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La tribu

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Hola. Me llamo Gloria tengo 46 años y soy rubia con ojos azules y una tez blanca como la cera. Soy arquitecto y estoy ya entrada en carnes y mis pechos y culo son grandes y fuertes.

Esto me pasó a mi.

-Ni se te ocurra embarcarte en esa expedición, Gloria. Es solo para hombres. Ya te he explicado que esa tribu tiene por costumbre mujer que ven no sea de allí una especie de rito de pernada máxime siendo occidental.

De hecho, en toda la subcontrata de arquitectura no quiere ir nadie. Absolutamente nadie. Y el jefe se ha empeñado en que pase la carretera proyectada a escasos kilómetros de esa aldea. Está loco.

No hice caso de Eugenio y el helicóptero me dejó justo al lado de esa tribu de nombre imposible. El guía, un egipcio llamado Ahmed me dijo que era cierto a lo que me exponía pero que a la vez los Mussanga eran pacíficos y hospitalarios llegado el caso.

Viajamos a través de la maleza con el guía para otear esa carretera iba a surcar la república de Lesotho. Íbamos E

El guía y 5 hombres portando unos Kalashnikov AK-47 cuando nos vimos rodeados de 30 guerreros negros unos colgados de los árboles otros mirándonos con tono desafiante provistos todos de arcos y cerbatanas con curare.

Aquellos valientes de los Kalashnikov tiraron sus armas al suelo y me quedé sola con el guía quien hizo de intérprete.

-Buufff...! Imposible. Piden sexo contigo por no ser de la tribu si queremos pasar.

-Ehhhh? Yo? Con toda esa negrada? Pero qué fuma esta gente?

-Si. Ya te lo dije... Y a mi que no me disparen que solo soy el pianista...

El supuesto jefe de la tribu provisto de un penacho de plumas y una lanza por toda impedimenta se acercó a mi clavando su arma en el suelo y se atrevió a sobarme las tetas el muy ladino como si fuese un trofeo.

A lo que el resto hizo lo mismo.

Estaba atrapada y pude contemplar en sus miradas su deseo hacia una mujer blanca vestida de occidental.

Sus pollas iban creciendo como por ensalmo. Unas pollas grandes y brillantes rellenas de venas a punto de explotar.

Me sentí realmente turbada ante tanto rabo para mi sola.

Los vigilantes de los árboles hicieron lo mismo bajando como simios de las ramas.

El jefe hizo unas declaraciones a lo que el intérprete tradujo...

-Dicen que quieren eyacular de una forma u otra y que es un rito en honor a su dios de la fertilidad.

Temerosa me puse de rodillas y saqué mis tetas erectas y me quité los pantalones y las bragas poniéndome de rodillas entre la maleza. No podía hacer otra cosa.

Me estaba poniendo muy cachonda pero estaba a la vez avergonzada.

Una turba de aborígenes comenzaron a sacudir sus pollas de arriba a abajo regándome la cara, tetas y pelo con sus blancos espermas sin tocarme un pelo.

Eran pollas de todo tipo. Las más de ellas grandes. Uno de ellos me cogió y me puso a 4 patas e intentó penetrarme con su gran pene pero el jefe de la tribu lo expulsó de aquella manada de forma un tanto vehemente. Lo cual yo agradecí pues con semejante polla ese hombre me iba a reventar. Estaba salido perdido.

A esas alturas el semen de esos salvajes me pringaba todo el cuerpo. Emitían sonidos guturales en su idioma y cuando acababan de eyacular descansaban largos entre la maleza con sus temblorosas pollas al aire secándoselas con hojas de árbol. Era evidente esta gente no conocía la civilización ni de lejos.

Me sentía pringada y asquerosa pero a la vez satisfecha por haber contentado a aquellos hombres. Posiblemente era la única occidental los había vuelto más salvajes y primarios de lo que nunca habían sido. En otro orden de asuntos sus pollas eran perfectas. Como para mamarlas todas a la vez. 30 pollas para mi sola. Un lujo.

Definitivamente y cuando acabó de eyacular el más tardano se acercaron 4 negros que me subieron en un palanquín y me escoltaron bajo palio sin limpiarme de las 30 o 40 corridas de esos hombres. Iba llena de esperma por todas partes y... Si... Era un rito. Se habían corrido todos menos el jefe.

Cuando llegamos a la aldea el resto de la comunidad se puso de rodillas. Hombres, mujeres, niños y ancianos.

Me subieron a un púlpito y unas jóvenes completamente desnudas y esculturales me limpiaron de la semilla probablemente de sus maridos. Todo era júbilo y diversión. Me vistieron con flores y me pusieron una falda confeccionada con hojas.

