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La enfermera culona y el viejo negro (Parte 4)

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No puedo creer que haya hecho eso -se dijo Vanesa a sí misma apenas despertó al día siguiente de su videollamada con Samuel. Un dolor de cabeza enorme y una sed tremenda invadieron su cuerpo. Sin ropa interior y solo con la camiseta que había estado usando el día anterior, se levantó para dirigirse a la cocina. Se sirvió un enorme vaso de agua y se sentó en su sofá para poder tomarlo cómodamente. Una mancha en el sofá producto de todo el squirt que le había salido le recordaron su gran encuentro virtual con Samuel.

¡No puedo creer que haya hecho eso! -se dijo otra vez solo que ahora en voz alta mientras se tocaba la cabeza- ¿Cómo verlo ahora después de eso? ¡Qué vergüenza por Dios!

Vanesa siguió tomando su vaso de agua mientras pensaba que iba a hacer ahora con Samuel cuando lo vea en el trabajo

Pero, si pasa algo, no tendría nada de malo, los dos somos adultos… ¡¡No!! ¿Qué estás pensando? es tu paciente por Dios, no puede haber nada con él. Dios mío ¿qué hago? Ahora tendré que verle la cara mañana, ¡qué vergüenza!

La situación la agobió demasiado y decidió empezar a hacer la limpieza de la casa como lo hacía todos los domingos. Sin embargo, era solo una excusa para no pensar en Samuel y mantenerse ocupada.

Ya decidiré sobre eso mañana en el camino al trabajo -pensó mientras buscaba sus utensilios de limpieza.

A la mañana siguiente, Vanesa se despertó como todos los lunes para ir al trabajo, pero a diferencia de los demás días, en este solo había un pensamiento en su cabeza: su situación con Samuel. Su ducha, su desayuno y su recorrido al hospital se vieron interrumpidos con dicho problema que constantemente regresaba a su cabeza por más que ella quisiera evitarlo. Durante su turno, Vanesa intentó evadir con cierto éxito a Samuel. Solo en un caso se vieron, pero fue en uno de los espacios comunes y con los demás presentes. Samuel notó que Vanesa no se dirigía a él, así que optó por comportarse como si no se conocieran y no intentar nada.

Esta dinámica de no interactuar continuó por algunos días hasta el jueves cuando a Vanesa le tocó hacer guardía durante toda la madrugada. Ella pensaba que el “problema” ya se había solucionado solo y lo mejor era dejarlo todo ahí antes de meterse en aprietos con sus jefes. Su guardía transcurrió con normalidad. Su sensación de alivio por dejar todo atrás le había permitido trabajar con normalidad durante toda la noche de manera que se había olvidado completamente del tema con Samuel.

No obstante, alrededor de las 4 am, uno de los interruptores de su estación se prendió. Era el de la habitación de Samuel. Vanesa se congeló, sus ojos se abrieron y su respiración paró. Contempló la idea de no ir, pero el médico de guardia que estaba a su lado la miró de reojo como esperando que vaya a revisar al paciente. No le quedó de otra, la enfermera se levantó y se dirigió a la habitación. Ella trató de caminar lo más despacio posible mientras pensaba en algo. Una pequeña parte de ella tenía curiosidad por probar más de Samuel. Sus deseos de comerse esa enorme verga negra habían sido suprimidos con facilidad durante los últimos días, pero poco a poco fueron reapareciendo conforme se acercaba a la habitación. La Vanesa cachonda a la que tanto miedo tenía podía vencer todo sentido de sensatez y hacer las cosas más inimaginables.

El pasillo se agotó y sin darse cuenta ya estaba en frente de la puerta. Vanesa tomó un profundo respiro e inconscientemente se arregló el pelo y la ropa.

¡Qué haces! -se dijo a sí misma y bajo las manos repentinamente- Por favor Vanesa puedes perder tu trabajo, !compórtate¡

Sin pensarlo más, abrió la puerta y vio a Samuel sentado sobre su camilla.

Hola -dijo la enfermera con una sonrisa- ¿puedo ayudarte en algo?

