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La amiga de mi madre (Parte II)

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De repente, escuchamos unos pasos entrar, era Jazmín, una amiga de Maritza.

-¡Hola! ¡hola! ¡Mari! ¿Dónde estás?

-¡Aah! Si, aquí estoy Jazmín, que te trae por acá –respondió Maritza, espantada, sin saber qué hacer.

Sujetó mi cabeza para que me detuviera. Me hizo señas para que hiciera silencio y no me moviera. Ambos nos quedamos allí, en el suelo tras el mostrador, sin movernos. Jazmín se acercó al mostrador esperando ver a Maritza.

-Nada más pasé a saludar, el idiota de Alberto me dejó plantada. ¿Puedes creerlo?

-¿En serio? Que idiota y ¿qué harás ahora? –respondía Maritza desde el suelo indignada por la incómoda situación

-No lo sé, creo que pasaré a casa de Ivana, me dijo que hizo un pastel y ya sabes, le quedan riquísimos, ¿los has probado alguna vez?

De manera picara y atrevida acerqué mi boca a la vulva de Maritza y comencé a lamerla suavemente mientras ella trataba de continuar la conversación con Jazmín.

-¡Oh dios! ¡Sí! ¡Qué delicia! –exclamó Maritza, debido al placer que le daba mi lengua.

-Sí, son deliciosos –dijo Jazmín, creyendo que Maritza le estaba respondiendo.- Oye pero ya sal, ¿qué tanto haces allí? –replicó

-Perdona que no me levante, es que estoy… Emmm… acomodando unas cosas acá abajo, si lo dejo será un desastre.

-Bien, como quieras, oye ¿ya entraron las faldas nuevas que me contaste? –preguntó Jazmín mientras caminaba en la sala viendo las prendas.

Yo continuaba con mi festín, Maritza hacía un esfuerzo sobrehumano para no gemir, sus gestos silenciosos me rogaban para que me detuviese. Pero podía sentir como esa situación la ponía más excitada ya que sus flujos y contracciones vaginales habían aumentado. Metí dos, luego tres y hasta cuatro dedos en su vagina, los sacaba y metía con fuerza estimulando su punto G.

-¡No! ¡No! ¡No! –exclamó Maritza al sentir mis maniobras dentro de ella.

-¡Carajo! Quería estrenar una en la fiesta del miércoles –continuaba Jazmín, quien sin darse cuenta, estaba hablando sola.

-¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Oh por dios! ¡Ouh! –gimió inevitablemente Maritza. Al tener un intenso orgasmo que apretó mis dedos dentro de ella.

-Mari, ¿estás bien? –preguntó Jazmín acercándose al mostrador preocupada.

-¡Sí! ¡Sí! Estoy bien, no te preocupes, solo es un calambre, no es nada. –respondió Maritza, temblorosa pero hábil y creativamente.

Maritza sacó mis dedos de su vagina lentamente y me pidió nuevamente que me detuviese un momento.

-Entonces… ¿te parece si te llamo más tarde? Estoy un poco ocupada por ahora, lamento no poder atenderte apropiadamente –dijo Maritza.

-Bueno, más te vale que me llames, suficiente enfado tuve con Alberto, no quiero rematar contigo. Jaja. –dijo Jazmín mientras caminaba hacia afuera.

-Prometo que te llamaré. Oye Jazmín, hazme un favor y cierra la puerta cuando te vayas, dejaré de atender temprano hoy –dijo Maritza mientras me guiñaba el ojo de manera picara.

-¡Está bien! Hablamos luego. –salió del local y cerró la puerta.

Maritza se sentó en su húmedo y desnudo trasero, sobre un pequeño charco de sus propios fluidos. Me miró cruzándose de brazos con una expresión de reclamo.

-¿Qué crees que hacías muchachito travieso? Estuvimos cerca de que nos descubrieran por tu culpa.

-Pero te ha gustado, ¿cierto?

Nos miramos a los ojos unos segundos y soltamos una carcajada. Mari se levantó, tomó mí ropa, me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Ver ese culo tambalearse a cada paso que daba era maravilloso y excitante. Entramos, arrojó mi ropa, me tumbó sobre la cama, mis piernas colgaban en la orilla y ella se arrodilló entre mis piernas.

-Ahora vas a pagar por tus travesuras –dijo de la forma más sensual que jamás había escuchado.

