Susana aterrizó en el último vuelo del puente aéreo el martes a las 11 de la noche. Con el pequeño trolley azul, que pasó como equipaje de mano, salió con paso firme tratando de esquivar al resto de viajeros hacia el parking. Se dirigió a la plaza 47-B que había memorizado por la mañana. Allí estaba el A-3 negro de empresa que habían dejado los empleados de la delegación de Barcelona.
A las ocho de la mañana del miércoles estaba en un atasco en dirección al hotel Arts, en el puerto deportivo, donde una hora después tendría una reunión con la delegación comercial de la ciudad previa a la decisiva reunión del jueves y viernes con los socios chinos.
Cinco minutos antes de la hora, y tras pedir información en la recepción, entraba en la sala Picasso del hotel. Iba vestida con una falda gris perla a juego con una chaqueta del mismo color de Channel y una camisa blanca de seda abotonada lo justo para permitir un impresionante escote. Los zapatos eran unos “manolos” a juego con el traje. Un maletín de piel Loewe y unos pendientes a juego con un pequeño collar de Swarovski.
Todo esto unido a su imponente presencia física causaba una sensación mitad admiración mitad respeto. Medía 1,77 de altura, tenía una melena rubia, unos ojos verde de gata y unos rasgos marcados que le daban una belleza salvaje.
Nacida en Barcelona hacía treinta años, estudió gestión y dirección de empresas, hablaba español e inglés. Llevaba cuatro años en la empresa y había llegado arriba sin que nadie le regalara nada. Su fuerte carácter era conocido entre sus compañeros y sus subordinados. En las duras negociaciones era inflexible. Así la dirección de la empresa le tenía gran aprecio y reconocimiento.
Después de muchas horas de reuniones, discusiones y negociaciones el viernes a mediodía se firmó un acuerdo por el que la empresa ganaría mucho dinero. A las nueve y media de la noche en el restaurante del hotel habría una cena con los socios chinos.
Susana, una vez terminada la reunión, decidió pasar la tarde en el ático de Paseo de Gracia que la empresa tenía para este tipo de estancias y donde dormía desde que llegó el martes noche. Estaba cansada.
Tras una pequeña siesta y una ducha reponedora, decidió que todo el trabajo se merecía un homenaje. Durante los tres últimos meses había vivido exclusivamente preparando esta reunión. Había estado aislada de su familia, de sus amigos y del mundo en general. Solo vivía para este acuerdo. No salía de fiesta y hacía tiempo que no tenía pareja. Así que decidió hacerse un gran regalo.
Envuelta en un albornoz y mordiendo una manzana conectó su pequeño portátil y buscó por Internet alguna agencia de chicos de compañía. Después de unos minutos bicheando la galería de fotos de una de estas empresas, se detuvo en el anuncio de un chico brasileño:
Fabio.
25 años.
1,92 de altura.
Modelo publicitario.
Culto
Discreto.
Español, inglés y portugués.
Tarifa 250 €/hora.
Toda la noche consultar.
Tras tres tonos de teléfono una voz grave de hombre le atendió. La conversación fue breve. Pactaron 1.000 € toda la noche y ella le pidió que apareciese en traje negro indispensablemente.
Fabio era un brasileño que llevaba afincado en Barcelona cinco años. Como buen carioca había empezado jugando al fútbol pero una grave lesión de rodilla con diecisiete años le retiró. Un año después un cazatalentos de la moda se cruzó con él en un burguer, en la playa de Ipanema. Firmó un contrato con una agencia de modelos y con veinte años dio el salto a Europa. Pese a que había hecho algunas campañas publicitarias de perfumes, la competencia en ese mundo era feroz. Así fue como le propusieron alternar su trabajo de modelo con este otro mucho más lucrativo.
Habían quedado a las ocho y media en la Plaza de Catalunya. Ella le reconocería a él.
Susana entró en la plaza por la esquina noreste, desde el Paseo de Gracia. Justo en el centro estaba Fabio rodeado de palomas. Parecía que de un momento a otro sonaría alguna sintonía pegadiza y él ofrecería los encantos de algún perfume.
Ganaba mucho al natural. Sus 192 centímetros le hacían muy visible para cualquier mujer. Llevaba el pelo corto e iba engominado realzando un rostro anguloso muy varonil. Su perfil de dios griego se remataba con un hoyo en la barbilla y unos expresivos ojos grises. Ella se acercó:
-¿Fabio? -preguntó Susana.
-Sí. ¿Eres Susana? -preguntó el chico un tanto sorprendido. Y es que no era habitual que chicas tan guapas requirieran este tipo de compañías.
-Sí, soy Susana -se saludaron con dos besos -¿Tomamos una cerveza?