Ya te olvidaste de mí -respondió el paciente- hace días que no nos vemos

Sí… es que he estado muy ocupada -dijo Vanessa mientras inventaba una excusa- varios problemas con muchos pacientes.

Vanesa se dirigió hacia el estante al costado de la camilla y empezó a ordenar las cosas en un esfuerzo por parecer que hacía algo.

Y bueno, ¿para qué me llamaste? -dijo Vanesa.

Solo quería hablar -respondió Samuel.

Bueno, pero no puedo hablar. Estoy en guardía, si me llamas es porque pasa algo importante -contestó la enfermera alzando levemente la voz- no me puedes hacer perder el tiempo.

Lo siento, no quise hacerlo, pero pensé que estabas molesto conmigo -replicó Samuel con cierto tono de tristeza.

Vanesa escuchó el tono de culpa en la voz de Samuel y se dio media vuelta casi instintivamente.

No, no estoy molesto contigo. Solo que estaba un poco incómoda por lo que pasó entre nosotros el sábado -dijo Vanesa- no sabía cómo reaccionar y honestamente estaba un poco avergonzada.

¿Avergonzada de que? -respondió Samuel.

De todo lo que hacemos; de todo esto entre tu y yo, puedo perder mi trabajo ¿sabes?

Bueno, la primera vez que nos vimos parecía que lo quisiera -dijo el paciente.

Solo estaba jugando, pero ya ha llegado demasiado lejos -replicó Vanesa- Esto debe parar.

Mmmmm lo lograste… porque ya se paró -bromeó Samuel señalando su verga con la mirada.

Vanesa intentó contenerse, pero terminó soltando una carcajada al punto que se tuvo que tapar la boca para que no se escuche afuera.

Que comediante eres, bueno se quedará así porque no va a pasar nada -dijo Vanesa y se dio la vuelta para seguir ordenando las cosas encima del escritorio.

Samuel no pudo contenerse al ver el enorme culo de Vanessa contenido por su traje de enfermera. Se acercó sigilosamente, puso su enorme mano sobre la cintura de su cuidadora y su boca se posicionó a pocos centímetros de su nuca. Una sensación de escalofrío recorrió el cuerpo de Vanesa al sentir la mano de Samuel sobre ella. Hizo el amague de querer zafarse, pero escuchar la respiración de su paciente especial detrás de ella activó sus instintos más morbosos y solo reaccionó moviéndose lentamente para atrás apoyando la cabeza sobre el cuerpo de Samuel.

Yo sé que tu lo quieres -dijo Samuel- no tengo intención de decírselo a nadie y nadie tiene que enterarse de esto.

Ella intentaba contener su cuerpo, pero no podía evitar retorcerse por las ganas de follarse esa gigantesca verga negra.

No, Samuel, no podemos -dijo la enfermera, pero sin hacer nada por detener las manos de su paciente recorriendo sus caderas, sus tetas y su enorme culo.

Samuel la tomó del brazo, de un tirón le dio media vuelta dejándolos a ambos frente a frente. Recogió el peló de Vanesa e introdujo sus labios sobre el cuello blanco de la enfermera culona. Las ganas de la culona se encresparon, sintió una sensación de color en todo su cuerpo y una picazón en la entrepierna que la forzaba a mover sus caderas contra el cuerpo de su paciente. Sin esperar muchos segundos, Samuel metió su mano en el pantalón de Vanesa y lentamente la deslizó por debajo de sus panties.

La mano de Samuel se detuvo sobre la panocha caliente de Vanesa. Solo el tacto de sus dedos gruesos ocasionó que el sexo de la enfermera empiece a mojarse. Vanesa no podía contener sus movimientos y frotaba su gran culo contra el cuerpo de su paciente quien a su vez sobaba en círculos lentamente la panocha blanca de la joven. La enfermera, inmersa en placer, colocó su mano derecha sobre la cabeza calva de Samuel y la otra fue a parar a su verga, la cual sobaba por encima del pantalón.