Con mi guía aquellos hombres intimaron y también lo vistieron de guirnaldas y flores.

He de decir que en ese acto iniciático me había puesto terriblemente cachonda y que mientras esos salvajes habían eyaculado sobre mi me había tocado el coño teniendo no pocos orgasmos. En un principio me dio un asco indecible pero al cuarto o quinto me empecé a acostumbrar al semen emanaban esos aborígenes. Al fin y al cabo era solo eso. Semen. Y tuve la boca bien cerrada mientras. Ver a tantos guerreros perfectamente musculados sentir tanto deseo hacia mi había liberado mis instintos más primitivos.

Las mujeres me enseñaron la aldea y un aborigen vino a molestarme. El jefe se acercó a mi le dio dos hostias bien dadas a aquel hombre que se retiró como alma que lleva el diablo.

Mi guía espetó...

-Dice que eres su invitada y que no quiere que te moleste nadie. Y que se llama Yogurtu Unghe. Ahhh... Y que es músico, un virtuoso del tam-tam... Y está soltero y sin compromiso porque eso del matrimonio no acarrea sino problemas con la mujer y la suegra.

-También dice que estos negros necesitan de mano dura y algún bastonazo y que a la mínima se desmadran.

-Y esto no se si te lo debería de decir...

-Qué es?

-Nada. Que esta noche después de la fiesta de bienvenida te sacará el rabo.

-Ehhhh? Que quiere follarme este tío?

-Eso parece. Hombre... Míralo por el lado bueno. A mi me parece un hombre guapo, simpático, fuerte y cortés...

-Claro... Como no vas a ir tu...

-Pero si ponías una cara de salida cuando se han corrido esos negros antes del carajo...

-Qué insinúas?

-Ya te hubiese gustado se te hubiesen follado los 20... Con sus 20 pollas y 40 huevos... A mi no me engañas, Gloria...

-Ahmed! Por favor...

-Bueno ya me callo...

En el fondo Ahmed tenía razón. Aquel día iba salida perdida y... Los 20 no pero 10 si que me hubiese trajinado. Lo bueno tiene la selva es que una puede ser todo lo puta que quiera sin que nadie se moleste.

A mitad de mañana, Yogurtu insistió en dar un paseo por la selva con Ahmed como intérprete.

He de decir que Ahmed tenía razón. Yogurtu era un hombre conforme Dios manda y además tenía una particularidad y eran sus profundos ojos azules, tanto como el mar. Su mirada era penetrante. Luego me enteraría que era precisamente eso lo que le hacía ser jefe de la tribu además de su abstinencia con las mujeres. Toda su vida la dedicaba a trabajar para la comunidad y en velar por el orden y el concierto sobre sus semejantes a los que consideraba unos salvajes sin remedio. Sostenía que a los niños había que darles desde pequeños una educación si no querían acabar perdidos como sus padres. Debía ser por eso porque los pequeños lo adoraban.

Caminamos los tres a la ribera de un río y alimaña se nos acercaba, alimaña huía despavorida de ese hombre que parecía el dios de la selva. Su imagen era electrizante.

Me agaché a beber agua y cuando me incorporé Yogurtu me esperaba con una polla erecta enorme de unos 20 centímetros en la mano. Negra como el tizón.

-Chupa!!! Me dijo en su idioma.

Yogurtu, le hizo un guiño a Ahmed para que se acercara y se la sacara también porque era su invitado.

Comencé a mamar esas dos pollas en mitad de la selva. Primero la de Yogurtu que solo me cabía una cuarta. Después la de Ahmed que si bien era más pequeña no era tampoco manca.

Luego las dos a la vez en mi boca a lo que se corrieron sin remedio los muy cerdos.

Se notaba la abstinencia de Yogurtu pues se corrió el primero expulsando varios disparos de leche bien espesos en mi cara.

Me sentía un animal en mitad de la ley de la selva pero me estaba empezando a gustar.

Luego, Yogurtu me tumbó en el suelo y comenzó a besar, comer y libar mi maduro coño mientras Ahmed miraba apoyado en un árbol.

Yo gemía como una gacela.

Me corrí como una reina de la selva. Como una tigresa.

De vuelta Ahmed me dijo...

-Ves lo que te dije. Que eres muy puta?

-Calla, Ahmed...! Y tu un putero que lo sabemos en toda la oficina...

-Aunque esta vez te ha salido gratis...

-No te preocupes que ya te pagaré si así te quedas contenta.