Cruzaron por el paso de cebra y entraron en el Hard Rock Café. Se sentaron en la barra y pidieron dos cervezas. Susana le explicó la necesidad del traje ya que asistirían a una cena de su empresa y los hombres debían vestir así. El hombre le comentó que no tenía ningún inconveniente en vestir traje. Mientras él hablaba ella le analizaba. El tipo era realmente guapo y se notaba bastante cómodo dentro de aquel traje de Armani que le sentaba como un guante. Sus poderosos hombros delimitaban una amplia espalda. Sus manos, que movía con frecuencia mientras hablaba, eran muy grandes y sus Martinelli debían ser del número cuarenta y cinco. Susana se sintió muy cómoda en su presencia y la gran conversación de él ayudaba bastante. En cuanto al precio, pensó aquello de “…me lo merezco…” después de tantos meses de secano.
A las nueve y cuarto salieron con el coche hacia el restaurante. Una vez llegaron pasaron a un pequeño reservado donde se estaba sirviendo una copa previa a la cena. De entre tanta gente salió Rafa uno de sus superiores además de amigo personal de la dierctiva:
-Hola Susana. -Saludó efusivo su compañero.
-Hombre Rafa. Ya me extrañaba no verte.
-Susana, no podía faltar a este éxito tuyo. -Alabó su amigo Rafa un poco achispado.
-No, Rafa, de la empresa -contestó ella.
-Susi, yo se lo que has trabajado en este acuerdo. Y es tuyo. Disfrútalo. -Y mirando a Fabio que ocupaba un segundo plano le guiñó un ojo a Susana -lo dicho disfrútalo.
-Gracias. Rafa. -Se despidió ella sonriendo.
-Estás espectacular -le dijo el hombre antes de volver a perderse entre los chinos.
Efectivamente, Susana era un espectáculo. Llevaba un traje negro ajustado, palabra de honor que permitian admirar su espectacular cuerpo. Sus hombros redondeados y suaves al aire eran objeto de comentarios y sus pechos eran imán para los ojos de la mayoría.
A lo largo de toda la cena las miradas de Fabio y Susana se cruzaron y no se podía disimular la tensión sexual entre ambos. Más de una vez Susana pilló a Fabio colgado de sus pechos. A lo que él contestaba con su bonita sonrisa. Susana se sentía deseada por el gigoló y comenzaba a excitarse. Notaba como su sexo ardía y apretaba los muslos uno contra otro. Poco a poco empezó a sentir cierta impaciencia por salir de allí con Fabio.
Tras la cena Susana se apresuró a disculparse y despedirse de casi todos. Mientras rozaba su culo contra la entrepierna del profesional quién respondía con disimuladas caricias a sus glúteos. Después de la última despedida miró a Fabio a los ojos y con cierta lascivia le dijo:
-¡Vámonos ya! -se sentía muy mojada y con unas ganas tremendas de hacerlo.
Salieron a gran velocidad del parking del hotel haciendo chirriar las ruedas del pequeño AUDI. Fabio se colocó de medio lado y agarró el tirador del techo con la mano derecha mientras miraba con ojos de deseo. Susana hizo un par de giros rápidos callejeando hasta que entró en la calle Marina dirección a la Plaza Monumental. Justo enfrente un semáforo en rojo sirvió para que él le tocase el muslo. Ella suspiró y le miró mordiéndose el labio. También le tocó la pierna, la tenía dura como una piedra. Salieron del semáforo segundos antes de cambiar a verde. No volvieron a parar en ningún otro hasta llegar al edificio. La calentura de la mujer era visible en su cara. El hombre la miraba con media sonrisa sabiendo que en poco tiempo la tendría a su merced.
Dentro del edificio salieron del coche y entraron en el ascensor. Estaban frente a frente, mirándose a los ojos. Durante el recorrido por las catorce plantas se miraron con deseo lo que fue aumentando la tensión entre ellos.
Llegaron junto a la puerta del piso 14-A. Susana abrió. Dejó que Fabio entrase primero. Lo hizo con paso lento pero firme mientras se quitaba la chaqueta. Ella entró tras él y cerró con un portazo. Fabio giró sobre sus pies abriendo los brazos, como preguntado a que se debía tanta prisa. Susana no se lo pensó dos veces y se abalanzó sobre él metiéndole la lengua hasta la campanilla mientras le agarraba la nuca. Fabio la agarró por la cintura y la atrajo hacia él al tiempo que la correspondía a su lengua. Dejaron la unión de sus labios y comenzaron a desnudarse. Él con bastante habilidad encontró y bajó la cremallera trasera del vestido dejándolo caer al suelo. Susana quedó tan solo con la ropa interior negra de encaje y unos tacones negros.
