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La rebelión de mi madre (XI): Privada de la libertad
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Tiempo de lectura: 7 minutos

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Mi madre llega a mi departamento de improviso y descubre que Andrea, su amiga psicóloga quien nos estaba ayudando a superar nuestros actos perversos, estaba cogiendo conmigo regularmente.

Esto la hace enojar, se pelea con su amiga a los gritos en mi cuarto y se va gritando de mi departamento.

El fin de semana descubro que va a ir despechada a buscar salir con hombres, por lo que decido ir a buscarla para frenar su locura.

Esa noche terminamos arreglando nuestras diferencias en el bar boliche, con la música fuerte sonando, los tragos yendo y viniendo y la oscuridad de la noche.

Bailamos y disfrutamos, hasta que en cierto momento terminamos apoyados en una pared con mi mano dentro de su tanga por debajo de su mini y su mano por dentro de mi pantalón, masturbándonos mutuamente con la complicidad de la oscuridad y la cantidad de personas.

Algunos se dieron cuenta de lo que hacíamos pero nos dejaban seguir cómplices también. Para ellos éramos dos amantes, un joven y una mujer madura deseosos de sexo.

En cierto momento nuestras bocas se separan y nos miramos intensamente, sin hablar nos preguntamos si íbamos a dar un paso mas.

Sin palabras sabemos que el otro lo desea, así que decidimos salir del boliche.

Ambos habíamos ido con nuestros autos, así que debíamos ir cada uno en el suyo.

Mi madre va por delante, yo siento nervios, las manos me sudan, siento erotismo en el aire.

Al llegar a una esquina nos encontramos con un control policial. Hacen parar a mi madre y a mi no.

Sigo una cuadra más y me detengo a mirar por el retrovisor.

Es un test de alcoholemia.

Es obvio que no pasaríamos con lo que tomamos.

Veo a mi madre gesticular, mover las manos, evidentemente le retendrían el auto.

Me bajo para dirigirme hacia ella sin que me vean que bajo de mi vehículo, tampoco estoy para pasar ese test.

Camino por la cuadra lentamente.

Mi madre está gritando, se niega a bajar, los policías se amontonan, llegan efectivos femeninos para forzarla a bajar del automóvil.

Los gritos de las oficiales desafían a mi madre e intentan abrirle la puerta, ella acelera y se escapa del retén policial, atropellando a una oficial.

Veo a la oficial salir despedida por encima del capó y caer de forma horrible contra el asfalto.

No puedo creer lo que acaba de hacer mi madre, la policía sale a perseguirla, autos, camionetas, motos.

Otros piden que venga la ambulancia a socorrer a la mujer policía que está inconsciente.

Yo doy media vuelta y apuro el paso hacia mi auto, mientras veo como en el fondo mi madre sigue acelerando y la policía esta con las sirenas persiguiéndola.

Al llegar a mi auto, acelero en busca de la huella de mi madre, la llamo por teléfono pero no me atiende.

Trato de seguir a las luces azules que giran en cierta esquina, se que mi madre ira hacia su casa, así que allí voy también.

Voy rápido para tratar de encontrarlos, pero no llego, han pasado suficientes minutos como para perderles el rastro.

Veo un móvil pasar a toda velocidad en una calle y lo sigo, es evidentemente que mi madre está atrayendo a los móviles de toda la ciudad.

Al llegar a cierto punto veo todas las luces azules, móviles bloqueando el paso, me estaciono, y voy hacia un quiosco 24 horas, pidiendo un café, chicles, y un desodorante barato, para sacarme el olor a alcohol.

En una estación de servicio donde están todos mirando que es lo que sucede, voy a orinar a la fuerza para sacar lo mas posible el alcohol en mi cuerpo.

Camino por la vereda, escucho a los vecinos hablar de una loca que está encerrada en su auto y choco a varios autos en la vereda.

Me acerco hasta donde puedo, y allí veo a oficiales arrestando a mi madre, tapándole la cara, caminando hacia un móvil policial.

Allí salgo de mi anonimato y digo que me permitan pasar, que es mi madre, me indican que debo ir a la comisaria, que está detenida por salir del control, atropellar y daños en la vía pública.

Las noticias parecen escasear porque llegan los noticieros a hacer el relato de una noche de furia.

Mi madre es tomada como chivo expiatorio de todos los males de la sociedad.

Está arrestada, hay marchas para que la castiguen severamente por la oficial atropellada que está en coma.

Los grandes noticieros piden condenas ejemplares. Los políticos se enganchan para ganar adeptos a su partido condenándola y pidiendo que la justicia no sea blanda.