-Con qué? Con un kilo de plátanos? Por cierto tienes una buena polla.

Ambos nos echamos a reír. Yogurtu también por mimetismo lanza en mano.

-Me da la nariz, Gloria que de esta no nos escapamos...

-No me jodas... Que yo quiero volver a Madrid...

-Pero no te ves? Rubia con ojos azules. 45 años y tez blanca. Arquitecto y culta de cojones. Con hechuras de hembra, soltera, idiomas, grandes tetas y culo y encima bien puta. Te veo casada con Yogurtu impartiendo justicia.

-Lo de puta sobra...

-Cuando seas reina de estos pichones acuérdate de mi.

-Si... Mi cariñito... Le dije no con cierto retintín...

Yogurtu hizo señas de que le siguiéramos adentrándose en un sendero. Un león pasó por delante de nosotros y huyó despavorido.

-Miren...!!!

Nos enseñó una imponente cascada. Era un lugar precioso. Mientras, multitud de pájaros multicolores rodeaban la vista.

-Joder, Gloria. Yo me quedo aquí...

-Pues yo no.

Yogurtu volvió a sacar su polla a lo que yo sin pensármelo ni un segundo volví a amorrarme. Ese trozo de ébano estaba delicioso y lo salvaje de la selva me ponía cachonda estimulando mis deseos más primarios. Ahmed aprovechó para mear mientras mamaba esa tremenda verga. En el fondo ser usada a placer por ese guerrero me fascinaba.

Él gemía como un animal salvaje. Solo me preguntaba como me iba a sentir con ese madero dentro de mi coño. Mientras chupaba movía sus caderas como un poseso procurando no hacerme daño y agarrando mi cabeza. Ahmed no pudo más y comenzó a masturbarse ante esa escena eyaculando en la hierba.

Me sentía una mujer dichosa con ese hombre que solo me iba a dar ventajas a largo plazo. Saqué la polla de Yogurtu de mi boca y la golpeé varias veces sobre la palma de mi mano para comprobar la fuerza de su erección. En el ínterin observé ese edén nos rodeaba y esta vez me iba a tragar todo su semen para saborear su negra semilla.

Mordí su glande y chupé sus huevos comprobando su dureza.

Bramó como un toro mientras descargaba todo el contenido de sus testículos en mi boca. Un hilillo de blanco esperma cayó por mi barbilla. Esperma de hombre bueno, fuerte y líder. Estaba subyugada completamente y enamorada de ese salvaje.

De lo único estaba convencida era de que él todavía más.

Si. Me iba a quedar...

Yogurtu cayó pesadamente en el suelo mientras su terrible verga estertoreaba desalojando sus últimas gotas de esperma.

No podía más.

Una simple y débil mujer habían dejado K.O. a un líder indiscutible de toda una tribu. A un rey de la selva.

Me sentía tremendamente dichosa y realizada como mujer.

Ya no me sentía ni puta ni guarra. Me sentía la mujer de un hombre y de su paraíso. Y eso que aún no había oído su tam-tam...

Volvimos a la aldea. Por el camino Ahmed me dio no pocas veces la brasa.

-Ves...? Si ya te digo yo que eres una puta.

-Pero no te das cuenta que pareces a Pepito Grillo la voz de mi conciencia? A ti lo que te molesta es que no te la haya chupado esta vez...

-A mi? Si, claro... Bueno... Si. La verdad es que si.

-No ves? Los moros sois así de mentirosos y celosos.

-Oye!! Que el Corán prohíbe la mentira.

-Si... Ya. Pero si comes carne, bebes como un cosaco y cuando ves una mezquita te cambias de acera... No estás ni circuncidado que lo he visto.

-Me la chuparás sin que se entere Yogurtu?

-Ni hablar. Si quieres que te la chupe le pides permiso!!!

-Yo creo que me lo dará.

-Yo creo que también. Pero te quiero limpio y cuando te vayas a correr no en mi boca. Te dejo a lo sumo lo hagas en mis tetas. Que luego os aficionáis...

-Bueno... Vale... Me conformo con eso.

-Y mira a ver si te echas novia en este sitio y me dejas en paz. Será por mujeres aquí que las hay a cientos... Porque a ver si ahora estás enamorada de mi...

-Pues si!! Me gustas mucho. Me enamoré de ti desde que te vi.

-Lo que me faltaba... Anda... Que ya te vale...

-Le voy a decir a Yogurtu te presente alguna chica joven.

-No!!! Yo quiero contigo.

-Ni hablar. Ya te la chuparé mientras.