Recostó sus codos en mis piernas y sin usar las manos, de forma hábil comenzó a succionar mi pene flácido con su boca. Estaba ardiente, salivaba como una perra. De inmediato sus quijadas se abrieron al máximo debido a la enorme erección dentro de su boca, expulsó de una bocanada mi verga dejando solo la punta dentro y comenzó a estimular mi uretra con su lengua. Que delicia, esa mujer era una diosa del placer.

Mi teléfono celular comenzó a vibrar sin cesar. Como pude alcancé mis pantalones y saqué mi celular del bolsillo. Era mi madre, tenía 6 llamadas perdidas y me estaba llamando nuevamente. Miré a Maritza mientras ella devoraba mi verga, ella me miró sin detenerse.

-Contesta –dijo atragantándose con mi pene en su garganta.

-Emmm… ¿Hola?

-Santo Dios muchacho, ¿Por qué no respondes? Ya me tenías preocupada. ¿Dónde estás? –preguntó mi madre al otro lado de la llamada.

-Este... Emmm… pasé a saludar a Maritza y me ofreció un café, no quise despreciarle así que acepté. ¡Ah! Uf! –el placer que me hacía sentir la boca de Mari interrumpían mis mentiras.

-¿Qué fue ese ruido? ¿Qué haces? –preguntó mi madre desconfiada por mis picardías pasadas.

-Ah! Nada mamá, es solo que el café está muy cliente.

Mari se reía de mi estado al ver cómo me estaba haciendo pagar con la misma moneda.

-Ya no te creo nada muchacho, pásame a Maritza, quiero hablar con ella –replicó mi madre.

Le dije a Mari y le pasé la llamada. Mari sacó mi verga de su boca, se montó sobre mí, colocó mi pene erecto y lubricado en la entrada de su vagina y bajó sentándose sobre mí dejándose penetrar la mitad de mi verga.

Recibió el teléfono y por fin respondió.

-¿Hola, Helen eres tú?

-Hola querida, ¿cómo estás?, que gusto saludarte, perdona que te interrumpa, pero Donni no respondía el celular y estaba un poco preocupada.

-Ah no te preocupes Helen, tu hijo es un buen muchacho. Fue mi culpa, yo estaba sola y quiso hacerme compañía un rato nada más. Le invité a un café y se nos fue el tiempo charlando. –decía Mari, habilidosa para mentir.

Mientras mantenía la conversación con mi madre, Mari me cabalgaba, se movía de arriba abajo dejándose penetrar por mi verga. Aunque era una mujer experimentada, su vagina era estrecha y excitante. Yo me movía tratando de penetrarle mi verga por completo, pero ella esquivaba mis movimientos levantándose. Me miraba mientras hablaba y se sonreía picaresca y perversa.

-Te voy a coger como nunca antes te han cogido –le susurré al oído mientras ella acercaba sus labios a mi cuello.

-Bueno, está bien, no lo dejes comer mucho o te vaciará el refrigerador –le decía mi madre.

-¡Ah! ¡Ah!… Gracias por la advertencia, oye Helen, iba a decirte, quizá puedas permitirle a Donni quedarse un par de horas más…. ¡ah! ¡ah!... necesito acomodar unos estantes y la ayuda de un fuerte muchacho como él me sería de gran utilidad –decía mientras trataba de contener sus gemidos y acariciaba mis pectorales, mis brazos y mis abdominales.

-De acuerdo Mari, no te preocupes, solo quería asegurarme que estuviera bien. Tómense su tiempo.

-Te lo agradezco muchísimo Helen, fue un gusto saludarte, te hablo después. –colgó la llamada– ¡Oh por dios Donni! Tu verga es enorme, nunca había tenido algo tan grande dentro de mí.

-Pues ahora la sentirás –dije con ímpetu, y de una embestida metí mi pene hasta el tronco en Mari.

-¡AAH! ¡AAH! Espera, suave, Donni, me estas reventando mi concha! ¡Ah! ¡Auh!

Pude sentir su útero en el fondo de su vagina chocar con mi glande. Una mezcla de fluidos vaginales, seminales y sudor escurrían en la cama. Nuestros cuerpos chapoteaban entre fluidos y sudor.

La vagina de Mari apretaba mi verga exprimiéndola dentro de ella. Se dilataba y se contraía de manera rítmica apresando con fuerza mi virilidad.