Ella necesitó un poco más de trabajo para quitarle la corbata y desabotonar de mala manera la camisa. Un par de botones saltaron al suelo. Pero por fin, ante ella el perfecto torso de Fabio, lampiño, duro. Unos pectorales marcados, una tableta de chocolate que parecía esculpida en piedra. Susana sudaba, su vulva parecía entrar en erupción, notaba como se le hinchaban los labios, sus flujos empapaban su tanga. Estaba presa de una excitación desconocida. Pero es que era ÉL, sí ÉL. Ese modelo que la había vuelto loca hacia unos meses. Durante la campaña publicitaria de Navidad. Fabio era el modelo de aquel anuncio de colonia con el que ella había llegddo a fantasear en sus sesiones onanistas.
Volvieron a besarse. Con un hábil movimiento de dedos él abrió el cierre del sujetador, dejando libres dos pechos redondos, turgentes, henchidos por el deseo y coronados por unos pezones oscuros, erguidos, desafiantes. Fabio fue bajando con su boca por el cuello besándola hasta llegar a ese par de tetas. Con pequeños mordiscos hizo que soltase unos gemidos de placer que harían la delicia de cualquier hombre. Él se sentía poderoso ante ella. Era un profesional y sabía lo que se hacía.
Tras sentir los pechos ensalivados ella le cogió de la mano y se dirigieron al sofá de piel blanco. El culo de Susana, tan solo con el tanga, era un escándalo.
Ella se tumbó en el sofá boca arriba. Fabio se arrodilló en el parqué y se acercó a ella. Con delicadeza le quitó el mojado tanga. La mujer, a la que tan solo le quedaban los zapatos de tacón, abrió las piernas apoyando una en el brazo del sofá y la otra en la mesita auxiliar. La cabeza de Fabio quedó en medio. Delante de él se abría un coño jugoso, caliente, todo rasurado inundado de flujos, deseoso de ser acariciado, devorado, penetrado.
La directiva atrajo la cabeza del gigoló hacia ella:
-COME -le ordenó -Vamos come. Yo pago y tú comes. -Le excitaba la idea de pagar por sexo. Se sentía su dueña.
Él acató la orden y pasó su lengua caliente por toda la hendidura de su vulva. Saboreando ese coño ansioso de sexo:
-Mmm…siii… -acertaba a decir ella.
Fabio, un autentico profesional en la materia, seguía deleitándola. Introducía su lengua en la vagina desde el perineo hasta terminar en el clítoris donde acababa con pequeños mordiscos y lametones. Esto la iba a llevar al orgasmo. Y este llegó como una ola de placer inmenso que hizo que se corriese con un grito incontrolado. Agarró fuerte los pelos de su amante hacia su coño antes de empezar a relajarse con pequeños espasmos.
Fabio se puso de pie para terminar de desnudarse. Susana se relamió de gusto al ver el tremendo bulto que ese marcaba en la entrepierna del modelo.
Con cierta pausa el hombre se descalzó, se quitó el cinturón y se bajó los pantalones y los calcetines. Había dejado para el final los bóxer negros D&G que atrapaban como podían su poderoso pene. Como pudo, Susana se sentó para ver semejante espectáculo. Fabio bajó los bóxer y su polla saltó como un resorte. Los ojos de Susana se abrieron descomunales al ver el enorme tamaño del miembro del modelo de perfumes.
Ante esto la mujer se arrodilló y se dispuso a practicarle una felación. Fabio le acariciaba la melena rubia mientras la cabeza de Susana iba y venía a lo largo de aquel tremendo cacho de carne. Ayudada por sus manos le pajeaba al mismo tiempo que succionaba. Por un momento dejó de chupar y mirándole con ojos de gata le dijo:
-Quiero que me la metas. Que me folles como a una perra. He pagado y quiero sexo salvaje.
Tras dos chupadas más al glande se volvió a tumbar en el sofá y abrió las piernas para recibir a su amante. Fabio apoyó sus rodillas en el sofá y dejó caer su impresionante cuerpo sobre Susana que le recibió con las palmas de las manos sobre sus pectorales para descender tocando cada uno de aquellos abdominales. Él aguantando su peso sobre sus poderosos brazos aterrizó suavemente sobre la mujer. Ella notaba como la punta de aquella polla rozaba la entrada de su rasurado coño y tan solo esperaba el movimiento de cadera que abriese la raja después de varios meses. Cuando por fin hundió su tremendo pene en el coño ella respondió cerrando los ojos y con un largo suspiro de satisfacción. Le abrazó la ancha espalda mientras él empezaba un vaivén provocando en ella una serie de gemidos y suspiros de goce que con frecuencia se traducían en arañazos.
A medida que él aceleraba el ritmo la mujer le rodeaba con sus piernas obligándole a no salir de su interior. Le clavó las uñas en el culo. Fabio se levantó sobre sus brazos e hizo un esfuerzo por llegar lo más hondo posible. A lo que Susana contestó con un grito casi de dolor.