-Bueno, vale... Si es así... Sabes una cosa?

-Qué?

-Que cuando las mamas pareces un águila culebrera...

-Ohhh!!! Qué comparación más odiosa y soez... No tienes remedio Ahmed. No se como puedo estar contigo.

Ahmed era un hombre un poco inconsecuente pero muy bueno y cariñoso. Creo que Yogurtu se dio cuenta a la primera de su fondo de buena persona. Estaba ansiosa porque Yogurtu me follara.

De repente 30 guerreros bajaron de unos árboles arcos en mano.

Esos guerreros nos habían estado vigilando durante toda la excursión.

Era la guardia pretoriana de Yogurtu.

-Joder, Gloria... De dónde han salido estos tíos?

-Su puta madre...!!! Y han visto todas las escenas.

Nos escoltaron hasta la aldea. Una vez allí Yogurtu hizo una seña y todos fueron a reunirse con sus familias. Yogurtu visitó choza por choza besando, cogiendo y preocupándose por la salud de los niños y mujeres de aquellos hombres responsables de su seguridad. En sus casas era uno más. Un hombre justo y cercano. Un líder para con sus edecanes.

Y llegó el día de mi enlace con Yogurtu.

Toda la tribu asistió al mismo y aportaron frutas y alimentos.

Yogurtu dio un improvisado concierto de tam-tam y aquellas gentes saltaban de alegría.

En las capitulaciones de ese mi matrimonio se decía que mientras Yogurtu estuviera fuera cazando podía yacer con cualquier miembro de esa tribu porque se me había erigido como diosa de la fertilidad.

Ahmed me dijo...

-Cómo te vas a poner, guapa...

-Calla, Ahmed.

Un día salió Yogurtu unos días de la aldea y esperé a 6 jóvenes guerreros en mi choza.

Entraron con no pocas ofrendas y se arrodillaron delante de mi.

Me postré en mi catre con el coño abierto comprobando estaba perfectamente lubricada para que me tomaran metiendo mis dedos en mi madura y profunda concha. Me masturbaba viéndolos y les dije se levantaran.

Comenzaron a sobar mi blanca piel y mis grandes hechuras de mujer de 45 años. Para esos infelices era la oportunidad de su vida.

La oportunidad de yacer con una diosa que sin duda alguna les iba a garantizar su fertilidad.

Comenzaron a tocar sus pollas y huevos para ponerlas bien erectas. Se las subían y bajaban. Estaban completamente excitados y me empezaron a follar el coño y la boca.

Disfrutaba como una loca con tanta polla negra para mi.

Decir, que se iban pronto. No tardaban ni dos minutos a lo que llamé a más a mi presencia. Muchos se masturbaban mirando, temerosos de tocar a su diosa. Otros me penetraban por turnos mientras los había me tocaban como a una diosa de forma cariñosa y delicuescente y me daban de comer sus ofrendas mientras otros bombeaban en mi coño.

Era la esposa blanca de Yogurtu. La diosa de la fertilidad.

Por un momento estuve rodeada de rudas manos y vergas negras por doquier que eyaculaban en mi cuerpo o dentro de él. Me vi envuelta en un marasmo de brazos y manos que sobaban mi cabeza, pelo, tetas, piernas y culo. Los más atrevidos se iban dentro de mi coño para luego otro negro irse después. Sus pollas de ébano salían blancas de la leche de sus compadres. Todos aquellos me penetraban deformaban mis muslos y caderas entradas en carnes a cada embestida. Primero uno, después otro y luego un tercero, cuarto o un quinto.

El más anciano de la tribu una vez erecto me penetró con alguna dificultad pero logró dejar su semilla en mi cuerpo jadeando como un perro ajustando su polla en mi coño junto con los más jóvenes que le dejaron colarse.

Las mujeres se apelotonaban a la puerta de mi choza aclamando a sus maridos bendecidos por mi cuando salían. Todo eran parabienes en esa primitiva aldea.

Yo me corría no pocas veces y gemía como una posesa ahíta de las lechadas de esos infelices y pidiendo más hombres. Al final, me folló toda la tribu de una forma u otra y acabé llena de blanco esperma.

Ni se los que pasaron por allí. Perdí por completo la cuenta porque no me daba para más.

Cuando se fueron me quedé un buen rato en mi choza masturbándome con el coño lleno de la leche de esos primitivos hombres pensando en sus pollas de diversos tamaños y en sus esculturales cuerpos de guerreros y en aquellos ancianos habían logrado sus cometidos exhibiendo su vigor y experiencia aún.