-Así que… un par horas más ¿he?

-Jeje, claro muchacho, no iba a dejarte ir tan pronto. –Mari se detuvo, se acomodó a mi lado poniéndose en cuatro para que la penetrara.– ven acá y muévete un poco muchacho.

-Sí señora –respondí mientras me colocaba tras de ella con mi pene dispuesto a penetrarla.

Vi su culo. Quise meterlo en su ano, pero no me atreví, comencé a penetrar su vagina velozmente y con fuerza. Sus nalgas chocaban de forma violenta en mi pubis mientras Mari gemía como una diosa.

-¡OH! Santo cielo, que Dios me perdone por hacerle esto a tu madre. ¡Ah! ¡ah! Así, así, ¡QUE DELICIA! Me estas abriendo como nunca. ¡Ah! ¡Ah!

En medio de las violentas embestidas que le daba a Mari metiendo y sacando mi verga, logré sacarla por completo. Y haciéndome el despistado apunté a su culo y la embestí con fuerza penetrándole el ano súbitamente.

-¡AAH! ¡CARAJO DONNI! ¡QUE HACES! –vociferó adolorida

Los gemidos de Mari se convirtieron en fuertes alaridos. Pude sentir como mi glande expandió su ano a dimensiones inusuales. Mi glande penetró su recto y toda la longitud de mi pene se deslizó entrando hasta lo más profundo Mari.

Su ano tan estrecho se contraía resistiéndose al cuerpo que lo penetraba, pero mi verga ya estaba completamente adentro. Su estrechez ahorcaba con fuerza el tronco de mi verga reteniendo la sangre en mí verga, haciendo que se hinchara aún más dentro de Mari, haciendo más difícil que lo sacara.

-Ahora si eres mía, por fin pude hacer mío ese culo –la nalgueaba con fuerza y apretaba sus glúteos abriéndolos y masajeándolos.

-¡Santo Cielo Donni! ¡Me duele! Me estas partiendo el culo ¡ah! Ah!

-Pues tu culo parece gozarlo ¿no, perra?

-¡Oh! Sí! Que delicia, siento como estas llenando mis intestinos Donni, fóllame, lléname de tu leche calientita, lléname por completa

Comencé a deslizar mi pene hacia fuera, mi glande estaba tan inflamado que se atoraba suavemente en su culo, lo deje dentro y continúe introduciéndole mi verga por completa repetidas veces. Maritza gemía como una zorra, sus gemidos demostraban dolor y placer, mucho placer. Estaba enviciada y fuera de sí.

Maritza comenzó a moverse sola, de adelante hacia atrás rápidamente, introduciéndose voluntariamente mi tremendo cañón por su culo que terminó dilatándose lo suficiente. Sentí un cosquilleo en los testículos que recorrió toda mi uretra, estaba a punto de acabar. Una tremenda eyaculación se desbordó a borbollones de mi uretra rebosando por su ano con cada embestida.

-¡Oh dios! Donni! Tu leche, puedo sentir tu semen llenando mi culo! ¡Qué delicia! –Maritza fruncía el culo exprimiendo toda mi leche dentro de ella. Exprimió hasta la última gota de mi néctar y se derrumbó exhausta sobre su abdomen.

Me recosté a su lado para abrazarla y devorar su boca en un dulce y apasionado beso. Maritza estaba tan ruborizada de tanta excitación y esfuerzo. Su mano bajó a mi pene y lo acariciaba cariñosamente mientras su boca seguía devorando mi lengua en un interminable beso.

-No puedo creer lo que hicimos –dijo susurrando mientras recuperaba el aliento.

-Tranquila, tú te encargabas de mi cuando era niño, ahora yo encargaré de ti.

-Supongo que guardaremos este secreto para nosotros, ¿verdad?

-Por supuesto, siempre y cuando me dejes visitarte más seguido.

-Más te vale que vengas más seguido –replicó Mari, mientras me miraba a los ojos y me sonreía dulcemente.

Después de aquel día las visitas a Mari se hicieron más frecuentes. Encontré una forma de ayudar a Mari en el negocio y ella encontró un amante incondicional. Pero les contaré más en otro capítulo.

Espero que os haya gustado, si es así déjamelo saber en un comentario.

Con cariño, Donni

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