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La cabaña (Día 2 – parte 2): Oportunidades de la vida
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Al momento en que Adriana se fue a su habitación, me quedé pensando en varias cosas, principalmente en ella, así como en Mari y Betsy, con quienes había más encuentros amorosos recientemente, aunado a la presencia de Itzel, con quien solo había cogido una sola vez. Fácil habían pasado dos horas cuando fui sacado de mis pensamientos al momento en que recibía un mensaje de Mari, en donde me avisaba que su hermana estaba a punto de irse. Yo no había tomado en cuenta ese detalle, el cómo Adriana se regresaría a casa, así que me dirigí a la cabaña donde se encontraba mi esposa con sus maletas.

– Anda, deja ayudarte con tu equipaje – tomando las dos maletas que llevaba consigo y dirigiéndome a nuestro auto, pero fui interrumpido por ella.

– Espera, no es necesario, pedí un taxi para que me lleve a casa

– ¿Para qué?, yo puedo llevarte

– No, gracias, me voy en taxi, ya no tarda en llegar

– Pues has lo que quieras – soltando al suelo las maletas para después regresar de nuevo a la playa

Toda mi “escenita” fue presenciada por Mari, Sergio e Itzel, quienes con cara de asombro no entendían la situación, sin embargo se ahorraron las preguntas en ese momento.

Minutos después escuché el motor de un vehículo, se trataba del taxi que se llevaría a mi esposa. Solo volteé para ver cómo ella ingresaba al taxi para después irse. En mi interior sentía enojo, pero era conmigo mismo, estaba liando mi estabilidad matrimonial por mis aventuras, aunque placenteras todas ellas, sabía bien que serían simplemente eso “aventuras”, porque no podría mantener una relación estable a menos que fuera a soportar todo el escarmiento y eso no sería nada fácil.

Decidí caminar en la orilla de la playa, quería despejar mi mente por unos instantes, así que pensé que eso me ayudaría, pero no contaba con la presencia de alguien, ya que de manera repentina fui asaltado por la figura de Itzel.

– Hey, señor – diciéndolo en un tono burlón – deje de caminar tan rápido que ya me cansé de seguirlo

– ¿Cómo? – estaba tan adentrado en mi mundo que no me había percatado que ya había recorrido algunos metros desde la cabaña – vaya, sí que caminé un buen tramo.

– La verdad es que si, por eso no me quedó de otra más que hablarle.

– Pero, ¿por qué me seguiste?, ¿necesitas algo?

– Siéndole sincera, sí. Lo necesito a usted

– ¿De qué hablas?, ¿es que acaso no presenciaste la escena de hace unos momentos?

– Si, lo vi, estaba en primera fila y es por eso que lo seguí, pensé que yo le sería de ayuda

– Por el momento no hay nadie quien me pueda ayudar, más que yo mismo

– No lo creo, yo puedo hacerle olvidar su mal rato

– Niña, no digas tonterías

– ¿Niña?, pero si ya soy mayor de edad con veintitantos años y se atreve a decirme niña

– No lo dije con esa intención, aun así no creo que puedas ayudarme

– No me diga eso, hará que me arrepienta de haberlo seguido hasta acá

– Pues para empezar yo no te pedí que me siguieras, además de que no estoy de humor como para otro problema más

– Yo no soy ningún problema para usted, al contrario, puedo serle de utilidad y regalarle un momento de felicidad con todo esto – al decirlo pasaba sus manos sobre su cuerpo, intentando darme el mensaje de lo que me perdería

– Mira Itzel, te agradezco tu intención de querer ayudar, pero te digo que no, por el momento estoy bien así

– Ande, puede desquitarse conmigo

– No sabes lo que dices, Itzel

– Es en serio, conmigo puede desquitar todo su enojo, su frustración, su molestia, que yo no me quejaré con tal de que yo pueda recibir todo el placer de parte suya

El diablo encarnado en mujer me estaba haciendo tentar, provocaba perder el control con los recuerdos de aquella vez en su casa, quien a pesar de sus veintitantos años sabía bien cómo seducir a un hombre y caer en sus redes.

