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Karen: último día de la semana
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Karen estaba alistándose para cumplir su primera semana de trabajo, pensaba tratando de descubrir cómo fue que en 5 días pasó de ser una mujer tímida a convertirse en una adicta al sexo y a ser sometida por un hombre.

No atinaba a comprender como Carlos en un momento pasó de ser su jefe a ser el provocador de 4 días de orgasmos de magnitudes épicas.

Hurgaba en su vestidor, solo con ropa interior color negro, el sol entraba de lleno en su habitación, al bañarla parecía que su piel estaba cubierta de una fina seda, tal era su efecto en ella.

Encontró un hermoso vestido tejido, de botones, entallado, más corto de lo que había estado acostumbrada a vestir, al ponérselo le calzaba a la perfección, como una segunda piel, esta vez el cabello no lo llevaba suelto, se lo recogió y se lo hizo pasar por encima del hombro para llevarlo por el frente, se calzo unas botas negras, que le llegaban hasta las rodillas, que contrastaban con el color gris claro de su vestido.

Salió hacia el edificio desenfadada, esta vez no existía la angustia de hacer bien las cosas, no había apuro en ganarse la confianza de Carlos, su jefe; esta vez el viaje hasta su trabajo fue más placentero.

Llegó a su despacho, pensó que Carlos no estaba, así que comenzó a ordenar papeles que había acumulado durante la semana, no pasó una hora cuando sonó su teléfono, era Carlos, que le indicó, ven a mi oficina Karen.

Ella tomó la libreta de notas (por si se ofrecía) y aceleró el paso hasta la puerta del privado de su jefe, tocó a la puerta y desde dentro se escuchó la voz intimidante de él: pasa Karen.

Al entrar ella notó que había algo distinto en la oficina, era como una estructura metálica, de donde colgaban cables y cadenas, no entendía para que podían ser esos artefactos.

Carlos se levantó de su escritorio con un trozo de tela en su mano, y le indicó: date la vuelta Karen, ella se giró un poco confundida, y de inmediato sintió que todo se oscurecía, Carlos había vendado sus ojos, quería preguntar qué era lo que pasaba, pero Carlos mientras le iba atando el trozo de tela a la cabeza le decía, si te vendo los ojos es para que pongas más atención a tus otros sentidos, para que puedas sentir más; Karen contesto de inmediato: ¿qué es lo que voy a sentir Carlos?

Carlos tomó su mano, y le indico caminar junto a él, mientras le explicaba: vas a sentir todo lo que has experimentado en la semana, pero esta vez todo junto y magnificado, mientras le tomaba de una muñeca y sentía como un objeto metálico le presionaba muy fuerte, después se fue a la otra muñeca donde hizo lo mismo, estaba sujetada de ambas muñecas, no podía moverse Karen, seguido esto se escuchó el accionar de un mecanismo, sintió que sus muñecas se elevaban, hasta que sus brazos quedaron abiertos, dejándola completamente expuesta.

Carlos se acercó, le dio un beso en el cuello a Karen que la hizo estremecerse, le dijo: voy a hacerte sentir el placer que nunca has sentido, de manera inmediata sintió un jalón muy fuerte, Carlos había abierto el vestido de manera brusca, tal vez algunos botones habrían sido arrancados, pero esto no era lo que ocupaba el pensamiento de Karen, ella sintió el aliento caliente de Carlos en una de sus tetas, Carlos las empezó a lamer por encima del sujetador, mientras le decía; vas a sentir un poco de dolor, pero será recompensado con el placer que vas a sentir.

De nuevo sintió un fuerte jalón, esta vez el sujetador fue violentamente arrancado, dejando al descubierto el par de hermosas tetas, blancas, suaves, coronadas con un par de pezones duros, oscuros que Carlos empezó a lamer, uno a uno alternaba su lengua en ambos pezones, luego comenzó a chuparlos, finalmente a morderlos.

Karen sentía como el calor subía desde sus bragas hasta sus senos, calor que fue opacado por otro que venía de fuera: Carlos empezó a vaciar sobre ellos parafina hirviendo de un par de velas que tenía encendidas, Karen se dejó sorprender solo por la primera, una vez que supo lo que pasaba, esperaba que cayera la siguiente gota, cada vez que sentía el piquete hirviendo de la parafina en sus senos, era como un rayo que le recorría todo el cuerpo, no le dio espacio a darse cuenta que de nuevo, sus bragas estaban inundadas, y cada vez más conforme caían más y más gotas de parafina hirviendo por toda la superficie de sus tetas.

De repente las gotas dejaron de caer, había un gran silencio, solo se escuchaban los jadeos de Karen, respiraba de manera acelerada, sentía que los chorros escurrían por sus piernas, pensaba que iba a tener un respiro cuando sintió un fuerte latigazo en el trasero, Carlos había cambiado las velas por un fuste para azotar caballos, propinándole un gran castigo a las nalgas de Karen, alternaba con cada una de ellas, mientras Karen gritaba en cada latigazo, grito de dolor y de placer, nuevamente la medida fue la misma, 10 azotes en cada nalga, Karen estaba de verdad exhausta, se adueñó de la oficina de nuevo el silencio, Karen pensaba, ¿qué es lo que seguirá?

Muy pronto tuvo su respuesta, se escuchó la voz de Carlos que le indicaba: ¡abre tu boca!, Karen lo hizo de inmediato, aun no terminaba de abrirla cuando sintió que ya estaba ocupada toda, la verga de Carlos entro dentro de ella, el usando una silla se acomodó para que su verga quedara exactamente a la altura de su boca.

