio una vuelta sobre si misma. Estaba claro que a los dos nos gustaba lo que estábamos viendo.

El tanguita era algo mínimo, apenas un triángulo de tela sujeto en su sitio por finos cordones. Aunque había tenido vistazos fugaces de la prenda en la pista de tenis y la piscina por fin pude ver su precioso par de nalgas en todo su esplendor.

Volvió a sentarse junto a mí. Esta vez creo que con toda intención rozando con su duro culito todo mi brazo. Le sonreí y no me lancé sobre ella en ese momento por que su hermano estaba allí y los deseaba a los dos.

Se pegó más a mi muslo rozando nuestras piernas. Me giré hacia Carlos.

– Tira de la lazada. Me parece que te gustaría verme las tetas.

A su confirmado bello hermano le pedí que soltara el nudo de mi sujetador girándome. Con lo cual yo volvía a enseñar más piel que ella.

– Vaya Olga, menos mal que en la piscina no se pude hacer top less. O todos nos pondríamos malitos viendo esas dos preciosidades.

– No exageres, Natalia que las tuyas son impresionantes y más grandes que las mías. Mi suje apenas te cubre los pezones.

– Si que es un poco pequeño para mí. Pero eso lo hace más interesante. ¿Verdad?

En ese momento contestó su hermano.

– A mí es a quién estáis poniendo duro, entre las dos.

Notaba sus manos en mi espalda mientras las mías acariciaban los pechos de ella según la ayudaba a subir la poca tela que los cubría. Notaba su polla dura rozando mi culo detrás de la fina tela de su pantaloncito de deporte.

– Eso me parece que lo estoy sintiendo yo.

Mientras lamía la sal del sudor del cuello de la hermana. La mano del chico pasó por encima de mis piernas para buscar entre sus torneados muslos su coñito.

– ¡Lo sabía! Vosotros os queréis mucho.

– Pero mucho, mucho. No parece que te importe.

– Si me dais un poco de cariño a mi también, en absoluto. Me da curiosidad y morbo.

Las sonrisas lascivas y las caras de morbo decían todavía más que las palabras. Y eso que lo estábamos dejando todo claro.

– Desde luego no te vamos a dejar sólita.

Y cerró mis labios con un lascivo beso. O más bien los abrió más para meter su lengua en mi boca hasta la campanilla. La mía respondió cruzándose y jugando.

Yo ya me besaba con ella. Nuestras lenguas cruzándose con ansia intercambiando saliva que resbalaba por las barbillas cayendo sobre nuestras tetas desnudas.

En mi nuca notaba la lengua del hermano excitándome aún más. Mientras sus habilidosas manos terminaban de quitarnos las pocas prendas que nos quedaban. Y él se libraba de su short de tenis.

Mi tanga desapareció misteriosamente, no he vuelto a encontrarlo, más que en la cadera de Natalia la siguiente vez que nos cruzamos en la piscina. Claro que Carlos me ha regalado un precioso body y unas medias como compensación.

Ella acariciaba mi vulva y buscando el clítoris con la yema de los dedos. Me recostó sobre el pecho del chico babeando mis tetas, el vientre, el ombligo. Por entonces fue cuando me corrí jadeando y gimiendo como una vieja locomotora.

Mientras él me subía sobre sus muslos, ella abría los míos para acariciar los labios de mi vulva con la lengua, mi perineo y el ano. Me lo excitaba, abría. Y yo seguía corriéndome.

Siguió dándome dedos, lengua y saliva en el culo durante un rato. Mientras Carlos besaba mi cuello y hombros y cuando yo giraba la cabeza cruzábamos las lenguas. Al oído me dijo.

– Quiero follarte el culito. Me estaba calentando mucho desde que te lo veía abajo en la piscina.

– Pues adelante, tu hermana me lo ha preparado bien.

Conseguí decir entre suspiros. A fuerza de brazos levantó mi cadera lo suficiente para que Natalia guiara la imponente polla dentro de mi cuerpo. Y desde luego lo hizo por el ano. Una vez bien sentada sobre los muslos de Carlos esta llevó sus manos a mis pechos amasándolos y pellizcando mis pezones con suavidad.