– Entonces, ¿qué dice?, mire que no soy de andar rogando e insistiendo, solo con usted puedo ser así

– Te lo agradezco Itzel, pero en… – ni siquiera pude terminar la oración, fui callado con un beso de Itzel – espera, ¿qué haces?, nos pueden ver

– ¿Quién? Porque no veo a nadie más por aquí cerca y si le preocupa alguien de la cabaña, de una vez le digo que no se preocupe, que todos están ocupados con sus cosas.

– Pero aun así

– Ya déjese de preocupar – Itzel tomó mi mano y me llevó hacia unos árboles de pino con vegetación alrededor – a ver, yo creo que aquí podemos “conversar” de más cerca – para después abrazarme por el cuello y plantarme un beso.

Al final había conseguido su objetivo, la tentación había ganado, no quedándome de otra más que dejarme llevar, una vez más, por el momento. Le correspondí su beso, comenzando a acariciar su cuerpo y su culo, el short lycra que llevaba puesto facilitaba todo, apretujaba sus nalgas hacía mí, hasta que le bajé su short y para sorpresa mía no llevaba ropa interior.

Desabotoné mi bermuda y la saqué por completo junto con mi bóxer, dejando libre mi verga la cual se aprisionaba con el vientre de Itzel. Ella con su mano izquierda agarró mi verga y la colocó en medio de su vagina para después moverse, comenzando a lubricarla bien, pero yo no quise esperar tanto, necesitaba sacar todo mi pesar, así que la cargué por sus piernas y la coloqué sobre mi verga, la cual despacio fue entrando en su panocha, dándole el último empujón de manera fuerte, provocando un grito de Itzel. Sosteniéndola de su culito y ella de mi cuello, comencé a moverme fuertemente, parecía una pluma entre mis manos ya que la alzaba por completo para que mi verga entrara y saliera totalmente, así estuve por unos minutos más, para después bajarla al suelo y colocarla de espaldas a mí. En esa posición, la tomé de la cintura y comencé a meterle mi verga, Itzel, con sus manos, se recargó de un pino para así poder tener más equilibrio, mientras que yo seguía con lo mío.

Mis metidas eran intensas, sin ningún remordimiento, mi mente divagaba entre mis aventuras y mi esposa, de algún modo estaba tratando de sacar toda mi frustración, mi enojo, y quien pagaba los platos rotos era Itzel.

– Agg… pero que fuerte… mmm… ¡desquítese conmigo!, ah, ah… así… cójame fuerte… recuerde… que estoy… aquí para… ayudarlo… deme verga… la quiero toda… ah, ah…

No resistiría más, tanta intensidad estaba provocando querer eyacular, así que no me quedaba de otra, vaciaría todo mi semen dentro de la puchita de Itzel, la cual estaba llena de espuma blanca producto de sus jugos, y así, llegado el momento, me vine con unas fuerzas que sentí que fue demasiado semen vertido en Itzel. Ella, sin decir una sola palabra, simplemente jadeando, se dio la vuelta, tomó su ropa y desnuda se dirigió a la playa, podía ver ese cuerpo escultural brillar con los rayos del sol. Minutos después se apareció Itzel ya cambiada y con una sonrisa en su rostro, se notaba feliz por haber sido cogida después de tanto tiempo.

– ¿Listo? – me preguntó ella.

– Sí

– Bueno, vayamos a la cabaña, a ver con qué novedad nos encontramos.

Itzel me tomo de la mano para después con un movimiento hacer que mi mano quedara en su cintura, parecíamos una pareja de enamorados caminando románticamente en la arena, pero eso distaba mucho de ser real.

– Te puedo preguntar algo – dijo Itzel

– Si

– ¿Quién de las tres coge mejor?

– ¿De las tres?

– Si, mi tía, mi prima o yo.

– No creo que quieras saber esa respuesta.

– Anda, dígame, prometo no enojarme.

– Si te soy sincero, hasta ahorita Betsy es la que lleva el primer lugar.