Ella está incomunicada.

Con mi padre que se digna a aparecer por la repercusión decidimos pagar a uno de los mejores abogados de Buenos Aires.

Nos permiten ver unos minutos a cada uno, pero el mayor tiempo se lo llevará el abogado.

No hablamos de nada de lo sucedido en esa noche previo a su ataque de locura.

Solo le damos ánimo, porque sabemos que esta complicada su situación, ella está ojerosa, con ojos hinchados, ha llorado mucho en esa celda.

Pasan varias semanas, y solo la vemos unos minutos, la noticia es nacional, y solo le llevamos comida y ropa.

Nuestro abogado pelea en la televisión tratando de mostrar las bondades de mi madre, de lo accidental, de la emoción violenta, del terror por el accionar policial, pero no es suficiente.

Llega un juicio express que calme a la sociedad, mi madre es condenada a 3 años de prisión.

Al menos la recuperación de la oficial atropellada morigeró su pena que hubiera sido catastrófica de haber muerto.

Pero ella era invitada a todos los programas, lloraba y con cada lagrima le daba un día mas de condena a mi madre en prisión.

Mi padre una vez finalizado el juicio decide desaparecer una vez más, dejándome el total cuidado de mi madre.

Todas las semanas la visito y llevo comida y ropa, libros, lo que permitan para que pase el tiempo.

Maribel su amiga apenas se enteró de la noticia esa noche de viernes del atropello, disolvió la sociedad, mientras mi madre estaba en la comisaría, su amiga y socia estaba con abogados buscando la manera de disolver el negocio conjunto y no quedar pegada.

Andrea, intentó visitar a mi madre, pero ella no la perdonó aún.

El resto de familiares y amigos ni apareció, era mucha la carga negativa de estar del lado de mi madre.

Solo quedé yo.

En mi trabajo me cambiaron de puesto, me degradaron y me mandaron a un lugar periférico de la empresa para que mi nombre no este relacionado con la empresa, y habían rumores de que los abogados estaban buscando una manera de echarme sin tener que pagar lo que corresponde.

Llegamos al año de condena, y la empresa me llama para arreglar una salida consensuada.

Terminamos arreglando mi desvinculación no sin antes pelear una buena indemnización.

Con eso decido reabrir el café de mi madre, y también dejo el departamento para ir a la casa vacía de mi madre.

Al visitar a mi madre, ella me dice que hay una forma de poder tener mas horas y mas intimidad que la visita tradicional en el espacio común.

Las visitas higiénicas.

Era claro que lo que habíamos vivido había quedado en el olvido, mi madre solo quería estar más tiempo fuera de su celda y acompañada, sin los ruidos de la cárcel.

Es imposible que nos lo den porque somos familiares, pero con un soborno nos permiten ir al cuarto especial.

Tenemos 3 horas para distendernos. Mi madre habla, cuenta lo que pasa, lo que siente, sus culpas. Se desahoga.

Pasa muy rápido esas horas, salimos como entramos, y esperamos para la siguiente semana.

Cada semana son 3 horas de intimidad hablando, a veces llorando y otras riendo.

Mi madre hace ejercicio en el penal, tiene que estar en forma para intimidar y que no la hagan mucama de la cárcel.

Su carácter se endurece, cada vez su rostro se pone mas rígido, ahí dentro no debe mostrar debilidad ni sumisión.

Dice que es respetada por atropellar a una policía, eso da cierto rango en el lugar. Lo que antes era lagrima ahora es motivo de risa.

Ya ha transcurrido un año y medio de su condena, seis meses de las visitas íntimas.

Mi madre me pregunta sobre alguna novia, le digo que nada, no tengo tiempo ni la cabeza para una relación.

Ella se ríe diciéndome que allí en la cárcel solo se masturba, y lo hace seguido.

Nunca me había hablado de esa forma.

Lo hace seguido, dice que es tanto el encierro que las horas se pasan lento, y tiene que pasar el tiempo imaginando cosas para masturbarse y matar las largas horas.

Me dice que lo último que recuerda es lo que vivimos esa noche de viernes en el boliche.

También que hace memoria de cuando me masturbó y de cuando yo le metí los dedos cuando le ponía crema de sol.

Mientras me lo cuenta, ronronea, está distinta. Evidentemente el encierro la está afectando en su sexualidad.

"te puedo pedir un favor" me dice mientras se lleva un dedo a la boca

"solo necesito algo mas de material… solo verla" me sugiere mi madre.