La abundante lubricación vaginal facilitaba la velocidad de la penetración. Esto a ella la estaba llevando al éxtasis:
-Ponte a cuatro patas, vamos -pidió él
Fabio paró para que ella se pudiese colocar. Apoyó su cuerpo en el respaldo del sofá y sus piernas en el asiento de manera que ante él se ofrecía una visión perfecta de su ano y su vagina. Fabio se colocó justo entre sus piernas, apuntó con su glande hacia su coño y de un golpe seco se la incrustó hasta el fondo. Ella gritó y se agarró fuerte con las manos al sofá:
-Así, joder, así.
El modelo la agarró por las caderas y siguió con un incesante bombeo. La follaba sin tregua, con todas sus fuerzas. Le tiró del pelo haciendo que su cabeza se fuese hacia atrás:
-¿Te gusta, eh? ¿te gusta?
El ritmo de las embestidas seguía:
-Sííí, aaahhh
-Ahora. Me corroo.
Con un sonido gutural Fabio se corrió abundantemente en el interior de su coño:
-Así joder, córrete. Vamos córrete dentro -le ordenaba ella a gritos -vamos cabrón.
Fabio cayó sobre su espalda. El corazón le latía a mil por hora. Estaba sudando. Ella también. Respiraba entrecortada:
-Vaya polvazo, joder -dijo Susana.
-Pues aún queda noche… -apuntó Fabio.
Cuando Susana salió del baño vio a Fabio tumbado boca abajo en la cama. La visión de aquel cuerpo perfecto en la penumbra de una habitación tan solo iluminada por la luz de la luna llena a través de la lumbrera del techo era casi idílica. Pasó sigilosa por los pies de la cama para tumbarse sobre él y comenzar a besar su cuello, sus hombros, sus orejas. Poco a poco fue descendiendo por aquella inmensa espalda. Recorriéndola a lo ancho y dejando que su melena sirviera de estela de sus movimientos por aquel edén de la lujuria. Frente a aquel culo de mármol no pudo resistir la tentación de morder arrancándole un suspiro a Fabio. Pasó la lengua por toda la raja hasta terminar en los testículos. La erección del modelo le impidió permanecer por más tiempo en esa postura. Al girarse. Su potente miembro apuntaba desafiante al techo. Con un capullo grueso y brillante.
Susana se aproximó a él con pequeños mordiscos a sus cuadriceps para acabar pasando su caliente lengua de abajo a arriba. Despacio, fue introduciéndosela centímetro a centímetro en su boca. No pudo engullirla entera y fue retrocediendo la cabeza para volver a bajar antes de sacar el glande. Todo esto mientras Fabio suspiraba. Fue acelerando el ritmo de sus movimientos hasta que notó que él se correría y se preparó para tragarse el semen.
Con unos sonidos ininteligibles y tensando el cuerpo Fabio descargó una corrida en el interior de la boca de Susana que siguió mamando hasta tragarse la última gota de semen.
Una vez terminó fue incorporándose, haciendo pasar la polla del hombre por su cara, entre sus tetas, su abdomen y finalmente hizo pasarla por su raja totalmente lubricada. Comenzó a subir pasando ahora su coño por su tableta de chocolate, sus pectorales hasta restregarlo por su cara donde se mantuvo para que su hábil lengua le practicase un cunnilingus.
Susana suspiraba, jadeaba mientras sentía como Fabio introducía la lengua en su ano para pasearla luego hasta su clítoris mientras con sus grandes manos la tenía cogida por los glúteos.
Tras un momento y comprobando que el mástil de carne volvía a estar duro descendió para cabalgarlo.
Poniendo las rodillas a cada lado de él, Susana fue descendiendo sobre la tremenda polla. La fue guiando con su mano derecha hasta la entrada de su coño.
Notaba como se abría paso en su interior. Descendió hasta sentir que su vagina ya no daba más de sí para albegar tanta carne:
-Aaayyy, sííí joder.
-Mmm…
Susana comenzó a cabalgarlo con maestría:
-Joder que grande la tienes.
Fabio intentó acariciarla pero ella cogió sus brazos y se los puso por encima de la cabeza:
-Tú quieto. Mando yo. -Ordenó Susana dueña durante esa noche de aquel esclavo sexual.
Fabio se mantuvo en esta postura donde sus bíceps se marcaban de manera sensual.
Ella, con la mano izquierda sobre su torso y con la derecha haciéndose un dedo, no dejó de botar sobre aquel descomunal falo hasta que tuvo otro orgasmo y se corrieron juntos…
A las seis y media de la mañana Fabio se estaba vistiendo con su traje de Armani en el salón cuando apareció Susana totalmente desnuda y casi de manera autómata cogió de su cartera el dinero. El profesional la miraba sonriendo. Ella le devolvió la sonrisa y le entregó los mil euros acordados luego él se giró y se marchó. Susana volvió a la cama donde durmió hasta casi las dos de la tarde…