– Vaya… Esa Betsy se ve que ha aprendido mucho de mi, pero eso podría cambiar el día de hoy.

Durante el trayecto final a la cabaña caminamos en silencio, ninguno de los dos dijo palabra alguna, simplemente caminamos y caminamos, hasta llegar a nuestro destino. Ya en la cabaña nos esperaban Mari y Betsy, quienes al vernos se acercaron a la puerta, Mari tomándome de la mano y Betsy haciendo lo mismo con Itzel, pero ellas dos se alejaron a su habitación, quedándome con Mari en la puerta.

– Hey, espera, nos puede ver Sergio.

– Sergio… Sergio está roncando de lo cansado que está, escucha – a lo lejos se podían escuchar los ronquidos de él –

– Vaya, pero ¿trabajó toda lo noche?

– Pues me dijo que ayer salió tarde de su trabajo y que hoy tuvo que madrugar para preparar su equipaje y camioneta.

– Mmm, vaya, ahora sí que está sintiendo lo que es trabajar.

– Por cierto, ¿qué tanto hicieron tú e Itzel?

– Nada

– ¿Nada?, no sé por qué no te creo.

– Nada de lo que no hayamos hecho tú y yo.

– Ah, mira, qué chistoso me saliste.

– Ya, no te enojes, pero dejando un poco de lado este asunto, ¿qué paso con Adri?, ¿hablaste algo con ella?

– Muy poco, solo sé que no se está sintiendo bien, tiene dudas de ti, ya te imaginarás por qué.

– Si, la verdad es que lejos de poder solucionar las cosas, creo que las compliqué más.

– Hey, te voy a decir algo y quiero que lo tengas bien presente. A mi hermana no la puedes dejar, una cosa son las aventuras que tienes con nosotras y otra muy distinta a que vayas a deshacer tu matrimonio a causa nuestra. Ella se merece todo lo mejor de ti y nosotras solo lo que podamos recoger de migajas, métete eso en la cabeza.

– Uff… no sabes cómo me agrada escuchar eso de ti, la verdad me quita un poco de peso, y te prometo que haré todo mi esfuerzo por hacer feliz a tu hermana y solucionar las cosas con ella.

– Más te vale, Samuel.

– Lo prometo, ya verás.

– Y cómo ves si vamos a tu habitación, tengo algo fascinante por contarte que no puede esperar a más.

– Pero, ¿qué hay de tu marido?

– Por él no te preocupes, está bien fundido y si acaso se llega a despertar, no podrá salir de la habitación, la cerré con llave, anda, no tengas cuidado, lo tengo bajo control.

Y así, nos dirigimos a la habitación, donde al entrar Mari me pidió que la esperara dentro, que me pusiera cómodo y que ella regresaba en unos momentos, y así lo hice, me quité mi playera, me recosté y por unos momentos sentí que me quedaba dormido, pero justo entró Mari a la habitación.

Sorpresa que me tenía Mari, ya que se había puesto un traje de baño de color negro de dos piezas, cuya parte de abajo era de hilo dental y que apenas cubría por el frente su hermosa vagina, mientras que el sostén le resaltaba sus pechos haciéndolos más apetitosos.

– ¿Te gusta mi atuendo?

– Me fascina, te ves bien sabrosa

– Verdad que sí. Todo sea por satisfacerte

– Pues bien, manos a la acción

– ¡Perfecto!

Mari se acercó a la cama, comenzando a lamer mis pezones, subiendo poco a poco por mi cuello, lamiendo el lóbulo de mi oreja derecha, estaba preparando el terreno para dar su primer ataque, hasta que recordé que Mari tenía algo que contarme.

– ¿Y qué era eso que me contarías?

– Mmm, veo que no te quieres quedar con la duda.

– ¿Es algo bueno o malo?

– Depende de cómo lo quieras ver, para mí es bueno y creo que para ti también lo será. ¿Quieres que te lo diga o lo dejamos para después?

– Podríamos hacer las dos cosas a la vez, ¿no crees?

– Por supuesto que sí.