Con sorprendente fuerza los brazos del chico me levantaron hasta clavarme la poderosa polla en mi culo. Ella, entre nuestras piernas separadas, seguía lamiendo todo lo que podía: el clítoris, los labios de mi coño separados por el rabo, los huevos de él, los muslos de ambos, toda nuestra piel.

La postura parecía ideal para grabar un video porno o para que ella se acomodará entre nuestros muslos y pudiera lamer todo mi xoxito y los huevos de su hermano. Como no era una pose cómoda por fuerza el ritmo había de ser lento, justo como a mí me gusta que me follen el culo.

Además de sorber mi clítoris como si quisiera arrancarlo me penetraba con dos dedos. Yo estaba en la gloria siendo el centro de las atenciones de los dos hermanos. Me corría una y otra vez.

Carlos ya no paró hasta que con un fuerte gemido dejó su semilla en mi interior. A mí me temblaban las piernas y Natalia tuvo que ayudarme para poder ponerme de pie.

Tras una rápida visita al baño para asearmos descansamos un rato en el mismo sofá que nos había visto disfrutar tanto. Estuvimos charlando y me contaron como llevaban una buena temporada siendo amantes cuando ninguno de los dos tenía pareja.

– Pero es la primera vez que hacemos un trío juntos y además con alguien que sabe de nuestro secreto.

– Y a quien le da tanto morbo, puedes decirlo. Pero al final yo apenas os he visto juntos. Aunque casi me matáis de gusto a mí.

– Eso podemos arreglarlo.

Y uniendo acción a la palabra cogió a Carlos de la mano y tiró de él mientras ella se recostaba en el sofá. El chico no se limitó a tumbarse sobre ella para penetrarla. Se le había ocurrido otra cosa.

Se giró y buscó un sesenta y nueve con su hermana. Sus rodillas a cada lado de la cabeza de ella dejaban su duro culito en una posición levantada. Como tenía la lengua muy ocupada con la vulva de Natalia no podía protestar por lo que yo le hiciera.

Decidí ver como se tomaba el que yo probara si duro culo. Le di un suave muerdo a una de sus pétreas nalgas antes de pasar la lengua por toda la raja. Tuvo que separar la cara del pubis de su hermana para gemir. Parece que le estaba gustando. No siquiera protestó cuando le clavé un dedo bien ensalivado.

Mientras Natalia le chupaba los huevos a su hermano podía ver perfectamente lo que yo le estaba haciendo. Y parecía aprobarlo por completo. De hecho con las manos sujetaba las nalgas manteniéndolas bien abiertas para mí.

Por fin tenía a los dos hermanos comiéndose ante mí. Sin complejos, demostrando un amor mucho más allá de lo filial y manteniendo mí excitación al máximo.

Cuando Natalia se dedicaba a chupar la polla me dejaba a mí los huevos. A la vez que podía meter la mano entre los dos cuerpos y acariciar los preciosos pechos de mi vecina.

– Bien, pero me gustaría más.

– ¿Quieres que me lo folle?

– Desde luego, quiero ver ese coñito bien abierto con su polla.

– Pues a ello. Túmbate.

Me puse de espaldas en mi propio sofá. Esta vez ella se colocó sobre mí en un sesenta y nueve, dejando al alcance de mi ávida legua su deliciosa vulva. Su hermano se colocó entre mis muslos y fue acercando el glande a nosotras. Para entonces mi vecina ya había clavado la lengua en mi

No resistí la tentación y lo agarré llevándolo primero a mi boca para darle unas lamidas. Luego yo misma lo coloqué entre los labios de Natalia y dejé que él se lo clavara. De un solo empujón se lo metió hasta la empuñadura. Así quedaron sus testículos colgando sobre mi boca.

Podía ver como la polla entraba y salía, sin prisa pero a un ritmo constante. No iba a dejarlo, me puse a lamer todo lo que tenía a mi alcance. Al menos mientras no suspiraba de placer. Notaba cómo Natalia me comía el coño al ritmo de la penetración de Carlos.

Para entonces había perdido la cuenta de mis orgasmos. El cuerpo nos pedía descansar y el tiempo había pasado. Decidimos dejarlo por esa tarde, pero teníamos que continuarlo otro día. Ya fuera los tres juntos o con cada uno de ellos por separado.

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