Conforme Samuel movía los dedos de manera más rápida, el cuerpo de Vanesa se retorcía más y sus ganas por experimentar aumentaban. Sin pensarlo mucho, metió su mano por adentro del pantalón de Samuel y sintió la enorme verga negra de Samuel, dura y caliente de tanto sobarse contra el culaso de su enfermera. La enfermera sobó la verga de su paciente a la misma velocidad con la que él le acariciaba la panocha al punto de que ambos presionaban sus cuerpos mutuamente.

Viendo a Vanesa bien cachonda, moviendo su culazo y apretando los labios para no lanzar gemidos, Samuel decidió llevar las cosas un paso más adelante. Retrocedió un poco, se bajó el pantalón y dejó caer su enorme verga en frente de Vanesa.

Mira, todo esto es para tí -le dijo a la enfermera en voz baja mientras se la sobaba con una de sus manos.

Vanesa miró con cara deseo la verga de Samuel, mientras ella sola se pasó los dedos por la panocha.

Samuel se acercó nuevamente al oído de Vanesa -Vamos, no pasará nada -le susurró- nadie se va a enterar de esto.

Las palabras del viejo negro no hicieron más terminar de convencerla de que quería llevar las cosas un paso más lejos. Vanesa hizo una señal de afirmación con su cabeza, a lo que Samuel inmediatamente reaccionó bajándole el pantalón y las panties un poco.

Espera no podemos hacerlo acá, puede perder mi trabajo. Pero si prometes ser silencioso, puedo hacer otra cosas -dijo Vanesa mientras movía suavemente los labios.

Claro -dijo Samuel sin pensarlo- pero antes déjame ver ese hermoso culo que tienes.

Vanesa accedió, se bajó el pantalón y los pantis hasta las rodillas, y se apoyó sobre la cama del paciente. Samuel, sin perder nada de tiempo, puso sus dos manos sobre las nalgas de su enfermera como si nunca hubiese tocado unas. Sus dos manos no eran suficientes para envolver una nalga de Vanesa. Se arrodilló para poder observar mejor y comenzó a besar el enorme culazo. De manera muy suave, le dio unos besos a una de las nalgas de Vanesa, que a su vez provocaron que un leve gemido salga de la enfermera.

Samuel quería más, quería todo ese culazo cerca de su cara. Colocó su cara inmediatamente detrás, con sus manos intentó separar las pesadas nalgas de Vanesa. La enfermera lo detuvo antes de que pueda lograrlo.

No puedes ver ahí -dijo Vanesa con timidez y se subió el pantalón- rápido, échate en la cama.

Samuel se acostó rápidamente mientras Vanesa se amarraba el pelo para que no interrumpa con lo que estaba a punto de hacer. El viejo negro yacía en su cama con la verga todavía dura y sobresaliendo entre las sabanas. Vanesa se acercó, con una mano colocó su mano en la cama y con la otra envolvió la verga negra de su paciente. Ahora que la tenía tan cerca, se dio un tiempo para examinarla. Notó lo pesado que era, las venas que sobresalen y lo duro que se ponía cuando la dejaba caer. La empezó a frotar lentamente provocando que Samuel se retuerza de placer sobre la cama. Vanesa agarró la verga con las dos manos y frotó nuevamente pero algo más rápido. Una sonrisa se posó en la cara de la enfermera

Es enorme esta verga, apenas puedo sostenerla con mis dos manos -dijo.

¿Puede entrar en tu boca? -pregunto Samuel

Sí, sí puede, ahora vas a ver -respondió Vanesa con seguridad.

Demuéstramelo -dijo el paciente.

Espera -respondió Vanesa- primero déjame ser precavida.

La enfermera se paró, colocó el seguro de la puerta. Regresó al costado de Samuel y le dio un beso en la boca

Ahora vas a ver lo que puedo hacer -le dijo mientras lo seguía besando.

Envolvió su mano sobre la verga, se inclinó y la introdujo en su boca. Con sus labios, chupaba la cabeza de la verga intentando cada vez introducir un poco más.

Es enorme, por dios -le susurro para empezar a chupar nuevamente.