Mari se acomodó de forma que su cuerpo estaba a la altura de mi cintura, en el sitio exacto para poder tener mi pene en su boca, acción que realizó una vez que me despojó de mi bóxer.

– Y bien…

– Mmm… que impaciente eres Samuel

– Quedamos que haríamos las dos cosas, ¿no?

– Está bien – y así Mari dejó de comerme la verga, para comenzar a masturbarme con una de sus manos, mientras que con la otra procedía a jugar con su vagina

– Pues como sabrás, desde que tú y Adriana se pusieron a platicar en la playa después de comer, nos dimos cuenta que algo saldría mal entre ustedes, digo, porque tanto como Betsy y yo estábamos viendo cómo discutían, hasta que ella entró a la cabaña llorando.

– Ya ni me lo recuerdes.

– Espérate, que esto sigue. Resulta que pues tú te fuiste y Adriana se fue a su habitación, por lo que la nena al ver que su tía iba llorando fue detrás de ella para tratar de consolarla y así lo hizo.

– ¿Y tú como sabes eso?, ¿te lo contó tu hija?

– No hubo necesidad, lo vi en primera fila. Pero no seas desesperado, déjame continuar.

– Está bien.

– Pues al llegar Betsy a la habitación, dejó entre abierta la puerta, por lo que se podía ver bien al interior, afortunadamente para eso Sergio ya estaba comenzando a quedarse dormido. Y ahí estaba Adriana llorando boca abajo en la cama por lo que la nena, primero, se sentó a un lado de ella, acariciándole su cabello con la intención de consolarla, para después recostarse en la cama y seguir con sus intenciones. No podía escuchar mucho de lo que la nena le decía a mi hermana, pero en cierto momento lograron hacer contacto visual, acomodándose frente a frente, por lo que Betsy la acomodó de modo tal que la tenía abrazada, mientras que Adriana tenía su cara justamente en las tetas de la nena.

Betsy seguía acariciándole el cabello, sin embargo creo que fue poseída por la tentación porque después su mano ya no acariciaba el cabello de Adriana, ahora le acariciaba el rostro, secándole las lágrimas, para después seguir su recorrido en uno de los brazos, pero dijeras tú, era algo natural, no, se veía a leguas las intenciones de tu sobrina, porque comenzó a acariciar la cintura de tu esposa, pero por debajo de su blusa, para después llegar hasta la espalda y sin que tu amada esposa se opusiera.

Al ver que no se negaba Adriana, Betsy siguió hasta llegar el momento en que le dio un beso en la boca, y que tampoco se negó en recibir Adriana, y la nena, ni tarde ni perezosa, se quitó su bóxer quedándose solo con su tanguita de hilo, para colocarse encima de Adriana, entrelazando las piernas y con sus rodillas comenzar <zaQa darse placer en sus panochitas.

Era un espectáculo del cual estaba agradecida de presenciar, ya que Betsy aumentaba cada vez más su atrevimiento, desabotonando el short de su tía y quitándoselo, para después la nena bajar los tirantes de su blusa y sacar sus exquisitas tetas, lanzándose nuevamente a la boca de Adriana, quien la recibió sin mayor problema e incluso comenzando a acariciar a la nena por su espalda y, sobre todo, apretujando sus nalgas que ya bien conoces, todo esto lo hacían sin el mayor ruido posible, ya que no querían que las escucharan, pero afortunadamente para ellas yo estaba cuidándolas.

Betsy se notaba más ansiosa por toda la situación, ya que parecía desesperada besando y acariciando todo lo que pudiera acariciar del cuerpo de Adriana, pero claro, no podía dejar pasar la vagina de su tía, ya que una vez despojada de la tanga negra que llevaba puesta tu amada esposa, Betsy se dedicó a lamer y lamer y lamer esa escurriente conchita, toda brillosa y jugosa. Adriana solo se tapaba con una mano su boca, mientras que con la otra apretaba lo más que podía la cabeza de su sobrina con la intención de que succionara toda su vagina, quien la había provocado a tener bien abiertas sus piernas a merced de la boca de Betsy, quien chupaba y mordía el clítoris de su tía.