La verga de Carlos entraba y salía de la boca de Karen, no había tregua, apenas y le daba tiempo de respirar, ella quería sentir en su lengua las venas saltadas de su miembro, quería lamer la cabeza y ¿por qué no? lamer sus bolas también, pero no había tiempo, apenas y tenía un respiro y sentía que esa enorme verga le llenaba la boca, apenas y le daba tiempo a poner sus labios en forma de circulo, para acompañar la entrada de ese pedazo de carne dentro de ella.

Finalmente llego un respiro, Carlos acarició el rostro de Karen ya sin bombear su verga dentro de ella, acariciaba sus mejillas, sus labios, su cabeza, su nuca; ella tímidamente separo su boca del cuerpo de él, una vez que tuvo la certeza que esa masa de carne no invadiría su boca de nuevo, la busco con la lengua, encontrándola muy pronto, no tardo en reconocer su cabeza, la rodeo con su lengua, finalmente le tomo el sabor, recorrió su tronco, hasta que se aprendió cada uno de los caminos que tomaban sus venas, busco sus huevos, los lamio, los chupo y trato de metérselos dentro de la boca, no fue posible, eran demasiado grandes.

Karen continuaba su labor devorando la verga de Carlos que crecía y crecía a cada nueva caricia de la lengua de Karen, era un manjar interminable, ella lo deseaba devorar, pero este se hacía más grande cada vez, en un momento de silencio, escuchó que Carlos gemía, separó su boca de él y le preguntó: ¿te gusta cómo te como la verga amo?

A lo que él le contesto: eres la putita más obediente, hermosa y apetecible que he tenido.

De nuevo Karen preguntó: ¿quieres terminar en mi boca? a lo que Carlos respondió: aun no, todavía falta mucho.

Carlos se acercó a ella, le quitó los grilletes, la tomó en sus brazos y la depositó suavemente sobre su escritorio, la besó en el cuello, le besó los senos, hundió su lengua dentro del ombligo, como tratando de medir la profundidad de este, siguió besando su cuerpo, al llegar a las bragas, la despojó de estas, mientras levantó sus piernas sujetándolas de los tobillos, formando la “V” de la victoria con ellas, se acercó al borde del escritorio y acomodó su tronco de carne en la entrada de la vagina de Karen, mientras esta jadeaba, moviendo su cabeza de un lado al otro, solo atinaba a decir: métela por favor mi amo, métela toda!

Carlos apuntó la cabeza de su miembro en la entrada de la vagina húmeda de Karen y la hundió de un solo golpe, hasta que las bolas de él rebotaron sobre las redondas nalguitas de ella, esto provocó un grito ahogado de Karen, al sentir hasta en lo más profundo de su ser el tronco de carne vigoroso de Carlos sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, desde la vagina hasta la cabeza haciéndola entrar en un trance de placer, a partir de entonces comenzó una interminable serie de embestidas de Carlos, donde cada una de ellas culminaba en el sonido del choque de los cuerpos de ambos, seguidos de un gemido de placer de Karen.

Ella estaba completamente perdida en el placer que estaba recibiendo, aun no se reponía de la embestida anterior cuando ya estaba recibiendo una nueva, los gemidos se confundían entre sí, Karen no podía más y expulsó de si una sonora y abundante eyaculación, al no poder más contenerla después del torrente de placer generado por Carlos.

El orgasmo de Karen inundó el escritorio y llegó hasta el piso, Carlos detuvo el ataque, solo para tomar a Karen por la cintura y de un rápido movimiento la giró, dejándola hincada sobre el escritorio, con las piernas abiertas y el hermoso trasero al aire, desafiante. Carlos volvió a acomodarse detrás de ella, apuntó de nuevo y disparó, solo que este disparo encontró blanco en el culito de Karen, quien de tantos orgasmos tenía más que bien lubricado su culito.

Desde la primera embestida el miembro de Carlos penetró por completo en ano de Karen, provocándole una sensación de dolor inicialmente, pero que de manera gradual se fue convirtiendo en placentera, Karen tenía el rostro completamente pegado a la superficie del escritorio, solamente sentía el ataque feroz de aquel tronco de carne que se le clavaba por el culo y que le brindaba un sinfín de nuevas sensaciones, hasta que de repente sintió un cambio en la velocidad de bombeo de Carlos, después su cuerpo se empezó a tensar, agarrándola firmemente por la cintura y a continuación sintió como un enorme chorro caliente de esperma le inundo su ano, provocándole un último y abundante flujo de orgasmo.

Carlos cayó rendido sobre la espalda de Karen, ambos jadeaban y sudaban, después de un momento Carlos se incorporó pesadamente y comenzó a vestirse, mientras Karen continuaba tendida sobre el escritorio, después de terminar de vestirse, Carlos acaricio suavemente el trasero de Karen y le dijo: nos vemos el lunes y se fue.

Karen al poco tiempo se reincorporó, se vistió de manera lenta, como tratando de recuperar el aliento al tiempo que trataba de ordenar sus pensamientos, después de vestirse y arreglar un poco su peinado, salió de la oficina y se dirigió a su apartamento, mientras se repetía una y otra vez como fue que terminó de esa manera.

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Autor
JORGEFAG
JORGEFAGhttp://jorgefag
Ferviente aficionado de los relatos propios u ajenos (imágenes facilitadas por lectoras y colaboradoras)

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