Conforme pasaba el tiempo, la enfermera se sentía más cómoda con la enorme verga negra de su paciente dentro de su boca. Con una mano en la base de la verga y con otra sosteniéndose, se animó a meter lo más que podía, logrando llegar solo hasta la mitad. Rápidamente, la sacó para poder tomar aire.

Que rica verga, papi -susurró nuevamente- me encanta cuando está en mi boca.

Samuel hacía lo posible para resistir los gemidos que le provocaba la chupaba de Vanesa. Se paró un poco, jaló el cuerpo de Vanesa hacia él, de manera que su enorme culo quedó al costado de su torso. Le bajó el pantalón nuevamente e introdujo sus dedos en la panocha de Vanesa.

La enfermera soltó un gemido pero mantuvo la verga negra dentro de su boca. Samuel metía y sacaba los dedos de la panocha de la enfermera, la cual ya estaba bien mojada de tanto joda. Vanesa pasó su lengua por los costados de la verga de Samuel dejándola envuelta en su saliva. Le encanta succionar la punta de la verga mientras la frotaba con su mano. Samuel se retorció y ella sentía que tenía control sobre él.

Vanesa sacaba la verga de rato en rato para admirarla.

Que hermosa verga papi, es todo mía esta verga enorme -se decía para sí misma mientras la miraba e inmediatamente después volvió introducir esa enorme verga a su boca.

Es toda tuya, preciosa -decía Samuel en voz baja- haz lo que quieras con esa verga.

¿Ah sí? intentaré comérmela toda pues -dijo la enfermera. Vanesa colocó sus dos manos sobre las piernas de Samuel e introdujo esa anaconda negra dentro su boca sin poder llegar a comérsela completamente. Sacó la verga rápidamente de su boca al fallar en su intento.

Es enorme esta cosa, con las justas me puedo comer la mitad -dijo la enfermera y prosiguió en un segundo intento para comérsela toda, en la cual logró llegar un poco más lejos pero pudo lograr su objetivo.

No puedo… me rindo… es inmensa… la puedo sentir tocando mi garganta -habló la culona mientras le salían algunas lágrimas de los ojos por el esfuerzo.

Con la práctica vas a mejorar -dijo Samuel guiñándole el ojo.

¿Qué práctica? no, esta será la única vez -bromeó la enfermera.

La única vez del día de hoy. Mañana empezamos otra vez -respondió Samuel con una sonrisa.

Vanesa estalló en risas por lo que se tuvo que sacar la verga de la boca por uno momento.

Bueno si quieres que sea así, pórtate bien y mantén nuestro secreto o sino no más chupada de verga para tí -le replicó y volvió a meterse la verga negra de su paciente en su boca.

Es un trato entonces, nadie se enterará de esto -dijo el paciente mientras acariciaba suavemente la cabeza de la enfermera.

Vanesa siguió chupando la enorme verga de su paciente por algunos minutos más hasta que la sacó de su boca por unos segundos para descansar. De tanto comérsela, le había dejado la verga llena de saliva. Asimismo la boca de Vanesa estaba embarrada con el líquido que salía de la verga de Samuel. A Vanesa le encantaba dicho fluido, así que se empezó a lamer lo que había en sus labios. La enfermera se limpió la boca con la lengua mientras le hacía la paja con la otra mano.

Que rico sabe tu verga papi -dijo Vanesa- me has puesto bien cachonda pero tengo que regresar al trabajo.

Para qué irte con las ganas -respondió Samuel- échate en esta cama y te quito las ganas ahora mismo.

No, me tengo que ir, ya pasé mucho tiempo aquí. Se deben estar preguntando donde estoy -sentenció Vanesa.

No me puedes dejar así pues -dijo Samuel señalando con la mirada a su verga dura y parada.

¿Quién dice que te voy a dejar así? -dijo Vanesa con una sonrisa en la cara.

La enfermera alzó la verga de Samuel con una de sus manos y empezó a frotarla de arriba hacia abajo a un paso rápido. Seguido, enterró su cara en las bolas de Samuel, lamiendo y chupándolas por todos lados. El pobre paciente se estremeció por las sensaciones que le produjo la lengua de la enfermera en sus bolas al punto que tuvo que taparse la boca para evitar gemir alto.