Pero llegó un momento en que Betsy tenía que subir de nivel, así que se quitó su tanga de hilo y aprovechando que su tía estaba abierta de piernas, se entrelazó con ella, juntando sus escurrientes vaginas y comenzando a darse placer.

– Mira tu verga, Sam, está que explota, la cabeza está bien roja.

– Pues con lo que haces con tu mano y lo que me estás contando, estoy bien caliente.

– Pues entonces es momento de atraparlo en mi cueva, porque mira – Mari hizo a un lado su bikini, mostrándome lo muy mojada que estaba.

– Pero que sabroso eso, anda, ¡súbete!

Sin pensarlo, Mari se subió a mi cintura, hizo a un lado su tanga y se clavó mi verga en todo su esplendor para después solo inclinarse hacia el frente, haciendo movimientos lentos sobre mi pene.

– Lo haré lento, despacio, quiero que aguantes hasta que termine de contarte la historia.

La cara de tu esposa lo decía todo, se notaba que lo estaba gozando, mantenía los ojos cerrados mientras que con sus manos tapaba su boca, aunque por momentos las quitaba para tomar aire, jadear muy bajito y nuevamente taparse. En cambio Betsy parecía ser otra, la verdad es que no creo que estuviese consciente de que con la que estaba cogiendo era su tía, sin embargo ella no hacía ningún otro ruido, estaba completamente concentrada en darle placer a tu esposa.

Fue así que, después de unos minutos, la nena cambió de posición, ahora estaba encima de Adriana pero sin dejar de tener contacto vagina con vagina, continuando sus movimientos, los cuales combinaba con besos, mientras que la tía intentaba masajear las nalgas de la sobrina, pero esta no se lo permitía, ya que le quitaba las manos y las mantenía unidas por encima de su cabeza, pero de forma inesperada se escuchó un ruido que, tanto a mí como a ellas, hizo que dejaran de hacer lo que estaban haciendo, provocando que Adri se pusiera de pie, dándole la espalda a su sobrina con la intención de terminar todo, pero la nena no se daría por vencida, ya que aprovechando que su tía estaba parada, se arrodilló por detrás y abrió el culito de Adriana e inmediatamente se lanzó a comerlo.

Adriana por más que intentaba que la nena dejara de hacer lo que le estaba haciendo, el placer que en ella provocaba la hacía retractarse y continuar gozando, tanto así que no se opuso a la indicación de la nena cuando le pidió sentarse en la orilla de la cama, recostarse y abrir las piernas para después colocarlas sobre los hombres de Betsy, quien continúo comiéndole la panocha a su tía.

Se notaba que Adri no aguantaría más, lo sabía porque arqueaba su espalda, apretaba las sábanas con sus manos y también presionaba la cabeza de su sobrina sobre su vagina, hasta que por fin pasó lo que tenía que pasar, de un movimiento Adri agarró una almohada y con ella ahogó sus gritos de placer, mientras que la nena abrió las piernas de la tía y se bebió con gusto la venida de Adriana.

Betsy continuó comiendo la conchita de Adri, pasando solo unos minutos hasta que Adriana se quitó la almohada de la cara y dejar ver su rostro completamente rojo, producto de la excitación, por lo que la nena se puso de pie así también su tía, mirándose ambas a los ojos sin decir una sola palabra, tomando Betsy la mano derecha de su tía, poniéndola sobre su mejilla izquierda para después tomarle los dedos índice y medio e introducirlos en su boca, llenándolos bien de saliva para después dirigirla directamente hacia su puchita y metiéndolos por unos segundos, sacándolos llenos completamente de sus jugos vaginales para después Betsy lamerlos por un lado, dejando el resto de sus jugos para el deleite de su tía, quien en automático abrió su boca y saboreó el rico sabor de su sobrina.

Pensé que el show seguiría ahora para el placer y gozo de la nena, sin embargo no fue así, de forma intempestiva Adriana sacó los dedos de su boca para decirle tajantemente a su sobrina

– ¡Basta!, se acabó, ¡vete!

– Pero tía…

– ¡Que te vayas!

