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La mano del muerto

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Soy Tacho y esto sucedió hace unos meses ya que mi hermana Gabriela cumplió su mayoría de edad y puede ir a fiestas y ya se siente que se manda sola, a mi siempre me mandan a buscarla y traerla.

Bueno pues está vez mi madre me mandó a traerla de una fiesta que había ido con mi amigo el muerto a unas cuadras del parque.

Cuando llegué no los encontré así que me regresé por el parque, cuando oí unos ruidos extraños atrás de unas bancas, sin hacer ruido me acerqué y si ahí estaban acostados.

Él la tenía en sus brazos empinándole la botella para que tomara, yo iba a intervenir pero me acordé que a Gabi le gusta tomar, después del trago empezaron a agasajar, yo me quedé quieto.

Comenzó a meterle mano bajo la blusa y sacando sus pechos empezó a besar y comenzó a mamar ella gemía y le daba otro tragó a la botella. El muerto bajó su mano desabrochó el pantalón y comenzó a masajearle la panocha ella lo besaba con desesperación.

-¡Gabriela que haces!

Mi voz se oyó fuerte, que de un salto se levantaron, el muerto se volvió a caer ya que estaba tomado y decía: ‘cálmate Tacho cálmate’.

A Gabriela se la cayeron los pantalones, nunca la había visto así con los pechos de fuera, que valla que los tenía grande y las piernas blancas, blancas con una panocha bien peluda, todo se distinguía a la poca luz del parque.

-Vamos que mamá ya está preocupada y tu muerto mejor vete.

Gabriela se acomodó la ropa y cuando llegamos mi mamá la regañó y la mandó a dormir, yo me fui a mi cuarto estaba muy enojado porque ese muerto se había pasado con mi hermana.

Pero no podía dormir solo de recordar a mi hermana desnuda y como la estaban dedeando, así que me saqué la verga y empecé a masturbarme, durante un rato, me calenté más y recordé que como los cuartos no tienen puertas me fui a gatas hasta su cama y ahí estaba tendida a todo lo ancho de la cama.

Lentamente metí mi mano bajo las cobijas y empecé a acariciar su pierna suavecita, me saqué la verga y así de rodillas me empecé a masturbar, subí mi mano, toqué su vientre y más fuerte se hacía mi respiración cuando subí mi mano a sus chiches, las apreté un poco recordando cómo el muerto las mamaba y más rápido me masturbaba, ella se movió un poco.

Quieto, quieto aguanté la respiración. Lentamente baje mi mano hasta la panocha y la empecé a masajear con ganas de meterle un dedo imaginar que la estoy penetrando y más rápido me masturbo, sigo y sigo masajeando cuando una mano aprisiona la mía y la empuja hasta lograr qué mis dedos se introduzcan y quedé atrapada entre sus piernas y ella se retuerce, un frío sudor recorre mi espalda y una voz que dice ‘no pares sigue sigue’.

Yo me masturbo con más fuerza ya no hay vuelta atrás mi verga explota y dejo batido el colchón.

Siento la mirada de Gabriela en la oscuridad, y su voz susurrando en mi oreja ‘vas a ver con mi mama, Tacho’.

-No! No! le digas por favor. -Ahora era yo quien imploraba su silencio.

Ahora somos muy buenos amigos, yo la acompaño a todas las fiestas para cuidarla y así mi mamá no se preocupe.

Ella de vez en cuando me deja verla cuando se baña y a veces me deja tocarla de más cuando se le pasan los tragos y también le echo aguas cuando se pone a coger en el parque.

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