Dame esa leche papi, dame toda esa leche para irme feliz -dijo Vanesa haciendo que la verga de Samuel se ponga aún más dura.

Las piernas de Samuel empezaron a temblar de tanta excitación. Vanesa prosiguió aumentando la velocidad de su mano. Además, empezó a mover su culazo sacudiendo sus nalgas.

Mira este culaso papi. Pronto será tuyo, pero dame esa leche caliente en mi cara papito -dijo Vanesa tocando su culo semidesnudo con una mano.

¿Sí dámelo, ya quiero comerse ese culazo que tienes? -respondió Samuel- ahí se viene. Ahí se viene mi leche preciosa.

La verga de Samuel empezó a bombear la leche. Vanesa, al ver el movimiento que hacía, se la colocó en su cara y abrió la boca. El semen de Samuel salió disparado embarrando la cara de la enfermera, quien atinó a metérsela dentro de la boca para evitar hacer un desastre en el lugar. La boca de la enfermera se llenó de la leche caliente de Samuel a tal punto que no pudo contenerla toda; el semen empezó a filtrar y caer hacia su mandíbula y de ahí hacia su uniforme.

Después de unos segundos, la verga de Samuel dejó de botar semen. Vanesa la soltó y puso sus manos en la mandíbula para evitar que la leche siguiera cayendo a su uniforme.

¡Dios mio! tanta leche tenias en esos huevos -dijo Vanesa intentando hablar con su boca llena de semen.

Samuel se echó sobre la cama tremendamente agotado.

Claro que sí, están llenas de ver ese culazo que tienes todos los días -respondió exhausto.

Vanessa sonrió -Eres todo un cómico- dijo mientras se limpiaba el exceso de semen que todavía había alrededor de su boca. -Ahora me tengo que retirar, deben estar preguntando dónde estoy.

¡Que tal mamada me has dado! -dijo el paciente- como te encanta chupar vergas ¿no?

La tuya esta bien rica pues, bien gruesita… como me gustan. Ni se te ocurra comentar esto a nadie o no más mamadas para ti -aseveró la enfermera,

No hay nada de qué preocuparse preciosa. Este secreto está a salvo conmigo -le respondió Samuel reconfortandola.

La madrugada terminaba y el sol empezaba a alumbrar la habitación a través de la ventana. Vanesa se arregló el pelo y la ropa, y se miró en el espejo para cerciorarse que su maquillaje esté intacto.

Ahora si debo irme, en unos segundos todos van a despertar -dijo Vanesa.

Samuel se levantó de su cama y se acercó a la enfermera de manera imponente. La tomó de la cintura y el cuello para darle un apasionado beso, al cual Vanesa no tuvo tiempo para reaccionar más que dejarse llevar.

Estuvo rico, preciosa. La próxima regresas para jugar un poco con estos labios -dijo Samuel mientras deslizaba su mano por la entrepierna de Vanesa.

La enfermera sonrió al sentir la enorme mano de su paciente en su sexo. Ya se imaginaba esa gigantesca verga negra dentro de ella.

Obviamente que regresaré… por más de esto -respondió Vanesa mientras posaba su mano sobre la verga de Samuel.

Inmediatamente después, Vanesa se retiró de la habitación todavía sin creer lo que acababa de pasar. Se dirigió hacia el mostrador para continuar con su trabajo. Mientras llenaba unos formularios, notó que tenía un poco del semen de Samuel en su uniforme que no había logrado limpiar. Instintivamente lo limpió con sus dedos pensando que tal vez alguien la estaba viendo. No obstante, notó que no había nadie alrededor de ella. Miró sus dedos embarrados con el todavía caliente semen de su paciente. “¿Y si me lo como?” pensó. Volvió a mirar alrededor para verificar su soledad y se encogió de hombros ¿Por qué no? se dijo a sí misma. Se llevó los dedos a la boca y se chupó los dedos dejándolos completamente limpios. Se lamió los labios y continuó llenando los formularios mientras saboreaba el semen de su ahora paciente favorito.

Espero que les haya gustado esta entrega.

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