El tono de voz de Adriana era de enojo, tal vez había caído en cuenta de lo ocurrido y su moral comenzaba a hacerle ver que lo sucedido con su sobrina no estaba bien. Por lo que Betsy salió de la habitación sin siquiera vestirse, dejando su ropa en la habitación para después encerrarse en la suya. Adriana, por el contrario, se sentó al borde de la cama, se inclinó sobre sus piernas y comenzó a llorar, pude notarlo porque sus sollozos así lo demostraban.

De mi parte solo me di la vuelta y me quedé allá abajo esperando a tu regreso.

– Pero que historia, no sabía que Adriana pudiera ser capaz de hacer ese tipo de cosas – decía esto mientras que Mari seguía con sus movimientos lentos.

– Ay, Sam, hay algunas cosas que desconoces de Adriana, digamos que ella era de mente muy abierta

– ¿Cosas como las que hizo con la nena?

– Esas y otras más

– Pero, ¿cómo?, ella nunca me ha platicado de eso

– Por obvias razones, tonto, y ni esperes a que las cuente

– Pero… pero ella es mi esposa, se supone que debemos tenernos confianza.

– No te hagas Sam, por más confianza que tengan entre ustedes, siempre habrá cosas que es mejor no saber, además tú también tienes cola que te pisen, ¿o no?

– Bueno, sí, es cierto lo que dices, pero…

– Pero nada, mejor deja las cosas así y si ella llega a sentir la necesidad de platicarte sus cosas privadas, así lo hará

– ¿Y tú podrías decirme alguna?

– Por supuesto que podría, pero no voy a traicionar la confianza de mi hermana, así que mejor deja de pensar en ella y concéntrate ahora en mí, necesito que me cojas

Sin mayor preámbulo Mari comenzó a cabalgarme, pero ahora sus metidas eran más fuerte, más intensas.

– Ay Sam, no cabe duda… uf, no cabe duda de que estás hecho para satisfacer a la mujer… que verga más sabrosa tienes, pero sobre todo…. Ay, así, así… sobre todo tienes un aguante, que ni Sergio se compara contigo… dame, dame toda tu lechita, quiero leche, ¿me la vas a dar?

– Toda la que tú quieras amor

– Entonces, déjame probar algo que vi en internet

Al oír esto de Mari me sorprendió un poco, no sabía bien a lo que se refería, solo esperaba que no fuera nada raro, pero vaya sorpresa que me tenía, era algo que no esperaba.

Mari se bajó de mi verga para después pedirme que alzara mis piernas, colocándose detrás de ellas, quedando frente a mí, después me pidió que las flexionara hacia mi pecho y que las mantuviera así, sosteniéndolas con mis manos, mientras que ella tomaba mi pene y en esa misma posición se la ensartó, comenzando a moverse para enfrente y atrás, la imagen era espectacular, una posición que nunca había intentado hacer, sin embargo era tan placentero que me dejé llevar, la escena parecía que era Mari quien me cogía a mí.

– Así Sam, déjame cogerte… ¿te gusta cómo lo hago?

– Me encanta Mari

– Entonces lléname de leche… llena de leche a esta puta calenturienta

Vaya que Mari sabía lo que hacía porque no tardé mucho en venirme, era tanta mi excitación que fue mucho semen el que vertí en el interior de mi cuñada, quien una vez concluida la faena solo se paró, bajó de la cama y sin más se fue así, chorreando de semen, sin decir una sola palabra pero sí con una sonrisa de gozo y satisfacción, mientras que yo me quedé ahí, recostado, para después solo taparme con una sábana y quedarme dormido hasta despertar por la tarde.

Ya despierto me di una ducha, para después bajar y toparme en la mesa a Sergio, quien se encontraba solo tomando unas cervezas.

– Que tal Samuel

– Hey, Sergio. Y eso, ¿por qué estás solo?

– Pues no tiene mucho que me desperté, estaba un poco cansado así que dormí un poco y pues Mari está en la habitación durmiendo, mientras que las jovencitas están en su habitación, yo creo que también están descansando porque no he escuchado ruido.