Me quiero negar, pero se que mi madre está en una situación de sufrimiento en la cárcel como para ponerme a debatir de la conveniencia o no de eso.

"solo mirarla, nada mas, la quiero ver"

Así es que procedo a sacarme el pantalón. Y bajarme los boxers.

"la remera sacátela también" me ordena mi madre.

obedezco y quedo totalmente desnudo a la vista de ella.

Ella solo mira, no hace nada más, quiere tocarse pero se contiene, no tiene nada sexy, tiene un jogging negro suelto una remera grande y un rodete de peinado.

mi pene está dormido, está caído. A mi madre no parece molestarle, lo mira, como si estuviera guardando en su memoria cada detalle.

En eso suena la puerta, nos avisan que en 5 minutos debemos desalojar el cuarto.

Rompe con la tensión, me visto y nos despedimos hasta la próxima semana.

En esta nueva semana hablamos muy poco de lo vivido, mi madre nuevamente me dice que quiere ver, que no quiere perder mas tiempo.

Tengo una sorpresa, llevo puesto el bóxer blanco.

Cuando quedo en bóxer y estaba por sacármelo ella me detiene.

Busca la botella de agua, se acerca y me lo tira despacio sobre la prenda.

Lo moja todo, hasta que se trasluce lo que hay debajo, eso me erotiza y hace que comience una erección.

Me pide que me mueva, que camine, que quiere ver como mi pija se acomoda al bóxer blanco, se ve que le gusta ver a través de la tela.

Finalmente me pide que me lo saque. Eso hago.

Ahora mi pija esta dura, grande, parada. La sonrisa de mi madre es notoria.

Sigue con su vestimenta poco sexy, pantalones anchos, una remera, un buzo grandes, sin peinarse, sin maquillaje.

aún así logró calentarme y erectar mi miembro.

sigue contemplando hasta que me dice "te puedo pedir otro favor?"

Comienzo a temblar antes de que me diga algo

"¿te masturbarías?"

Mi mano baja a la base de mi miembro que esta enorme, comienza a bajar y subir a la vista de ella.

Ella no se toca, solo observa, subo y bajo con delicadeza con todo el tiempo del mundo. Le muestro el largo y ancho de mi miembro caliente.

Sigo masturbándome, ella se acerca hasta mi, pero es para llegar donde están mis pies. Allí toma del suelo el bóxer blanco.

Se lo lleva a la cama y sigue mirando mientras se lo pasa por la cara, por la nariz, por la boca.

me pide que me acerque, que quiere sentir el calor de mi pija.

Al subirme a la cama la tengo a mi madre a escasos centímetros mirando embobada mi masturbación.

Cada tanto mira mis bolas, las ve bambolearse y parece hipnotizarla.

Tras largos minutos en esa posición le aviso que estoy por acabar.

Ella no dice nada, solo levanta la mirada y me mira con lascivia.

Sigo subiendo y bajando, el glande esta rojo, grande y caliente.

Mis huevos se contraen y expulsan grandes chorros de leche caliente a la cara de mi madre.

Caen en su pelo, en sus frente, parpados, cachetes, boca y barbilla.

Estoy agitado, mis piernas tiemblan y quieren recostarse, pero ella no me ha dado permiso, así que trato de seguir de rodillas en la cama con mi pene apuntando a su cara.

Ella esta agitada también, su pecho se infla y se desinfla con rapidez.

abre su boca y parte de mi leche entra a su boca, su lengua hace su aparición tratando de recoger lo que hay en los labios y metiéndolo en su interior.

el resto de lo que tiene en la cara se lo limpia con mi bóxer blanco.

queda algo goteando en el glande que sigue palpitando.

Un dedo de ella se acerca y recoge esa ultima gota, el contacto de su yema con mi glande me electrifica.

No le importó, porque siguió hasta secar esa gota completamente.

Ese dedo se lo lleva lentamente a su boca mirándome a los ojos.

Mi pija se vuelve a poner dura, ella disfruta esa gota como si fuera la ultima gota de agua en el desierto.

Mira como se me puso el miembro y sonríe.

"gracias hijo, hasta la próxima semana"

Al salir del cuarto, la guardia que sabe que somos madre e hijo y no sospecha nada, se da con que al llevar a mi madre a la celda, esta tiene un liquido blanco en el cabello.

Es obvio que es semen, al percatarse de eso mira a mi madre y me mira a mí con disgusto.

Mi madre se va sonriendo a su calabozo, y yo cansado, con las piernas temblando me voy esperando saber que ocurrirá la próxima semana.

Que les va pareciendo hasta ahora?, comenten que todo suma.

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