Salí de la choza y una comitiva me estaba esperando. 5 hombres me llevaron en brazos hasta el río y me sumergieron en el limpiándome con sumo cuidado sus mujeres.

Yogurtu había vuelto y observaba con orgullo de jefe de la tribu ese rito de purificación.

-Te ha gustado, Gela? Ya no era Gloria sino me habían bautizado como Gela.

-Me ha encantado, Yogurtu. Le dije abrazándolo mojada y purificada por el agua.

-Todas estas tierras además de la voluntad de estos hombres y mujeres son tuyas. Trátalos con responsabilidad.

-Si. Lo haré. Te lo prometo.

Con el tiempo las visitas de esos hombres se fueron distanciando pero siempre tenía la de algún joven de la tribu a la semana buscaba iniciarse.

Había alguno que por los nervios no lograba ereccionar a la primera.

Besaba sus cuerpos y limpiaba sus miembros con cuidado. Cuando notaba empezaban a crecer pasaba sus pollas por mis pechos. Eso les daba confianza hasta que se corrían en ellos. Si no se daba el caso los esperaba para otro día. Eran los que más me gustaban.

Luego ellos lo agradecían.

Ahmed encontró pareja. Se la eligió Yogurtu. Se llamaba Shimba y era una mujer negra, escultural y de pequeños pechos. Muy alejada de mis generosas formas. Pero extraordinariamente bella.

Se le veía contento pero paradójicamente era el más asiduo a que lo bendijera.

-Otra vez aquí, Ahmed?

-Vengo a...

-Si. Ya lo sé. A que te bendiga con el cuento...

-Es que...

Saqué su polla y comencé a chupársela a lo que se alivió en mi cara bajo 3 o 4 descargas.

Cuando venía Yogurtu de cazar rara vez no me follaba. Lo hacía poco a poco y una vez ensartada por sus 20 centímetros de madero se quedaba quieto con el dentro y besándome para luego moverlo fuerte y sin compasión. Tenía el vigor de un león indómito y su gran rabo chocaba con las paredes de mi útero proporcionándonos un placer difícil de describir. Así, mudaba de un orgasmo a otro con ese viril hombre que de todos los de la tribu era el mejor.

Un día, un helicóptero Apache aterrizó en mitad de la selva y los exploradores de Yogurtu dieron aviso a su jefe.

Bajaron 8 militares rapados al cero con 8 fusiles de asalto M-16 adentrándose en la selva. Ese helicóptero si hubiese querido habría destrozado la aldea hasta los cimientos.

Yogurtu dio orden a sus guerreros de apuntar a esos intrusos con sus cerbatanas y arcos. La verdad es que de esa guisa aquellos militares hubiesen durado lo que un jesús ahí en la selva. Pero el helicóptero hubiese hecho su trabajo.

Me subieron a un trono y todas las mujeres, niños y ancianos me rodearon.

-Mi madre, Carlos...

-Estos salvajes han convertido a Gloria en una diosa...!! Ese de los ojos azules debe ser el jefe...

Yogurtu se acercó al comandante de un helicóptero que ya había apagado sus rotores en son de paz.

-Buscamos a Gloria.

-No se llama Gloria, se llama Gela. Yo soy Yogurtu el rey de la selva y ella es la reina. Tradujo Ahmed.

-Tenemos orden de rescatarla.

-Preguntadle a ella. Yo soy músico y me acuesto a las 8. Dijo Yogurtu.

Bajé de mi trono y me dirigí hacia esos hombres diciéndoles no quería irme. Estaba completamente desnuda.

El oficial miró de soslayo mis pechos y pubis para subir su mirada dirigiéndola a mis ojos. Una mirada penetrante hecha para mandar como la de Yogurtu.

-Pero usted sabe que llevamos años buscándola. Usted tiene idea de lo que cuesta solo arrancar ese helicóptero?

-Me da igual. No quiero volver.

-Y usted? Dijo el oficial a Ahmed.

-Yo, menos.

-Vamos, chicos. Esto está muy claro... Misión cumplida. Mañana les traeremos una emisora que funciona a pedales por si al caso algún miembro de esta ignota tribu necesita algo algún día.

Al otro día volvieron con la emisora. Fueron recibidos entre vítores, pompas y circunstancias y se quedaron unos días con nosotros. También trajeron medicinas y víveres así como collares para las mujeres y chocolates sin cuento para los pequeños.

No trajeron armas. Para qué?

Y no... Aquellos habitantes no les ofrecieron mi fertilidad a aquellos soldados...

Mi fertilidad era de ellos... Y esa carretera nunca llegó a construirse.

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