– Ya veo

– ¿Quieres una cerveza?

– Si, te la acepto

Sergio se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina donde estaba el refrigerador, dejando en la mesa su celular, momento en que le llegó un mensaje por Whatsapp, el remitente aparecía como Keren y el mensaje decía “Hola corazón”, después otro “Te extraño mucho, quiero estar contigo” y uno último “Voy a llamarte, pero quiero que me contestes, no me ignores”, pasando solo unos segundo para después comenzar a sonar el celular de Sergio, quien al escucharlo rápidamente regresó por su teléfono, dándome una cerveza, y contestando la llamada, en efecto era la misma persona Keren. No me pude imaginar otra cosa que no fuera alguien de su trabajo y que, posiblemente, tuviera cierta confianza con Sergio como para haberle enviado esos mensajes y que lo más seguro fuera su aventura.

Sergio tardó unos minutos mientras atendía su llamada, se le podía ver un tanto nervioso, continuamente miraba hacia el interior de la cabaña, yo creo que para cerciorarse de que no estuviera Mari presente, y así continuó por unos minutos más, hasta que colgó, al regresar comenzó a platicar conmigo como si no pasara nada.

– Oye Samuel, ¿todo bien con tu esposa?

– Pues más o menos, digo, tú lo viste hace un rato

– Sí, es una pena que ustedes estén pasando por eso, pero por mi experiencia, es algo que podrán solucionar ustedes, solo será temporal, pero al final harán como si no hubiese pasado nada.

– ¿Tú lo crees?

– Sí, con Mari me ha pasado lo mismo y mira, aquí estamos

– Si, espero que también suceda lo mismo

– Oye Samuel por cierto, necesito pedirte un favor

– Dime

– Verás, recibí una llamada de mi jefe, quiere que le ayude mañana a supervisar una casa que está construyendo con un cliente muy importante para él, y pues quería pedirte que de favor te hicieras cargo de Mari y las jovencitas locas porque tendría que irme hoy por la noche para descansar un poco y mañana temprano poder ir con el ingeniero, ¿podrás?

– Si, por supuesto, no te preocupes, yo me hago cargo

– Perfecto, esperaré a que despierte Mari para decirle

Continuamos platicando de otras cosas, no pasando mucho tiempo hasta que Mari se hizo presente, quien muy amablemente se ofreció a preparar la cena, después se sentaron a la mesa Betsy e Itzel, ambas con una cara de felicidad que ya me imagino el por qué. Todos juntos cenamos a gusto, Sergio no hizo mención de su escapada, creo que estaba buscando el momento para poder decirle a Mari. Una vez finalizada la cena, las jóvenes se fueron a la playa, no sin antes advertirles que no se metieran al agua, mientras que Mari y Sergio se encargaban de ordenar la mesa para continuar después en la cocina, por lo que los dejé solos, sería la oportunidad de Sergio para decirle a Mari.

Me dirigí a la playa, el sol estaba ya escondiéndose para darle paso a la noche, quedándome en la carpa, contemplando a ese par de jóvenes que eran unas máquinas sexuales. Ellas no se habían percatado de mi presencia, ambas carcajeaban sin pena, solo llevaban puestas sus licras negras con sus tops y aun así se veían estupendas.

A lo lejos se escuchó el rechinido de llantas, me imaginé que se trataba de Sergio, para después llegar Mari y sentarse a un lado de su hija y sobrina, ninguna de las tres se había percatado de mi presencia, pero de forma repentina tanto Itzel como Betsy, hicieron ademanes de alegría así que decidí acercarme a ellas.

– ¿Y por qué tanta risa?

– Pues verás – comentó Mari – mi querido esposo se acaba de ir, según por un compromiso de trabajo – diciendo esto con tono sarcástico.

– Oh, ya entiendo

– Y pues estamos contentas porque hoy será nuestra gran noche – dijo Betsy- así que prepárate porque hoy no dormiremos, solo cogeremos – levantándose las tres al mismo tiempo para después irse a la cabaña –

Lo que pasó esa noche será algo que jamás olvidaré.

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